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‹ Anterior (04/06/2010) MES Siguiente (2010-08-03)› ‹ Anterior (2010-10-08 - Canada) PAIS Siguiente (2011-01-23 - Mexico)› US Las Vegas, NV (ver en mapa) 08/07/2010: Volvimos de los parques naturales con ganas de relajarnos y descansar, y eso es lo que pudimos hacer en casa de Justin, donde pudimos conocer por unas horas a su simpática esposa Heather. Justin nos volvió a tratar de maravilla, dejándonos estar en su casa editando las fotos y escribiendo el diario de la última semana en los parques. Pero, a la tarde del segundo día, el cuatro de julio, salimos a celebrar la popular fiesta de la independencia que conmemoraba la constitución de los Estados Unidos en 1776. Primero fuimos a cenar, todavía bajo la luz del sol, a casa los padres de Justin, los cuales nos recibieron con los brazos abiertos. Mientras comíamos deliciosas hamburgesa y `hot dogs`, el padre de Justin se mostró extremadamente alegre al poder escuchar alguna de nuestras anécdotas del viaje, al tiempo que nos mostraba su fascinación por Hugo Chavez y Fidel Castro. Al marchar sin embargo, me sorprendió que la familia compaginara el fervor por el comunismo con la adoración de iconos católicas, las cuales adornaban el jardín. A continuación, Justin nos condujo hacia el centro de las Vegas, donde se encuentra el Strip o el Boulevard de Las Vegas, rodeado de los hoteles con casino más extravagantes que haya visto nunca: Hotel Casino Luxor con una gran pirámide negra y una esfinge entrada; Hotel Casino New York, con una reproducción de la ciudad del este, incluyendo la estatua de la libertad y el puente de Brocking; Hotel Casino Paris, con una alta reproducción de la torre Eiffel; Hotel Casino Venice reproduciendo los canales y los edificios más característicos de la plaza de San Marcos, y así decenas más que podría seguir describiendo aquí. También nos sorprendió la multitud de gente que estaban esperando en las aceras que iniciaran los famosos fuegos artificiales de la noche del cuatro de Julio, los cuales se iniciaron con nosotros todavía en el coche pues todos los aparcamientos estaban llenos. Por suerte, los cohetes despegaron justo delante de nosotros, detrás del Hotel Casino Ceasars Palace, donde habíamos quedado retenidos en el tráfico. El espectáculo parecía que no superaría las expectativas, pero poco a poco fue incrementando el nivel de espectacularidad de las luces que estallaba en el cielo hasta que la traca final logró arrancar numerosos silbidos y aplausos por parte del público. Sin bajar del coche, a continuación nos dirigimos hacia la calle Fremont que alberga los casinos más antiguos de la ciudad. Aunque tuviera menos glamour que la parte sur del Strip, fue interesante pasear por esta calle histórico lleno de casinos medio decadentes donde jugaban mayoritariamente personas locales. Sin embargo, la calle se resistía a caer en desgracia y en varias esquinas los casinos habían instalado escenarios donde tocaban algunos grupos de música que sonaban bastante bien y reunían bastantes espectadores. Antes de llegar a Las Vegas había creído que las visitas a los parques naturales no nos ocuparían tantos días y habíamos anunciado a Justin que marcharíamos después del 4 de Julio. Desgraciadamente, una vez llegados no pudimos alargar más nuestra estancia, puesto que Justin había aceptado con antelación alojar a otras chicas de Couchsurfing. Por suerte, nuestro amigo Jordan de Hollywood hacía tiempo que había hablado sobre nosotros a sus padres que vivían en Las Vegas y estos estaban encantados a alojarnos. Ayudándonos del indispensable GPS llegamos a un lujoso barrio vigilado y luego a la casa de Steve y Ana, que nos acogieron de maravilla en su mansión de estilo inglés: sobre-decorada con pequeños objetos y llena de plantas que crecían salvajemente en el jardín y en el portal. Aquella noche, Steve y Ana nos llevaron a comer a un restaurante, mientras hablábamos de su hijo Jordan, quien ya les había anunciado que en breve iniciaría su vida de viajero. También se interesaron por nuestro viaje, con un poco de envidia, pues ellos dos siempre habían soñado en viajar más, aunque de jóvenes se hubieran conocido en la República Centro Africana, donde el padre de Steve había llegado para manejar un rancho y