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India



Madurai (ver en mapa)

18/12/2008:
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Hemos estado viajando una semana por el sur de la India con los padres de David y los de Maria. Ha sido una nueva manera de viajar, ya que con sus comentarios nos hemos vuelto a fijar en aspectos que ya nos eran normales: la gente durmiendo por la calle, la suciedad (aunque no es tan evidente en el sur), los olores a podredumbre o a especias (que yo no olía), los vendedores ambulantes que van chillando sus productos, las aceitosas comidas de la calle, los vistosos anuncios de películas o joyería, las estatuas (de políticos) tienen escaleras hasta la altura de su cuello para poder colgarles guirnaldas de flores, los hombres tapándose las piernas con una simple sábana, los coloridos saris de las mujeres, los biciricshaws estirados por hombres siempre escuálidos, los perros hambrientos y con el pelo caído, las bacas sentadas en medio de las calles, las procesiones de peregrinos cargando algún Dios y acompañados por una música estridente, los peregrinos con la frente pintada de diferentes colores y formas, algunos de ellos con las cabezas rapadas (también mujeres), los extravagantes rituales hindúes, los magníficos templos que siempre teníamos que visitar descalzos, caminando por encima de porquería y restos de ofrendas (que diferente de las inmaculadas mezquitas donde también teníamos que descalzarnos).
Primero visitamos Mallapuram, un pueblo que fue un importante puerto marítimo entre los siglos 7 y 9, durante los cuales se esculpieron magníficos templos y relieves en las montañas rocosas de los alrededores. A continuación volvimos a pasar por Puducherry, donde todos nuestros amigos se maravillaron también con el elefante Lakshmi, el cual era tocado por los hindúes como si realmente fuera una deidad, tocándose después la cara y los ojos, como para purificarse. Tuvimos suerte, durante una visita al elefante, de coincidir con una fiesta en la cual Lakshmi fue decorado con unas vistosas túnicas para el cuerpo y la cabeza; después fue introducida en el templo, al mismo tiempo que la elefanta contenta hacía sonar la trompa al ritmo de otras trompetas; y finalmente presidió una procesión por el pueblo que honraba una deidad de oro cubierta de ofrendas. En Puducherry, aparte de pasear por todo el barrio francés, también visitamos una catedral, donde nos sorprendió que los creyentes indios tocaran las estatuas de Jesús o la virgen Maria con la misma superstición que lo hacían los hindúes. Un par de días más tarde llegamos a Chitambaram, donde hay un gran templo con unos altísimos portales (situados a los cuatro puntos cardinales) cubiertos con diversos pisos con figuras de deidades hindúes pintadas con vistosos colores. Unos portales similares encontramos en otros templos de pueblos por los cuales pasamos, y también en Trichy, la siguiente ciudad que visitamos y que posee un templo (Sri Ranganathaswamy) con un portal o gopuram que se eleva 73 metros de altura. Al mismo tiempo, el templo de Sri Ranganathaswamy es uno de los mayores de la India, cubriendo 60 hectáreas encuadradas por siete concéntricos muros que contienen hasta un total de 21 gopurams. También, Madurai, la última ciudad visitada hasta ahora, contiene un magnífico templo con cuatro grandes gopurams o portales, que fuimos muy infortunados de no ver, pues estaban completamente cubiertos con un altísimo andamio de troncos y hojas de palmera. Según nos contaron, cada 15 años y durante cuatro meses los gopurams se cubren y se pintan de nuevo, justo antes de unas grandes celebraciones. De todas maneras, pudimos visitar un bonito mercado donde había muchos sastres trabajando, que ocupaba una entrada del templo bajo bonitas columnas esculpidas y estatuas de Dioses.
