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Frederick, un hombre bromista y de carácter fuerte, nos dio la bienvenida y nos explicó que habíamos llegado en el mejor momento, porque al día siguiente habría una gran fiesta en la misión pues su diácono celebraba la primera misa y porque el lunes tenía una reunión con la asociación que había creado en tres pueblos: APROFER, Asociación para la Promoción de la Mujer Rural. Al oscurecer, salimos a comprar alcohol para la fiesta del día siguiente, circulando por las calles sin luz pero llenas de gente. Al terminar de comprar la mercancía, nos detuvimos a tomar una cerveza en una pequeña tienda llena de borrachos que querían que les invitara a una caja de cerveza. Al volver, nos dirigimos hacia la gran iglesia de la misión, donde se celebraba un concierto coral como introducción a la fiesta del día siguiente. Las chicas del coro cantaban con ritmo, juntando las manos en posición de plegaria mientras movían sensualmente la cintura y los asistentes las animaban continuamente con aplausos y aclamaciones. Me sorprendió, que el desenfreno finalizara con un silencio absoluto mientras el padre Frederick dirigía una plegaria. El día siguiente por la mañana, nos hicieron sentarnos en la zona de las autoridades, al lado del altar y después de esperar un buen rato, con unas 200 personas abarrotando la iglesia, la misa empezó con cambios de ritmos constantes: bailes africanos, cantos corales, lectura del evangelio, representaciones, aclamaciones al nuevo padre, más bailes al traer la Biblia sobre una plataforma llena de flores hacia el nuevo padre, que sonreía y reía ante los aplausos. Después, el nuevo padre expuso su mensaje sobre la Santa Trinidad, con la parroquia contestando al unísono que 1+1+1 era igual en 1. El nuevo padre tenía la explicación, era un misterio que no se podía comprender ni pretender comprender. Más tarde, vinieron la entrega de regalos para el nuevo padre (o para la iglesia, ya que los regalos se tenían que registrar), y después de muchos más bailes, cantos, aclamaciones y mensajes la misa acabó. Habían pasado cuatro horas pero en ningún había resultado aburrida, bien al contrario que en Europa. Al terminar la misa saludamos diferentes catalanes cooperantes que habían asistido por su amistad con Frederick. Uno de ellos me explicó que Frederick era presidente de una peña del Español, un equipo de fútbol de Barcelona donde juega el portero Kameni nacido cerca de Bafang. Me sorprendió la información, pues parece que los Cameruneses, grandes amantes del fútbol, sólo se visten con camisetas del Barça (donde juega el Etoo, otro Camerunés) y de la selección del Camerún. Otra chica, Mar, nos explicó que se está enviando mucho dinero al África pero falta un cambio de mentalidad para cambiar la situación. La gente está desmotivada y no lucha ante los problemas, viven por el hoy sin pensar en el mañana. A continuación se quejó del gobierno, que sólo está preocupado de mantener el poder y no hace nada para mejorar el modelo educativo o la actitud social. Por la noche quedamos a las ocho para ir a cenar con Mar, dos catalanas más, y otros africanos. Frederick nos pasó a buscar tarde y borracho, pero aun así, nos detuvimos en casa a un juez a tomar otra cerveza, después estuvimos a punto de atropellar a un hombre que chilló: - Ya me podrías haber atropellado, así me pagarías y tendría qué comer. Continuamos el camino cargando mujeres grandes y llegamos al restaurante a las nueve, pero las catalanas también hacía poco que habían llegado y la comida todavía tardó mucho más en salir. El restaurante estaba integrado dentro del mobiliario de una casa, para no pagar impuestos, según nos explicaron. Hoy hemos vuelto a subir al todo-terreno estropeado de Frederick y nos hemos dirigido acompañados de una enfermera voluntaria hacia Mbouassu, un pueblo extraviado entre las montañas y los campos de café (algunos de los cuales olvidados por el bajo precio del café) y de plataneros y cultivos de yuca y maíz. Fuimos recibidos en casa de un ex-jefe de brigada, según la costumbre con whisky de 12 años. Frederick abrió la botella y roció un poco frente de la casa, después nos humedeció las manos con el alcohol y finalmente brindamos. Destacando sobre una mesa había dos colmillos de elefante y un pie de gorila que, según parece, los locales cazan y comen ocasionalmente. Después del recibimiento nos dirigimos hacia la reunión por un pequeño camino entre las casas escondidas entre la vegetación y los campos de café. Andaba con una mujer de la asociación y la enfermera y escuchaba cómo la mujer se quejaba de que no tenían pozo ni fuente de agua potable y que tenían que coger el agua del río, dónde los mismos vecinos hacían las necesidades, cogiendo consecuentemente graves enfermedades. Por otro lado, también comentó que la gente está muy cansada y la enfermera comentó que seguramente se debía a la malnutrición. Aunque la tierra fuera muy productiva, los habitantes no ingerían una alimentación variada que les aportaran los nutrientes y vitaminas necesarias. Finalmente se compadeció que a pesar de ser una villa de unos 5000 habitantes con otras pequeñas villas dependiendo de ellos, no tenían ningún centro de salud. La reunión se celebraba en una casa que habían condicionado con una mesa y unas veinte sillas alrededor, había sentados mujeres vestidas para la ocasión y hombres, todos ellos concentrados y algunos escribiendo. La reunión se inició con una plegaria y a continuación Frederick se dirigió a las mujeres con las siguientes palabras: "las mujeres trabajan mucho y participan mucho en la sociedad pero tendrían que decidir más". Pero a pesar de los objetivos de la organización no se volvió a hablar más de la promoción de la mujer y pareció que continuaban siendo los hombres los que seguían tomando las decisiones importantes. Frederick propuso aportar enfermeras para educar en salud y en nutrición y técnicos agrícolas para mejorar la producción, pero antes de nada tenían que estar unidos y organizados para mejorar su situación pero también para recibir financiación de alguna ONG. Finalmente, se informó a los asistentes de la posibilidad de acceder a unas ayudas de la unión europea y Frederick entregó a la presidenta, entre aplausos y aclamaciones, un saco de abono y 30 euros para que la asociación pudiera iniciar el cultivo de un campo de maíz comunitario. Al terminar la reunión con comida y cervezas, Frederick nos mostró dos fuentes que tomaban agua de las montañas y que había financiado la ONG Manos Unidas. Después de escuchar todos los problemas que tenían al no tener agua potable, pregunté extrañado: - ¿Si hay estas fuentes de agua potable, como es que las mujeres se quejan de que tienen que coger el agua del río? - Porque hay una persona del pueblo que quiere cobrar dinero y les cerrado el grifo. - ¿Y no se puede hacer nada para solucionarlo? Sin dar más explicaciones, su mirada me dijo que no había nada a hacer. Más tarde le volví a interrogar, pero no saqué el agua clara. Volvimos tarde y cansados. Al llegar a Bafang, la Enfermera comento que estaba cansada y pidió a Frederick que la dejara en el centro, pero éste siguió conduciendo en silencio hasta la misión. 