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Diario Este es el diario de Jan. Si queréis recibir este diario semanalmente por correo electrónico, escribid vuestro mail en el formulario de contacto.
‹ Anterior (03/12/2010) MES Siguiente (2011-02-01)› ‹ Anterior (2010-10-08 - Canada) PAIS Siguiente (2011-01-23 - Mexico)› US Miami (ver en mapa) 13/01/2011: Ted de Miami se había comprometido a alojarnos del 20 de diciembre al 13 de enero, cuando teníamos el vuelo a México. Le habíamos ofrecido de pagar un alquiler por la habitación pero él se negó a aceptar y sólo me pidió a cambio que le ayudara algunos días a arreglar algunas cosas de su casa. Nos fuimos de Naples 3 días antes del día 20, pero por suerte fuimos alojados en Miami por otra mujer de Couchsurfing. Brandee era una policía de tráfico que y que estaba apuntada a muchos grupos de Meetup, un portal de Internet que reunía a gente de gustos similares. Fuimos a dos encuentros de Meetup con Brandee: una noche visitamos varias galerías de arte y otra noche jugamos a varios juegos de mesa en casa de una mujer. Dos días más tarde fuimos a otro encuentro de Meetup con Ted, esta vez a un encuentro de ateos. Antes, tuvimos que llevar el coche a arreglar a un taller, porque el día que teníamos que ir a casa Ted, éste no se quiso poner en marcha. Tuvimos que pagar 450 dólares para cambiar la pompa de la gasolina, una buena colleja, aunque esperábamos recuperarlos al vender el coche, por el que empezamos pidiendo $ 2000 a través de Internet. Celebramos la Navidad los tres en casa de un hombre de Couchsurfing, Thom, que se había ofrecido a acoger una fiesta en su casa. Thom no había consultado cuánta gente se presentaría y pensaba que sólo vendrían unas 2 o 3 personas, pero al final fuimos unos 30, aunque no fue problema, porque hubo espacio suficiente y bebidas y comida para todos. Durante el encuentro mantuve varias conversaciones interesantes, aunque destacaría la que tuve con una chica y un hombre judío, que se interesaron por mi opinión sobre el conflicto entre Israel y Palestina. Por un lado, manifestaban que los Judíos tenían derecho a Israel por motivos históricos, porque 2000 años antes habían habitado esas tierras, pero yo contesté que con los mismos argumentos los nativos americanos, o indios, podrían reclamar todo el territorio de Estados Unidos, porque 500 años atrás habían habitado esas tierras. De todos modos, yo defendía la existencia de un estado de Israel, porque, al igual que los nativos americanos no pueden hacer nada contra una población ya asentada, también sería injusto que los palestinos expulsaran a todos los Judíos de Palestina o Israel, aunque deberían llegar a un acuerdo político y conseguir la paz. En este aspecto, los dos acusaban a Palestina y a los Países Árabes de la falta de acuerdo, pero yo les respondía que los palestinos parecían muy preocupados a negociar unas fronteras, por ejemplo aceptando las fronteras propuestas al 68, pero no los israelíes. Y terminé preguntando ´¿qué solución aceptaría el gobierno de Israel?´ y no me supieron responder, asumiendo que los israelíes sólo estaban interesados en seguir tensando la cuerda para conseguir el máximo de terreno en un futuro muy lejano, cuando finalmente se firmaran definitivamente unos acuerdos de paz. Fue curioso que conociera a dos judíos más aquellos días, todos ellos con un sentimiento de identidad que no abandonaban por nada del mundo, por ejemplo uno de ellos me sorprendió que se definiera como judío a pesar de no creer en Dios y otro se definía como homosexual judío y cada sábado iba a una sinagoga gay. Después de celebrar el fin de año en Miami, cenando en el Hard Rock Café y mirando los fuegos artificiales con otros amigos de Couchsurfing, nos encerramos unos días más en casa Ted, pasando muchas horas delante del ordenador siguiendo escribiendo el libro de África. Por suerte, algunas noches Ted nos sacaba a cenar con amigos suyos, escépticos y ateos, conociendo una de esas noches a James Randi, un americano que trabajó en los años cincuenta como mago profesional y escapista, pero que saltó a la fama como escéptico, desenmascarando los años ochenta en el psíquico Uri Geller, a quien acusó de charlatán que usaba trucos conocidos entre los magos para hacerlos pasar como