el padre de Ann para hacer una prospección de minerales. Durante la cena y los siguientes días, Steve también nos contó sobre la vida en Las Vegas, una ciudad sin racismo o exclusión social (en Justin también nos había comentado algo similar) pues para construir la presa de Hoover y posteriormente la ciudad todo el mundo y era bien venido. De esta manera las comunidades no se aislaron y nunca han existido las separaciones entre comunidades con un barrio judío, una pequeña Italia, un `China town `,... aunque a juzgar por algún comentario de Steve, quizá había una excepción y la población afroamericana no había sido bienvenida del todo. En otras conversaciones, Steve también nos hizo partícipes de la locura que rodea el mundo de las apuestas en Las Vegas, explicándonos por ejemplo un caso que le había contado Wynn, el dueño del casino Tresaure Island a quien Steve estaba construyendo la casa. En 1995 entró en su casino un vagabundo con sus 400 dólares de la paga de la seguridad social y empezó a apostar al black jack, empezando a ganar enseguida a pesar de no utilizar ninguna estrategia convencional. Al poco empezó a incrementar sus apuestas y así toda una semana, al final de la cual tenía unas ganancias de 1.6 millones de dólares. Pero durante toda la semana, Wynn mantuvo el vagabundo al hotel, invitándoles a las mejores habitaciones, desplazamientos en limusina, deliciosos buffets, bebidas, ... con la única intención de mantenerlo jugando, algo que al final resultó beneficioso para el casino, pues el vagabundo acabó perdiendo casi todos los beneficios los siguientes días, quedándose sin embargo con 40.000 dólares en el bolsillo. Explicándome más historias de casinos, Steve también me contó el caso de Terrance Watanabe, el mayor perdedor de Las Vegas, quien en el transcurso del año 2007 año perdió 112 millones de dólares en Las Vegas, quedando a deber 14.7 millones de dólares a los casinos. Naturalmente los casinos habían demandado a Terrance por la deuda contraída con ellos, pero el hombre había contraatacado denunciando a los casinos por haberlo emborrachado y haberle suministrado pastillas contra el dolor para mantenerlo jugando continuamente. Y como esta, Steve explicó muchas otras historias que me convencieron de la estupidez de jugar el dinero en los casinos, como la de Bergstrom, quien hizo una de las apuestas más altas de la historia en 1980 en las Vegas, apostando 777,000 dólares en una sola tirada. Afortunadamente, aquel día Bergstrom ganó, pero no el siguiente, cuando volvió apostando 1 millón de dólares en otra única tirada, que perdió. Pero su apuesta más elevada fue poco tiempo más tarde, cuando se jugó su propia vida a la ruleta rusa, la cual acabó perdiendo. A pesar de todas las historias contadas, Steve me contó que los que han crecido en Las Vegas normalmente no juegan en los casinos, porque ya saben que los casinos siempre tienen las de ganar, y que básicamente los que apuestan son los turistas, pero también muchos jubilados americanos que se retiran a Las Vegas para vivir el resto de su vida enchufados a una máquina tragaperras. Ya habíamos ido al centro de Las Vegas con Justin, pero otra tarde conseguí arrancar a Alexandra de la confortable casa de Steve y Ana y nos volvimos a dirigir para disfrutar de las numerosas atracciones gratuitas con las que los casinos esperan atraer clientes: un gran acuario en el centro del hotel casino Silverton, la colección más grande de coches antiguos puestos a la venta en el hotel casino Imperial Palace, un volcán que explota ocasionalmente ante el hotel casino Mirage, unos piratas y sirenas que luchan frente al hotel casino Tresaure Island o unas fuentes que se elevan iluminando el hotel casino Bellagio. De todos modos, poco pudimos ver, porque después de cuatro horas descubriendo una mínima parte de los casinos Alexandra ya estaba agotada y me imploró de marcharnos. Habíamos estado paseando un buen rato por el hotel casino Paris, cuyo interior estaba decorado con casas, tiendas y restaurantes de estética parisina bajo un cielo pintado de azul en el techo. Fue en este casino donde vimos un hombre que ganó en dos jugadas $ 3000, mientras hacía el alardeaba con los demás jugadores de la mesa que él era una persona de riesgos extremos, pero en las siguientes dos