06/06/2007: El domingo, cuando conocimos a Mar y a las otras dos chicas catalanas, nos dimos cuenta de que el capellán que dirigía su proyecto se llamaba Michel Djaba, un hombre que la ONG ARSIS también nos había pedido de visitar. Quedamos en que nos vendría a buscar el martes en Bafang (o así lo creímos), pero al final resultó que habíamos quedado el miércoles. De todas maneras, dio la casualidad de que el martes por la mañana había la fiesta de despedida de la escuela de infantiles de debajo la misión y asistí con Frederick. Como ya va siendo costumbre, me hicieron sentarme en el mejor sofá, al lado del padre Frederick que inauguró la fiesta con una plegaria. Acto seguido, los niños y niñas, de unos dos a cuatro años, cantaron el himno Nacional, siguieron con una representación teatral de cómo el padre Frederick decía misa, continuaron bailando, recitando poemas, demostrando sus conocimientos de inglés, teatralizando una boda ... En la representación de la boda los dos esposos se hacían una prueba del sida antes de aceptar el matrimonio. Después los niños recitaron un poema en que se proponía la castidad para luchar contra el Sida, si la castidad no era posible, la fidelidad y sino la utilización de preservativos. Más tarde cuestioné sobre el tema a Frederick y contradiciendo la doctrina del Vaticano me manifestó que daba apoyo al mensaje recitado por los niños. La fiesta acabó, como siempre, con otra plegaria y con una comida comunitaria. Alexandra no había comido nada en todo el día, porque según ella no había nada para comer en la autocaravana, así pues, por la tarde, tuve que andar hasta el pueblo para comprar los productos requeridos. Bafang es un pueblo alargado a lo largo de una calle principal con todo tipo de tiendas detrás las aceras de fango, aun así tuve que andar hasta el final del pueblo para encontrar todos los ingredientes exigidos. Volví cargado con una moto-taxi. Por la noche volvimos juntos al pueblo, con Frederick y la enfermera, porque Mar nos había invitado al despacho de la asociación Kentaja, que dirige Michel. Compramos unas bebidas en el bar de debajo y Mar nos empezó a explicar el trabajo de la Asociación Kentaja, que tiene tres centros de acogida de niños de 6 a 18 años. A media explicación, llegó Frederick que había ido a comprar comida y nos contó una mala noticia, se había muerto un profesor de Español que Mar conocía, dejando en la miseria a su viuda y sus cuatro hijos. La mujer trabajaba vendiendo cacahuetes en la calle, actividad totalmente insuficiente para pagar el alquiler de la casa que ocupaban y la alimentación de los niños. Alguien preguntó: - ¿Y cómo podrán sobrevivir? Mar respondió: - Seguramente la asociación Kentaja se tendrá que hacer cargo de dos o tres niños para que la madre pueda salir adelante. Hoy por la mañana nos ha venido a recoger Michel para visitar el centro de acogida que la asociación Kentaja ha creado y mantiene en Badzuidjong. Durante el camino, Michel nos ha explicado con palabras que nos conmovían como antes de crear la asociación empezó a acoger niños huérfanos en la parroquia, después creó la asociación Kentaja con la ayuda de dos entidades europeas que soportan con apadrinamientos los gastos mensuales de salarios, alimentación, salud y escolarización de los 130 niños acogidos a los tres centros creados. De todas maneras, también reciben ayudas puntuales muy beneficiosas de otras ONGs y entidades, por ejemplo, hace unos años los bomberos de Barcelona se desnudaron en un calendario para recoger dinero para construir un dispensario maternal en el pueblo de Baku, otra mujer rica de Barcelona financió la edificación de uno de los centros con camas individuales para 64 niños. De todos modos, ahora están intentando iniciar proyectos de autofinanciación. El jefe del pueblo de Badzuidjong ha regalado tres hectáreas a la asociación que están destinando al cultivo y a la producción de carne, con dos objetivos: alimentar a los niños y enseñarles el oficio del campo. En este punto me he interesado sobre los caudillos de los pueblos y Michel me ha explicado que disfrutan de un gran poder sobre el pueblo y sobre los recursos financieros del gobierno destinados al pueblo. Entonces he explicado el caso del agua potable de Mbouassu, donde nos había llevado Frederick y después de la exposición Michel ha comentado. - Hay caudillos buenos e interesados con el progreso del pueblo, como el de Badzuidjong, pero también hay de malos y podría ser, que la jefe de Mbouassu haya cortado el acceso al agua potable para cobrarla y los habitantes no se atrevan a denunciarlo por miedo o respeto. El camino hacia Badzuidjong era en muy malo estado, intransitable con la autocaravana. Poco antes de llegar hemos escuchado una restallada bajo una rueda. Hemos bajado y Michel ha observado con preocupación que se habían roto dos ballestas de la suspensión. Hemos acabado de llegar a Badzuidjong, pero la suspensión dañada nos ha obligado a marcharnos justo después de visitar las instalaciones y los campos de maíz de la asociación, la escuela del pueblo y el río de donde volvían los niños de lavar la ropa. De regreso en Bafang, Michel nos ha explicado que recordaba cuándo tenía 10 años, hace unos 40 años, que tuvo que huir de su pueblo porque los franceses lo incendiaron, en parte por los aires de independencia que se imponían y por los de comunismo que se infiltraban. Llegados a Bafang, entrevisté Michel y en medio de ésta ha contado que era huérfano desde los 10 años, pero no he caído a preguntar si sus padres fueron muertos por los franceses. -- Tuve ocasión de entrevistar a Michel que opinaba que el principal problema del mundo es la ambición de los hombres que a veces les hacen felices y a veces les hace chocar con la libertad de los otros. Se tendría que fomentar el diálogo para solucionar estos problemas. El principal problema del Camerún es la falta de desarrollo, es necesario un cambio de mentalidad, tendría que ser un interés y responsabilidad de cada individuo. Él intenta, a través de la fe o de la acogida, que la juventud tome iniciativas a favor del desarrollo. Michel es feliz porque ha llegado a ser lo que soñaba (le ha tocado la lotería de ser sacerdote). El secreto de la felicidad es ser amigo de Dios y del hombre. Douala (ver en mapa) 08/06/2007: Camino de Douala, Michel ya nos había informado que en Nkonbsamba tenían el moderno y mayor centro de acogida, financiado por la mujer rica de Barcelona, pero no sabíamos que el pueblo estaba en la dirección de Douala. Por eso, cuando Alexandra observó un cartel de Kentaja al lado de un edificio de la comunidad Europea, decidimos retroceder y visitar el centro. La mayoría de los niños estaban en la escuela pero había dos educadoras que estaban preparando la comida. Me presenté y les pedí si me podían mostrar el centro de acogida hacer alguna foto, pero ellas no