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‹ Anterior (06/09/2008) MES Siguiente (2008-11-05)› ‹ Anterior (2009-08-29 - Nepal) PAIS Siguiente (2009-09-19 - Pakistan)› India Jaipur (ver en mapa) 08/10/2008: Un centenar de kilómetros antes de llegar a Jaipur reventamos otra rueda de detrás, en las mismas circunstancias que la rueda reventada en Irán, circulando por una carretera nueva y completamente lisa. Las dos ruedas habían estado compradas en Etiopía, de la marca china Goodride, y el peso que soportaban seguramente era más del que podían. Así pues, fue una buena manera de comprar dos nuevos neumáticos en Jaipur, en teoría mejor que los originales y más económicos. Con todo, a pesar de éste imprevisto, tuvimos tiempo suficiente para pasear por la ciudad y sus bazares y conocer su historia. Durante más de 1000 años, el Rajastan estuvo dominado por los Rajputs, un grupo de clanes guerreros, originalmente de religión hindú pero algunos de ellos convertidos al Islam, y con un código de honor similar a los caballeros de la época medieval europea, los cuales preferían guerrear entre ellos antes de afrontar enemigos comunes, como era el poder central de los Mugals. En cualquier caso, el poder de los Rajputs se incrementó con el decaimiento de los Mugals, momento en que el maharaja Jai Singh II decidió construir una nueva ciudad en las llanuras, abandonando el fuerte de las montañas. La nueva ciudad, llamada Jaipur, se empezó a construir en 1727 diseñada a partir de un antiguo tratado de arquitectura hindú, con bloques de edificios rectangulares, grandes avenidas y unas poderosas murallas a su alrededor. Años más tarde, el poder de los Rajputs, momentáneamente se incrementó más con la llegada del poder británico, con los cuales pactaron la independencia de sus reinos. Y una buena prueba de esta excelente relación es la ciudad de Jaipur, la cual cambió su fisonomía en 1853, pintando todos sus edificios de color rosa, como muestra de bienvenida al príncipe de Gales que visitó la ciudad. En cualquier caso, la relación con los británicos provocó el fin de los maharajas, pues éstos, en vez de gobernar se dedicaron a viajar por el mundo gastando grandes recursos y dejando en la población del Rajastan con las peores tazas de esperanza de vida y de educación de la India en el momento de la independencia. Actualmente, Jaipur es una de las ciudades más turísticas de la India, incluida en un triángulo de oro junto con Delhi y Agra, y no es extraño de cruzarse en la calle con diversos turistas que hablan español. Al mismo tiempo, Jaipur es una ciudad con un inmenso bazar, ocupando casi todas las calles de la ciudad antigua, con extensas áreas dedicadas a textil y artesanía por donde Alexandra se perdió (seguida por mí) en busca de gangas. En cualquier caso, aunque hubiera dedicado una semana recorriendo todo el bazar, Alexandra no habría tenido suficiente tiempo para saciar sus ansias de remover vestidos y telas. Así pues, hoy por la tarde la he conseguido apartar de su locura y hemos tomado el coche para visitar algunos lugares de interés próximos a la ciudad, como el palacio de Jal Mahal en medio de un lago y dos castillos en las montañas, desde uno de los cuales se disfrutaba de una magnífica vista sobre la ciudad de Jaipur, la cual se extendía por una gran llanura, convenciéndome de sus 3 millones de habitantes. Ajmer (ver en mapa) 09/10/2008: Al llegar a Ajmer al mediodía, empezamos paseado por un parque a cuyo final había un paseo bordeando un lago con unos bonitos pabellones de mármol bajo los cuales había diversas familias descansando. Desde allí, dirigiendo la mirada hacia la melodía de una música lejana, hemos descubierto a unos dos cientos metros en la orilla del lago, unas escaleras (o ghats) que se adentraban en el lago y una colorida multitud de gente que estaban celebrando alguna festividad. Nos hemos dirigido allí, adelantando algún grupo de jóvenes que bailaban al ritmo de tambores y se tiraban polvo rojo o rosa, y hemos llegado a los ghats donde nos hemos introducido entre la festiva multitud para contemplar como tiraban ofrendas en el lago y bajaban diferentes deidades escaleras abajo introduciéndolas en el agua y dejando que éstas las engulleran desapareciendo para siempre. El ambiente era alegre y místico, y sería romántico si no fuera por los inconscientes indios, que tiraban las ofrendas de flores con las bolsas incluidas, sin ni tan solo abrirlas, dejando una larga estela de plásticos en el agua, bajo la cual reposaban los dioses. Hemos preguntado a la simpática gente que no paraban de pedirnos fotos (quizás demasiadas) qué estaban celebrando, y con poco inglés nos han conseguido explicar que celebraban las festividades de Navratri, dedicada a la deidad Durga, la cual valientemente decapitó a un terrible demonio que amenazaba la humanidad, prevaleciendo una vez más la bondad sobre la maldad. Cuándo se me ha acabado una de las tarjetas de fotos y me he dado cuenta que la otra la tenía en el coche, hemos vuelto, y yo me he dirigido a otro escenario, mientras Alexandra me esperaba en casa. De camino hacia la mezquita de Dargah, la cual contiene la tumba de un santo sufí venerada por centenares de peregrinos musulmanes venidos de toda la India, he cruzado un bazar donde vendían de productos islámicos. Estirados en la calle había diversos inválidos pidiendo caridad y entre éstos algunos cerdos, bastante presentes en la India aunque casi nunca están incluidos en los menús de los restaurantes (quizás los tienen sólo como insulto a los musulmanes). Después de dejar la bolsa en una taquilla, pasar por un detector de metal y ser registrado, he entrado en la gran mezquita mausoleo, donde el ambiente festivo era muy diferente al de los pulcros mausoleos de Irán. El mármol era sucio, había cordeles de colores colgados de puertas y ventanas, y en el suelo había restos de incienso quemado y flores de ofrendas, las cuales se vendían en diversas de tiendas. Las mujeres vistiendo coloridas y los hombres con la cabeza cubierta plegaban, paseaban o escuchaban un grupo que cantaba al ritmo de un tambor y un pequeño órgano. Entrando por una pequeña puerta, me he encontrado dentro del abarrotado mausoleo donde decenas de peregrinos entraban ofrendas de flores. Eran tantas las flores que se echaban sobre la tumba y se caían sobre el suelo para ser chafadas por centenares de pies que por primera vez en muchos días he olido un olor (normalmente no huelo olores), de rosas. Al salir de la mezquita me he encontrado con otra sorpresa. La entrada estaba mucho más custodiada de policías que cuándo he entrado y en frente había diversas carrozas tiradas por vacas o caballos cargando chicos disfrazado de dioses hindúes o personajes mitológicos. Las carrozas estaban rodeadas por diferentes bandas de música con un órgano muy estridente empalmado en unos potentes altavoces que hacían traquetear los cimientos de la mezquita. Parecía exactamente una provocación, a pesar de que bien estudiada, porque durante unos diez segundos, la música ha parado para que se pudiera escuchar el canto del muetzino de la mezquita, para después seguir con fuerza. La procesión se ha puesto en marcha, y yo, también observando delante de las carrozas, danzas con espadas en las que participaba un demonio con cara negra y lengua colgando que llevaba un collar de cabezas cortadas. Al llegar a la autocaravana, nos hemos puesto en marcha hacia el próximo pueblo de Pushkar, parando de camino otro vez en los ghats, donde he bajado a hacer otras fotos a los alegres jóvenes que llevaban a bañar a sus dioses. Naturalmente, al final he quedado completamente cubierto de polvo rojo (incluyendo la cámara), cuando en un ataque de histeria una multitud de chicos me ha rodeado tirándome la pintura hasta que he