jugadas perdió 4.000 dólares, desapareciendo de la mesa en un abrir y cerrar de ojos y sin dejar rastro. Vimos otras historias similares en otros casinos visitados, además de observar por las calles a gente muy rara pidiendo caridad, muchos de ellos con carteles del tipo `No miento, necesito dinero para emborracharme`, como si fuera la única manera de ganarse la simpatía de sus compatriotas o de los turistas. Naturalmente Alexandra me pidió que confiara en su suerte y se jugó 20 dólares que perdió al instante, incluso con menos suerte que los 10 dólares que aposté y perdí la noche que salimos con Justin. Aquella noche, en el primer lanzamiento de la ruleta gané 5 dólares, pero en las siguientes tres tiradas lo perdí todo, dejándome un sentimiento de frustración y de necesidad de seguir apostando para recuperar los 10 dólares perdidos. Por suerte no nos dejamos engañar y no fuimos nosotros los que seguimos engordando las arcas de Las Vegas. Fuimos hacia el parque nacional de Dead Valley (valle de la muerte) a las 9 de la mañana, después de que Ana nos proviniera con buena parte de los alimentos de su nevera, la cual estaba cargada a reventar y -según decía- si no nos los llevábamos se lastimarían. Llegamos a la cima de una colina que dominaba el valle infernal (Dante`s view) cercanos al medio día y me alegré de que soplaran vientos de la costa que arrastraban algunas nubes. Aunque hubiéramos puesto gas al aire acondicionado hacía una semana, éste se había evaporado y volvíamos a ir con las ventanas abiertas. Sabía que las temperaturas abajo en el valle (a 86m bajo el nivel del mar) podían ser terríficas y confiaba en que las nubes que a ratos tapaban el sol las apaciguan. No sé a qué temperaturas hubiéramos llegado sin las nubes, pero mientras bajábamos hacia el infierno el termómetro fue subiendo hasta estabilizarse a los 50 º C (122 º F), con algunas puntas de 51 º C. Realmente el calor era insoportable, aunque yo me hincó la voluntad e hice alguna caminata por encima del mar de sal y alargamos el trayecto conduciendo hasta el campo de golf del diablo y hasta la paleta del artista. Alexandra me quería matar, pero ella murió primero: perdió las energías tan rápido que casi dejó de protestar, yo siempre respondiéndole que si me hubiera hecho caso nos habríamos marchado a las seis de la mañana y que habríamos encontrado mucho menos calor. Para visitar el norte del valle, decidimos subir a las montañas, donde los 37 º C resultaban reconfortantes, y después de comer algo y refrescarnos con hielo y agua fresca volvimos a bajar para visitar el llamado castillo escocés, el cual ya estaba cerrado. En norte del valle estaba más elevado y el sol se estaba poniendo, pero las temperaturas todavía eran agotadoras. Sin embargo visitamos el espectacular cráter de un volcán de vapor de agua que había explotado hacía unos 300, y luego nos dirigimos hacia el sur con la intención de buscar un punto elevado donde pudiéramos dormir sin pasar calor. Sorprendentemente, abajo en el valle las temperaturas se volvieron a elevarse hasta los 47 º C, a pesar de conducir en negra noche, cuando sacaba la mano por la ventana el aire quemaba. Realmente aquel lugar era un infierno. Al oeste del parque empezamos a subir una carreterita hasta llegar a una altura cercana a los 2000 metros donde la temperatura se situó a los 27 º C y finalmente nos pudimos relajar y dormir. Al día siguiente, aprovechando que no habíamos salido del parque, conducimos un sendero que llevaba hasta otra interesante vista del valle (imaginábamos a la gente que gritaban de agonía abajo), hasta una casa y mina de oro abandonada y hasta unos grandes hornos situados en línea donde hacían carbón necesario para las minas. A continuación bajamos por el otro lado de la montaña, saliendo del parque nacional, donde en el siguiente valle las temperaturas volvieron a aumentar hasta los 43 º C. Esta vez, Alexandra no perdió del todo las energías y me estuvo chillando un buen rato que no quería estar más en calor y no calló hasta que le mostré el mapa y el itinerario que nos tenía que llevar, después de cruzar algunas llanuras, hasta las montañas de Sierra Nevada. Aprovechando que teníamos que bajar a la llanura Californiana para poder subir de nuevo hacia los parques naturales de Sierra