estaban informadas de mi llegada y fue necesaria una llamada a Michel. Después, las dos chicas, muy amables, me mostraron el sólido edificio de dos plantas con habitaciones y equipamientos de lujo según los estándares rurales del Camerún. Desde la terraza me sorprendieron explicándome que al lado se estaba construyendo otro edificio financiado por otra ONG para poder acoger a muchos más niños. Al mediodía llegamos al centro de Douala, avanzando por una calle con el asfalto roto y agujereado y con un tráfico que nos tuvo parados un buen rato. Parece mentira que siendo una ciudad mayor que la capital Yaundé y el motor económico de Camerún, Douala sea una ciudad tan olvidada en infraestructuras, aunque también es verdad que estaban arreglando algunas calles controladas por asiáticos. Aparte de eso, Douala es una ciudad sin ninguna gracia y con nada a visitar. Por lo tanto, hemos aprovechado estos dos días a la ciudad para relajarnos, hacer compras en el supermercado, sacar dinero y pasear entre los grandes edificios y pequeños comercios. Kribi (ver en mapa) 11/06/2007: Ayer hizo un año que yo y Alexandra nos conocimos en Rumania, mientras yo estaba realizando la primera etapa europea del viaje. Enseguida nos atrajimos y enamoramos y afortunadamente, a los pocos meses, Alexandra tuvo la valentía de abandonar sus amigos, familia, trabajo y estudios para acompañarme en este viaje por todo el mundo. Bueno, al principio no se hizo en la idea de viajar tanto, por eso no renovó con tiempo su pasaporte y ahora se está quedando sin páginas en blanco. Pero ahora dice que no me abandonaría por nada al mundo, porque su objetivo - según ella - es hacerme la vida más difícil. Y a veces lo consigue, sobre todo cuando actúa como una malcriada o cuando se vuelve histérica y paranoica. El problema es que África no es su continente: demasiada gente diferente interesada con nosotros, demasiados peligros hipotéticos, demasiada comida indescifrable, demasiados insectos de películas de terror, demasiadas carreteras intransitables ... De todos modos, parece que se va acostumbrando a estas vicisitudes y empieza a disfrutar de este fantástico viaje, aunque todavía falta mucho para que se enamore de esta tierra. En cualquier caso, lo importante es nosotros seguimos enamorados y disfrutando de nuestra compañía. Kribi es uno de los mejores pueblos al Camerún donde celebrar un aniversario. Es un pueblo que bordea la playa remojada por un pacífico océano Atlántico, y remojada también por las lluvias. Kribi es un paraíso, pero no en esta época en que empiezan las lluvias. Pero hemos tenido suerte que ha llovido durante la noche y durante el día ha hecho buenos ratos de sol, que me han permitido sumergirme en el océano y degustar el delicioso marisco y pescado que se pesca - Alexandra, que no come pescado ni quiere ser tocado por pescados, sólo ha disfrutado observando cómo yo me deleitaba. De todas maneras, sí que nos maravillamos conjuntamente con las caudalosas cascadas de Lobé, unas de las pocas del mundo que saltan directamente sobre el mar. En cualquier caso, no hemos venido a Kribi para celebrar nuestro aniversario. La ONG Lanzarote Help nos había invitado a visitar el hospital que habían construido cerca de Kribi hacía dos años. El sábado el mediodía fuimos recibidos por el Dr. Samuel, originario de Guinea Ecuatorial, la voluntaria cirujano Sílvia de Méjico, y el también voluntario director de Italia, Luciano. Decidimos aprovechar la buena compañía de Luciano y Sílvia y compartir el fin de semana con ellos y visitar el hospital el lunes por la mañana. Luciano nos ha explicado cómo está gestionando y controla el hospital, un trabajo que no puede ser asignado a una persona local porque - según él - se mueven demasiado por intereses económicos y están demasiado avezados a la corrupción. Y hoy por la mañana, el Dr. Samuel nos ha descrito el funcionamiento del hospital: los pacientes pagan por las consultas, tratamientos y operaciones un 50% menos que en los hospitales públicos, de todos modos, los pacientes llegan por temporadas, porque tienen que recopilar el dinero, y sólo llegan los casos más graves, porque la gente prefiere automedicarse. En cualquier caso, el hospital tiene 20 camas que a veces son insuficientes para todos los ingresados, por este motivo, Lanzarote Help está financiando la construcción de un nuevo edificio que duplicará los servicios y camas del actual hospital. El hospital, aparte de ofrecer atención al parto, recibe muchos casos de malaria, que normalmente se cura a no ser que la enfermedad se encuentre en un estado muy adelantado o bien el paciente haya cogido resistencias con la automedicación; también se tratan muchos problemas gastrointestinales causados por el agua no potable o mala higiene, problemas respiratorios por culpa del polvo del verano, y curiosamente también problemas cardiovasculares, depresiones, insomnio, ansiedad ... - "la globalización ha llegado a África", ha expresado Samuel -; la sanidad pública ofrece casi gratuitamente los medicamentos para tratar el sida, aunque en el hospital también se diagnostican muchos casos, de todas maneras, según Samuel, el gran problema sanitario el África no es el Sida, es la malaria. Por la tarde, Samuel se ha presentado en casa de Luciano y Sílvia y hemos continuado la conversación de la mañana. Lentamente Samuel ha ido explicando su interesante vida: la salida de Guinea Ecuatorial para ir a estudiar Medicina en la antigua Unión Soviética, el trabajo como doctor en el Berlín occidental antes y después de la caída del muro, y el retorno a África, trabajando en el hospital de Kribi, cerca de su país ante la imposibilidad de volver, ya que durante todo este tiempo que ha estado en el extranjero ha estado un hombre clave en la oposición del régimen dictatorial de Guinea Ecuatorial, un régimen con las manos sucias de sangre, con todos los 500.000 habitantes controlados, con los opositores en la prisión y torturados y soportado por los gobiernos europeos gracias a los recursos petroleros. De todas maneras, Samuel todavía tiene esperanzas de un cambio político en su país, desde el hospital recibe a muchos pacientes guineanos y quien sabe si poco a poco les dará la fuerza para chillar "ya es suficiente”. --- Entrevisté a Samuel que opinaba que uno de los principales problemas del mundo es la falta de libertad, por ejemplo en dictaduras. La solución está en pensar que nos merecemos la libertad. A nivel personal Samuel es médico y ayuda que sus pacientes que se liberen de las enfermedades y también lucha para que su país se libere. El principal problema en Guinea Ecuatorial es la falta de libertad, "es una vergüenza que en el siglo XXI todavía haya dictaduras", como en su país. El cambio puede venir de dentro del régimen pero con la presión exterior. Samuel es feliz pero sería más feliz volviendo a su país en paz e ir a pescar al río del pueblo donde había nacido. El secreto de la felicidad es la esperanza de tener la felicidad total. Ambam (ver en mapa) 12/06/2007: Hoy por la mañana