chillado histérico "stop!." Bikaner (ver en mapa) 12/10/2008: Alexandra se quedó paseando en solitario por el bazar de Pushkar a haciéndose pasar por iraní con el fin de conseguir los mejores precios, exclamando "en Irán este producto es más económico y proviene de India". Mientras tanto, yo dediqué la mañana a descubrir los ghats de Pushkar que rodeaban un pequeño lago, donde algunos sacerdotes se mostraban reticentes a dejármele pasear mientras observaba cómo los fieles tiraban ofrendas y se bañaban y purificaban, tanto hombres como mujeres. En cambio, otros sacerdotes se mostraban más receptivos a los turistas, invitándoles a hacer ofrendas mientras te hacían repetir un mantra que acababa diciendo "entregaré tres dólares al sacerdote por mi felicidad y la del mundo entero". Yo, naturalmente ya había avisado de que no tenía dinero para entregarle y al exigirme que le diera algo, le dije que le entregaba muchos buenos deseos. Aunque también había otros sacerdotes más tranquilos y que no buscaban ninguna gratificación directa, como el que me explicó la historia de Pushkar, nombre que significa "a partir de una flor". La leyenda explica que Pushkar y su sagrado lago se crearon a partir de una flor de lotus que Brahma (el dios creador del universo) dejó caer. Después de la creación del lago, Brahma decidió dedicar cinco días de penitencia para acumular buen Karma, pero contrariamente a la tradición, su mujer Savitri (deidad del aprendizaje) no quiso asistir, escogiendo Brahma de casarse con otra mujer durante su ausencia. Comprensiblemente enfadada, Savitri lo maldijo de manera que Brahma no fuera adorado en ningún sitio más aparte de en Pushkar, motivo por el cual Pushkar es uno de los pocos lugares del mundo donde hay un templo dedicado a Brahma. En cualquier caso, a causa de la ausencia de Savitri, Brahma también la maldijo de manera que su templo en la cima de una colina no tuviera acceso al agua sagrada del lago. De esta manera, con el fin de poder ser adorada, cada día un sacerdote sube agua proveniente del lago. En cualquier caso, siguiendo con la leyenda, después de estos cinco días de penitencia, Brahma acumuló suficiente buen karma para poder crear el universo, gracias al cual debemos nuestra existencia. Después de visitar el templo de Brahma, me reuní con Alexandra que cargaba una bolsa llena de vestidos y blusas cada una compradas con menos de 50 céntimos de euro, y empezamos a hacer camino hacia Bikaner. A medio camino perdimos más tiempo en un pueblo para intentar comprar unas bombonas de gas, pues no parecía que en la India pudiera recargar las mías compradas a Sudáfrica. Pero el precio que me ofrecían para una bombona de butano era exagerado, y enfadado por los continuos intentos de ser engañado nos marchamos sin comprar la bombona, empezando a plantearnos de apagar la nevera para tener suficiente gas para ir cocinando. En cualquier caso, al día siguiente por la mañana dejamos el problema del gas de lado y nos detuvimos en el templo Karni Mata, conocido como el templo de las ratas. Naturalmente Alexandra se quedó en el coche y yo me dirigí al templo, que tenía evidentes signos de alguna reciente celebración hindú, con diversas paradas alrededor que se estaban desmontando y toneladas de grano acumuladas en las entradas. Por otro lado, en el interior, las ratas parecían medio muertas de tanta fiesta y no reaccionaban a los peregrinos que todavía llegaban y les tiraban terrones de azúcar o galleta por encima. De hecho, la mayoría de las ratas deberían estar ocultadas en los numerosos agujeros que había en las paredes, y tanta debería ser la masificación que en algunos agujeros había 5 o 6 ratas durmiendo con las cabezas a dentro y los cuerpos fuera. Seguramente por eso, algunas de las ratas que había deambulando por el templo eran las más desgraciadas, con los cuerpos demacrados o con los ojos comidos. Estas ratas, junto con la mierda extendida por el suelo (por donde se tenía que andar descalzo), no eran un espectáculo muy agradable, aunque la leyenda del templo tuviera su interés. En el siglo 14, Karni Mata, una encarnación de la deidad Durga pidió a Yama, la deidad de la muerte, restaurar la vida del hijo de un desamparado cuentista. Pero Yama rehusó y enfadado, Karni Mata se reencarnó todos los cuentistas muertos en ratas, con el fin de privar a Yama de sus almas humanas (pobre vida la de los cuentistas). Después de volver al coche y de limpiarme bien los pies, acabamos de recorrir los pocos kilómetros hasta Bikaner, donde repetimos el intento de comprar una bombona de butano. Nos dirigieron a una dirección, pero para llegar tuvimos que preguntar múltiples veces, muchas de las cuales orientándonos a direcciones equivocadas (este comportamiento también lo observé entre indios mismos, prefieren responder cualquier cosa antes de que decir lo sé). En cualquier caso, al final llegamos a un distribuidor de gas que no me quiso vender una bombona y me vendía otra más pequeña a un precio todavía más desorbitado. Irritado, le dije que con estos intentos de engañar a los turistas estaban acumulando muy mala karma, o que en Irán o Pakistán eran mejores países que en India porque nunca nos habían engañado (eso último los parecía molestar más). Ya rendidos volvimos a la calle principal, aunque decidí hacer un último intento al observar un camión donde cargaban bombonas de butano. Allí me ofrecieron un precio más razonable para una bombona, pero al mismo tiempo, tuve la suerte de que apareciera un hombre, que por primera vez en la India parecía dispuesto a ayudarnos desinteresadamente y a encontrar una solución a nuestro problema. Binod (así se llamaba el hombre) me comentó que conseguiría recargar una de nuestras bombonas, así pues, tomé una y subí a su moto para dirigirnos a un punto, después a otro con la autocaravana, y finalmente a otro donde finalmente pudimos recargar las bombonas azules de campingaz que tengo a un precio razonable. Realmente Binod se comportó maravillosamente, acabando de redondear su amabilidad invitándonos a té y galletas en su casa, donde había su mujer y dos hijos. Allí, en Binod nos preguntó si nos habíamos casado por amor y nosotros respondimos que sí, pero ellos comentaron que su matrimonio fue arreglado, como todos los de la India, aunque actualmente se aman mucho. En palabras similares se había expresado otra mujer en la India, explicándonos que en su país, primero te casas, después te desencantas de tu nueva pareja, y finalmente empiezas a sentir amor. Yo comenté que en Europa, primero empiezas a sentir amor, después te casas y finalmente te desencantas de tu pareja; poniéndose la mujer a reír y a exclamar “¡chócala!", mientras extendía la mano. Con todo el tiempo perdido buscando por gas, ayer sólo tuvimos tiempo para visitar el magnífico palacio de Junagarh, donde descubrimos la opulencia con que vivían los maharajàs. Por la noche acampamos al lado de Devi Kund, el bonito cementerio de pequeñas cúpulas y mausoleos donde todavía se entierra la familia de los antiguos Maharajàs. Y hoy por la mañana hemos acabado de visitar Bikaner introduciéndonos por el casco antiguo con un rickshaw hasta el espléndido templo Jain de Bhandasar. El templo de Bhandasar es muy sencillo por fuera, en cambio, su interior está exquisitamente decorado con pinturas y algunas esculturas. Un monje muy simpático nos explicó que los jainistas creen que la belleza está a en el interior de los seres y no en el exterior, representándose de la misma manera en los templos. Por otro lado, también explicó que al construirse el templo en el siglo quince se utilizaron 40.000 kg de mantequilla en los cimientos (extraño e increíble, pero cierto), la cual, durante el verano aun engrasa y ensucia el suelo y provoca que las temperaturas dentro del templo