Nevada, paramos en bar Cowboys y motoristas de un pequeño pueblo para ver la final del mundial de fútbol. Fue una victoria trabajada de los españoles y catalanes y al final lo celebramos en un Macdonals (el presupuesto no daba para mucho más). A continuación paramos a comprar comida y también un transmisor FM para la iPod de Alexandra, pues los dos estábamos cansados de escuchar algunas radios de Estados Unidos, que cada dos por tres te sorprendian con un mensaje religioso o una canción dedicada a Jesús. Finalmente, después de conectarnos gratuitamente a Internet en una biblioteca, las el GPS marca, nos dirigimos hacia el Parque Nacional de las secuoyas gigantes. Habiendo ascendido una larga y tortuosa carretera, aquella tarde pudimos contemplar las vistas de las montañas y bosques desde la roca Moro y a continuación un bonito claro en el bosque, observando por el camino hasta 8 osos. Al llegar la noche, Alexandra se puso paranoica con los osos observados y se cagaba de miedo si tenía que salir a hacer un río por la noche, comentando cada dos por tres que en Rumanía los osos mataban a no sé cuánta gente cada año, o cada hora. Afortunadamente nos despertamos vivos al día siguiente y después de desayunar pudimos hacer unas interesantes caminatas por el parque natural y el próximo King Canyon, rodeados por Secuoyas centenarias y algunas cuantas de milenarias. Las más impresionantes y enormes habían sido bautizadas, como el gigante General Sherman, el árbol con el tronco más voluminoso y pensado del mundo, con 1.487 metros cúbicos y 1,385 toneladas de peso, el cual era superado en diámetro por el árbol General Grand, visitado por la noche, con 33 metros de circunferencia o 12 metros de diámetros. Aunque los dos árboles midiesen unos 80 metros de altura, eran superados por otras secuoyas que pueden llegar hasta los 115 metros (resultando los árboles más altos del mundo), tampoco poseían el record de longevidad, pues aunque tuvieran 2200 y 1700 años respectivamente, hay otras secuoyas que han llegado a los 3.500 años, de seguro con un montón de historias a contar. Para dirigirnos al siguiente parque natural, tuvimos que volver a bajar a las calurosas llanuras, pasando por Fresno, desde donde empezamos a ascender de nuevo hasta el bonito Parque Nacional de Yosemite, a unos 3.000 metros. Aparte de poder disfrutar de las frescas temperaturas también nos deleitamos con las vistas de las montañas rocosas, cascadas y picos nevados. Desgraciadamente, aparte de contemplar las vistas, Alexandra también leyó un cartel que informaba que los osos podían romper los vidrios de los coches y entrar si olían comida, y se volvió paranoica sin poder dormir toda la noche, levantándose a cada dos por tres gritando que a fuera había el oso. Por otro lado, también estábamos acampando ilegalmente y temía que los rangers nos despertaran por la noche para comunicarnos que teníamos que salir del parque para continuar el sueño. Pero ninguna de las dos cosas pasó. Al día siguiente Alexandra se quedó en el coche descansando la noche no dormida mientras yo hacía una magnífica caminata de 3 horas hasta el pie de la cascada Yosemite, la más alta de Norte América con 739 metros de desnivel, y por la tarde caminaba tres horas más para maravillarme con las cascadas de Vernal y Nevada. Mientras caminaba, de nuevo me volví a preguntar cuál era la causa o motivo oculto que impulsaba a los humanos a realizar grandes esfuerzos para ver espectáculos naturales fascinantes y gratificantes sólo a nivel emocional. Nos sorprendió que la temperatura subiera de los 20 º C de Yosemite hasta los 40 º C de la llanura, para volver a disminuir hasta los aceptables 30 º C de San Leandro, a pocos kilómetros de San Francisco, donde nos esperaba Kevin, quien nos alojó de maravilla los siguientes días. Pero más nos sorprendió que Kevin nos informara que teníamos que ir abrigados para visitar San Francisco, porque justo al otro lado de la bahía las temperaturas podían bajar hasta los 20 o 10 º C. Según nos explicó, las altas temperaturas de las llanuras hacían elevar el aire caliente arriba, arrastrando el aire que mar hacia el interior, cuyas aguas estaban heladas, pues provenían de Alaska. Y realmente, al día siguiente por la tarde, cuando él y su compañero Francisco nos condujeron