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Los antiguos templos y ciudad de Monte Alban se construyeron en la cima de una montaña que previamente se allanó, por lo que pudimos disfrutar de una buena vista de las antiguas construcciones y de los valles de los alrededores. Durante la visita volví a concluir que el conocimiento necesario para construir tales maravillas no podía haber sido transportado por los primeros pobladores de América al cruzar el estrecho de Bering ahora hará unos 10.000 años. Y reafirmé más mi creencia después de ver una maqueta de cómo era una casa prehispánica: paredes de piedra y ladrillos de barro recubiertos de un estucado de cal viva y arena, puerta rectangular, vigas sosteniendo el techo de paja recubierto con una capa de barro, y un patio descubierto en el centro. Volví a pensar que la arquitectura era demasiado similar a ambos lados del océano Pacífico y que era demasiado casual que se hubiera desarrollado al mismo tiempo, sin transmisión de información entre un continente y otro. Por eso volví buscar en Internet y me sorprendí de encontrar numerosa información sobre teorías, e incluso evidencias, sobre viajes realizados por diferentes culturas asiáticas, como los polinesios, chinos, japoneses, indios... que podrían haber transmitido el conocimiento necesario para construir aquellos templos y casas o para trabajar metales. Aparte de la visita al zócalo de Oaxaca, en el mercado de Tlacolula y Monte Alban, Zoe nos presentó a varios amigos muy interesantes, entre ellos Charlie, otro estadounidense que en los años setenta había viajado a México sin un duro y se había enamorado de una chica que vivía en un remoto pueblo indígena. Con la intención de casarse con la chica, estuvo trabajando durante un año para su familia sin cobrar y posteriormente regresó a Estados Unidos para ganar algún dinero para pagar la boda, pero la familia de la chica no parecía dispuesta a cambiar las tradiciones ni a permitir la boda, y una tía se encargó de quemar todas las cartas que él había enviado a su promesa desde los Estados Unidos. Al no recibir respuesta de su amada, Charlie creyó que ésta lo había olvidado y un par de años más tarde se casó con una canadiense. Sin embargo, Charlie había dejado buenos amigos en México y años más tarde volvió, pasando por el pueblo, donde alguien de la familia le contó que la chica lo había estado esperando durante muchos años porque su tía no le había hecho llegar sus cartas. En la misma conversación Charlie explicó que visitando a otro amigo en un remoto pueblo indígena, la madre de un amigo suyo fue disparada en el estómago y murió. Los vecinos del pueblo pensaron que Charlie había sido el autor del disparo y estuvieran bastantes horas discutiendo si debían matarlo disparándole en el estómago o colgándolo. Pero finalmente, un testigo aseguró que Charlie estaba lejos de la zona durante el crimen. Después, la gente del pueblo le explicó que históricamente había muchas discusiones con un pueblo vecino y que ocasionalmente se cometen crímenes de un pueblo a otro para satisfacer venganzas que siempre generan nuevas ansias de represalia. Charlie también contó que en estos remotos pueblos, donde se puede tardar más de un día en llegar, también se acostumbra a cultivar mucha droga (marihuana, amapola y hojas de coca) que sólo enriquece a una minoría del pueblo. Al principio pensé que era extraño que la policía no pudiera descubrir dónde cultivaba la droga, pero un par de días más tarde, cuando me dirigía a visitar una cascada petrificada a Hierbe el Agua, transitando con un bus por un inacabable camino de carro, entendí la aislamiento de muchos pueblos en México y la posibilidad de cultivar droga sin ser descubierto. Zoe también nos presentó a Genevieve, una antropóloga mexicana, que nos habló de los problemas de las comunidades indígenas, las cuales -según ella- se deberían de adaptar a la cultura occidental si querían prosperar, siguiendo la ley de Darwin , sin perder la cultura pero sí cambiándola. También nos explicó que las comunidades de México se rigen por ´usos y costumbres´, unas leyes locales que por ejemplo establecen que al construir una casa se debe de dar trabajo al pueblo, que al cumplir 18 años los chicos tienen que hacer servicios sociales para el pueblo, que se debe de colaborar con la iglesia... Posteriormente tomé el pulso al mundo con Genevieve, quien opinaba