hemos recibido una muy mala noticia por correo electrónico. Nos ha escrito Ben, el australiano que habíamos conocido en Yaunde. Él y Maria se encontraban en Congo y nos informaban de que ni en LibreVille (capital del Gabón) ni en Cabinda (pequeño territorio de Angola entre los dos Congos) habían podido tramitar el visado de Angola, aunque pensaban que desde Kinshasa (capital de la República Democrática del Congo) se podía conseguir. Por otro lado, nos informaban que las carreteras del sur del Gabón y del Congo estaban sin asfaltar, llenas de barro y con profundos agujeros y roderas creadas por los camiones. Nos explicaban que creían que nos sería imposible de transitar con nuestra autocaravana sin destrozarla. Para acabar de arreglarlo, Alexandra ha leído otra noticia en Internet que relataba que ayer habían matado a una Voluntaria de Médicos sin Fronteras en la República Centro Africana. Nos hemos marchado de Kribi con el pesimismo dibujado en nuestros rostros, circulando en dirección Norte, después hacia el Este dirección a Yaundé, para volver hacia el sur, con el Gabón como destinación. Pero a medida que descendíamos hacia el sur por una buena carretera, aparecía un solo radiante y entrábamos en el país de los pigmeos (hombres y mujeres de proporciones normales pero dos o tres palmos más bajos que el resto, que nos miraban con la misma curiosidad que nosotros a ellos), me volvía el optimismo. En algún punto u otro tendríamos que poder conseguir el visado de Angola, aunque sea con la ayuda de la embajada Española. Por otro lado, ahora empieza la época seca en el Gabón y en el Congo, espero que estas 3 o 4 semanas de retraso que tenemos sobre Ben y Maria sean suficientes para que mejoren las comunicaciones, o quizás podemos encontrar una ruta alternativa, o podemos cargar la autocaravana en un camión, o embarcarla en un barco ... Es necesario ser positivo y pensar que si hemos conseguido llegar hasta aquí, difícilmente no nos podrá detener nada. Gabon Libreville (ver en mapa) 14/06/2007: Ayer cruzamos la frontera con Gabón sin problemas, habríamos tardado menos de una hora si no fuera por los jefes de dos puntos de control, que se habían marchado (uno al mercado y el otro a su casa) y tuvimos que esperarlos un buen rato. En Gabón la carretera siguió en buen estado, mejor que en Camerún. Pensamos que era normal, al fin y al cabo Gabón es un país rico (financiado gracias al petróleo) donde - según nuestra guía de viaje - todo el mundo tiene dinero para pagarse como mínimo la cerveza. De todas maneras, hoy al mediodía, la carretera ha empeorado muchísimo, con unos cráteres enormes en medio del asfalto o de la tierra que a veces eran imposibles de bordear. Sólo los camiones cargados con pesados troncos de grandes dimensiones parecían no inmutarse por el estado de la carretera y seguían su marcha inescrutable, levantando polvo y aumentando todavía más la medida de los cráteres. Al ascender por uno de estos enormes agujeros, una rueda delantera ha patinado e instantáneamente se ha escuchado un chasquido y un fuerte silbido. Hemos parado un poco más allá y hemos observado cómo la rueda se acababa de deshinchar. Era el primer pinchazo que teníamos, pero eso no ha sido problema para cambiar la rueda con eficacia (también gracias a la inestimable ayuda de Alexandra). De todas maneras, el pinchazo ha estado un aviso. Ben y Maria no nos habían hablado de esta carretera, por lo tanto, era de esperar que las carreteras a la salida de Libreville serán mucho peores y según ellos impracticables para nosotros. A ver si desde Libreville podemos encontrar alguna solución ... Por otro lado, hoy hemos cruzado el ecuador. Todo el mundo piensa que en el ecuador siempre hace mucho calor, pero no es así, ahora que falta poco para el solsticio de verano, el sol se encuentra más cerca de Barcelona que del ecuador. Por eso no es de extrañar que los Gaboneses utilicen manga larga cuando se pone el sol, para aislarse del frío, y también de los mosquitos, claro está. 17/06/2007: El viernes por la mañana fuimos a la embajada de Angola, y tal como nos habían explicado Ben y Maria no era posible de obtener el visado desde Libreville, "no tenían los adhesivos para el visado" nos dieron como excusa. El chico de recepción me comunicó que desde Point-noire, en Congo, podríamos tramitar los visados, pero según Ben y Maria no era posible desde allí tampoco. Añadido al problema del visado había el mal estado de las carreteras. Por eso, después de la embajada nos dirigimos al puerto con la intención de buscar un barco en el que embarcar la autocaravana dirección a Sudáfrica. En el puerto encontramos una oficina del transporte marítimo donde un par de chicos muy amables hicieron algunas llamadas y finalmente nos informaron de que al día siguiente salía un barco. Estuvimos todo el viernes por la tarde y el sábado por la mañana pendientes de este barco, pero al final resultó que era demasiado pequeño e iba demasiado cargado y la autocaravana no cabía de ninguna manera (mañana, lunes, seguiremos buscando). Más tarde, estudiamos otra alternativa. Fuimos a la estación de autobuses y pregunté a un camionero sobre el estado de las carreteras hacia el Congo. Su visión no era tanto catastrófica como Ben y Maria, aunque también nos informó de una vía alternativa circulando un tramo en tren (mañana seguiremos investigando). El sábado por la tarde, después del estrés del viernes y de las horas anteriores, fuimos a relajarnos a la playa, donde había algunos otros blancos surfeaban con la ayuda de parapentes. Hoy el domingo hemos vuelto a la playa. En comparación con los dos días anteriores, la ciudad estaba desierta y todos los comercios cerrados. Ha estado una sorpresa, pues en todos los países anteriores el domingo no se diferenciaba demasiado de los otros días de la semana. Eso confirmaba un aspecto que nos habían explicado: los Gaboneses son perezosos, seguramente a causa de la riqueza del país. Al llegar a la playa nos hemos encontrado con algunos de los habitantes que habían vaciado la ciudad: chicos jugando a fútbol, chicas saltando ante las oleas, parejas conversando bajo las palmeras, hombres blancos y jóvenes negras sentados en los improvisados bares de la playa ... 20/06/2007: El lunes siguió la aventura para descubrir cuál era la mejor opción - si es que había alguna - para continuar el viaje hasta África del sur. Fuimos a la embajada de este país para conocer si necesitábamos visados de entrada en caso de llegar con barco (Alexandra necesitaba), fuimos a la estación de trenes para preguntar el coste de cargar el coche hasta Franceville (unos 400€ incluyendo el billete para nosotros), recurrimos todas las compañías navales con uno de los chicos de la oficina del transporte marítimo (sólo había una barco hacia Cape Town con un coste superior a los 3000€ para cargar el coche). Ante la imposibilidad económica de llegar a África del Sur por vía marítima sólo teníamos la opción de continuar por tierra pasando por R Congo y RD Congo e intentar conseguir el visado de Angola en uno de estos dos países, si no lo conseguíamos nos encontraríamos atrapados y sólo podríamos seguir adelante recorriendo todo el sur de RD Congo, que no parecía demasiada buena idea. Por suerte, ayer Ben y Maria nos escribieron un correo y nos comunicaron que se podía conseguir un visado de 5 días para Angola desde Matadi, en RD Congo. 