Durante la visita a uno de estos templos hindúes, surgió el comentario que los Dioses hindúes son venerados igual que los santos cristianos. Después reflexioné un poco más y Alexandra se me enfadó por las odiosas comparaciones que hacía, aunque para mí tenía mucha lógica. Por una parte, hay tantos Dioses hindúes como santos hay en el cristianismo (más o menos), cada uno con su función (unos ayudan a la riqueza, otros a una profesión concreta, otros a sanar...). De la misma manera, cada templo está dedicado a un Dios, igual que cada iglesia lo está a un santo diferente. En ambos religiones se venden estampas y figuritas (de santos o Dioses), se adornan sus pinturas o estatuas, se hacen donaciones u ofrendas, y en festividades importantes se sacan a pasear en carrozas seguidas por procesión y música. Igualmente, un Ganesh de un templo (por ejemplo) no tiene la misma "fuerza" que el de otro templo, de la misma manera que la madre de Dios de la iglesia del barrio no tiene la misma "fuerza" que la santa Maria de Lourdes (por eso los templos o iglesias reciben más o menos peregrinos en función de la "fuerza” de sus Dioses o santos). El paralelismo sigue con las diferentes historias o leyendas con que cuenta cada santo o Dios, y las preferencias que tienen los creyentes por un santo o Dios en particular. Por otro lado, los creyentes también hacen penitencias delante de los santos o Dioses, unos caminando de rodillas en las procesiones y los otros cortándose el cabello o ayunando. También se bendicen los fieles de ambos religiones, los unos con agua bendecida y los otros con pintura o ceniza marcándoles el frente. Al final de estas reflexiones ya no pensaba que los hindúes fueran tan supersticiosos, y por ejemplo ya no se me extrañaba de que en algunos templos nos riñeran diversas veces por tirar fotos, de la misma manera que los fieles católicos se sentirían molestos si en medio de una misa entraran un grupo de japoneses disparando sus cámaras a todas direcciones.
También estuve reflexionando sobre otros aspectos estos días, a causa del comentario de una amiga que después de leer las primeras semanas del viaje a la India me atacaba que estaba escribiendo el diario bajo una visión demasiado occidental y quizás negativa. Ya respondí a mi amiga que todo el mundo está influenciado por una cultura u otra, y que si quieres escribir un relato personal (sin que sea un documento histórico o social) tienes que describir tus sensaciones que siempre estarán influenciadas por tu cultura o historia pasada. En cualquier caso, también reflexioné, sobre los 3 meses que pronto hará que estamos en la India, y por la manera cómo describo el país en el diario, que a veces puede hacer pensar que no estamos disfrutando de la India o los indios. Es verdad que muchas veces la India nos resulta incomprensible, pero también es verdad que India nos sorprende día a día por la diferencia de su cultura en comparación con la nuestra y las anteriores visitadas. Es un subcontinente aislado con sus tradiciones, rituales religiosos, medios de comunicación, literatura propia, música, películas (Bollywood) ... y con poco contacto con occidente. Así pues, India no deja de ser una vitamina para la mente - aunque a veces su gusto puede ser amargo - para expandir la conciencia de que el mundo es muy diverso, rico e interesante de conocer. No es de extrañar pues, que tengamos planes para seguir unas semanas más conociendo este enorme país, comprensible también por su gran medida y por sus innumerables monumentos que posee.




Varkala (ver en mapa)

19/12/2008:
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Hoy hemos tenido una buena y una mala experiencia con India. La buena ha sucedido por la mañana, cuando, con relativa facilidad, hemos conseguido llenar de butano las nueve bombonas de campingaz indispensables para hacer funcionar la cocina y la nevera. Para los lectores no será nada extraordinario esperarse sólo dos horas para tener listas las bombonas, pero para nosotros, después de la experiencia del Rajastan, donde tuvimos que buscar durante un día y medio como llenar las bombonas, ha estado una buena experiencia.