sean insoportables (no fue demasiada buena idea de utilizar la mantequilla). Después de estar un buen rato conectados a Internet, a media tarde hemos empezado a dirigirnos hacia Jaisalmer. Al oscurecer, hemos acampado - por primera vez en la India - sin preguntar en un lugar descampado y deshabitado, similar a una sabana árida. Pero hacia las 10 de la noche, cuando acababa de editar fotos, se ha aproximado una moto. Alertados hemos apagado los ordenadores y he abierto la ventana preguntando quiénes eran. Pero el hombre y el chico de la moto no hablaban nada de inglés y con gestos bruscos y agresivos exigían que saliera del coche. Además, cuando les he preguntado exaltado si eran de la policía, han empezado a llamar en dirección a otras voces que parecían aproximarse. Mientras tanto, ya había puesto en marcha el motor del coche y los iluminaba con las luces, enojándoles todavía más, pues se encontraban delante del coche impidiéndome el paso. Pero yo no me quería quedar para no conocer la trama ni el desenlace de esta posible pesadilla, y he tirado el coche adelante con intención de tumbar la moto y el hombre si no se apartaban. Pero se han apartado y acto seguido he apretado el acelerador a fondo, saltando por encima la arena, plantas y rocas hasta llegar a la carretera asfaltada, donde hemos perdido de vista la moto que nos había estado siguiendo por momentos. Hemos conducido algunos kilómetros con las cosas saltando por dentro de la autocaravana. Después nos hemos parado unos segundos para vestirme y ordenar los objetos no fijados de la autocaravana y hemos continuado unos treinta kilómetros más, hasta una gasolinera, donde hemos hecho noche; durmiendo mientras escuchábamos en sueños las pruebas de fuego que el ejército Indio hacía cerca de la frontera con Pakistán. Jaisalmer (ver en mapa) 15/10/2008: En David y Maria nos habían comentado que Jaisalmer nos encantaría, y realmente nos encantó. La ciudad y su fuerte se fundaron en 1156, en una situación estratégica, dominando las rutas de camellos que comerciaban entre India y Asia central. Durante un largo periodo de prosperidad, en el cual no faltaron guerras con otros reinos rajputs, algunos comerciantes y locales de Jaisalmer se construyeron casas y mansiones (llamadas havelis) exquisitamente decoradas exteriormente con piedra de arena esculpida. A pesar de todo, la riqueza de Jaisalmer declinó rápidamente al incrementarse el comercio marítimo realizado a través del puerto de Mumbai (Bombay). Pero la fortuna volvió a la ciudad, prosperando otra vez, al finalizarse el canal de Indira Gandhi que lleva agua cruzando todo el desierto de Thar (el mismo desierto de Cholistan del Pakistán) hasta Jaisalmer; también, al confirmarse la posición estratégica de la ciudad en el eterno conflicto entre India y Pakistán; pero sobre todo con la llegada de los turistas, que han hecho florecer comercios por todas partes. Destinamos los tres días en Jaisalmer entrando a todos los comercios del casco antiguo en busca de tejido para hacer un nuevo cambio de estética en la autocaravana, una idea que me estaba rondando por la cabeza desde la decoración exterior a Pakistán. Ya hace dos años y medio que la autocaravana es nuestra casa, y si todo va bien, lo seguirá siendo otros dos años, así pues, había decidido que cualquier inversión que la hiciera más confortable o bonita sería bienvenida. Y en Jaisalmer hicimos otro paso y cambiamos las cortinas de la autocaravana. Ya llevábamos muchas opciones miradas y la decisión final fue la de comprar fundas de cojines de diferentes colores y llenas de espejitos para desmontarlas y volver a unirlas (pagamos un sastre) entre ellas para formar unas originales y bonitas (según nuestro gusto) cortinas. En cualquier caso, entre comercio y comercio, también tuvimos tiempo para visitar la ciudad, la cual conserva una atmósfera relajada, a pesar de la numerosa presencia de turistas y de vendedores impacientes para vender. Visitamos las fachadas de diversos havelis, algunos de ellos todavía habitados, otros convertidos en tiendas y el resto en museos. Subirnos diversas veces al inmenso fuerte, visible desde toda la ciudad, donde las calles son estrechas y teníamos que ir esquivando vacas, turistas y vendedores, mientras estábamos rodeado de bonitos edificios y templos. Entre éstos visité un magnífico templo jainista, de nuevo, muy simple en el exterior y maravillosamente trabajado en el interior, con columnas esculpidas con semi-dioses, paredes representando sensuales figuras femeninas y masculinas, y diversas esculturas de jinas o tirthankaras en estado de meditación, los 24 maestros jainistes que descubrieron y enseñaron el camino de la salvación hace unos 3000 años. Uno de los principales principios del jainismo es la no violencia, que implica el respeto para todo los seres vivos. Así pues, aparte de ser vegetarianos estrictos, algunos jainistes se tapan la boca y la nariz con ropa con el fin de no inhalar accidentalmente ningún insecto, un comportamiento que observé sorprendido en un monje de este templo. Finalmente, hoy por la tarde hemos visitado lo que parecía otro punto de interés de la ciudad y sus alrededores, las dunas de arena en Sam, pero el espectáculo que hemos encontrado era sorprendentemente grotesco. Sólo de llegar a las proximidades de las dunas, nos hemos encontrado centenares de camellos (no exagero) sentados y esperando los autobuses de turistas que después nos hemos cruzado. En los alrededores de las dunas había decenas de campamentos con decenas de tiendas cada uno. Tan solo hemos bajado del coche, decenas de hombres y chicos nos han estado llamado continuamente para vendernos un paseo en camello o una estancia en un campamento con comida y espectáculo incluido. He andado brevemente por las dunas, las cuales estaban completamente pisadas por camellos, personas y todo terrenos. Pero cuándo el décimo guía me ha chillado desde un centenar de metros para venderme algo, he decidido que este desierto era la antítesis de la tranquilidad y romanticismo y he vuelto al coche, donde el Alexandra estaba intentando mantener alejados de la autocaravana a otra decena de guías; hemos subido, y corriendo marchado otra vez hacia Jaisalmer. Udaipur (ver en mapa) 19/10/2008: La siguiente ciudad visitada fue Jodhpur, la llamada ciudad azul, que posee el más impresionante fuerte del Rajasthan, dominando las llanuras desde una colina. Conociendo que el principal punto de interés de Jodhpur, es el fuerte de Meherangarh, enfilamos una carreterita que inicialmente cruzaba algunos bazares, y llegamos a la entrada del fuerte, donde pudimos pasar la noche con tranquilidad. Al día siguiente, me desperté bien temprano, antes de la salida del sol y salí a hacer algunas fotografías, rodeando el bonito mausoleo Jaswant Thada, de mármol blanco. A la vuelta, ya satisfecho por las magnificas vistas disfrutadas, me dispuse a despertar el Alexandra para marcharnos hacia la siguiente destinación, pues la entrada en el fuerte de Meherangarh era demasiado cara para los turistas (para los indios siempre es muy económico). Por suerte, antes de subir al coche se me acercó un austríaco y, después de interesarse por nuestro viaje, me comentó que podíamos entrar al fuerte gratuitamente, siempre que no entráramos en los palacios convertidos en museo. Así pues, después de que Alexandra se despertara, visitamos el inexpugnable fuerte, el cual no tuvo que soportar nunca ningún asedio gracias a la alianza del clan rajput con los Mugals del norte de la India, que dejaron que Jodhpur prosperara beneficiada por las rutas comerciales que la cruzaban. Encima del fuerte, visitamos unos interesantes templos hindúes, pero sobre todo disfrutamos de las impresionantes vistas, que dominaban la ciudad de Jodhpur, que parecía sufrir