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‹ Anterior (08/08/2010) MES Siguiente (2010-10-07)› ‹ Anterior (2010-10-08 - Canada) PAIS Siguiente (2011-01-23 - Mexico)› US Cuyahoga Falls, OH (ver en mapa) 09/09/2010: Nuestro siguiente destino era Cuyahoga Falls, cerca de Cleveland, donde vivía una amiga nuestra. Teníamos opción de llegar pasando por debajo del lago Michigan y cruzando Chicago o bien recorriendo el norte del lago Michigan y por debajo del lago Superior. A pesar de ser un itinerario más largo, conseguí convencer a Alexandra de elegir la segunda opción, para visitar algunos parques naturales y evitar ciudades grandes, las cuales en Estados Unidos nos habían dejado bastante indiferentes. A pesar de todo, la tarde del domingo tuvimos que cruzar la gran ciudad de Minneapolis antes de empezar a conducir pequeñas carreteras cerca del lago Superior. En aquellas carreteritas volvimos a encontrar las enormes autocaravanas, grandes como un autobús, arrastrando normalmente un pequeño coche o todoterreno detrás, que en Estados Unidos se podían conducir con el carnet de coche. Aunque hubiéramos visto muchas en la costa Oeste, todavía nos sorprendían esas grandes y costosas casas que solían conducir parejas de jubilados, de un lado a otro de los Estados Unidos. El lunes por la mañana nos acabamos de llegar hasta el parque natural de las Islas Apóstoles, donde hice una bonita caminata entre un bosque cercano a la orilla del lago hasta unas cuevas en la roca vertical, creadas por las olas del lago. Tuve suerte de que no lloviera, porque poco más tarde empezó a llover y así continuó todo el martes. No estamos demasiado acostumbrados a que nos llueva durante el viaje, así pues, tuvimos que descartar las visitas a unas minas de cobre abandonadas, y por un día decidimos de encerrarnos en una biblioteca y posteriormente en un McDonalds conectados todas las horas a Internet. En cambio, el miércoles tuvimos un poco más de suerte y pudimos hacer alguna pequeña caminata por el Parque Natural de Pictured Rocks. Visitamos una pequeña cascada de un río tintado de marrón o rojo y con mucha espuma blanca que atribuimos a la contaminación, aunque luego leímos que se debía a la gran cantidad de metales en las aguas. Después caminamos por una playa cercana a unos grandes acantilados esculpidos por la fuerza del agua, que se mostraba especialmente virulenta aquella mañana. Desgraciadamente, la lluvia volvió a destrozar nuestros planes y tuvimos que volver a la carretera mucho más pronto de lo que pensábamos. Esto nos permitió visitar la mañana del jueves las impresionantes dunas del parque natural del oso durmiendo (Sleeping Bear dunes NP) y a continuación conducir nueve horas para llegar completamente agotado en Cuyahoga Falls, donde nos esperaban nuestros amigos, Amanda y Mark. Realmente nos relajamos en casa de Amanda y Mark, quizás demasiado, pues prácticamente nos aletargamos, como si la vida no hubiera transcurrido durante estas dos semanas. Necesitábamos unas vacaciones del viaje (sobre todo Alexandra) y parar unos días sin hacer demasiado nada, igual que lo habíamos hecho otras veces. Pero nuestros motivos no siempre se comprendían y no era la primera vez que alguien me preguntaba intrigado por correo electrónico: ´¿Cómo podéis hacer vacaciones de las vacaciones?´, ´¿Que viajáis estresados?´. En primer lugar, el viajero no viaje en vacaciones, al menos en mi caso. Mis ansias de descubrir y comunicar mediante la fotografía y el texto me mantienen ocupado buena parte del día, además de las innumerables horas de conducción. Hace meses que no tengo tiempo para leer un libro, algo bastante usual durante las vacaciones, pues a la mínima que tengo alguna hora parada la intento aprovechar escribiendo el libro de África. Así pues, no diría que viaje estresado, aunque intento hacerlo con tanta pasión que ocasionalmente esta termina consumiendo las energías y es necesario descansar unas horas, ya veces unos días, para recuperarlas para seguir con la misma ilusión que al principio. De todos modos, a pesar de estar buena parte de las horas del día sin hacer nada (básicamente mirando series en el caso de Alexandra y jugando a go a través de Internet en mi caso), también tuvimos ocasión de tener interesantes conversaciones con Amanda, Mark y otros amigos de ellos. Fue curioso poder asistir con Amanda a una gran fiesta para captar fondos para una organización que ofrecía