La mala experiencia ha llegado una hora más tarde, a las tres, poco más tarde de salir de Tenkasi dirección Kollam. Habíamos estado circulando con relativa comodidad por las carreteras del sur de la Índica, bajo una fina lluvia, cuando de súbito nos hemos encontrado un cartel de carretera cortada. Lo hemos pasado de largo, pues un par de camiones y autobuses han seguido circulando por la carretera ignorando el cartel. De todas maneras, un centenar de metros más allá hemos parado y hemos preguntado a unos hombres al lado de la carretera sobre la dirección hacía Kollam. Al principio uno nos ha dicho que siguiéramos, pero otros nos han dicho que tendríamos que retroceder el centenar de metros y dar una vuelta por pueblos del interior. Así pues, me he decidido de hacer caso a la mayoría pensando que sólo nos tendríamos que desviar unos pocos kilómetros. Pero los kilómetros iban transcurriendo dirección norte, en vez de hacia el este, y cada vez que preguntábamos por la dirección a Kollam nos decían que estaba atrás, pero al explicar "carretera cortada" nos decían de seguir adelante, dirección a las montañas que la carretera ha empezado a enfilar. Aunque era extraño que casi ningún coche circulara aquellos caminos. Sólo nos parecía seguir un autobús con peregrinos, y en dirección contraria ocasionales autobuses y todo terrenos con más peregrinos. En cualquier caso, con la lluvia terminada, el paisaje de montaña tropical se volvía muy interesante, aunque la carretera se empequeñecía y empeoraba kilómetro a kilómetro. Según el mapa, estábamos próximos a un pico de 2000 metros, con el paso de montaña cruzado superando los mil metros. En diversos puntos nos encontramos un peaje de montaña o tasa forestal, pero nosotros convencidos que no los teníamos que pagar porque no queríamos estar allí, nos los saltamos todos sin demasiados problemas. Al bajar de la montaña por el otro lado nos empezamos a cruzar muchos más autobuses y todos terrenos, la mayoría llenos de peregrinos que pensábamos que habrían tenido alguna fiesta en medio de la selva tropical. Después de unas dos horas y media y habiendo circulado unos 40 o 50 kilómetros, llegamos por fin a un pueblo que no aparecía al mapa pero que toda la gente por el camino nos había mencionado. Pensábamos que nuestra aventura estaría a punto de acabar, pero no nos encontrábamos ni a la mitad, pues a partir de este pueblo, la carretera empeoró mucho, muchísimo, alegrándome de haber hecho las modificaciones de la autocaravana en el Nepal pues a buen seguro que habría rascado el suelo en muchos puntos, los cuales nos recordaban las peores pesadillas africanas. Había uno, por suerte situado de bajada, que estaba completamente enfangado que complicaba muchísimo - o simplemente impedía - el paso de los camiones, autobuses, y coches que había acumulándose de subida. Pasado este paso, seguimos cruzándonos muchos más automóviles, algunos de los cuales nos comentaban que todavía teníamos unas dos o tres horas de camino, y algunos otros confirmándonos que la carretera principal, efectivamente estaba cortada. Nosotros les informábamos de que la carretera seguía igual por bastantes kilómetros, y que había un paso muy complicado, sin mencionarles que posiblemente no podrían cruzarlo y que se tendrían que quedar a dormir allí, atrapados entre decenas de camiones y autobuses. En realidad, nosotros habíamos tenido suerte de ser unos de los primeros coches que habíamos tenido que tomar el paso alternativo, porque unas horas más tarde la procesión de vehículos tendría que ser mortal. Mirando el mapa, me di cuenta de que si la carretera principal se cortaba cruzando las montañas, la única manera de cruzarlas era desviándose centenares de kilómetros, siendo el camino más corto el que habíamos tomado nosotros, de unos 70 o 80 kilómetros que tardamos unas 6 horas a recorrer. Podía haber sido peor, pero la experiencia no se puede calificar de ninguna otra manera que negativa.