un maravilloso hechizo por las numerosas casas pintadas de azul. Tradicionalmente, el color azul identificaba la casa de un Brahmin, una de las castas más elevadas de India, dedicada al estudio, enseñanza y prédica; de todas maneras, actualmente los miembros de otras castas también se pintan las casas de azul. Por la tarde, después de haber visitado los bonitos jardines de Mandore, en el norte de Jodhpur, empezamos a hacer carretera hacia Udaipur. Pero una hora antes de ponerse el sol, diversos camioneros y algún área de servicio, nos informaron de que la carretera que seguíamos no era buena, pues más adelante había bandidos y según entendimos, la carretera no estaba en demasiado buen estado. Así pues, retrocedimos unos treinta kilómetros y al día siguiente (ayer) empezamos a circular por una carreterita que primero nos condujo hasta el maravilloso templo de Ranakpur. Al llegar, el gran templo de Ranakpur estaba abierto sólo para los creyentes, por lo tanto, dedicamos el rato hasta la apertura visitando algunos otros pequeños templos jainistas, también impresionantes por los numerosos relieves de príncipes y sensuales consortes en el exterior de los templos. Pero increíblemente al entrar más tarde al templo de Ranakpur, este ente hizo olvidar cualquier otra maravilla observada con anterioridad. El templo de Ranakpur, dedicado a Adinath, el primero de los 24 tirthankaras o santos Jainistas, es uno de los templos más grandes y importantes de esta religión. Construido en el siglo 15, con mármol blanco, contiene diferentes salas soportadas por un bosque de 1444 pilares, cada uno diferente de los otros en formas y relieves y figuras esculpidas. Personalmente, no me pareció que hubiera tantas columnas como las mencionadas, de todas maneras, hay una leyenda que dice que no se pueden contar todos los pilares. De lo que no hay duda, es la fascinación que produce el templo, que algunos proponen como una de las siete maravillas del mundo. Interesándome más por el jainismo, descubrí que sorprendido que los Jainistas no creen en la existencia de Dios, creador y mantenedor del universo, en cambio si creen en un universo gobernado por leyes naturales y eterno, el cual pasa por sucesivos ciclos de creación y destrucción. En un nivel más pragmático, los jainistas practican la total no violencia, que les hace rehusar alimentos obtenidos con innecesaria crueldad, así pues, aparte de no comer animales, muchos de ellos no comen raíces de plantas (patatas, ajo, cebolla) porque al hacerlo se mata la planta y muchos animalitos que viven en la tierra. Naturalmente, para poder entrar en el templo tuve que dejar mi cinturón hecho de piel de vaca al coche, aunque irónicamente, en el interior del templo descubrí un par de tambores hechos de piel de camello. Al salir del templo en un estado casi místico, enseguida volvimos al nivel terrenal al darnos cuenta de que durante nuestra ausencia, algunos indios nos habían arrancado tres o cuatro adhesivos del coche. La Alexandra se puso hecha una fiera y yo, aunque me mostrara más calmado, no dejaba de estar indignado con los indios, los cuales tienen una cultura que no acabo de entender. Por ejemplo, me es completamente sorprendente, que cada día haya alguien (sobre todo personas adultas y muchas de ellas de clase media) que intentan abrir la puerta de la autocaravana. Muchas veces los sorprendemos y al cuestionarles sobre su actitud nos ignoran, como si no hubieran hecho nada malo. Sin embargo, naturalmente, lo que nos molesta más es que niños y jóvenes (y algunos adultos también) nos intenten arrancar los adhesivos plantados en el Pakistán. No es extraño que Alexandra tenga pesadillas en que mata a Indios (y también a musulmanes o Indios musulmanes). La verdad es que no entiendo su comportamiento, ni cuando éste es positivo, por ejemplo alguien nos dejó hace unos días 10 rupias (0,13€) en la ventana, seguramente en señal de bendición. Con el sol poniéndose, llegamos a Udaipur, una romántica ciudad que ya había visitado durante mi anterior viaje a la India. A pesar de todo, nuestra llegada fue estresante, pues a pesar de ser una bonita ciudad creciendo en torno a unos lagos, Udaipur es una ciudad terrible para entrar con autocaravana y sobre todo para encontrar aparcamiento durante la noche. Normalmente, en las ciudades aparcamos en la zona de los hoteles de lujo, pero en Udaipur, estos hoteles se encuentran en torno al lago (o en el centro del lago) en una zona de acceso imposible para la autocaravana. Así pues, nos pusimos a buscar y a buscar, hasta que tirando marcha atrás en una oscura callejuela sin salida choqué contra una moto aparcada. Al principio Alexandra exclamó asustada: ¡"has matado a alguien"! y salió disparada a mirar detrás. También salió una familia de una casa de delante quejándose por la moto caída, pero cuando comprobaron que la moto no tenía nada y en cambio yo tenía todo el parachoques caído (hace reír pero es cierto) se tranquilizaron. Entonces nos preguntaron dónde íbamos, y al responder de que simplemente estábamos buscando algún lugar donde aparcar, esta familia nos mostró el primer indicio de hospitalidad desde hacía días y nos dejaron aparcar en su calle (media hora antes una familia nos había echado de su calle donde había otros coches aparcados). Hoy, hemos movido la autocaravana un poco más al centro y hemos ido a pasear dirección al lago Pichola y la Ciudad Palació, pero contrariamente a mi anterior visita, la ciudad me ha desencantado, y a Alexandra también. El lago estaba sucio, el sol nos venía de cara (eso también contribuye), muchos comercios estaban cerrados (era domingo), hemos comido en un restaurante mediocre, ... Seguramente, nuestros sentimientos serian muy diferentes si hubiéramos encontrado un tranquilo emplazamiento cerca de en el lago para la autocaravana, pero sin ganas de dar una segunda oportunidad a Udaipur, anulamos los planes de relajarnos unos tres días e hicimos destinación hacia la siguiente ciudad. Bundi (ver en mapa) 22/10/2008: Aunque Chittorgarh quede fuera de los circuitos turísticos, este fabuloso fuerte bien merece una visita, y asimismo lo consideran decenas turistas locales que cada día recorren el fuerte de Chittorgarh con rickshaw. Nosotros tuvimos la suerte de que los elefantes pueden tener medidas similares a la autocaravana, porque ésta pudo pasar muy justo por todas las puertas del fuerte, ahorrándonos así hacer una larga caminata o estresarnos negociando la visita con rickshaw. El fuerte, ocupando una gran área sobre una colina, conserva diversos palacios, monumentos y templos. Por encima de todos, destaca de espectacular torre de la victoria, construida al siglo quince y elevándose 37 metros, siendo posible de ascender hasta el octavo piso a través de las unas laberínticas escaleras de su interior. A pesar de todo, la historia de Chittorgarh no es demasiado victoriosa, y así queda reflejado en numerosas canciones indias en que relatan con romanticismo los tres jauhares o suicidios en masa de las mujeres y los hombres rajputs del fuerte, antes de caer derrotados por el enemigo. El primer jauhar, el cual influenció otros jauhares sucedidos posteriormente en otras ciudades del Rajasthan, sucedió en 1303, cuando el sultán de Delhi en frente de un poderoso ejército atacó Chittorgarh, con el objetivo (así cuenta la leyenda) de tomar a la hermosa esposa del rey rajput. Pero antes de que eso sucediera, y previendo la inminente derrota, el rey y el ejército rajput se vistieron ropas de color azafrán y se tiraron a luchar contra el enemigo a una muerte segura, mientras la reina y las mujeres de la corte encendían una gran pira donde se tiraron vivas evitando así de ser deshonradas por el sultán de Delhi. Contrariamente a algunas leyendas, no toda la población de