asesoramiento legal gratuito a personas sin recursos. Amanda estaba invitada al trabajar para otra organización que ofrece ayuda y protección a las víctimas de violencia doméstica o de género, y de rebote nosotros también fuimos invitados. La cena fue de película, compartiendo comedor con grandes personalidades de la sociedad de Cleveland, incluyendo la nueva jueza del tribunal supremo: Sonia Sotomayor, quien hizo un discurso aplaudido por las más de 1000 personas asistentes, que en general habían pagado $ 150 por cubierto. Me sorprendió la gran cantidad de recursos que movía la organización que organizo el evento, sobre todo teniendo en cuenta que sólo actuaba en el condado de Cleveland. Pero luego pensé que el tamaño de la organización era equivalente al problema, pues según me explicó Amanda, Cleveland es la peor ciudad de Estados Unidos donde vivir (según la revista Forbes), después de analizar calidad de vida , trabajo, bienestar social, pobreza, corrupción, educación, violencia,... Por ello, Cleveland era llamada ´the Mistake by the Lake´ (el error junto al lago). También la organización de Amanda trabajaba exclusivamente en el contado de Cleveland, trabajando con cientos de clientes cada año, de los cuales ella sólo atendía las mujeres latinas. Teniendo en cuenta la gran cantidad de ilegales en Estados Unidos, Amanda explicó una interesante iniciativa del gobierno americano que a cambio de denunciar a los agresores, las victimas sin papeles eran nacionalizadas. También fuimos a cenar varias veces con amigos de Amanda y Mark, conociendo una de estas veces un hombre que me pareció fascinante. A medida que me iba interesando por su historia personal, Miguel me fue describiendo sus orígenes de clase media en El Salvador, hasta confesar de que había participado en la guerra civil en su país, luchando con el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Miguel me explicó alguna de las crueldades del gobierno dictatorial del Salvador durante los años 80, como los escuadrones de la muerte, que -según él- justificaba su lucha como terrorista. Sin que me lo dijera, intuí que Miguel había participado en la muerte de muchos dirigentes políticos o militares, debido a su clase social y facilidad para relacionarse con gente importante. De todos modos, al final fue descubierto y tuvo que huir del país, para evitar que el gobierno lo capturase o que el FMLN lo matara, pues sabía demasiado. Durante sus años de lucha, me contó que había conocido a varios terroristas de ETA, a quienes consideraba demasiado radicales y con menos argumentos para mantener su lucha terrorista, pues en el País Vasco no se cometían las mismas injusticias que en El Salvador. Finalmente me comentó que nos facilitaría el contacto con mucha gente interesante en su país donde, tras los acuerdos de paz en 1992, actualmente gobierna el FMLN. Nos reservamos para el penúltimo día, la visita a los amish, una comunidad religiosa presente en el estado Ohio caracterizada por su aislamiento del mundo moderno, conservando un estilo de vida de siglos atrás. De todos modos, la realidad que nos encontramos fue muy diferente a la esperada e incluso frustrante. Por un lado, el pueblo donde en teoría vivían los amish estaba completamente corrompido por el turismo, lleno de tiendas de productos amish, hoteles y restaurantes. Por otro lado, en seguida nos dimos cuenta que los amish, a pesar de las informaciones que teníamos, no viven una vida tan anticuada y están rodeados de tecnología relativamente moderna. Decidimos pagar una entrada para visitar una casa amish, que no nos pareció demasiado diferente a una casa de los años 60 o 70, con la diferencia que en vez de instalación eléctrica, la luz funcionaba con gas natural. Pregunté a la mujer que atendía la casa, que vestía un sencillo traje tradicional, porqué los amish no podían utilizar electricidad y nos comentó que la biblia les obligaba a vivir con humildad. Luego añadió que sin electricidad no tendrían la tentación de tener televisión, un aparato que desintegra las familias, por ejemplo evitando que padres e hijos coman juntos en la mesa. En cualquier caso no entendí que no pudieran utilizar la electricidad, y ni tan solo pudieran conducir coches, pero sí pudieran utilizar maquinaria que funcionara con combustible, como tractores o aserraderos. Y menos lo entendí cuando en la misma casa leí que los obispos amish permitían la utilización de paneles solares para