que la falta de trabajos y las enfermedades en los países en desarrollo eran los principales problemas del mundo, que se podrían solucionar con menos población, educación y gobiernos más honestos. En México, los principales problemas son la iglesia católica que con la religión controla el país, el narcotráfico provocado por el consumo de los vecinos del norte y la corrupción, los dos últimos unos problemas que se podrían solucionar con una rigidez punitiva similar a la del dictador Porfilio Díaz. A nivel personal Genevieve era feliz porque tenía las necesidades básicas cubiertas y tenía educación. El secreto de la felicidad es llevar la felicidad dentro y no esperar que los demás te hagan felices. Finalmente expresó un sentimiento común en el país: ´En México estamos jodidos pero estamos contentos´. Fidel y Sibilina*, mexicano y europea respectivamente, fueron nuestros siguientes anfitriones en Tuxla Gutiérrez, la capital del estado de Chiapas, una ciudad muy comercial y sin demasiado interés. Muy pronto, Fidel y Sibilina nos hicieron partícipes de sus ideologías revolucionarias, expresando su rechazo a las multinacionales, en especial las americanas como la Cocacola, una compañía que había sido presidida por el presidente Fox, quien había impulsado el consumo entre las comunidades indígenas provocándoles nuevas enfermedades como la diabetes. Focalizando la atención en las comunidades indígenas, Sibilina comentó que había mucha miseria humana, más que económica, con muchos indígenas emborrachándose y actuando violentamente. También describió las presiones que reciben para el control de su tierra, de parte de los narcotraficantes para plantar drogas o de las multinacionales para cultivar transgénicos. Aunque los indígenas sigan siendo inocentes y mantengan su tímida sonrisa, las comunidades están perdiendo su cultura, las familias se desestructuran, muchas mujeres son maltratadas, hay muchos suicidios entre los jóvenes... Tuxla Gutiérrez no tiene demasiado interés pero cerca de la ciudad hay una atracción natural muy visitada, el cañón del Sumidero, una falla geológica está parcialmente cubierta por el agua de una presa que aún conserva desniveles verticales de más de un kilómetro de altura. Allí, mientras esperábamos una barca que nos llevara a ver el cañón, empecé a conversar con un guía turístico, quien me confirmó una teoría personal, que el turismo nacional suele gastar más que los turismos extranjeros. Después explicó que el turismo español y norte-americano ha bajado mucho debido a las noticias que se publican sobre México a sus medios de comunicación, a diferencia de los otros países occidentales que siguen manteniendo la cuota de turistas. Realmente, aquí en México no nos daríamos cuenta de las muertes diarias debido al narcotráfico si no fuera por las lecturas que hacemos a través de internet de los diarios españoles y catalanes. Finalmente, el guía añadió que la gripe aviar también había influido mucho en el flujo del turismo, porque había situado a México en el centro de la epidemia. El último día por la tarde, cuando nos disponíamos a visitar la plaza de la Marimba para escuchar música en vivo, mantuve una de las conversaciones más fascinantes del viaje. Sibilina y yo estábamos confrontando amigablemente nuestras opiniones sobre las medicinas alternativas, ella manifestando su fe en la homeopatía y yo opinando que esta ´curaba´ gracias al efecto placebo. Pero de repente Sibilina me dejó boquiabierto con su nuevo manifiesto: que el virus del Sida no existía, que la enfermedad no se transmitía sexualmente y que sólo se desarrollaba a causa de la miseria humana. En este momento le confesé que no podíamos seguir hablando porque nuestras convicciones estaban demasiado alejadas, las mías basadas en la ciencia y las suyas en las supersticiones, y no disponíamos de una base común sobre la cual construir y exponer nuestras ideas. Sin embargo, después busqué en Internet y volví a sorprenderme que hubiera más gente que opinaba lo mismo que Ángela, incluyendo el anterior presidente sudafricano Thabo Mbeki, quien con su negación del Sida provocó un incremento de los infectados en su país. Es algo importante que estoy aprendiendo en este viaje: la gente en general es engañada fácilmente y acostumbran a tener muy poco criterio para contrastar las informaciones que reciben. Curiosamente, posiblemente Sibilina también estaría de