Kochin (ver en mapa)

27/12/2008:
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Hemos pasado una muy buena semana relajándonos en el estado de Kerala en compañía de David y María, José y Mariam (los padres de David), y Ramón y Mari (los padres de María). Además, hemos disfrutado de un espléndido sol que se había resistido a salir a la costa este de la India, donde el monzón todavía se tenía que retirar. El sol ha sido una buena señal de bienvenida al acogedor estado de Kerala. Tan buen punto entramos en Kerala, después de la accidentada travesía por las montañas, nos dimos cuenta de que nos encontrábamos en un estado completamente diferente y mucho más desarrollado. Las casas eran en general grandes y elegantes, las ciudades tenían altos y modernos edificios, las calles y la naturaleza estaban bastante limpias ... Según he leído después, los habitantes de Kerala son los que tienen más esperanza de vida, tienen un nivel educativo más alto, sufren menos corrupción y disfrutan de más equidad de género entre hombres y mujeres. Por ejemplo, mientras en los otros estados de la India la población masculina acostumbra a superar en número a la femenina (debido a los abortos de niñas y ocasionales infanticidios), en Kerala las mujeres constituyen el 51.42% de la población, con determinadas comunidades siguiendo un sistema matriarcal. Por otro lado, el desarrollo de Kerala también se nota en las carreteras, poseyendo más kilómetros asfaltados carretera por habitante que cualquier otro estado. Pero el desarrollo no siempre es positivo, e igual que en el mundo occidental, Kerala posee unas comparativas altas tazas de suicidios, alcoholismo y desempleo.
Por otro lado, dejando de ser exclusivo con Kerala, el sur de la India está en general mucho más tranquilo que el norte y más relajado de viajar: no hemos detectado ninguno adhesivo de la autocaravana arrancado, muy pocas veces nos han intentado abrir las puertas, la gente nos saluda sonriente desde la carretera ... Al mismo tiempo, aunque también pasaba ocasionalmente en el norte, bastante gente nos ha contactado a través de Internet comentándonos que han visto pasar nuestro coche bien decorado y con la página web destacada, y deseándonos buen viaje, invitándonos a su casa (desgraciadamente cuando leo los mensajes siempre hemos pasado de largo) o solicitándonos viajar con nosotros. Además, algunos de ellos también responden las cuestiones del formulario de tomar el pulso al mundo, con respuestas siempre muy interesantes y enriquecedoras.
Pero ya centrándome a relatar nuestra particular experiencia en Kerala, os explicaré que nos reencontramos con David, María y con sus padres en Varkala, un pueblo muy turístico lleno de hoteles y restaurantes orientados principalmente a los turistas occidentales. Bajo el pueblo había una bonita playa donde los turistas mostraban sus carnes blancas, igual que en una playa europea, mientras ocasionales indios atónicos se quedaban mirando los cuerpos casi desnudos con ojos de naranja. Más allá, los indios tenían su playa, donde las mujeres y hombres se bañaban vestidos, y mucho más allá había las playas de pescadores donde yo y José (el padre de David) nos dirigimos una madrugada. Fue una buena caminata durante la cual observamos diversas barcas extendiendo redes por el océano que después eran arrastradas desde tierra firme por una decena de hombres. Nos quedamos un total de tres días en Varkala, relajándonos, tomando el sol y bañándonos en la playa, y también haciendo unos buenos festines aprovechando la gran cantidad de pescado fresco que había expuesta en los restaurantes, aunque los precios se encontraban un poco fuera de nuestro presupuesto.
Antes de marcharnos, me dispuse a tirar las basuras acumuladas en la autocaravana, pero al no encontrar ninguna papelera o container, dejé las dos bolsas de plástico bajo una farola. Pero unos taxistas que me observaban me riñeron. Yo les miré confuso y les pregunté dónde tenía que dejar las bolsas. Su respuesta me dejó helado. Me respondieron que tenía que echar las bolsas precipicio abajo, bajo el cual había la playa. No me atreví a hacerles caso, de todas maneras, cerca del pendiente encontré un círculo carbonizado donde parecían quemar basuras y allí dejé mis bolsas, sin que nadie más me riñera.