tener luz eléctrica durante la noche, más económica que la luz a gas. Al final pensé que los amish no querían renegar de la tecnología, ni siquiera vivir igual que en la antigüedad, simplemente querían adaptarse más lentamente a la tecnología, para así poderse considerar más humildes que el resto de mortales. A pesar de no conservar sus orígenes, esta manera de vivir incluso se podría considerar romántica para algunos nostálgicos, pero la práctica, estas regulaciones y dogmas acaban llevando más problemas que ventajas. Me sorprendió leer que los niños amish sólo pueden estudiar en la escuela primaria, hasta el octavo grado, porque consideran que los conocimientos de la escuela secundaria y universidad son estériles para su modo de vida. Pregunté a la mujer de la casa porqué un chico o chica amish no podían ser médicos, a los que visitan cuando se ponen enfermos, o ingenieros, quienes han diseñado sus tractores, pero la mujer me respondió que no lo pueden ser porque si lo fueran deberían de utilizar la electricidad, algo prohibido en su cultura. Así pues, en teoría los amish sólo podían trabajar en el campo, fabricando muebles y casas de madera y en el sector del turismo, esta última una actividad que los mantenía conectados al mundo exterior y bajo la influencia de personas indiscretas -como yo- que ponían en cuestión su fe y normas. Teniendo en cuenta todas estas incongruencias que mantenían su sociedad atrasada en el presente, no me extrañó leer que -según sus datos- un 20% de sus jóvenes abandonaban esta secta cristiana, aunque yo juraría que son muchos más. Inevitablemente, esta forma de vivir está condenada a desaparecer, y al final puede que sea una lástima, porque los amish también son reconocidos por su rechazo a la violencia, por ejemplo negándose a servir al ejército, una calidad a veces demasiado ausente en actualidad.
Niagara Falls (ver en mapa) 24/09/2010: Hace poco más de 3 meses, cuando llegamos al aeropuerto de Los Ángeles, un policía de inmigración nos preguntó cuáles eran nuestros planes en los Estados Unidos. Le explicamos que ya llevábamos cuatro años viajando y que teníamos intención de viajar 2 años más en América del norte, central y sur, incluyendo unos ocho meses en Estados Unidos. Entonces, el policía de inmigración nos advirtió que sobre todo pasáramos un mes en Canadá porque sino, al entrar de nuevo a los Estados Unidos, no nos darían seis meses más de visa y deberíamos terminar de visitar los Estados Unidos con el tiempo que restara del visado original de seis meses. Confiando con esta información, habíamos programado nuestra estancia en Canadá por un mes, pero al cruzar la frontera en Niagara Falls, preguntamos a un policía de inmigración canadiense si las informaciones que teníamos eran correctas. Sorprendentemente, el policía nos dijo que no, que al entrar de nuevo en Estados Unidos seguiríamos teniendo la misma visa, y que en teoría tendríamos que abandonar el país el 9 de diciembre. Chocados por esta nueva información, pedimos al policía si podíamos volver a Estados Unidos a preguntar sobre este problema, pues en la entrada en Canadá no había ningún control de inmigración americano. Para poder hacerlo, tuvimos que hacer una cola en las oficinas de inmigración canadienses y otra en las oficinas de inmigración de los Estados Unidos, lo cual molestó a Alexandra, quien me acusó dos o tres veces de meterme en problemas. Finalmente nos atendió un policía de inmigración de los Estados Unidos, quien nos confirmó las informaciones recibidas en Canadá, que nuestro visado era de seis meses y que para poder disfrutar de seis meses más, teníamos que volver un mes a Europa, pues Canadá no contaba como tercer país. Entonces empezamos a preguntarle por posibles soluciones, pues para nosotros era complicado volver a Europa o llegar a México en dos meses y medio, hasta que el policía fue a hablar con su jefe y volvió con nueva información: ´`la ley dice que tenéis que volver a Europa para obtener 6 meses más de visado. Pero si os estáis un mes en Canadá y al regresar a Estados Unidos convencéis que vuestra intención no es quedarnos para siempre en el país y que en cuatro meses saldréis a México, el policía de inmigración correspondiente también tiene la opción de daros 6 meses más de visa, pero depende completamente del policía´`. Contentos con esta información más detallada, volvimos a Canadá con la intención de pasar un mes, con la esperanza