Chittorgarh debería morir, ya que un par de siglos más tarde, en 1535 y en 1568, los rajputs de Chittorgarh tuvieron ocasión de efectuar otros dos jauhares antes de caer en manos de dos otros poderosos enemigos. Se cuenta que el segundo jahuar fue efectuado por 13000 mujeres y 32000 guerreros rajputs, y el tercero por unos 8000 guerreros, unas cifras quizás un poco inchadas, pero en cualquier caso terríficas, aunque se saquen uno o dos ceros de las cifras. Entre los diversos templos visitados en Chittorgarh, había uno de jainista situado delante la torre de la fama (construida por un mercader jainista). En este templo destacaba, tanto en algunas esculturas como en diversas fotografías de su interior, diversos maestros o monjes completamente desnudos, pues según la secta jainista Digambar, el único camino hacia la iluminación es el desarraigo de cualquier cosa material, incluso la ropa. Así pues, según esta tradición, sólo los hombres pueden conseguir la iluminación, pues a las mujeres no les es permitido desprenderse de sus ropas, porque seguramente dificultarían la iluminación de los hombres. Al salir de Chittorgarh estuvimos preguntando a mucha gente sobre el mejor camino para llegar a Pundi, pues en David y Maria nos habían explicado que hacía un mes habían hecho el mismo recorrido y la carretera estaba terrible, recorriendo unos 200 kilómetros en 6 horas. Finalmente nos convencimos de que las informaciones que nos decían los indios eran correctas y que había una nueva carretera estrenada hacía justo una semana. Y así fue, aunque sólo se podía circular por dos de los cuatro carriles que acababan de construir y tuvimos que seguir afrontándonos a locuras de la carretera, pues la conducción de algunos indios (sobre todo conductores de camiones y autobuses) parece suicida, como si no tuvieran respeto por su propia vida ni la de los demás. La India es uno de los países más peligrosos de conducir, donde la posibilidad de tener un accidente depende más de los otros que de uno mismo. En los lados de las carreteras hay muchos camiones con signos evidentes de haber chocado frontalmente, pues estos se adelantan sin importarles que vengan vehículos en sentido contrario. Por otro lado, en todo momento tenemos que ir esquivando vacas sagradas que consideran el asfalto más confortable que el césped y personas, que creen estar paseando por su jardín. La verdad es que no entiendo la manera de ser india y los riesgos que toman, por ejemplo hace unos días vimos un autobús yendo a 90 km/h por una carretera, y de repente, un hombre sale por una ventana lateral, y haciendo equilibrios se sube arriba del autobús junto con al equipaje. Quizás, ¿al creer con la reencarnación no dan tanto valor a la vida? Entonces, ¿ sería esta una prueba que los cristianos y musulmanes no creen con la misma fe en el paraíso? (*) Al día siguiente antes del mediodía llegamos a Pundi, otro maravilloso fuerte y palacio, dominando una pequeña y simpática población. A pesar de todo, hasta que no encontramos un tranquilo aparcamiento dentro de una comisaría de la policía, pensábamos que no disfrutaríamos nada del pueblo, al igual que había pasado en Udaipur. Después fuimos a comer en un restaurante (una excepción bastante económica en la India), al terminar subimos hacia el gran palacio, donde visitamos las estancias de las mujeres (las de los hombres eran de pago) las cuales estaban formidablemente pintadas, a continuación anduvimos un poco por el bazar, y finalmente volvimos a la autocaravana, donde nos relajamos con el permiso del guardián de la policía. Pero a las 9 de la noche, vino otro hombre que abrió sin ninguna contemplación la persiana del coche y nos dijo que nos teníamos que marchar. Me indigné con la poca hospitalidad india y con la policía tan poco servicial (ni tanto solo nos quisieron proponer donde aparcar), pero no tuvimos más remedio que recoger de nuevo las cosas y aparcar a un centenar de metros de la comisaría, delante de un bonito lago que refractaba el palacio y las murallas iluminadas. El día siguiente, hoy bien temprano por la mañana, he salido a pasear por el lado del palacio hasta la cima de la montaña, donde había una línea de murallas y algunos palacios olvidados. Igual que en muchos otros fuertes del Rajasthan, he observado una vez más en la cima de la montaña grandes piscinas o depósitos que acumulaban agua verdosa. Me sorprende esta prueba de la cantidad de lluvia que cae durante los monzones, que son capaces de acumular en una cuenca reducida agua para todo el año. Al volver, hemos empezado a hacer camino hacia Gwalior, la siguiente destinación, recorriendo igual que el anterior día, una autopista en construcción. Pero esta vez, en dos ocasiones, la autopista cruzaba un río por un puente muy elevado, en cuyo inicio había un punto de peaje hecho con cuatro maderas. Al primer peaje nos han anunciado que tenía que pagar el equivalente a unos 10 euros, y yo, riéndoles la broma y comentándoles que sin ticket no pagaría nada, he ido avanzando hasta saltarme la barrera. Pero en el segundo peaje, los chicos parecían más serios, pero también más exaltados. Nos han comunicado que tenía que pagar un euro por el peaje, el mismo coste que un autobús. Entonces hemos iniciado la misma discusión que en todos los peajes de la India (son bastante frecuentes y en cualquier punto): que nuestra autocaravana no tenía la categoría de camión o autobús y que simplemente era una furgoneta (las cuales, normalmente pagan menos de un tercio que los anteriores). Pero en este peaje, los chicos no parecían seguir ninguna disciplina y su agresividad me ha hecho creer que si no pagaba tendría problemas. Pero como la barrera estaba bajada, los otros camiones en sentido contrario no podían pasar, así pues, cuando la han alzado momentáneamente para dejar pasar un camión, yo he arrancado haciendo apartar al chico de delante, mientras el resto golpeaba con violencia la autocaravana. Nos hemos escapado pero estábamos completamente exaltados. ¿Valía la pena todos aquellos nervios sólo por un euro? Seguramente no, pero por otro lado, si aceptábamos cualquier intento de engaño, tampoco podríamos hacer el viaje, por falta de presupuesto. En cualquier caso, nos estamos acostumbrando a estas frecuentes fases de tensión y al cabo de poco ya soy capaz de volver a relajar mi mente y de disfrutar del presente. Prueba de eso es el sueño de esta noche, en el que unas fieras (representando los indios o mi exaltación) me querían atacar, pero con paciencia y sangre fría, finalmente las conseguía amansar. (*) Días más tarde leí en un diario internacional que, según datos oficiales, el 10% de los accidentes fatales de tráfico en el planeta pasan en la India. En el 2006, hubo más de 460.000 accidentes (cuatro accidentes cada cinco minutos), en los que perdieron la vida más de 100.000 personas, a las que se tendría que sumar a unas 500.000 personas que resultaron gravemente heridas. Gwalior (ver en mapa) 24/10/2008: En Gwalior cambió significativamente nuestra experiencia con los indios. De todas maneras, antes de que eso pasara, ayer por la mañana nos detuvimos antes de entrar en la ciudad para cambiar los frenos del detrás, los cuales ya empezaban a hacer ruido y no podían aguantar hasta el Nepal, donde pensamos hacer diversas reparaciones con menos temor de ser engañados. Paramos en un taller bastante moderno donde, después de desmontar una rueda del detrás y extraer una pastilla de freno desgastada, me comentaron que posiblemente no encontraríamos el mismo tipo de recambio en toda la India. Yo les pregunté si podían hacer lo mismo que en Malawi donde habían enganchado una nueva pastilla de freno sobre el apoyo original. Pero ellos me insinuaron que eran mucho más civilizados que los africanos y que esta solución no era