hasta la célebre ciudad no pudimos dejar de recordar una famosa frase del escritor Mark Twain ´El invierno más frío de mi vida fue un verano en San Francisco´. Y no sólo el frío era el problema, sino también la niebla proveniente del océano que a ratos ocultaba toda la belleza de San Francisco. Según nos explicaron Kevin y Francisco, la ciudad era un referente cultural, tanto hoy en día como en los años sesenta, cuando la cultura hippy nació alrededor de la calle Haight, aun en la actualidad el barrio más alternativo o neo-hippy de San Francisco. Tras insinuar que ellos dos eran homosexuales, a continuación nos comentaron que San Francisco era una ciudad muy abierta, mostrándonos al mismo tiempo el barrio de Castro, con numerosos comercios enfocados a la clientela gay. Al mismo tiempo, San Francisco es una ciudad donde sus culturas minoritarias se mantienen diferenciadas con orgullo, como el barrio chino, donde realmente se respiraba la esencia de ese país, o el centro comercial japonés lleno de restaurantes ofreciendo shushi o tiendas vendiendo productos muy curiosos. Pero aparte de la cultura, San Francisco también florece económicamente, con un gran distrito financiero sembrado de rascacielos, conocido como el Wall Street del oeste. En otras zonas, San Francisco había sabido mantener la calma de la naturaleza, con su extenso parque de Golden Gate, que conservaba el mismo nombre del estrecho que conecta el frío océano Pacífico con la bahía de San Francisco. En ese punto del estrecho había habido una guarnición del ejército español, pero actualmente se eleva el actual icono de San Francisco, el famoso puente de Golden Gate, construido entre 1933 y 1937, con una longitud total de 2737metros. Invitados a cenar varias veces por Kevin y Francisco (una noche de las cuales celebramos mi cumpleaños), tuvimos buenas ocasiones de hablar de sus trabajos: Francisco era psicoanalista y psiquiatra, explicándonos el caso de algún divertido paciente; y Kevin era matemático, explicando que las matemáticas eran un conocimiento que avanzaba por delante de la ciencia, fascinado por la belleza de los números y despreocupado por las aplicaciones prácticas de sus descubrimientos, aunque en un futuro seguramente las habría. Durante otra conversación, pensé que seguramente la sociedad americana era mucho más religiosa que la europea, cuando Kevin me sorprendió declarándose cristiano (también en Francisco creía en Dios) aunque también explicara que durante mucho tiempo sufrió de la inmoralidad en la que el catolicismo había situado la homosexualidad. Afortunadamente, actualmente había descubierto otros grupos que expresaban su cristianismo sin recriminar su naturaleza sexual. conversamos sobre muchos temas fascinantes con Kevin y Francisco, igual de interesantes que las respuestas que Kevin aportó al proyecto tomando el pulso al mundo, siendo la primera persona que entrevisté en América (lástima que la calidad del sonido no fuera muy buena, tendré que comprar un buen micro). Kevin opinó que el principal problema del mundo es que la gente no ve que está interconectada con el resto de la humanidad, actuando consecuentemente con egoísmo y materialismo, un problema tal vez inherente a los humanos aunque a nivel personal se puede cambiar. El problema más grande en California es el gobierno conservador republicano que no cree en los impuestos ni en la implicación de la sociedad, provocando conflictos regionales e internacionales, un problema que a nivel personal se puede solucionar mínimamente actuando diferente. Kevin es una persona feliz, aunque a veces también se siente infeliz a causa de los desequilibrios emocionales; sería más feliz siendo más compasivo con él mismo; similar al secreto de la felicidad: no tomarse a uno mismo demasiado personalmente. El martes por la mañana nos fuimos de San Leandro y dejamos la bahía de San Francisco atrás, ascendiendo por la agreste y hermosa costa norte de California hasta el Parque Nacional de Redwood que visitamos al día siguiente. Redwood agrupa varios bosques de secuoyas enormes, entre las cuales se encuentran los árboles (o seres vivientes) más altos de la tierra superando los 115m. De todos modos, para proteger su delicado ecosistema, los rangers del parque nacional no revelan sus exactas localizaciones. El