5 días eran insuficientes, porque a Alexandra sólo le queda una página en blanco en el pasaporte; la embajada de Rumania en Lunada le comentaron que le podrían solucionar el problema desde allí, pero no en 5 días. De todos modos tenemos la esperanza de conseguir un visado de 30 días o de ampliarlo desde Luanda. Así pues, seguiríamos el trayecto por tierra, pero estos días Alexandra se encontraba exhausta. Decía que no soportaba más las terribles carreteras africanas ni a la policía corrupta; que no quería pasar por el Congo donde la policía nos robaría y después nos mataría; que si no nos mataban no podríamos entrar en Angola, a ella se le acabarían las páginas del pasaporte y acabaría siendo ilegal en algún país ... Visitamos algunas compañías aéreas para conocer cuáles tenían vuelos a Europa y Alexandra parecía decidida a tomar uno, pero se pasaba todo el día llorando que no me quería dejar solo. Al final, ayer en la playa, mientras meditaba la situación se encontró una moneda y se dijo: - Cuando uno tiene que tomar una decisión importante y se encuentra una moneda, tiene que confiar con la suerte y el destino - me explicó después. Tiró la moneda dos veces y las dos veces le salió de quedarse. Habiendo decidido seguir el viaje por tierra, sólo nos faltaba conocer cuál era la mejor ruta para llegar a R Congo. Pregunté a los chicos de la oficina del transporte marítimo si conocían dónde estaba el ministerio del transporte, dónde quizás me podían informar sobre el estado de las carreteras, pero se pusieron a reír de valiente, los del ministerio serían los más desinformados de todos. Esta mañana hemos ido a preguntar a la embajada de R Congo, y un cónsul muy amable me ha recomendado ir por Franceville, porque después, en el Congo las carreteras eran mucho mejores. Después, Alexandra se ha ido a conectar a Internet y yo he aprovechado para arreglar la rueda que habíamos pinchado llegando a Libreville. Cuando he ido a buscar a Alexandra en el cibercafé, un hombre nos ha detenido y ha empezado a hablar con Alexandra en rumano. El hombre nos ha explicado que era arquitecto rumano que ya hace unos cinco años que se encuentra en el Gabón trabajando, aunque que para él son unas continúas vacaciones debido al pausado ritmo de trabajo que hay. Hemos estado conversando en un bar carísimo, después nos ha llevado a visitar un centro de artesanía próximo y finalmente nos ha propuesto de quedar para cenar en un restaurante rumano. Pero por la noche no se ha presentado, aunque el restaurante valía la pena. Yo he pedido un sarmale, unos canalones rumanos envueltos en col, pero me los ha robado Alexandra porque decía que estaban casi tan buenos como los que cocina su abuela. Ha estado una buena manera de celebrar la partida de Libreville, una ciudad rica y cara, con altos edificios a lo largo de una gran avenida que transcurre por delante del pacífico océano Atlántico; una ciudad con muchos blancos o expatriados que observaban nuestra caravana con curiosidad desde los sus potentes todo-terrenos; una ciudad con mucho tráfico en las horas punta o a toda hora, porque los comercios cerraban al mediodía con los horarios más diversos; también una ciudad con muchos controles de policía que han hecho explotar a Alexandra más de una vez, aunque ya estábamos precavidos por otros viajeros que la policía del Gabón es de la más corrupta de África. Franceville (ver en mapa) 23/06/2007: Iniciamos el camino hacia Franceville retrocediendo por la carretera que habíamos recorrido para llegar a Libreville, pero cuánto a media tarde nos tuvimos que desviar a la derecha, los temores empezaron a aparecer. Delante nuestro teníamos una pista incógnita de unos 500 kilómetros, la cual algunas informaciones definían como intransitables con nuestra autocaravana. De todos modos, parecía la única opción para llegar al Congo y por lo tanto, estaba dispuesto a arriesgar la integridad de la autocaravana y dejarla destrozada en medio del camino a cambio de poder seguir adelante con nuestro viaje. La pista estrecha parecía que se tenía que terminar en medio de la selva. Encontramos algunos pasos difíciles que pasamos circulando muy lentamente y nos hicimos la idea de recorrer los 500 kilómetros en unos cuatro días. Cuando empezó a oscurecer, encontramos una casa al lado de la pista y les pregunté si podíamos aparcar allí y pasar la noche. Me dieron permiso sin ningún tipo de problema. Colgando de un árbol tenían una rata gigante y un diminuto ciervo que a buen seguro querían vender a los inexistentes conductores de la pista. Al cabo de poco llegaron dos hombres de la selva con una escopeta cada uno. Uno de ellos tenía un pequeño mono colgando de una mano y el otro cargaba un gran paquete detrás. Al pasar por mi lado me di cuenta que el paquete era una boa aprisionada entre lianas. Descargaron los animales muertos delante de la casa y extendieron la boa de unos cuatro metros. El hombre que la llevaba empezó a relatar cómo la habían cazado mientras los otros se tronchaban de risa al escuchar que el segundo había huido corriendo sólo de verla. Pero todavía rieron más cuando llamé a Alexandra para que viniera a ver la boa. Se pensaba que era una broma y andaba con paso seguro hacia la casa pero yo la avisé cuando estaba a punto de pisar la cola muerta. Por poco no resucita la boa del grito y el salto que hizo Alexandra situándose detrás de mi. Al día siguiente seguimos por la pista que continuaba con pasos complicados, tocando al suelo de vez en cuando y perdiendo el grifo que había reparado en el Níger una de estas veces. En otros sectores la pista arrugada sacudía con violencia la autocaravana si no circulábamos lentamente, pero aun así, a medio camino olimos un gas irrespirable que nos picaba en los ojos. Paramos y salimos corriendo de la autocaravana y entonces descubrí que un tubo del gas refrigerante de la nevera tenía un escape. Alexandra estaba desesperada y decía que el coche se rompería del todo si no retrocedíamos y que en caso contrario me abandonaría a la mínima que pudiera. Yo también pensaba que la pista hacia Franceville todavía empeoraría más, pero después de comer la carretera se volvió menos complicada, y a media tarde nos encontramos con una pista nueva construida después de las lluvias. No dejaba de ser una gran suerte que hubiéramos llegado al hemisferio sur cuando se habían acabado las lluvias y hubiéramos bajado por el Camerún cuando éstas empezaban y todavía no eran muy intensas. Hoy hemos seguido por la pista nueva. Al cabo de unos ochenta kilómetros la pista ha empeorado, parecía tener un año, pero aun así era mucho mejor que el tramo del primer día y hemos podido llegar a Franceville a media tarde. Ha estado mucho más sencillo de lo que nos imaginábamos y para celebrarlo - y celebrar también el solsticio de verano, el día en que el sol está más alejado del ecuador - hemos cenado en el hotel "Beverly Hills", un hotel que gestiona un Marroquí que nos hemos encontrado y nos ha invitado de acampar en su aparcamiento. 