posible en la India, pero que en cualquier caso encontrarían otra. Al final me trajeron unas pastillas originales mayores, que recortaron hasta que se pudieron adaptar a mi rueda. Pero para que la pastilla no tocara en el eje colocaron dos trozos de metal sin soldar que hoy se han caído haciendo chirriar la rueda todo el rato. Al terminar la reparación, empezó de nuevo la odisea de encontrar aparcamiento en la ciudad. Al punto de información turística de nuevo se nos sacaron de encima informándonos que no sabían de ningún posible aparcamiento, un hotel con un gran aparcamiento tampoco nos dejó aparcar argumentando que tenía que dejar abierta la posibilidad de llenar el hotel en una sola noche, las calles comerciales de la ciudad parecían caóticas y llenas de gente como siempre ... Finalmente encontramos una callejuela tranquila delante de una gran casa, donde pregunté a un chico que hablaba inglés si podíamos aparcar al otro lado de la calle. Casi sorprendentemente me respondió que sí. Pero más sorprendente fue más tarde, por la noche, cuando se presentó con un primo suyo para proponernos de aparcar a dentro de su casa con el fin de no ser molestados durante la noche. Entonces les comenté que ellos eran unos de los pocos indios que se habían mostrado hospitalarios, respondiéndome de que el problema no era de hospitalidad, sino que los indios vacilan o dudan mucho a la hora de aproximarse a los extranjeros, por culpa del lenguaje o quizás por nuestro coche alienígena. De todas formas, no creo que sea así, pues los indios se nos aproximan por muchos otros motivos sin vacilar: para tocar el coche, intentar abrir la puerta, arrancar adhesivos, preguntarnos nuestros nombres y de donde somos, pedirnos hacerse fotos con nosotros... pero nunca para invitarnos o dejarnos entrar un poco en su vida, como pasaba en los países islámicos. Parece que los indios son mucho más pudorosos con su privacidad, aunque no se muestren demasiado respetuosos con nuestra privacidad. En cualquier caso, tal como he escrito al principio, nuestra experiencia con los indios en Gwalior fue completamente diferente, por que esta mañana, al despertarnos, los dos chicos (Ankur y Ankit) y los padres de Ankit nos han invitado a desayunar, y mientras comíamos nos han propuesto visitar con su coche la ciudad. ¡Increíble, parecía que nos encontráramos en Irán o Pakistán! Por un momento he pensado que serian musulmanes, pero la decoración de su casa me ha convencido de que eran hindúes, confirmado a la conversación posterior, en la cual me comentaban que eran vegetarianos (nunca habían probado la carne o huevos), por motivos religiosos, pero también éticos, porque no quieren participar en el sufrimiento animal. Después de desayunar y de comprarnos un diario en inglés, Ankur y Ankit nos han acompañado con coche hasta el fuerte de Gwalior, el cual, según nos han comentado ellos mismos no tenía demasiado interés turístico. Y tenían razón, como principales atracciones poseyendo un palacio decorado exteriormente con cerámicas azules, un templo jainista y unas grandiosas estatuas jainistas del siglo quince, quizás lo más destacable de Gwalior, aunque muchas de las estatuas tengan las caras y los genitales destrozados por el ejército musulmán que conquistó estas tierras un siglo más tarde. Durante la caminata, he preguntado a Ankur, que tenía unos 18 años, si prefería que sus padres le arreglaran un matrimonio o quería casarse por amor. Él me ha explicado, que contrariamente a la mayoría de familias en la India, sus padres eran muy abiertos y le habían manifestado que se podía casar con quien quisiera, aunque fuera de casta diferente. Al volver de la visita de Gwalior, la familia del Anki todavía nos tenía una otra sorpresa preparada, pues nos han invitado a comer una comida deliciosa, aunque algo de la comida era muy pesado o aceitoso, y nos ha sido complicado de digerir después. Finalmente, sin que ninguna de los dos lados supiera como terminar esta bonita experiencia, nos hemos hecho una foto y nos hemos despedido agradeciéndoles mucho su hospitalidad. Y hemos vuelto a la carretera, durmiendo cerca de unos bonitos templos o palacios llamados Veer Singh Mahal que no aparecían en nuestra guía. Khajuraho (ver en mapa) 26/10/2008: Hacía tiempo que no se me colgaba el ordenador, me había confiado, no había hecho copias de seguridad desde hacía un mes y medio y, ahora, mi única esperanza es que como mínimo pueda recuperar el diario del último mes en la India. Por suerte, Alexandra me había robado las fotos del mi ordenador sin mi permiso y sólo he perdido algunas fotos de hace dos días. En cualquier caso, eso no es lo más importante a contar. Lo más importante es que el viaje continúa, y que los últimos dos días hemos visitado dos interesantes lugares y hemos hecho unas nuevas amistades. Ayer visitamos Orcha, quizás no tan recomendable de visitar si no se encontrara de camino de Khajuraho (que hemos visitado hoy). En cualquier caso, Orcha es interesante por los diversos templos y palacios casi abandonados a los alrededores de un pequeño pueblo indio. Para mi gusto, destacaría un gran templo hindú que parecía copiar las dimensiones de una catedral europea y otro templo que se encontraba ocupando las estancias de un palacio, pues la historia cuenta que un maharajá instaló temporalmente una imagen de Rama que más tarde fue imposible de mover, señal inequívoca que Dios quería transformar el palacio en templo, aunque que misteriosamente, más tarde la imagen de Rama pudo ser movida hasta otro templo próximo. A mediodía empezamos a hacer camino hacia Khajuraho, transitando una carretera malísima que nos hacía temer por las futuras carreteras, pues Khajuraho es una de las principales atracciones de la India, sobre todo por las decenas de fotos que la mayoría de los adultos han visto de las estatuas de sus templos, identificadas normalmente con el kamasutra. Los magníficos templos de Khajuraho se construyeron hace un milenio, durante aproximadamente un siglo, en una remota área de la India. Se desconoce porque la dinastía Chandela construyó estos 85 templos (de los cuales sólo 22 han sobrevivido el paso del tiempo) en una área tan alejada de las grandes poblaciones y rutas comerciales, ni como lo hizo para reclutar tanta mano de obra en un área tan despoblada. En cualquier caso, esta extraña situación de Khajuraho salvó sus templos de la destrucción, pues la invasión musulmana y dominio Mugal de la India no tenía ningún interés a adentrarse en una zona selvática, llena de tigres, donde quedaron abandonados los templos. Pero si lo hubieran hecho, a buen seguro que los musulmanes habrían arrasado estas muestras de herejía más impura, donde se muestran numerosas estatuas fornicando o participando en orgías de hasta cuatro personas (normalmente un hombre y tres mujeres). Aunque la mayoría de las estatuas en los templos sólo muestran situaciones cotidianas de la vida a la India de hace un milenio e imágenes de sus dioses, destacan entre éstas, delante de los ojos occidentales, las estatuas sensuales o claramente eróticas. Hay diferentes teorías sobre el porque hay tanta exposición sexual en las templos de Khajuraho, aunque que ninguna de definitiva. Algunos estudiosos opinan que las mencionadas esculturas sólo representan imágenes tántricas, una de las muchas disciplinas del yoga (ejercicios espirituales) para conseguir la iluminación, que en este caso practica la satisfacción espiritual de los instintos básicos; aunque no creo que la imagen de un hombre penetrando un caballo (tal como se representa en uno de los templos) se pueda considerarse tántrica. Otras teorías hablan de un manual abierto del tipo kamasutra (antiguo libro hindú que enseña, entre otros aspectos, como iniciar y mantener una unión sexual) donde