Con un poco de lástima por dejar este paraíso (que para mí no dejaba de ser demasiado esterilizado para los turistas que no querían infectarse de la cultura india) nos dirigimos al siguiente destino, Alappuzha, un pueblo con un ambiente completamente indio, pero punto de embarque en una de las principales atracciones turísticas de Kerala, las Backwaters (o aguas del detrás), una red de canales, ríos y lagos interconectados y formando un laberíntico sistema de más de 900 km.
Coincidió que el siguiente día de llegar a Alappuzha, el día 24 de diciembre, era el aniversario de Mariam (madre de David), y fue una buena manera de celebrarlo alquilando una barca entre los ocho para deslizarnos entre los canales de Backwaters, desde los cuales observamos la tranquila vida de sus habitantes, con sus casas al lado del agua, donde se bañaban y lavaban ropa, y con los campos de arroz detrás de las viviendas o los árboles, uno o dos metros más abajo que el nivel del agua del canal (prueba que las tierras cultivadas antes estaban cubiertas de agua). Fue un paseo muy romántico, abriéndonos paso ocasionalmente entre grandes extensiones de plantas flotantes que dificultaban el avance de la barca, aunque no podíamos evitar observar también la suciedad que había flotando (botellas de plásticos, tubos de fluorescentes, bolsas de plástico, una rata muerta...).
Al volver, compramos un pastel para Mariam y después de soplar las velas, nos hicimos los regalos del amigo invisible, una tradición típica entre algunas familias en Cataluña por Navidad (en Varkala habíamos puesto los nombres de todos en una bolsa, cada uno extrajo un nombre al azar y tuvo que comprar un regalo para esta persona). A continuación salimos a buscar un restaurante donde celebrar la cena de Navidad, pero en eso no fuimos tan afortunados, pues Alappuzha era completamente diferente a Varkala. Había muy pocos turistas occidentales y los pocos hoteles o restaurantes de lujo que había tenían menús de Navidad cerrados y demasiado caros. En cambio había un restaurante que habría sido perfecto, pero que no encontramos hasta después de cenar en otro restaurante musulmán, donde no nos pudieron servir cerveza pero que en cambio tenían ternera en su carta, que a pesar de sorprendernos no nos atrevimos a probar.
Desde tiempos muy antiguos, las vacas son consideradas animales sagrados en la India, por su capacidad de producir leche y fertilizante por los campos, y por la posibilidad de ser utilizadas como fuerza bruta en el trabajo del campo o transporte; aunque también hay teorías según las cuales, los antiguos reyes impusieron que fueran sagradas para que los súbditos no diezmaran estas propiedades reales. Así pues, en India el maltrato de una vaca puede comportar penas graves, y en general está prohibido matarlas, excepto en Kerala y West Bengal (dos estados en el sur de la India) donde los mataderos de vacas están permitidos. De la misma manera, está prohibido el transporte de vacas entre provincias para matarlas, aunque, según parece muchos camiones efectúan rutinariamente este transporte, aparte de existir muchísimo mataderos ilegales en el resto de India (algunos de los cuales también matan vacas clandestinamente). Seguramente, la permisividad en Kerala se debe a la diversidad religiosa, donde un 25% de sus habitantes son musulmanes y un 20% cristianos (el resto hinduistas). Y tal como he descrito, esta diversidad queda reflejada en los restaurantes, con los hindúes sirviendo cerveza pero no carne de ternera, los musulmanes sirviendo ternera pero no carne de cerdo o cerveza, y los cristianos sirviendo de todo y, incluso, a veces ofreciéndote marihuana al oído.