poderes sobrenaturales. Anteriormente, en 1968 James Randi había ofrecido 100 dólares de su bolsillo en la primera persona que pudiera proporcionar una prueba objetiva de lo paranormal, un premio que eventualmente creció a 1.000, 10.000 y hasta los 100.000 dólares, los cuales se quedaron pequeños el 1996, cuando el pionero de Internet Rick Adams dio un millón de dólares para incrementar el desafío y presión sobre los parapsicólogos. Pensando que el personaje era bastante importante e interesante como para escribir algún artículo para algún diario español, unos días más tarde me volví a reunir con él y le hice una entrevista muy interesante (www.youtube.com/watch?v=oUldQZNs1X0). Finalmente, pocos días antes de partir hacia México, vendimos la furgoneta a una pareja holandesa por 1.600 dólares, un buen precio, pues teniendo en cuenta el precio de compra y todas las reparaciones y gastos que habíamos tenido en el coche, éste nos había costado una media de 7 dólares al día, mucho más económico que el alquiler de un coche. Un par de días más tarde hicimos varias cenas de despedida con varios amigos que habíamos hecho, y otra cena la última noche antes de irnos con Ted, quien insistió de invitarnos otra vez. Definitivamente Ted había sido un anfitrión espléndido, como muchos otros que nos habían alojado en Estados Unidos, con la diferencia que con Ted habíamos tenido oportunidad de conocer mucho más su afable carácter y su generosidad, porque había accedido a alojarnos una larga temporada. La última noche rechazó que cogiéramos un taxi de su casa hasta el aeropuerto y se despertó a las 4 de la mañana para llevarnos allí. Durante el camino le volvimos a manifestar nuestro agradecimiento por toda su hospitalidad y insistimos que nos viniera a visitar en un año y medio en Cataluña, donde intentaríamos recompensarle por toda la ayuda recibida. Ciutat de Mèxic, D.f. (ver en mapa) 23/01/2011: Llegamos a la Ciudad de México expectantes, cuidando de no cruzarnos con ningún narcotraficante o policía corrupto y atentos de no caer en ninguna de las trampas y peligros de los cuales nos habían avisado desde Estados Unidos. Sin embargo, la llegada fue muy tranquila y sólo tuvimos que afrontar una molestia inesperada: la altura de la ciudad (2240m), que en los primeros días nos tuvo resoplando al mínimo esfuerzo y nos infirió ocasionales dolores de cabeza más o menos intensos. En cuanto a los narcotraficantes y a los tiroteos diarios que hay en diferentes lugares del país, diferentes amigos nos tranquilizaron informando de que los narcos blanquean el dinero de la droga construyendo hoteles y no les interesa asustar a los turistas que son otra buena fuente de ingresos. Lo que sí nos aseguraron otros amigos, incluyendo un español que trabajaba con refugiados, es que los siguientes países de Centro América (Guatemala, Honduras, Salvador,...) son mucho más peligrosos que México, con la existencia de los Zetas y otras bandas criminales. Inevitablemente recordé que en Grecia nos decían que Turquía era peligrosa, en Turquía opinaban lo mismo de los iraníes, mientras que en Irán nos advirtieron de los peligros de Pakistán. Nuestra experiencia nos demuestra que muchos países tienen miedo de sus vecinos y, aunque este recelo puede tener una causa real, hasta el momento siempre habíamos ido asumiendo este incremento de peligro suavemente y no habíamos tenido ningún choque traumático, como si fuéramos una rana a quien aumentan gradualmente la temperatura del agua donde nada. Si hubiéramos aterrizado en Pakistán directamente desde Grecia seguramente habríamos querido salir inmediatamente, y posiblemente pasaría lo mismo en los siguientes países de Centro América. En cualquier caso, no rehuimos este incremento de riesgo que estamos asumiendo y, ante la posibilidad de ser atracados y que nos roben los ordenadores y cámaras, actualmente estamos haciendo más copias de seguridad que nunca. Enseguida tomamos confianza para movernos por la ciudad, aunque definitivamente la Ciudad de México es muy diferente a cualquier ciudad de Estados Unidos. En cuanto llegamos nos sorprendió la fisonomía de la gente, muy diferente al anterior país, donde la mayoría tenía una ascendencia directa con los antiguos colonizadores europeos o los esclavos africanos, a