bosque de secuoyas no dejaba de ser similar al bosque del parque natural de las secuoyas, visitado con anterioridad, por lo que a nosotros nos sorprendieron más otros aspectos del parque, como los ciervos con enrevesados cuernos que pastaban un claro, o la escarpada costa, desde donde se podían observar a cierta distancia un par de ballenas tímidas. Grants Pass (ver en mapa) 21/07/2010: Por la tarde, después de visitar el parque Nacional de Redwood, llegamos a Rouge River, un pequeño pueblo cercano a Grants Pass, donde nos esperaba Do Lee, una divertida mujer que habíamos conocido hacía dos años en Atenas, después del periplo africano. Cuando habíamos conocido la americana Do Lee en Grecia nos había parecido una mujer muy impulsiva y un poco alocada, y así mismo seguía en Estados Unidos, donde estaba cuidando un amigo que estaba muriendo de cáncer, un trabajo que mantenía reprimida su alegría. Fue interesante para mí pasar dos tardes con ella y una su amiga, pues las dos habían tenido una vida un poco más accidentada que nuestros anteriores huéspedes y me permitió captar otra cara de los Estados Unidos. Muchos de sus amigos habían estado enganchados a las drogas y la marihuana, esta última muy accesible actualmente en California, donde fácilmente es recetada a pacientes terminales y de rebote a cualquier interesado. La amiga también nos explicó que había sido arrestada dos veces por conducir con 0.08% alcohol en la sangre (aproximadamente 3 cervezas para una persona de 64kg), algo considerado una falta grave y penado con unos días de cárcel. La chica se quejaba de la gran cantidad de dinero que debía invertir para volver a recuperar el carnet de conducir, aunque también consideraba importante asistir a todas las charlas obligatorias en las que diferentes testigos explicaban como el alcohol y la conducción habían desgraciado sus vidas. Mientras la chica se explicaba pensé que la legislación en Estados Unidos era muy dura, pero después consulté en Internet que en España se empezaba a sancionar antes, a partir de 0,05% (0,5 gr/litro), a pesar de que no fuera considerado una sanción penal hasta superar el 0,12% (1,2 gr/litro). Por otro lado, ya que estamos aquí es interesante mencionar aquí otra estadística que obtuvimos mirando Internet, donde España constaba como uno de los países con mayor consumo de alcohol per cápita, muy por delante de los Estados Unidos, quizás por la religiosidad de buena parte de la sociedad pero también por los impuestos, que mantienen los precios de las bebidas alcohólicas bastante elevados. Parque Nacional del Lago del Cráter (ver en mapa) 23/07/2010: El Lago Crater fue otro parque nacional que nos encantó por su espectacularidad y dramatismo, con las agrestes laderas del cráter parcialmente nevadas y las profundas aguas del lago coloreadas de azul intenso. Según los estudios, la depresión y posterior lago se produjeron cuando un gran volcán colapsó y se derrumbó hace unos 7.700 años. Fue agradable recorrer en coche los 50 kilómetros de perímetro del cráter, con una accesibilidad típica en la mayoría de los parques naturales visitados hasta el momento en Estados Unidos. De todos modos también necesité alejarme del coche para sentirme totalmente inmerso en la naturaleza, e hice una caminata de un par de horas recorriendo un mantenido camino hasta uno de los picos más elevados junto al lago. Portland, OR (ver en mapa) 26/07/2010: De camino hacia Portland paramos junto a un par de lagos por donde pasaba la carretera y a continuación intentamos visitar algunos antiguos puentes cubiertos de madera de Oregón que había marcado en el GPS. Desgraciadamente bastantes de los puentes cubiertos ya no estaban, y los que aún existían se encontraban sin carretera que los cruzara, aunque todavía en descubrimos uno a través del cual pudimos transitar, dándonos por satisfechos y acabando de conducir hasta Portand . En Portland nos recibió la Terry, una mujer que en aquel momento también estaba alojando a Malene, una profesora mallorquina que estaba haciendo un viaje de seis semanas por el Oeste de los Estados Unidos. Fue divertido cuando la Terry empezó a explicar su relación insociable con los vecinos, aunque, al igual que en la mayoría de casas de Estados Unidos, todos sus jardines estuvieran sin vallar