los jóvenes brahmins podían aprender como comportarse en su vida adulta. En cambio, otras teorías más inocentes explican que tales imágenes eróticas protegían los templos contra la furia del dios Indra, quién no dirigía sus rayos contra los templos con el fin de no dañar su placer voyeur, aunque esta teoría no debe ser valida hoy en día, porque todos los templos incorporan pararrayos. Después de pasar toda una mañana visitando y fotografiando los principales templos de Khajuraho, al mediodía hemos salido de los templos mientras Alexandra me preguntaba: - ¿Has aprendido alguna nueva cosa? - Sí, pero para practicarla necesitaría a dos otras mujeres. Y acto seguido me ha clavado una merecida colleja. Casi al mismo momento, ha parado delante nuestro otra autocaravana que acababa de llegar al pueblo. Eran los primeros viajeros en coche que veíamos en la India y Alexandra se ha puesto muy contenta, yéndoles a saludar enseguida. Eran un matrimonio francés que viajaban con tres hijas y un perro (que atado a fuera evitaba que los indios les golpearan las puertas durante la noche). Mientras comíamos juntos delante de su autocaravana aparcada a las afueras del pueblo, Thierry y Marie Pierre nos han comentado que habían estado viajando un año y medio por toda Europa, Rusia, Mongolia y, ante la imposibilidad de cruzar China, habían vuelto por las repúblicas "stan", hasta Irán, Pakistán y actualmente India, con la intención de cruzar Burma hasta Tailandia a finales de Enero. Esta posibilidad que habíamos descartado (todo el mundo decía que no se podía cruzar Burma con coche) ha añadido una nueva opción a nuestros planes que pasaban por embarcar la autocaravana en un container hasta Malasia (unos 1000€) o dejar la autocaravana en India y viajar sin casa por China y el sureste Asiático. He estado muy interesado en sus planes y con la posibilidad de cruzar Burma con ellos y con otros franceses que llegarían más tarde. De todas maneras, sería una opción complicada, ya que ellos tramitaran el visado de Burma desde Delhi en diciembre, mientras nosotros estaremos en el Sur de la India celebrando la Navidad con David, Maria y sus familias. En cualquier caso, mantendríamos el contacto para conservar abierta esta posibilidad. Nepal Kathmandu (ver en mapa) 28/10/2008: Después de despedirnos de nuestros amigos franceses y de conectarnos a Internet (utilizando sólo el ordenador de Alexandra), empezamos a hacer camino hacia Kathmandu, Nepal. Teníamos previsto visitar Lucknow donde nos habían escrito de Couchsurfing, pero las buenas carreteras parecían ir dirección Vanarasi y tomamos éstas, sin intención de detenernos para visitar nada por el camino, pues estábamos un poco cansados de la India y de los indios, esperando recuperar la tranquilidad perdida en Nepal. Por otro lado, aunque intentaba no preocuparme por mi ordenador estropeado, necesitaba arreglarlo lo más pronto posible (o intentarlo) y Kathmandu parecía el mejor punto, ya que allí teníamos un muy buen amigo de David y la Maria que nos podría ayudar a encontrar a un buen informático. Otro de los muchos motivos para visitar Nepal, era para realizar una serie de reparaciones al coche, porque no confiábamos que en India podríamos realizarlas con eficiencia, quedando demostrado el primero de estos días, que paramos en un poblado para arreglar los frenos de detrás, que chirriaban. Sólo era necesario soldar una pequeña pieza a las pastillas de frenos para subirlas un poco y evitar que tocaran el eje de las ruedas. Pero después de 45 minutos intentando extraer una de las pastillas, limaron ligeramente uno de los lados, la volvieron a instalar y me comentaron que ya estaba arreglado. Yo ya les había intentado comunicar que la solución era otra y que así no habrían arreglado nada y, evidentemente, la pieza volvió a chirriar al arrancar el motor. Así pues, habiendo visto en desmontar la rueda que el frotamiento de la pieza no era demasiado grave y que podría aguantar perfectamente hasta Nepal, les comenté que no era necesario que lo intentaran más y me marché sin pagar. Parecía que, como mínimo aquellos indios mecánicos, no tuvieran ganas de arreglar mi problema, o que tuvieran mucho poco ingenio, o que simplemente no quisieran ser ingeniosos; si las cosas no son fáciles, prefieren rehusar el trabajo. A pesar de intentar escoger las mejores carreteras dirección en Nepal y Kathmandu, éstas no fueron demasiadas buenas, con numerosos agujeros y abolladuras en el asfalto, camiones locos que nos hacían salir de la carretera y poblados llenos de gente que nos hacían circular a paso de tortuga. Alexandra me preguntaba: ¿"Porque las carreteras siempre pasan por el medio de los bazares? ", pero yo suponía que era el revés, que los bazares simplemente se instalaban en torno a las carreteras principales, dificultando el paso de la circulación. En cualquier caso, tardamos más de los dos días de viaje que pensaba que tendríamos hasta Nepal, ya que de nuevo, hicimos registros que no hacíamos desde África, circulando a medias inferiores a los 40 km/h. Al primer día circulamos 200 km, el segundo 320 km y el tercero, hoy, 375 km, quedándonos a unos 150 km de Kathmandu. Posiblemente, el único motivo que me habría hecho quedar unos días más en la India era el Diwali, una de las fiestas más importantes que se celebran en la India y que ya tuvimos oportunidad de disfrutar entre la comunidad India de Mombasa, en Kenia. Estos 5 días de fiesta que empezaban ayer día 28, están dedicados a diferentes deidades hindúes, entre éstas Rama, al cual se guía desde su largo exilio hacia casa con pequeñas linternas de aceite. Al mismo tiempo, el Diwali coincide con el fin de año según el calendario hindú, motivo de celebración con cohetes y petardos. En cualquier caso, a pesar de no recibir ninguna invitación para celebrar el Diwali, tuvimos ocasión de observar su celebración durante el trayecto. Por la carretera se vendían muchas guirnaldas de flores naranjas y amarillas, que se colgaban a los camiones, casas y posiblemente se ofrecían a los dioses. También había muchas más tiendas vendiendo dulces y, las que sólo venían vegetales, lo hacían el doble de caro. Por otro lado, también era fácil constatar que muchas casas estaban acabadas de pintar con colores vivos, para la ocasión. Por la noche, los niños empezaron a tirar petardos y las casas encendieron las luces típicas de Navidad (en Europa) y a situar velas encendidas delante de las puertas. La Única suerte de hacer el recorrido durante el diwali era que quizás (sólo quizás) había menos tráfico transitando por las carreteras. Finalmente, hoy al mediodía hemos llegado a la frontera del Nepal y con facilidad hemos podido hacernos un visado de 15 días (había diferentes tarifas según la duración deseada del visado) y hemos entrado en este nuevo país. Una de las primeras cosas que llaman la atención al entrar en Nepal es el cambio de hora, quince minutos por delante de India, una manera de indicar que el país es diferente. Aunque no es necesario explicitarlo de esta manera, porque la mayoría de los nepaleses tienen los ojos alargados; visten mejor y limpios y de estilo más europeo (quizás porque era diwali); parece haber muchos menos mendigos (o son inexistentes); y parecen mucho más tranquilos y afables. Por otro lado, las carreteras hasta ahora (nos encontramos a unos 150 kilómetros de Kathmandu) son excelentes, con la hierba de los márgenes recién cortada (y mostrando bastantes restos de basuras que antes habían estado ocultadas), la gente caminando por el lado de la carretera (no sobre el asfalto o por el medio) y los camioneros y conductores de autobús, que parecen conducir con mucha más prudencia. Aun así, hay algunos rasgos en común con la India, como las vacas ocupando el asfalto de la carretera, junto