diferencia de México, donde casi todo el mundo parece tener algún porcentaje de consanguinidad indígena o nativa. Pensé en las causas de estas diferencias e imaginé dos posibilidades, que las tierras de Norte América estuvieran mucho más despobladas que las de Centroamérica o que los colonizadores ingleses hubieran matado a muchos más nativos y los hubieran aislado más en reservas que los españoles. Viajando en metro (un billete sólo cuesta 20 céntimos de euro) también tuvimos oportunidad de descubrir el dinamismo de una sociedad que estimulaba a todos a trabajar, aunque fuera realizando un trabajo miserable. Cada dos por tres aparecía un vendedor ambulante o músico ocasional que chillaba sus ofertas pasando de vagón en vagón, manteniéndonos bien entretenidos. Posiblemente no nos hubiéramos adaptado tan bien si no fuera por la hospitalidad que nos ofreció el nuevo anfitrión de Couchsurfing, Jan (se llamaba igual que yo), un austriaco que hacía un año que se encontraba en México trabajando para el Alto Comisionado para los Derechos Humanos, investigando casos de torturas, desapariciones forzadas, y otros crímenes presuntamente cometidos por los estamentos estatales como parte de la narco-guerra. Jan nos presentó a muchos de sus amigos, incluyendo a Eider, una chica del País Vasco que trabajaba para la embajada española y que nos invitó a una participar a una tamborinada en el centro vasco, una curiosa y divertida tradición de San Sebastian. Jan también nos llevó a conocer otras partes de la ciudad, y el último día nos condujo al desierto de los leones, una montaña cercana a DF (el nombre que dan los locales a la ciudad) donde hicimos una barbacoa y posteriormente visitamos un interesante monasterio español del siglo dieciséis. Por nuestra cuenta visitamos en diferentes días la zona del Zocalo, el centro de la ciudad, donde había una hermosa catedral, varios museos y el palacio nacional, el cual ostentaba varios murales de Diego Rivera, el cual es muy reconocido en México, a diferencia del resto del mundo, que otorga mayor calidad artística a su mujer Frida Kahlo. También visitamos con una chica de Couchsurfing el mercado de la Merced, tan extenso que nos recordó a los mercados asiáticos. Allí, mientras hacía fotos del mercado, se me acercó una mujer vieja y me preguntó: Volviendo al palacio nacional, algunos de los murales de Diego representaban la vida de los aztecas o Mexicas en la ciudad de México y el centro religioso de Teotihuacan. Allí nos dirigimos otro día en autobús, siendo recompensados con dos enormes pirámides de base rectangular, construidas amontonando tierra y rocas de medianas dimensiones y dedicadas al Dios Sol y Luna. Me sorprendió, que las pirámides fueran similares a algunas de las construidas en Ancor Wat, en el sudeste asiático y empecé a imaginar que los asiáticos que cruzaron el estrecho de Bering hace ahora unos 10.000 o 15.000 años y que empezaron a poblar el continente americano, deberían de traer algún tipo de conocimiento arquitectónico que luego evolucionó similarmente en ambas regiones. Pero después, observando el museo y recordando las pinturas de Diego, deduje que estas poblaciones tenían que poseer un conocimiento mucho más amplio. Por ejemplo, al igual que en Asia y en buena parte del mundo, los nativos utilizaban ropa; se decoraban con pendientes y perforaciones en la nariz; pintaban sus casas y templos; utilizaban arcos y flechas y otras armas, aunque éstas estaban fabricadas con piedra tallada ; sabían crear ornamentos y vasos de cerámica, inventada aproximadamente el 24,000 BC; sabían cultivar diversos cereales, utilizando la misma agricultura que se inventó antes del 7000 BC en India; sabían moler el grano; utilizaban calendarios, necesarios para tener noción del paso de las estaciones y útil para la agricultura; tenían religiones con un cierto paralelismo a las mesopotámicas o egipcias, adorando al sol o a la luna; tenían un sistema de enterramiento de los muertos trabajado; tenían un sistema social muy organizado;... Realmente, es mucho el conocimiento que debían de poseer los primeros pobladores americanos, y el hecho de que no utilizaran la rueda (inventada hacia el 4000aC) ni caballos, domesticados al mismo periodo, quizás confirmaría que llegaron con todo el conocimiento