y se comunicaran. Alexandra se entendió muy bien con Terry y Malene y al siguiente día salió con ellas, ´a hacer cosas de mujeres´ -me dijo-, mientras yo me quedaba en casa escribiendo el blog y meditando en la posibilidad de empezar a escribir mi segundo libro, describiendo nuestras descabelladas aventuras africanas. Aunque hubiéramos pasado un día entrañable con Terry, la siguiente tarde fuimos recibidos por otra pareja de CouchSurfing, Chris y Jen, quienes no nos habían podido alojar nuestra primera noche en Portland. Pasamos tres días con ellos, compartiendo tres entrañables veladas jugando a diferentes juegos de mesa (Carcasona y Dominon) hasta pasadas las doce. Los juegos eran tan absorbentes que durante toda la noche, e incluso el despertarnos, nuestro cerebro no paraba de ensayar y estudiar nuevas jugadas o estrategias, incitándonos a seguir jugando. Inevitablemente los humanos hemos evolucionado para jugar, una actividad que nos permite aprender y seguir desarrollándonos. Alexandra me quería convencer de comprarnos uno de los juegos de mesa para jugar entre nosotros por las noches, pero yo me negué rotundamente, porque estas tres noches me habían tenido demasiado viciado. Además, debería de empezar a escribir el libro describiendo nuestras aventuras africanas, si quería tener oportunidad de publicarlo antes del Sant Jordi del año próximo. Por otro lado, el viaje no deja de ser un juego, el cual ya me está aportando el aprendizaje y desarrollo que estoy buscando, sin desconectarme de la realidad, a diferencia de los juegos de mesa. Posiblemente esta absorción por el juego y desconexión de la realidad restringió nuestra comunicación con Chris y Jen a un nivel más superficial, aunque estos nos alojaron de maravilla. A pesar de las ganas de seguir jugando el resto del día, salimos fuera, el primer día visitando ligeramente la ciudad de Portland y relajándonos el resto de la tarde en el Jardín de las rosas, unas encantadoras flores que se habían convertido en el emblema de la ciudad. Sin querer pagar los excesivamente caros aparcamientos del centro de la ciudad, el siguiente día decidimos salir fuera y visitar la cercana montaña de Hood con extensas manchas de nieve por donde descendían bastantes esquiadores. Por la tarde volvimos a Portland recorriendo el caudaloso río Columbia, donde decenas de aficionados aprovechaban el constante viento para deslizarse por las aguas con windsurf u kateboard. Después de despedirnos de Chris y Jen hicimos camino hacia la costa norte de Oregón, según mucha gente una de las secciones más fascinante de la costa americana. Después de aparcar el coche hicimos una corta caminata hasta la bonita playa de Oswad que nos habían recomendado nuestros huéspedes. A continuación nos dirigimos hacia otra playa recomendada, Cannon, con unas grandes rocas delante que le daban bastante encanto, a pesar del lugar estuviera demasiado edificado y lleno de turistas. A continuación nos acabamos de llegar hasta Astoria, en la desembocadura del río Columbia, donde pudimos admirar algunas de sus casas victorianas y luego cruzamos el río para entrar en el nuevo estado de Washington. Por la noche, releyendo el principio del diario, cuando una chica se nos presentó jovial en el avión, me di cuenta que los americanos son mucho más abiertos que los europeos, estableciendo relación o comunicación mucho más fácilmente. Por ejemplo, si cocinamos en un área de descanso o en la mesa de un parque natural y alguien pasa por el lado no es extraño que se detenga y pregunte a Alexandra ´mmm, qué buen olor, ¿qué estás cocinando?´. También se han acercado en más de una ocasión a Alexandra para preguntarle sobre su mini-ordenador: ´tu netbook funciona como un ordenador normal y corriente?