con numerosas bicicletas y motos, algunas de las cuales también llevan a 4 o 5 pasajeros. A pesar de todo, no todo ha sido perfecto y no se ha cumplido mi profecía según la cual, ayer sería el último día en que seríamos molestados durante la noche o que nos intentarían abrir la puerta (en este caso fueron los mismos trabajadores de la gasolinera donde habíamos aparcado). En Nepal, la gente parece mucho más respetuosa con las propiedades de los otros, aunque hemos llegado en el peor momento para comprobarlo. Teníamos opción de aparcar en medio del bosque, pero finalmente hemos decidido aparcar en una gasolinera en medio de un pueblo. Al oscurecer, hemos observado por la ventana cómo grupos pequeños de niños se paseaban por delante de casas y tiendas deteniéndose para cantar y bailar canciones típicas de Diwali a cambio de ganarse unos dulces o unas monedas. Más tarde, los grupos de jóvenes se han hecho más numerosos, de manera que, para cantar en la tienda del lado de la gasolinera, los jóvenes pasaban por el lado del coche, tocándolo, golpeándolo y moviéndolo. Alexandra se ha puesto histérica, haciendo sonar la alarma y chillando a los jóvenes por la ventana. Pero la situación se ha vuelto irresistible cuando la tienda ha instalado un potente equipo de música y la juventud ha empezado a bailar. Nos podíamos haber añadido a la fiesta, pero ya nos encontrábamos en la cama y al día siguiente queríamos llegar temprano a Kathmandú, así pues, para no estorbar más la fiesta de los otros ni nuestro descanso, hemos decidido mover la autocaravana hacia un lugar más tranquilo. 03/11/2008: Han transcurrido 6 buenos días en Kathmandu, en compañía de Jay Ram y su familia. Jay Ram es un muy buen amigo de la familia de David y Maria, los cuales han hecho diversos trequings por las montañas de Nepal guiados por Jay Ram y posteriormente lo han invitado a quedarse unos meses en España. Tanta buena amistad hay entre ellos, que Jay Ram ha llamado a dos de sus hijos, Maria (5 años) y David (2 meses); en medio también tienen una otro energética niña llamada Asmita (3 años). Jay Ram y su familia nos recibieron con guirnaldas de flores y unos largos y finos tejidos que nos colgaron en el cuello, después nos reunimos en la pequeña habitación donde vivían y donde había reunido otros miembros de su familia celebrando el último día de Diwali. Nos ofrecieron té, nos pintaron la frente con diferentes puntos de colores y estuvimos conversando sobre nuestros amigos en común, David y Maria, y su viaje. Después Jay Ram nos acompañó a pasear por la bonita ciudad de Kathmandu, explicándonos que era temporada alta por el turismo (se notaba en las calles) y que había mucho trabajo como guía; de hecho - nos acabó explicando - había rechazado un trequing para poder estar con nosotros. Me supo mal, pues sólo hay 6 meses durante los cuales Jay Ram puede trabajar guiando turistas por las montañas, siendo la única fuente de ingresos de la familia. Por suerte, al cabo de un par de días, Jay Ram nos comentó que tendría un trequing de 20 días, hasta una montaña próxima al everest, manteniéndolo bastante ocupado hasta hoy por la noche, cuando nos ha cocinado la última cena, como siempre deliciosa. Finalmente, después de bebernos un par de cervezas, nos hemos despedido afectuosamente de él deseándonos mucha suerte. Ha sido un placer haber conocido Jay Ram y su familia, pues ha sido un gran confort después de un mes y medio transitando entre desconfiados indios. Su hospitalidad era comparable a la Turca, iraní o Pakistaní, aunque la situación económica de Jay Ram no era comparable a las anteriores familias con las que habíamos estado. Así pues, intenté pagar alguno de nuestros gastos durante nuestra estancia, aunque fue complicado que Jay Ram lo aceptara. También fue interesante encontrarnos con Jay Ram con el fin de conocer de primera mano la situación de Nepal. Aunque no era demasiado amante de hablar sobre política, una mañana me sorprendió explicándome que desde en 1996, el Nepal había estado un país en guerra, muriendo cada día gente inocente como consecuencia del enfrentamiento entre los grupos maoistas y las fuerzas reales. Pocos años más tarde, en 2001, hubo una masacre en el palacio real, en la cual - según fuentes oficiales - el príncipe heredero mató su padre rey, la reina y otros 10 miembros de la familia real porque no aceptaban su matrimonio con una aristócrata. La misma noche, el príncipe heredero se disparó, quedando sucesor del poder real el hermano del fallido rey, presente en palacio durante la tragedia y considerado para muchos nepaleses como el verdadero responsable de la matanza (en la historia real nepalesa hay otros casos similares de masacres). El nuevo rey se propuso de gobernar con más mano dura contra los maoistas, pero diversos días de manifestaciones y huelgas generales en Kathmandu desencadenaron una serie de reacciones políticas que acabaron con el rey destronado y unas elecciones democráticas ganadas por los Maoistas. Estos recientes acontecimientos han acabado pacificando el país, incrementándose sustancialmente el número de turistas esta temporada, motivo para el cual, Jay Ram se mostraba confiado y optimista al mirar el futuro. En realidad, Katmandú es la ciudad más turística que hemos visitado en mucho tiempo. Existe el barrio de Tamel donde todo parece estar enfocado a los turistas: hoteles, restaurantes, agencias de trekking, tiendas de material de montaña, souvenirs ... Aun así, el ambiente está tranquilo y relajado y es agradable de pasear por el barrio de Tamel dirección sur, hasta el barrio antiguo de Katmandú, al centro del cual está la plaza Durbar, apretada de bonitos templos y algunos palacios. Los templos hinduistas y budistas, están tan juntos unos de los otros, que es difícil de hacer una buena fotografía en perspectiva, en cualquier caso, los detalles de los templos también son magníficos, como por ejemplo, los trabajos en la madera o los múltiples tejados que se elevan unos sobre otros. Un ambiente similar, pero con menos turistas, se respiraba en Patan, un pueblo en el sur de Katmandú, con otra plaza Durbar (significa palacio) y un casco antiguo con muchos otros fabulosos templos, en uno de los cuales se celebraba una interesante ceremonia hindú en la que se quemaban ofrendas. A Patan me dirigí con un minibús con los pasajeros enlatados como sardinas y yo, y algunos otros, colgados en la parte de fuera de la puerta. Por suerte nadie se cayó por el camino y al llegar, me pude dirigir a la embajada de Myanmar (Birmania), motivo principal de mi visita a Patan. Los franceses de Khajuraho nos habían informado de que era posible cruzar Myanmar en coche hasta Tailandia, pero el cónsul, aunque amable, no se mostró demasiado optimista. En cualquier caso, me dejó aplicar los visados al mismo tiempo que me sugería contactar a alguna agencia de viajes en Myanmar. También dediqué un par de días más a intentar solucionar otro problema, mi ordenador portátil averiado; pero he estado muy poco afortunado, porque ni he podido arreglar el ordenador ni he podido recuperar los datos del disco duro. Así pues, hoy he comprado un nuevo portátil a través de Internet que he enviado a casa de los padres de David, que llegarán en diciembre al sur de la India; y también hemos modificado la ruta para poder llegar allí con tiempo. Bajaremos por la costa este, donde no hay demasiados monumentos a visitar, y aprovecharemos para detenernos en Calcuta, donde intentaré llevar el disco duro a un laboratorio de recuperación de datos y nos seguiremos informando sobre la posibilidad de cruzar Myanmar en coche. ‹ Anterior (06/09/2008) MES Siguiente (2008-11-05)› ‹ Anterior (2009-08-29 - Nepal) PAIS Siguiente (2009-09-19 - Pakistan)› |
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