24/06/2007: Franceville es un pueblo muy desarrollado, con casas bonitas y farolas en las calles, escampado por encima algunas colinas. Por los alrededores hay otras colinas con mucho césped y campos que no parecen cultivados. Es un paisaje muy diferente a la típica selva impenetrable de buena parte del Gabón, aunque para llegar a Franceville también cruzamos ecosistemas similares, en uno de los cuales había un parque natural con elefantes que se escondían de nosotros, sólo vimos sus grandes cagadas en la pista. Los tres días anteriores habíamos estado circulando por la pista con las ventanas abiertas - no lo haremos nunca más - así pues, hoy por la mañana nos hemos pasado cuatro horas limpiando a fondo la autocaravana para sacar unos tres o cuatro kilos de polvo. Por la tarde nos ha tocado ir a buscar la recompensa, circulando por una bonita pista - con las ventanas cerradas - hasta un puente hecho de lianas (unas de las pocas atracciones turísticas del Gabón). Es interesante porque la estructura de unos veinte o treinta metros de largo parece bastante firme. Pero no lo hemos disfrutado del todo porque al cruzar el puente nos han informado que teníamos que pagar una tarifa ridículamente elevada y nos hemos negado volviendo atrás seguidos por los gritos del guardián. Congo Mbie (ver en mapa) 27/06/2007: El guardián de la frontera del Gabón nos informó: - Con vuestro coche no podréis llegar al Congo, ningún coche sin tracción a las cuatro ruedas se aventura en esta pista de arena, excepto en temporada de lluvias, cuando la arena está compacta. - Hemos llegado de España a aquí y esta carretera es la única que nos permite continuar. - Y por dentro pensé: "50 o 100 kilómetros de arena no nos podrán detener en un viaje de 300.000 kilómetros". Seguimos la carretera asfaltada pero llegamos a un cuartel militar. Allí nos volvieron a informar de que no podríamos cruzar al Congo, pero que de todas maneras podríamos intentarlo por la nueva carretera que estaban construyendo los chinos. Seguimos un coche que iba repartiendo comida entre los tímidos trabajadores chinos y llegamos a la frontera del Congo donde continuaba una pista de arena rodeada de una sabana de hierba baja y seca. Nos adentramos a la pista que poco a poco se iba complicando con profundos pasos de arena en uno de los cuales encallamos. Tardamos unas dos horas a salir utilizando las planchas que había comprado en Malí y una pala que me había regalado mi madre. Al salir de la arena blanda nos dimos cuenta que había una protección del motor que estaba medio caída y que había entrado bastante arena dentro del motor. Fijé la protección de plástico con un alambre y seguimos la marcha con una nueva táctica: para no volver a encallar cuando las roderas fueran profundas nos teníamos que deslizar a una velocidad elevada por encima la arena hasta que las ruedas volvieran a tener tracción. Y así lo hicimos durante unos cuantos kilómetros, derrapando por encima de la arena y con Alexandra bien se asustada. Pero nos encontramos una gran sección de roderas profundas y un ruido extraño al motor y detuvimos la marcha para evaluar la situación. La protección del motor estaba completamente arrancada con la arena saltando entre las correas de transmisión, una de las cuales se acababa de desintegrar. El motor se paró solo sin que lo pudiera volver a poner en marcha. Entonces fui consciente de que necesitaría ayuda para repararlo. Estábamos en medio de la nada y sin que nos hubiéramos cruzado ningún coche desde hacía tres horas. Llevábamos unos 10 o 20 kilómetros circulando por la pista y en la frontera nos habían dicho que el primer pueblo del Congo se encontraba a unos 25 kilómetros. Alexandra, que la anterior vez que habíamos atascado se había sido pasado buen rato llorando que no saldríamos de allí, ahora se mostraba bastante serena y antes de que yo tomara alguna decisión comentó: - Tendrías que ir al primer pueblo del Congo a pedir ayuda. Tampoco tenía demasiado tiempo para pensar la mejor opción. Eran las tres y media de la tarde y no era seguro de que llegara de día al próximo pueblo. Tomé una mochila y la cargamos con agua, comida, un trozo de la correa desintegrada, un machete, una linterna, repelente de mosquitos, dinero y el pasaporte. Empecé a andar por el camino desértico, intentando adivinar qué había más allá del horizonte ondulado y estéril. Pero detrás de cada colina el camino polvoriento seguía infatigable delante mío. Al cabo de una hora empecé a pensar que quizás el pueblo se encontraba a más de 25 kilómetros, pero entonces empecé a distinguir huellas en la arena del camino y a imaginar que quizás estaría cerca. A pesar de todo, al cabo de otra hora las huellas me seguían acompañando y ya me entretenía a ponerles nombres: "la chancleta", "la rayada", el pie desnudo", "la huella de pantera" ... Quizás no era de pantera pero parecía mayor que la huella de un perro y por si acaso saqué el machete de la mochila y seguí andando preparado para dar un golpe mortal en cualquier momento. El sol se empezó a poner y me empecé a inquietar ante la perspectiva de pasar la noche a la intemperie. De repente, en un pequeño bosque, las huellas abandonaban la pista de arena y se perdían por un pequeño caminito a mi derecha. Estuve un rato meditando y decidí continuar la marcha por el pequeño caminito donde seguramente habría un pueblo donde me podría abrigar durante la noche. Fui descendiendo por el caminito pero éste no llegaba a ningún sitio, estaba oscureciendo y difícilmente podía distinguir las huellas. Tenia miedo de los animales salvajes y de las serpientes venenosas pero no tenía más opción que seguir adelante o volver a la autocaravana. Finalmente, cuando ya faltaba poco para la negra noche, el caminito desembocó nuevamente en la pista de arena. Estaba decidido a volver atrás por la pista de arena pero entonces distinguí el principio de un pueblo a mi derecha. Delante mío había una barrera de la aduana y a su lado un guardia de paisano que me preguntó al acercarme: - ¿Has tenido una avería al coche? - Sí - y a continuación le expliqué la situación, que había andado durante tres horas, que tenía mi mujer esperando en el coche y que había venido al pueblo a buscar algún mecánico. Pero no había ninguno, en cambio me comentó que al cabo de poco pasaría uno todo-terreno dirección al Gabón que me podría retornar con mi mujer y que al día siguiente seguramente pasarían unos camiones en dirección contraria que nos podrían arrastrar hasta el pueblo o más adelante. Tal como predijo al guardia, pasó uno todo-terreno que iba a comprar gasóleo al Gabón y después de negociar el precio subí detrás entre los bidones. A la primera sacudida por poco me caigo del todo-terreno, pero agarrándome