de que al regresar a Estados Unidos nos encontráramos un policía de inmigración suficiente simpático a quien pudiéramos convencer de que realmente estábamos realizando un viaje de 6 años por todo el mundo. Cruzamos la frontera que hay en las cascadas de Niagara, las cuales ya nos habían maravillado al observarlas desde los Estados Unidos. Pero desde Canadá, las cascadas aún resultaban mucho más espectaculares, pues podíamos observar por delante como las caudalosas aguas del río Niagara se precipitaban a lo largo de casi 700 metros por un risco de 50 metros de altura tallado en forma de herradura. Era un espectáculo formidable, aunque no fueran las mejores cascadas del mundo, contrariamente a algunas opiniones escuchadas, pues eran superadas en altura, anchura y caudal (durante la época de lluvias) por las cascadas de Victoria, entre Zambia y Zimbabwe. Particularmente, habíamos disfrutado más de las cascadas de Niagara, pues habíamos visitado las de Victoria durante la época seca, aunque esperábamos extasiarnos mucho más al cabo de un año, cuando teníamos planeada la visita a las cascadas de Iguazu, entre Brasil y Argentina, en teoría aun más impresionantes a las dos anteriores. En Toronto disfrutamos de una hospitalidad inolvidable, comparable a la que había recibido años atrás en Ucrania y Rusia, y tal vez no era de extrañar, pues la familia que nos alojó venía de Polonia, huida de su país durante el comunismo. Ewa, la madre de la familia, nos trató como si fuéramos dos más de sus tres hijos, invitándonos a cenar ya desayunar cada día (a excepción de una noche que cocinó Alexandra), sugiriéndonos recónditos e interesantes lugares a visitar en Canadá y Costa Rica, dejándonos una tarjeta para visitar gratuitamente los parques nacionales de Canadá, regalándonos comida al marcharnos, ... A cambio de esa abrumadora hospitalidad, nosotros sólo pudimos obsequiarles mostrándoles fotos del viaje y explicándoles anécdotas divertidas y aterradoras, aparte de comprometernos a alojarlos a nuestra casa cuando volviéramos a Cataluña. Al día siguiente de llegar, domingo, fuimos a visitar Toronto. Tuvimos suerte que Ewa y Christian, su marido, llamaran a unos amigos en el centro de la ciudad y pudiéramos aparcar gratuitamente en su bloque de apartamentos y así ahorrarnos 10 o 15 dólares de aparcamiento. Empezamos a pasear por la universidad, donde había una feria del libro y tuvimos oportunidad de relajarnos escuchando un concierto de música mexicana y otro de camerunesa. Después seguimos nuestra caminata hasta la alta torre Nacional de Canadá, de 553m, sin encontrar demasiado de interesante durante el camino: muchos bloques de oficinas y calles desiertas, porque era domingo y porque hacía un frío que pelaba. Con todo constatamos una cosa, que en Canadá la gente era menos reticente a vivir en bloques de pisos, como en Europa, y de otro lado, a diferencia de Estados Unidos también había muchas más construcciones de piedra y de ladrillos. Convenciendonos de que Toronto tenía muy poco atractivo que ofrecernos, los siguientes días los pasamos relajados en casa de la familia, trabajando y también conversando con Christian, que era camionero y entonces no tenía trabajo, y su hija Zosha . Ambos, nos mostraron una actitud crítica hacia Estados Unidos, hacia sus políticas y guerras internacionales y también hacia una parte importante de la sociedad, que quiere tener el derecho de llevar armas, no quieren el sistema de sanidad universal y aceptan que los estudiantes paguen hasta tres veces más que en las universidades de Canadá. También criticaron la actitud de los quebequeses, los cuales no entendían que quisieran la independencia del Quebec. Sin modificar su tono crítico, Christian aceptó ser entrevistado para el proyecto ´`tomando el pulso al mundo´`, opinando que el principal problema del mundo y también de Canadá eran los políticos estúpidos, que sólo hacían políticas populistas para ser reelegidos, un problema de difícil solución porque las tiranías o reinos funcionan peor, aunque la educación mejoraría la situación. A nivel personal Christian se consideraba feliz, pero lo sería más si no tuviera que trabajar, aunque el secreto de la felicidad es no preocuparse por el dinero. Estaba convencido de que Algonquin era un parque nacional, sobre todo porque el Ewa nos había recomendado de visitarlo cuando nos había dejado la tarjeta para acceder a los parques nacionales