acuerdo con mi último manifiesto, porque más tarde nos habló sobre el daño que las religiones cristianas hacían entre los indígenas, los cuales eran convencidos fácilmente de todas las supersticiones que los predicaban los misioneros. * Fidel y Sibilina no son los nombres verdaderos de nuestros anfitriones. A pesar de haber pasado unos buenos días con ellos, después de leer mi diario, nuestros anfitriones se molestaron muchísimo, acusándome de haberles gravado las conversaciones y de haber tergiversado sus opiniones (las del primer parágrafo, no las referentes a la Sida). Lo que relato aquí, y en todo el diario, es mi interpretación de los hechos que me sorprenden, tal y como estos se gravaron en mi cerebro y en mi bloc de notas. No pretendo juzgar personas, pero a veces si me gusta ponderar sus opiniones para contrastarlas con las mías. Nuestros anfitriones me pidieron que borrara todo lo que contara sobre ellos, pero yo no quiero desprenderme de los recuerdos que marcan mi existencia y mis opiniones. A pesar de que me han amenazado con enviarme vibraciones negativas (suerte que no creo en estas supersticiones) por respeto a ellos he decidido modificar sus nombres. San Cristobal de las Casas es una ciudad muy turística donde tuvimos suerte de ser acogidos por una de las únicas personas que aloja gratuitamente a través de Couchsurfing. José Luís es un hombre de unos 55 años que estaba alojando a otra media docena de viajeros, manteniéndonos entretenidos con diversas fiestas e interesantes conversaciones. A mí me contó que en los años 70, justo después de la dictadura franquista, pasó un año en Barcelona, y explicaba que los productos en aquel tiempo eran hasta 3 veces más económicos que en México. A partir de este comentario, pregunté a José Luís porque pasados 40 años la economía española había mejorado tanto y en México no, llegando a invertirse la situación. José Luis opinó que España había sabido adaptarse y evolucionar para entrar en la Unión Europea, a diferencia de México, que no ha podido abrir las puertas de los Estados Unidos debido a la corrupción que pudría todos los estamentos estatales. En una de las fiestas organizadas por José Luís, había una pareja que había venido con su hijo de un año, encantador, y les pregunté si era verdad lo que había escuchado en alguna otra parte de México, que si miras fijamente a un niño le puedes dar mal de ojo. El chico enseguida dijo que era verdad y me empezó a argumentar que si un niño es mirado fijamente recibe las vibraciones negativas del observador y es muy posible que enferme. Me sorprendió su superstición, sobre todo porque el chico tenía un aspecto muy europeo, al contrario de su mujer, que era indígena y lo miró bastante incrédula durante la exposición, quizá porque había ido a la universidad y era veterinaria de profesión. Aparte de visitar varios días el centro de San Cristobal de las Casas, también visité las próximas comunidades indígenas de San Juan Chamula y Zinacantan, donde sus habitantes parecían muy supersticiosos, con algunas iglesias llenas de velas ante las cuales se desarrollaban rituales extraños. Fui a Zinacantan con una pareja de Franceses que estaban haciendo un itinerario por América similar al nuestro y durante el trayecto me explicaron una anécdota que me dejó asombrado. Dos días antes habían tenido un accidente de autobús por la noche, chocando con un vehículo, cuyo conductor falleció durante el impacto. Según las marcas dejadas sobre el asfalto, los franceses dedujeron que el coche pequeño era el culpable del accidente, al invadir el carril contrario. Pero los dos conductores del autobús no deberían de confiar mucho en que las autoridades los consideraran inocentes y en pocos minutos desaparecieron de la zona de la escena, seguramente para empezar una nueva vida fuera de la ley. No habría dado importancia a la anécdota si no fuera que estos días los medios de comunicación publicaban que el gobierno francés denunciaba al gobierno mexicano que tenía encarcelada a una ciudadana francesa acusada de secuestro con pruebas fabricadas. También había habido otros amigos que nos habían contado historias similares, provocando una carencia total de confianza en la justicia mexicana, una lástima en un país donde el crimen esta tan arrelado. De camino a la costa, nos alojamos un par de noches en un hostal de Palenque, donde hay unas ruinas mayas entre la selva