´. O también dirigiéndose a mí cuando enfoco la cámara en algún parque natural: ´si subes este cerro, podrás hacer una fotografía todavía mejor´. La costa del estado de Washington nos encandiló más que la del norte de Oregon, aunque esta siguiera cubierta de unas misteriosas nubes bajas que mantenían ocultado el sol, que por otra parte no dejaba de brillar una decena de kilómetros tierra adentro. Sin tener ninguna referencia visitamos la playa de rugby, con varias grandes rocas recibiendo las embestidas de las olas y muchas toneladas de troncos desgastados descansando sobre la playa. Un paisaje similar nos esperaba en la playa de Rialto, donde se amontonaban aún muchos más troncos, seguramente arrastrados hacia el mar por las riadas y devueltos a tierra gracias a las corrientes marítimas. Habiendo dormido al norte del Parque Nacional Olympic, al siguiente día ascendimos caminando una hora media (ida y vuelta) hasta el monte Hurricane, desde donde se disfrutaba de una maravillosa vista sobre la cresta de montañas del monte Olympic. A continuación cogimos el coche y nos dirigimos hacia el este para tomar un ferry hasta Seattle, donde nos esperaba otra magnífica pareja de CouchSurfing. Seattle, WA (ver en mapa) 02/08/2010: Para pasar de la península de Olympic a Seattle perdimos dos ferrys, pero afortunadamente llegamos suficientemente temprano para cenar con Jeff y Carol, un delicioso salmón rojo a la barbacoa. A continuación subimos a su coche y nos dirigimos hacia un centro cultural de la ciudad donde Jeff y Carol hacía un par de años que practicaban danzas inglesas. A pesar de la experiencia de los asistentes, todos fueron muy amables sacándonos a bailar y enseñándonos los pasos o movimientos necesarios. Al final, después de casi tres horas bailando sin que nadie tomara daño, acabamos bien cansados y prácticamente convertidos en unos expertos. Fue interesante recordar las danzas en grupo que tantas veces aparecen en las películas históricas de Inglaterra y entender el rol social que tenían en la época. Al día siguiente, Sábado, volvimos a pasarlo entre gente encantadora, cuando Jeff y Carol nos llevaron a una fiesta de amigos y familia ante una bahía, donde recogimos conchas con la marea baja, hicimos una pequeña excursión en kayac y nos hartamos con una buena comida-cena. Después de pasar un domingo vagueando y editando fotos y escribiendo el diario, el lunes fuimos por la mañana temprano hasta Downtown, donde estaba la embajada de Canadá. Allí estuvimos esperando toda la mañana en diferentes colas hasta que al final conseguimos un visado de una sola entrada en Canadá para Alexandra. Me hubiera gustado llegar hasta a Vancuver y quizás Calgary, pero al final decidimos pagar sólo los $ 75 por una única entrada en vez de 150 $ por la múltiple entrada. En cualquier caso, seguro que también disfrutaríamos mucho de la carretera que nos tenía que llevar de Bellingham hasta el Parque Nacional del Norte de Cascades y el Parque Nacional de Glacier. Al salir de la embajada aprovechamos para visitar un poco el Downtown y el concurrido mercado próximo al mar. Posteriormente, volviendo hacia el coche nos encontramos en una céntrica plaza que alguna organización o el ayuntamiento había situado un gran tablero de ajedrez con piezas gigantes bajo la sombra de unos árboles y varios chicos que hacían cola para jugar. Cuando tocó mi turno tuve que jugar con uno que sabía mucho y acabé perdiendo ambas partidas. En cualquier caso fue divertido jugar mirando el tablero con una perspectiva totalmente diferente y ejecutando las jugadas caminando por sobre los cuadrados blancos y negros y llevándome las piezas matadas al oponente como si fueran verdaderos trofeos. Por la noche, después de decidir que los próximos 2 días iríamos a visitar el Parque Nacional de Monte Rainier y haríamos un paréntesis a nuestra visita a Seattle, conversé un rato con uno de los hijos de Jeff, quien había estado estudiando y trabajando en China por dos años y tenía planeado volver a marchar en un futuro hacia el sudeste asiático para establecerse y vivir allí el resto de su vida. Hablando sobre nuestro fascinante viaje por todas las diversas culturas del mundo, en Both volvió a hacerme la misma pregunta que ya me había hecho en Jordan de Hollywood: ´Porque viajáis tanto tiempo por Norte América? Después de viajar por tantas culturas diferentes te de resultar un poco aburrido´. Pensando en una respuesta diferente dije ´Tienes razón, pero también está muy bien viajar por Estados Unidos porque la proximidad cultural nos permite interactuar y conocer mejor las personas con las que nos encontramos. Y por otro lado, los paisajes descubiertos también son fascinantes, como en el resto del mundo, pero mucho más cuidados y con un acceso más sencillo´. |
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