gratuitamente, pero cuando entré en el centro de información de Algonquin para que me recomendaran algunas caminatas, el ranger que me atendió me dijo: - Lo siento, este es un parque provincial y esta tarjeta no es válida, deberías pagar la entrada de 16$. Me quedé con una cara estupefacta, al tiempo que le respondía: - Un momento, voy a preguntar a mi mujer qué hacer. Pero no lo hice. Volví a la furgoneta y, sin contar a Alexandra la conversación con el ranger, entramos en el parque con la intención de hacer alguna excursión. Si hubiera comentado a Alexandra que estábamos haciendo las caminatas ilegalmente y que nos aventurábamos a que nos pusieran una multa, se hubiera puesto histérica me habría hecho abandonar el parque enseguida. Por eso esperé hasta el siguiente día, cuando antes de finalizar una bonita caminata le comuniqué las noticias. Naturalmente no le hizo demasiada gracia, y enseguida aceleró el paso para llegar lo antes posible al coche y escapar de los límites del parque. En cualquier caso, la desinformación de Alexandra nos permitió visitar el Parque con tranquilidad. Incluso, Alexandra se mostró muy animada de acompañarme a todas las excursiones que propuse a Algonquin, caminando por el lado de varios lagos y rodeados de bosques que empezaban a teñirse por el otoño. Seguramente el parque nos habría desencantado si no fuera por el magnífico espectáculo que ofrecía el otoño: entre algunos árboles de hojas verdes y frescas, muchos otros ya habían cambiado el color hacia amarillo, rojo, naranja y marrón. Toronto no nos había fascinado en exceso, en cambio Ottawa nos encantó, porque era más pequeña (a pesar de ser la capital de Canadá) y poseía muchos más edificios históricos. En Ottawa nos alojó Dino, de orígenes italianos, que vivía cerca del centro, por donde estuvimos caminando el sábado y el domingo. Toronto ya nos había parecido una ciudad europea, pero Ottawa nos dio aún más esta sensación, sobre todo por su centro histórico, en el que destacaban los magníficos edificios del Parlamento y algunas iglesias del siglo diecinueve. Dino fue otro huésped que nos trató de maravilla, quizá demasiado, dejándonos cena hecha el día que llegamos, aunque él ya supiera que tenía que irse y no podría comer con nosotros. Dino se empeñó en invitarnos a todo, pero nosotros no siempre lo aceptamos, a pesar de comprender que él quería ser hospitalario con nosotros de la misma manera que lo habían sido con él, cuando había viajado por varias regiones del mundo. En cualquier caso, el sábado Alexandra cocinó y cenamos los tres juntos, teniendo oportunidad conversar sobre diferentes temas. Dino nos confirmó una observación que habíamos hecho en la carretera, que en toda la provincia de Ottawa los carteles estaban escritos en Inglés y Francés, y continuación nos explicó cómo funcionaba en Quebec, donde había estado viviendo casi toda la vida. En Québec era obligación para todos los comercios de tener los carteles en francés y el inglés sólo se podía utilizar si las letras eran como máximo un 50% más pequeñas que las francesas. Más tarde, conversando sobre el Quebec, me di cuenta de que los quebequeses disfrutaban de las principales reivindicaciones de los nacionalistas catalanes. Incluso, el gobierno de Quebec tenía capacidad para convocar un referéndum sobre la independencia de la región de Canadá, aunque en los dos convocados los separatistas no habían alcanzado el 50% de los votos (1980 40.44%; 1995 49.42%). Dino había votado en contra en el anterior referéndum, al igual que muchos amigos suyos franceses que vivían en Montreal, manifestando que los secesionistas sólo lo eran por motivos culturales, pues la economía de la región se vería perjudicada con la separación. En otra conversación, comentó que los Estados Unidos y Canadá son países muy productivos, pero por el contrario, los empleados en la mayoría de las empresas sólo disponen de dos semanas de vacaciones. Es por ello que, la única oportunidad que tienen los americanos para viajar se cogerse unas largas vacaciones sin cobrar o simplemente plegar del trabajo para poder viajar durante un año, la opción que escogió Dino para poder viajar por buena parte del mundo. Boston, MA (ver en mapa) 03/10/2010: Aunque sólo visité Boston durante un día, fue una ciudad que me gustó, pues a diferencia del resto de ciudades visitadas en Estados Unidos, tenía algunas iglesias y edificios antiguos medio ocultados bajo los rascacielos