tropical, al pie de las montañas de Chiapas, haciendo frontera con la llanura del Yucatán. Quizá eran las ruinas pre-hispánicas visitadas más cautivadoras, por el entorno natural exuberante donde estaban situadas, pero también por su arquitectura sofisticada, con varios pasillos adentrándose por dentro de las pirámides o el palacio, cubiertos con arcadas primitivas de forma triangular. Al visitar el museo me sorprendió de sobremanera la copia del sarcófago del gobernante Pakal, encontrado en el interior de una de las pirámides de Palenque. El sarcófago de piedra era decorado con gran belleza, con cierta similitud con los sarcófagos egipcios. Inspeccionando este sarcófago modifiqué ligeramente mis teorías sobre contacto cultural entre asiáticos y pre-hispánicos y empecé a pensar que muchas tecnologías se tenían que haber desarrollado independientemente, sin contacto cultural, como si por ejemplo estuviera codificada en nuestros genes la necesidad de construir sarcófagos profusamente decorados para enterrar a las personas queridas. Campeche, Cm (ver en mapa) 19/02/2011: Campeche es una ciudad costera muy tranquila y bonita, con casas bajas pintadas de diferentes tonalidades cálidas, un agradable zócalo y unas murallas que rodean buena parte de la villa, las cuales fueron construidas por los españoles en 1686 para proteger el puerto de los anteriores ataques piratas que anhelaban las riquezas de los barcos que marchaban cargados de oro y plata hacia España. Sólo habíamos previsto de quedarnos una noche, pero al final decidimos quedarnos otro día, relajándonos en el hostal y recorriendo buena parte de los callejones de la ciudad. Merida (ver en mapa) 22/02/2011: Habíamos sopesado la posibilidad de celebrar nuestro primer año de casados en Campeche, que bien se lo habría merecido, pero al final decidimos ir a Mérida y la fortuna nos sonrió, porque llegamos en domingo, el día de la semana en que la ciudad se reúne bajo la sombra de los árboles y las arcadas del zócalo para observar bailes tradicionales, escuchar conciertos o bailar música latina. Estuvimos buena parte de la tarde impregnándonos de la colorida cultura de Mérida y por la noche fuimos a cenar en un buen restaurante donde tenían un guitarrista cantando bonitas serenatas. Fue una buena manera de celebrar este primer año compartido como matrimonio, algo no demasiado diferente de los años anteriores años compartidos como pareja, aunque también era verdad que cada vez más nos sentíamos más unidos, quizás porque ya hacía mucho tiempo, desde Oriente Medio, que se habían acabado las crisis de nervios de Alexandra ante las situaciones estresantes del viaje. Durante nuestra estancia en Mérida teníamos previsto visitar Chichen Itza, las principales ruinas mayas de la península del Yucatán, pero estas eran bastante caras y varios amigos nos habían advertido que no eran tan impresionantes como las ruinas de Palenque. Así pues, descarté esta visita y por el contrario me decidí aceptar una recomendación de Jan de México DF y visitar un magnífico cenote, un tipo de cueva con lago subterráneo bastante común en Yucatán. Temprano por la mañana, me dirigí a la calle 67, entre las calles 52 y 50 de Mérida (cerca de la terminal de autobuses de segunda) y tomé un minibus (llamados colectivos) directo a Homún por 18 pesos . Al cabo de una hora de viaje, el colectivo entró en Homún y pedí al conductor que me dejara delante de la tienda de Doroteo Hau Kuuk (hacia el final del pueblo), el propietario del cenote BAL-MIL, para asegurarme de que el hombre no se encontrara en su casa. Desde su tienda tomé una moto triciclo taxi hasta el cenote BAL-MIL, a unos 2 o 3 kilómetros (20 pesos ida y vuelta más una propina por esperar), donde me encontré con Doroteo Hau, un hombre muy amable que por 10 pesos me dejó bajar hasta el fondo del cenote, descendiendo por una escalera paralela a las raíces de un árbol que llegaban al fondo de la oscuridad para buscar agua. Doroteo me hizo un recorrido por el cenote mostrándome unas manos mayas pintadas en las paredes, murciélagos, golondrinas, un esqueleto de serpiente en el agua, tres calaveras mayas, estalactitas y estalagmitas y un entorno completamente natural. Finalmente me dejó bañar en las aguas calientes y cristalinas, a pesar de que no me quité de la cabeza la posibilidad de que en algún momento u otro apareciera alguna criatura prehistórica de las