como pude llegamos por fin donde había la autocaravana. Alexandra no parecía estar, pero cuando la llamé apareció entre los matorrales cargada con dos mochilas y nos abrazamos como si no nos hubiéramos visto en mucho tiempo. Mientras había estado fuera había cogido todas las cosas de valor y se las había llevado fuera por si aparecían bandidos. Por la noche nos despertamos al mínimo ruido, aunque el guardia de la frontera se me había asegurado que no había animales salvajes ni bandidos por la zona. Al día siguiente, tal como me habían predicho, pasaron unos camiones dirección al Congo. Les pedimos que nos arrastraran y aceptaron después de negociar el precio. Saqué y sujeté entre los dos vehículos una cuerda especial pero la primera vez que entramos en un agujero de arena se rompió por un extremo. La cuerda se volvió a romper unas cinco veces más, pero finalmente conseguí entenderme con el conductor del camión para que las entibaciones fueran más suaves. Nos dejaron a Mbie, en el pueblo fronterizo, y el jefe de los camioneros nos comentó que trataría de encontrar la correa que se había desintegrado y que nos la traería el día siguiente - pero no volvió a aparecer . De todas maneras, mientras esperábamos, desmonté una rueda y aflojé la otra correa para preparar la instalación de la nueva. También tuve rato para descubrir nuevos problemas: el sistema de arranque del motor no funcionaba y el alternador estaba bloqueado (seguramente una de las causas que se desmenuzara la correa). Hoy he trabajado un poco en el coche, he puesto una protección de ropa en el motor que seguramente se romperá la próxima vez que encallamos, he picado suavemente el alternador con un martillo haciendo salir toda la arena que había entrado hasta que se ha desbloqueado, y he hecho lo mismo con el sistema de arranque pero no he conseguido el mismo resultado. Después ha pasado un camión en dirección al Gabón que nos ha comentado que mañana volverá y nos podrá arrastrar hasta un pueblo mayor. Y finalmente ha pasado uno todo-terreno que me ha vendido una correa, que a pesar de ser larga se podrá recortar en caso de no encontrar ninguna otra. En cualquier caso, Alexandra se ha fiado que mañana el camionero nos sacará de éste pequeño poblado y no me ha dejado trabajar más. Al mediodía hemos pasado un buen rato con Anton, el guardia de la frontera que se encuentra solo porque es de otra zona del país y no habla la lengua del pueblo. Nos explicó que los gaboneses buscan el prestigio y no quieren trabajar, por eso, los congoleños de la frontera van a trabajar esporádicamente al Gabón, después vuelven y descansan hasta que se les vuelve a acabar el dinero. De todas maneras, las mujeres sí que trabajan mucho todo el día, en casa y en el campo. A continuación nos ha explicado que en el Congo hay democracia de palabra, si al ejército no le gusta el presidente electo ponen otro. De todas maneras, actualmente el presidente es un general que organizó las elecciones a su gusto y parece que eso da estabilidad en el país, aunque también parece ser un buen presidente y dialogando con la oposición. Finalmente se quejó del pueblo Mbie donde la gente vive como en los tiempos antiguos, se tienen rencor, son celosos, no quieren que los otros prosperen ... así pues, la gente no invierte dinero para prosperar y simplemente esconden el dinero. De todas maneras, en otras villas del Congo no pasa lo mismo. Quizás cuándo la carretera de los chinos esté acabada en 2009 cambiará la mentalidad del pueblo, aunque seguirá siendo un pueblo sin teléfono, luz, mercado y viviendo en la miseria. Por la tarde al atardecer hemos ido a pasear por el pueblo, cruzándonos con gente muy abierta y amable, dirección al río donde había unos cuantos habitantes que se van a bañar casi cada día. 30/06/2007: Esperamos el camión que tenía que volver del Gabón y nos tenía que arrastrar fuera de este pequeño, aislado e incomunicado pueblo llamado Mbie. Lo esperamos el miércoles, el jueves y también hoy. El miércoles, a pesar de tener esperanzas que llegara el camión, pedí a un hombre del pueblo que adaptara la correa que compré el día anterior. Tomé medidas y recortamos la correa dejando una lengua y el hombre la cosió sobre el otro extremo uniéndolos con gran firmeza. Montamos la correa y pusimos en marcha el coche empujándolo (el sistema de arranque seguía sin funcionar). La correa aguantaba y la batería se cargaba. Parecía que nuestro purgatorio en Mbie se acercaba al fin, por eso, por la tarde me animé a intentar arreglar el sistema de arranque. Desenrosqué el motor eléctrico de arranque y al situarlo cabeza a abajo salió un montón de arena que lo estaba bloqueando. Al volver a montarlo, el motor se puso en marcha correctamente y comuniqué a la escéptica Alexandra que al día siguiente nos podríamos marchar. De todas maneras, suponíamos que la continuación de la pista de arena sería complicada y seguimos esperando que pasara un camión para que nos arrastrase. Pero no pasó ningún camión en toda la noche - curiosamente circulan más vehículos de noche (uno de media) que de día - y al día siguiente por la mañana ordenamos la autocaravana para ponernos en marcha. Arranqué el motor, recorrimos cien metros y en el acelerar un poco la luz de la batería se encendió. La correa se había roto. Seguíamos aprisionados en Mbie. Desanimados pero todavía esperanzados con la llegada del camión, pasamos el resto del día conversando con Anton (el guardia de la frontera) y un camionero que se dirigía al Gabón. Anton nos estuvo explicando gesticulando con gran expresividad cómo se producían los combates entre leones y elefantes o entre panteras y jabalíes; también nos contó que las boas pasan mucha hambre y que pueden estar un mes en un punto esperando que pase un antílope; en cambio, otras serpientes lo tienen más fácil, porque pueden tirar veneno en metros de distancia. En cualquier caso - siguió explicando - los animales salvajes raramente atacan al hombre, que es sagrado porque habla. Más tarde, Anton nos relató que su padre murió a los 112 años y que luchó con los franceses durante la segunda guerra mundial. Cuándo el General de Gaulle huyó al Congo, Brazaville (la capital de la Francia libre), también lo hizo su padre. Años más tarde, su padre volvió a tomar las armas, esta vez para luchar contra los franceses y liberar su país. Con el camionero que se dirigía al Gabón estuvimos conversando menos rato aunque nos disertó una completa critica a la falta de desarrollo de África central causada por los gobiernos corruptos que son soportados por Francia. Durante la noche estuvimos más pendientes que nunca escuchando entre los cantos de los grillos y de las canciones lejanas de los niños si pasaba un camión. Me sentía como un náufrago esperando que un barco cruzara el horizonte. Nos dormimos, pero a media noche escuchamos el ruido de un motor, de un camión, me vestí a toda prisa y me dirigí hacia el camión articulado que estaba esperando en la frontera. Pregunté al camionero si nos podría estirar y me respondió que estaba