y al mismo tiempo históricamente había sido una ciudad muy importante. Fue aquí donde se inició la guerra de independencia entre los Estados Unidos e Inglaterra, siendo la primera colonia del Reino Unido a liberarse. Paseando por el itinerario de la independencia marcado con una línea roja en el suelo durante 5 kilómetros, pasé por la plaza donde se había producido la masacre de Boston, cuando cinco americanos que protestaban por la subida de los impuestos fueron matados por los soldados ingleses. También en Boston nació el conocido Tea Party, cuando decenas de ciudadanos decidieron protestar tirando el mar todo el cargamento de té de tres barcos, los cuales habrían tenido que pagar impuestos si hubieran sido descargados en el puerto. También era posible visitar desde el mismo itinerario varios cementerios del siglo dieciocho y diecinueve donde había enterrados varias víctimas de la revolución o de las diversas batallas por la independencia que se produjeron alrededor de Boston. Separada sólo por el río Charles, al día siguiente visité la ciudad de Cambridge, en el centro de la cual se extiende la famosa universidad de Harvard fundada en 1631, 150 años antes de la independencia, convirtiéndola en una de las más antiguas del país, donde a lo largo de la historia se graduaron hasta 8 presidentes de la nación y hasta 75 premios Nobel. En Boston fuimos alojados por una pareja de Couchsurfing, con los que no hubo demasiada interacción, algo que atribuí a su excesiva pasión por la cerveza. Sin embargo, Jesse y Erin eran una de las parejas que habíamos encontrado más activas y ya llevaban alojadas a más de 400 personas, quizá porque Jesse era el hermano del fundador a Couchsurfing. Una noche decidí acompañar a Jesse a un pub y conversar un poco con él, pero sinceramente, no entendía demasiado su manera de hablar y sus respuestas parecían demasiado enrevesadas. De todas formas, a través de Jesse, conseguí conocer ligeramente su hermano, Casey Fenton, quien había tenido la idea de crear Couchsurfing después de haber realizado un viaje a Islandia en 1999 y haber enviado un correo electrónico a 1500 estudiantes preguntándoles por alojamiento. Habiendo recibido hasta 50 ofertas de acomodación, pensó con el potencial de una red de personas hospitalarias que se extendiera por todo el mundo. Fue así que en 2003 fundó Couchsurfing, sin ánimo de lucro, un proyecto que, ayudándose de una eficiente red de voluntarios, cuenta actualmente 2,2 millones de miembros distribuidos en 237 países y territorios. De todos modos, a pesar del éxito, Casey seguía empeñado en mantener Couchsurfing como una organización sin ánimo de lucro, sin publicidad y financiándose exclusivamente de donaciones, a pesar empiezaba a pensar de retirarse del proyecto -según explicaba su hermano- y dedicarse a alguna otra cosa que le reportase más rendimiento económico de cara al futuro. Nuestra estancia en Boston coincidió con las elecciones americanas de la mitad de mandato, en las que el tea party o la extrema derecha republicana consiguió muy buenos resultados. Un movimiento social que había tomado el nombre del mismo grupo que había luchado contra los impuestos que imponía la corona inglesa antes de la independencia. Nos extrañó que Jesse fuera la primera persona en Estados Unidos que se sentía identificado con los republicanos, pues el movimiento social de Couchsurfing está formado en general por personas ancladas en la mentalidad izquierda. De todos modos su mujer Erin era demócrata y aquella tarde de las votaciones se produjo una interesante discusión. Erin había ido a votar, votando que estaba de acuerdo en mantener ciertos impuestos en un formulario anexo, pero Jesse no tenía intención de votar porque decía que si lo hacía, votaría en sentido contrario Erin anulando los votos de su mujer. Pero Erin consideraba que la democracia era más importante a sus sentimientos partidistas y obligó a Jesse a ir a votar, quien escogió el boleto republicano y marcó la opción de anular los impuestos consultados pues -según él- mantenerlos era una medida comunista. Sin embargo, aquella noche supimos que los demócratas habían ganado al estado de Massachusetts, del cual Boston es la capital, en cambio la mayoría de ciudadanos habían votado de anular los impuestos consultados, incluyendo una tasa alcohol destinada a financiar asociaciones de ayuda a los alcohólicos.
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