profundidades para devorarme. Por tercera vez, en Mérida nos volvimos a ver obligados a alojarnos en un hostal, cuyo coste no disminuye los 5euros por persona, donde nos resultaba más difícil comunicarnos con la gente del país y otros viajeros, algo que echábamos de menos. Sin embargo, el hostal de Rafa de Mérida había buen ambiente, pero no interactué mucho con sus huéspedes porque estaba preocupado con una discusión que había mantenido a través de Internet con la pareja de Tuxla que nos había alojado. El mexicano y la francesa habían leído mi diario, donde describía algunas de sus opiniones, y me habían acusado injustamente de ser racista, de haber grabado las conversaciones mantenidas con ellos y de tergiversar algunos sus comentarios. En cierto modo entendía su reacción, porque yo les había descrito como supersticiosos cuando había narrado mi sorpresa cuando opinaron que el virus del Sida no existía y que la enfermedad se originaba por la miseria humana. Pero al mismo tiempo yo no quería dejar de captar opiniones de la gente que me encontraba y analizar algunos comentarios bajo mi perspectiva para manifestar también mi opinión a los lectores de mi blog. Era un sentimiento de frustración sólo momentáneo, porque una chica de Playa del Carmen nos había escrito que estaba encantada de alojarnos y ya volvía a ilusionarse me de interactuar con mexicanos y viajeros y de ese modo conocer un poco más el mundo en que vivimos. Llegando a Playa del Carmen por la costa, nos sorprendimos de ver muchos complejos turísticos extendiéndose a lo largo de la playa, que enseguida pensé que recibían la mayor parte de turistas, más que la ciudad donde nos dirigíamos. Pero al llegar a Playa del Carmen me volví a sorprender, porque esa era la ciudad más llena de turistas que habíamos visitado en México hasta el momento, pero ni mucho menos se podía comparar con la ciudad que visitamos otro día más al norte: Cancún, cruzada por una avenida de 25 kilómetros que todo el tiempo estaba flanqueada por grandes hoteles. En Playa del Carmen nos recibió y alojó la Ivette, una mexicana estupenda, que también estaba alojando a un divertido francés y a una pareja de argentinos que estaban a punto de volver a su país después de haber pasado 6 meses trabajando en la ciudad . Nos lo pasamos muy bien con todos ellos, saliendo a tomar algunas copas en los concurridos locales nocturnos de Playa del Carmen, tomando el sol en la playa, nadando entre tortugas en la playa de Akumal, o visitando las próximas ruinas mayas de Tulum , que maravillan por su privilegiada situación sobre un cerro rocoso frente a una playa. Como no, también tuve bastante tiempo para seguir trabajando con el libro de África, el cual dejé a punto para imprimir. Fue entonces que me empecé a preocupar sobre qué haría con todo el tiempo libre que dispondría a partir de ahora, porque durante los últimos meses había estado dedicando un promedio de 2 horas diarias al libro. Me estaba empezando a plantear de dedicar más tiempo a la lectura, pero de momento me había decidido dedicar algunas horas más a seguir unos cursos muy completos sobre ciencia y filosofía en formato audio y vídeo. Sin embargo, tampoco no me había sobrado tanto tiempo, porque repentinamente nuestros planes cambiaron. El chico francés que alojaba Ivette tenía previsto marcharse a Cuba pocos días después de nuestra llegada y nos explicó que sólo había pagado 15dòlars por el billete de avión. Interesándonos por esta oferta, nos informó que había unos cubanos en México que organizaban viajes a Cuba por sólo 15 dólares con la única condición de que llevaras una maleta de ropa a Cuba y volvieras con una caja de puros habanos. Naturalmente nos interesamos por esta oferta y lo acompañamos el día que tenía que coger el vuelo, pero nosotros empezamos a sospechar bastante cuando la mujer cubana entregó una maleta completamente precintada al francés, quien tubo que confiar en que sólo estaba entrando ropa a Cuba. A nosotros nos interesaba la oferta del vuelo a 15 dólares, pero no con estas condiciones tan surrealistas, por eso propuse a la mujer cubana que si nos encontraba dos billetes a Cuba para el jueves le llevaríamos dos maletas más y que le pagaríamos 20 dólares en vez de 15, pero que a cambio nos tenía que dejar ver el contenido de las maletas antes de partir. Afortunadamente la mujer aceptó y enseguida tuvimos que empezar a organizarnos para