mencionado anteriormente. Pero después me di cuenta de que utilizaban una escritura cuneiforme, similar a la inventada por los sumerios en el 3500 aC y que trabajaban varios metales, empezados a trabajar hacia el 5000 aC y esto no concuerda con la teoría de que el estrecho de Bering dejó de ser transitable hacia el 10.000 aC. Por eso, después de leer un poco más me he convencido de la realidad de una teoría que afirma que las culturas americanas y las asiáticas tuvieron algún tipo de contacto marítimo que hubiera transmitido algunos de estos conocimientos. Puebla es una ciudad de 3 millones de habitantes al sureste de la ciudad de México. Sin embargo, a pesar del elevado número de habitantes, el centro de Puebla parece pertenecer simplemente a una población mediana, con una plaza de bonitas arcadas, calles empedradas, limpias y bien arregladas, y bonitas iglesias (según la tradición hay 360 , una para cada día del año). Puebla es una ciudad rica y snob (o fresa, según la terminología local) que posee una buena universidad privada donde -según nuestro anfitrión- estudian los hijos de los narcos, por lo que los narcotraficantes mantienen su guerra contra la autoridad lejos de la ciudad. Se cuenta que incluso, alguien se compró un Ferrari para moverse por la ciudad, pero estos vehículos son demasiado bajos y no están adaptados a México, y se quedó balanceándose encima el primer limitador de velocidad de la carretera con el que se topó. En Puebla nos alojó Mario, un chico mexicano muy hospitalario y abierto que se ofreció para llevarnos en coche y guiarnos por los diferentes puntos de interés de la zona, además de invitarnos a diversas fiestas con sus amigos. Durante una conversación, uno de ellos comentó que México tiene un sistema algo socialista y por ejemplo la universidad pública sólo cuesta 20 centavos el año. Por el contrario, muchos de los servicios de México son muy caros, por ejemplo la telefonía o las autopistas, porque están en manos de monopolios y el gobierno no los quiere liberar. En relación a la economía, también me comentaron que la principal fuente de riqueza de México son las remesas o dinero que envían los 15 millones de mexicanos que viven en Estados Unidos. Por otro lado, Mario opinó que según su experiencia, en Europa se vive para trabajar, mientras que en México se trabaja para vivir. Mario, su amigo Manolo y Javier Stalin, un joven ecuatoriano que Mario estuvo alojando durante unos días, nos acompañaron a visitar varias atracciones turísticas alrededor de Puebla, como el volcán más pequeño del mundo (de 13 metros de de altura), las bonitas iglesias de Tonantzintla y Acatepec, la ex hacienda de Chiautla donde hicimos un picnic, una montaña cercana desde donde se lanzaron varios parapentistas al atardecer, y el bonito pueblo de Cholula, que destaca por poseer la mayor pirámide o monumento más voluminoso construido nunca por los humanos. De todos modos, la pirámide de Cholula está prácticamente toda cubierta de tierra y destaca más por la bonita iglesia en lo alto, que se contruyó como signo de conquista y dominio sobre los Dioses paganos. El segundo día que visitamos Cholula tuvimos la oportunidad de ver como dos voladores de Papantla se dejaban caer de un póster de 20 metros de altura, descendiendo circularmente con cuerdas atadas de la cintura. Fue impresionante pero aún lo fue más el fin de semana, cuando conducimos unas 3 horas hasta el pueblo de Cuetzalan. Poco después de llegar empezamos a observar como 5 voladores de Papantla se preparaban con una danza para subir hasta en lo alto de un tronco de pino de 35 metros de altura. Al igual que lo deberían haber hecho las culturas pre-hispánicas, los cinco voladores se encaramaron en la cima del tronco y después de una nueva ceremonia vertiginosa sobre un tronco que no paraba de balancearse, los cinco se dejaron caer mientras las cuerda que los ataba se iba desenroscando hasta depositarlos sanos y salvos en el suelo. Los voladores de Papantla nos fascinaron aunque el motivo principal de nuestra visita a Cuetzalan fue el bonito y colorido mercado del domingo, frecuentado por numerosos indígenas y campesinos vistiendo ropas tradicionales, así como las cercanas cascadas de San Andrés. |
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