cargando dos containeres y que no podía arrastrar más peso. Hoy hemos estado todo el día dejando escapar el tiempo, sin ganas de aprovecharlo o querer retener ningun segundo. No tenía ganas de conversar con Anton, ni de volver a pasear ni de hacer fotos entre la simpática gente del pueblo, tampoco de estar pendiente de los niños que siempre nos rodeaban interesados y nos llevaban de vez en cuando frutas para vendernos o para regalarnos. He estado buena parte del día haciendo competiciones de sudoko con Alexandra. Sólo un momento por la tarde me he convencido de que no me podía quedar con los brazos juntos. He tomado la correa rota y he vuelto al hombre que lo había juntado para pedirle que lo probara de otra manera, pero él no lo ha visto claro y yo me he vuelto a desanimar. No teníamos agua potable y estábamos bebiendo del depósito de la autocaravana y las reservas de comida se estaban agotando, pues en el pueblo no había ninguna tienda ni la gente cultiva nada para vender, por eso ayer decidimos que yo tomaría el primer coche que pasara para ir a buscar ayuda en el siguiente pueblo, Leketi, donde había una compañía dirigida por un Italiano con diversos camiones. Pero no ha vuelto a pasar ningún coche en todo el día hasta la noche cuando me ha despertado el ruido de un motor. Me he vestido con prisa pero adormecido. Me he dirigido con los ojos llenos de legañas hasta el todo-terreno y les he preguntado si me podrían llevar hasta Leketi. Me han dicho que sí, pero que tendría que ir detrás, con cuatro personas más, haciendo equilibrios sobre las cajas de bebidas. Estaba demasiado cansado para tal aventura pero afortunadamente, antes de partir he juntado las pocas energías que tenía y me he enfilado al todo-terreno. La pista de arena estaba en mejor estado que el tramo anterior, aun así me tuve que agarrar fuerte a las correas que sostenían las cajas para no caer. Cuando llegamos a Leketi eran las once y media, no sabía dónde pasaría la noche, quizás al control de policía donde había un colchón compartido por tres personas, pero uno de los que había venido con el todo-terreno me acompañó hasta la compañía del Italiano asegurándome que podría dormir allí. El guardián del recinto despertó a Mafi, el Italiano, que había escuchado voces sobre nuestra situación en Mbie. Me comentó que aquella misma noche tenía previsto marcharse a Brazaville hasta el martes y que por tanto no me podía enviar ningún camión a Mbie. De todas maneras, me propuso quedarme con Alexandra en una habitación de invitados de la compañía y mientras él intentaba encontrarme la correa en Brazaville. Leketi (ver en mapa) 03/07/2007: Alexandra se puso contenta cuándo llegué el domingo por la mañana con uno todo-terreno de la compañía de Mafi y le comuniqué que pasaríamos unos días a Leketi esperando que llegara una nueva correa. Preparamos las maletas y después de esperar que el conductor acabara de beber dos cervezas en el único bar del pueblo salimos de Mbie. También nos acompañaban unas cinco mujeres que aprovechaban el viaje para dirigirse a unos cinco kilómetros del pueblo desde donde tenían cobertura y podían llamar con los teléfonos móviles. Mafi nos había asignado una habitación confortable y en el salón de la compañía había televisión con canales por satélite, pero Alexandra enseguida encontró los inconvenientes: la habitación estaba atravesada por un camino de pequeñas hormigas y en el pueblo de Leketi tampoco era posible obtener comida. Aunque Stevy, el cocinero y responsable de la casa de invitados, intentó hacernos la vida más fácil, Alexandra ha pasado los tres días comportándose como un neurótico animal salvaje encerrado entre rejas. Yo, a pesar de preferir seguir el viaje he intentado aprovechar la estancia en Leketi para conocer un poco el pueblo y su gente. Stevy me mostró el proyecto de la compañía: la construcción de un puerto al lado de un caudaloso río. De todas maneras, el gobierno había dejado de financiar el proyecto y éste se estaba muriendo lentamente, igual que la construcción de un pequeño hotel que otro blanco había proyectado en la zona. Así pues, Leketi estaba igual de incomunicado que Mbie, a excepción de la antena de telefonía que daba cobertura a los teléfonos móviles, hecho que aprovechamos para telefonear a los padres y comunicarles que estábamos bien. La gente de Leketi también tenía un carácter similar a la de Mbie, simpática y amable, y saludando con efusividad cuando paseaba con Stevy. Stevy es un joven de talante tranquilo y sereno, pero exaltado y bromista cuando bebe un poco de cerveza. A pesar de depender de su hospitalidad, Stevy no se aprovechaba de nuestra situación y se comportaba como un verdadero amigo, invitando la primera ronda de cerveza, ofreciéndose para mostrarme el pueblo, consiguiendo comida cuando era posible, proporcionándonos botellas de agua de la compañía o compartiendo interesantes conversaciones o relajados momentos de silencio. El mismo carácter desinteresado parecía mantenerlo con los animales, cuidando de un cachorro que alimentaba con pasta, arroz y plátano y de una joven águila que alimentaba cuando encontraba carne o pescado crudo. Pero estos días no había, por eso hoy por la noche, compungido por los tres días de cantos lastimosos pidiendo comida, he hecho todos los posibles para cazar un pequeño lagarto que el águila se ha comido con gran avidez. Paseando por los prados de hierba alta que crecía sobre la arena en torno al pueblo, pregunté a Stevy porque no había rebaños de cabras paciendo. Stevy me explicó que los hombres de Leketi - de la tribu bateke, insistió - no tienen ganas de trabajar duro (las mujeres sí que trabajan duro), ni tampoco quieren que lleguen forasteros y aprovechen los recursos del pueblo para enriquecerse. De la misma manera, aunque no acostumbren a cazar ni pescar, odian que los forasteros vengan a hacerlo. Por eso Dany, un jardinero que visitamos y a quien compré unas berenjenas, no lo tuvo fácil para empezar a cultivar su pequeño terreno e iniciar un negocio de venta de vegetales y legumbres. Por otro lado, Stevy me explicó que entre la gente del pueblo no hay robos porque matarían al ladrón utilizando vudú o "cric-cric", en cambio si pueden robar a los forasteros, porque su magia o "fetish" no puede afectar al pueblo. En Brazaville es diferente - siguió contando -, porque allí hay muchas armas desde la pasada guerra civil y si quieren matar a alguien prefieren tomar la escopeta o una granada. Hoy, Stevy me ha explicado que tiene una novia en Leketi y otra en Brazaville, con quien tiene previsto casarse una vez haya reunido una dote para pagar a los padres de la futura esposa. La dote es costosa pero tiene su parte positiva para el hombre, porque en caso de divorcio provocado por la mujer, el hombre recupera la dote, de esta manera la esposa es más dócil para no crear problemas a sus padres. ‹ Anterior (04/05/2007) MES Siguiente (2007-07-03)› ‹ Anterior (2007-05-15 - Nigeria) PAIS Siguiente (2007-06-14 - Gabon)› |
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