pasar los siguientes 10 días a Cuba. Habana (ver en mapa) 03/03/2011: Ivette nos dejó aeropuerto de Cancún por la mañana y poco más tarde nos encontramos con Lidia, a quien finalmente pagamos 15 $ / persona cambio de un billete de avión de ida y vuelta de Cuba, con la condición de cargar cuatro grandes maletas a reventar de ropa (unas 19kg cada una) y entregarlas a una persona que nos esperaría aeropuerto de La Habana. Sospechando del contenido de las maletas las palpé un poco por dentro, tocando algún zapato y varios perfumes entre todo el montón de ropa, y me encomendé a Dios que dentro de las maletas no hubiera droga o algún otro producto ilegal. A continuación cerramos las maletas y las facturamos mientras Lidia nos instruía que en la aduana de Cuba teníamos que manifestar que la ropa era nuestra y que teníamos intención de regalarla. Finalmente nos dirigimos a la puerta de embarque pero el avión, en vez de salir a las 12:30 del mediodía, salió ocho horas más tarde. El avión que nos esperaba en la pista del aeropuerto de Cancún era un Yak-42, el mismo tipo de avión soviético que se estrelló en 2003 en Turquía matando a las 75 personas de a bordo, entre ellos 62 militares españoles. Alexandra no sabía esta información, sin embargo ella tenía miedo debido a la evidente antigüedad del avión, y también por las planchas que se despegaban del techo, por el estridente ruido del motor, por el olor a keroseno y por el humo que comenzó a salir de bajo nuestros pies apenas despegar, un humo que afortunadamente era del aire acondicionado. Yo intentaba calmarla diciendo: Naturalmente mis palabras no calmaron a Alexandra, pero una hora más tarde llegamos sanos y salvos al aeropuerto José Martí de La Habana. A las 11 de la noche recogimos las cuatro grandes maletas y pasamos todos los trámites burocráticos haciendo ver que Alexandra y yo no nos conocíamos. Pero justo después de que Alexandra cruzara la puerta de la salida, el último policía me detuvo y avisó a otro oficial para que inspeccionaran mis dos grandes maletas. Sin perder los nervios situé una de las maletas sobre una de las mesas de la aduana y a continuación me pidieron que la vaciara. Sin saber qué saldría empecé a sacar camisetas y pantalones de chica, bragas, zapatos, perfumes, pastas de dientes y unos cuantos calzoncillos. El policía que iba clasificando y apilando la ropa no paraba de preguntarme incrédulo: El primer impacto visual de la Habana son los automóviles, la mayoría modelos americanos de los años 50 con la plancha desgastada o pintados en vivos colores, por los que el tiempo no parece haber pasado. El segundo impacto son los edificios, de una estética hispánica de principios del siglo XX, con numerosas arcadas protegiendo las aceras, todos ellos antiguos y -exceptuando el centro- la mayoría sin arreglar, decadentes o incluso derrumbados. Parecería que hubiésemos viajado en el pasado si no fuera por algunos automóviles más modernos y los edificios ruinosos, para los que era evidente el paso de los años. Sin duda habíamos llegado a un país diferente, que durante mucho tiempo se había mostrado orgulloso defendiendo el comunismo (o socialismo), pero ya no, según nos manifestaron TODAS las personas con las que tuvimos ocasión de conversar. El hombre a quien dimos la ropa en el aeropuerto explicó a Alexandra que Cuba no sobreviviría sin las divisas que los familiares extra patriados envían desde Estados Unidos. Tampoco el taxista que nos había llevado a la casa hostal parecía demasiado convencido con el sistema político, explicando que los taxistas del gobierno cobraban muy poco, con independencia del trabajo que hicieran. Por eso él prefería trabajar por su cuenta, para ganar más dinero, a pesar de tener que trabajar más duro (unas 6 horas al día dijo). Aparte del trabajo de taxista, el gobierno cubano también había permitido mínimamente la iniciativa privada dejando que algunas familias pudieran alojar a turistas en sus casas particulares por un precio no inferior a los 15CUC (11,5 €) la habitación. Pero esta nueva política no parecía satisfacer al chico de la casa donde estábamos alojados, manifestando que los jóvenes querían un cambio de gobierno, pero no los viejos que habían luchado por la revolución. Quizás, los cubanos tendrán que esperar una nueva generación, cuando todo el mundo será consciente de los problemas del comunismo y podrán pedir con fuerza el cambio deseado. Caminando por la Universidad de la Habana que había detrás de la casa donde estábamos alojados, un par de chicos me interceptaron y me explicaron ilusionados algunas anécdotas de la revolución, pero acto seguido manifestaron que era una vergüenza que no tuvieran Internet en la Universidad, ni en todo el país, y que tuvieran que comprar libros caros para hacer las consultas necesarias. Sinceramente, Cuba era el único país visitado durante los 5 años de viaje donde prácticamente no había cibercafés y nos fue imposible conectarnos a Internet, por el precio (6CUC o 4,5 € / hora) y por la pésima velocidad que nos anunciaban. Me sorprendió incluso, que uno de los chicos de la universidad mencionara que con el anterior dictador Batista se vivía mejor. Otro chico que nos encontramos el segundo día nos confirmó una información que nos había dado el hijo de la familia que nos alojaba: que el salario medio en Cuba era de unos 12CUC o 300 pesos nacionales (9,5 €) al mes. Este chico en concreto cobraba unos 470 pesos nacionales (15 €) al mes trabajando como ingeniero hidráulico. Debido a estos bajos precios no había disciplina en el trabajo, había muchas ausencias laborales y mucha gente decidía dejar de trabajar, porque se ganaba mejor la vida en la calle. Eso sí, con trabajo o sin trabajo, en Cuba todos gozaban de los mismos beneficios: sanidad y educación gratuita y una libreta de racionamiento que proporcionaba gratuitamente algunos productos básicos pero insuficientes para vivir (recientemente habían sacado el jabón y la pasta de dientes de la cartilla de racionamiento). Pero naturalmente, este sistema comunista no se puede aguantar con una productividad tan baja entre los trabajadores y tanta gente sin trabajar disfrutando de los mismos beneficios sociales. Por eso el gobierno cubano había decidido eliminar 10.000 puestos de trabajo no productivos y había decidido aumentar la edad de la jubilación de los 55 a los 60 años en el caso de las mujeres y de los 60 a los 65 años en el caso de los hombres, sin que nadie protestara en la calle, a diferencia de Francia, añadió el muchacho. De todas formas, mi impresión de estos primeros días era que el problema persistiría, porque era un problema inherente a la ideología comunista que no incentiva el trabajo ni la producción. No creo que sea suficiente con poner pancartas en las calles y carreteras con eslóganes del tipo: ¨Por grandes que sean las dificultades SEGUIREMOS ADELANTE¨ o ¨Para Tener más hay que producir más¨ o ¨Vigilar la revolución es tarea de todos¨. El estado cubano parece cercano al colapso y prueba de ello es la rotura de un mito que yo me había creído hasta antes de llegar a Cuba: que en Cuba no se pasaba hambre. En Cuba se pasa hambre. Me pareció divertido que un chico sentado frente a un portal con el cartel ¨Comité de defensa de la revolución¨ me pidiera 1CUC porque decía que tenía hambre. Pero menos divertido fue lo que una mujer dijo Alexandra cuando estaba haciendo una foto: ¨Mira, esta chica quiere mostrar en el extranjero el hambre que pasamos en Cuba¨. La mujer de la casa hostal que nos alojaba me había comentado en referencia a las casas que se caen en Habana: ¨¿como las pueden arreglar si no hay dinero ni para comer?¨. Pero lo más sorprendente fue ver indigentes removiendo entre la basura o durmiendo desamparados en las calles, según nos dijeron, porque se habían vendido la cartilla de racionamiento, quizás para comprarse alcohol. En cualquier caso, contrariamente a lo que está pasando en algunos países árabes, no creo que esté próxima una nueva revolución en Cuba. Uno de los problemas es que en Cuba no hay Internet para redirigir la frustración de los jóvenes, aunque algunas pocas casas tengan antenas parabólicas ilegales (como en Irán) y reciban a escondidas la televisión de Florida. Pero lo que quizás salvará al régimen cubano es el ¨respeto¨ de los derechos humanos. La gente está insatisfecha con la situación económica y la perpetuación de los dirigentes en el poder, pero no está indignada con injusticias flagrantes. Y quizá también lo salvará el opio del pueblo, que en el caso de Cuba es el béisbol, un deporte que levanta pasiones, tal como pudimos comprobar al visitar el estadio Latinoamericano el domingo por la tarde. Ante la ausencia de ilusiones de cara al futuro, algunos jóvenes intentan adaptarse al sistema y tratan de ganarse la vida tratando de conseguir algunas monedas de los turistas, por ejemplo llevandoles a restaurantes caros o conciertos para luego sacar una comisión. Era algo que desagradaba a Alexandra, añadido a la tristeza que -según decía- el comunismo le causaba, recordándome constantemente que Rumanía era igual en el pasado: tiendas sin productos, colas para comprar alimentos, edificios demacrados y una actitud desmotivada de la gente. Posiblemente sus sentimientos tenían una causa real, pero también era verdad que los dos estábamos un poco nostálgicos y desorientados sobre cómo aprovechar el tiempo que teníamos, porque habíamos dejado nuestros ordenadores portátiles en México y porque no teníamos Internet. El centro de La Habana era diferente, cuidado y limpio, maravillándonos a los dos, aunque éste no aplacó sus quejas: que no le gustaban las islas y menos si eran comunistas. Diversa gente en la Habana nos había explicado que en el campo o las provincias se vivía en condiciones mejores y así mismo nos lo pareció de camino hacia el pueblo de Trinidad, a 370 kilómetros de La Habana, cruzando bastantes áreas cultivadas con caña de azúcar o pastoreadas por vacas. También nos habían comentado que antes, después de los primeros años de la revolución se vivía mucho mejor, y durante el viaje pensé que al principio del comunismo, al igual que había pasado en Rusia y China, la sociedad y la gente en general estaban ilusionados con el nuevo sistema económico y la mayoría se esforzaba para producir con eficiencia, pero con el paso del tiempo, cuando la gente se empezó a dar cuenta que la diferencia entre trabajar eficientemente, trabajar con desgana o simplemente no trabajar, era mínima por la falta de estímulos económicos suficientes, la gente dejó de trabajar eficientemente y la economía comenzó a colapsar. El gobierna cubano parecía haberse dado cuenta del fracaso del comunismo y estaba empezando a permitir la iniciativa privada, que por otro lado parecía que hacía tiempo que funcionaba a través de la economía sumergida. Pero en aquellos momentos dudaba que el gobierno estuviera a tiempo de cambiar la situación para evitar el colapso total. Trinidad es un pueblo muy turístico gracias a sus calles empedradas y las casas coloniales bien cuidadas y pintadas de colores cálidos. En Trinidad se respiraba una relativa prosperidad, sobre todo por los cientos o miles de turistas que visitaban el pueblo cada día, pero también por las múltiples casas que ofrecían deliciosos cafés, zumos de fruta y comidas a precios locales. Según nos explicaron, apenas hacía tres meses, el gobierno había dado permisos a los habitantes de Trinidad (en Habana ya hacía más tiempo) para que pudieran abrir pequeñas cafeterías a través de las ventanas o puertas de sus casas y muchos lo habían hecho. Y aunque ofrecieran los productos a unos precios tan ridículamente económicos que difícilmente conseguirían ganar 30CUC (23 €) mensuales, las perspectivas de ganar el doble del salario normal parecía mantenerlos trabajando felices y soñando en un futuro mejor. A pesar del bonito pueblo donde nos encontrábamos y la buena música cubana que ocasionalmente podíamos escuchar, y aunque pudiéramos comer algún bocadillo o pizza en estas pequeñas cafeterías, en los restaurantes turísticos los precios de la comida y bebida eran tan caros que nos mantuvieron con el anhelo de llegar a México para hacer una buena comida, y no podíamos evitar de mirar con envidia a los turistas que viajaban por un tiempo acotado y se podían permitir precios desorbitados según nuestro presupuesto. Igualmente, el transporte para los turistas era muy caro, con el agravante de que los extranjeros no pueden coger los autobuses donde viajan los cubanos. Por ello, para evitar pagar 6CUC (4,5 €) / persona para un trayecto de 80km hasta Cienfuegos, al tercer día en Trinidad salimos bien temprano por la mañana y caminamos hasta la salida del pueblo donde había otros cubanos que estaban esperando algún medio de transporte. Esperamos una hora, pero finalmente se detuvo un coche de los años 40 que nos cargó junto a 9 personas más, por 20 pesos nacionales (0,65 €) por persona, hasta Cienfuegos. A Alexandra no le gustó el trayecto porque -según decía- quedó empapada del olor del tubo de escape, pero yo sí disfruté, sintiéndome por momentos completamente integrado en la cultura cubana.
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