Se dice, que la gran presencia de cristianos en Kerala se debe a la visita del apóstol S. Thomas que llegó y predicó el evangelio por la costa oeste de la India, aunque también lo ayudaron muchos comerciantes europeos que frecuentemente visitaban la costa oeste de la India desde los tiempos del imperio Romano. Debido a este contacto con occidente existen en Kerala antiguas iglesias indígenas, aunque la fuerza evangelizadora se incrementó a partir de 1503, cuando los portugueses establecieron la primera colonia permanente en la India, en Kochin, donde edificaron la primera iglesia construida por europeos (la iglesia de san Francisco).
Este enclave dominado por los portugueses, posteriormente por los holandeses e ingleses y actualmente por los indios, fue donde nos dirigimos después de celebrar la Navidad en Alappuzha. De todas maneras, a pesar de la rica historia de Kochin, no nos dedicamos a visitar monumentos y simplemente nos relajamos, paseando por sus tranquilas calles y por la costa, donde había unas grandes estructuras soportando redes de pescar tradicionales, de estilo chino, las únicas en funcionamiento fuera de China. Estas grandes redes, de unos 20 metros por 20 metros, se dejaban caer sobre el agua y se esperaba durante unos 3 minutos que los peces se confiaran a nadar por encima, después se elevaban con un sistema de cuerdas y contrapesos, se extraía la pesca con una pequeña red y se volvía a repetir el proceso. Ante la decena de redes chinas en funcionamiento, había diversas paradas donde vendían pescado fresco y donde nosotros estuvimos negociando el precio de diversos kilos de gambas y calamares, para después ir a un restaurante donde nos lo cocinaron. El primer día comimos bastante bien, pero el segundo día fue excelente, porque José y Maria se situaron detrás de la cocina del restaurante y cocinaron ellos mismos cuatro kilos de gambas hervidas, cuatro más de calamar frito y un pescado, que devoramos con pasión, mientras recordaba los aromas de mi tierra y por momentos me preguntaba si había valido la pena hacer este viaje tan largo.




Mysore (ver en mapa)

29/12/2008:
India,+Chalakudi


Ayer, después de habernos despedido la noche anterior de nuestros amigos, empezamos a hacer camino hacia Mysore, donde los reencontraríamos al cabo de dos o tres días. De todas maneras, nos detuvimos a no demasiados kilómetros de Kochin, en Chalakudi, para encontrarnos con Ignasi, un primo de una amiga de mi madre que se encontraba de voluntario en la India, ayudando unos capellanes católicos indios que cuidaban diversos disminuidos mentales. Ignasi subió al coche y mientras nos dirigíamos a su puesto de trabajo nos comentó que hacía años que se encontraba en la India, últimamente en la zona de Kerala viviendo en el Ashram de la gurú Amma, aunque también necesitaba acción social para sentirse bien espiritualmente. Ignasi nos comentó que hacía unas semanas, cuando llegó al centro de los capellanes, los disminuidos mentales estaban muy maltratados, frecuentemente apaleados y cerrados indefinidamente en sus habitaciones; pero Ignasi prohibió a los capellanes seguir con este comportamiento, acusando a uno de los capellanes de no tener moral cristiana, quien respondió de que él (el capellán) no era cristiano, sino hindú (supongo que ser capellán era una manera de vivir de renta cobrando permanentemente de Roma). Al llegar al centro, Ignasi saludó a unos cuantos chicos que había en la sala principal mirando la televisión, subiendo después a las habitaciones a liberar a diversos chicos que había cerrados. Después, una vez reunidos todos en la sala principal, Ignasi me mostró diversos juegos con globo con los que tenía entretenidos y divertidos a los niños, aunque al mismo tiempo Ignasi tenía que vigilar continuamente que no se escapara un viejo con alzaimer. En un momento dado, un chico me pidió que lo cogiera bien fuerte del brazo y yo le cogí extrañado, pero entonces apareció Ignasi y me comentó que si le seguía cogiendo el brazo, al cabo de poco el chico tendría un orgasmo, y yo lo dejé enseguida, reaccionando como si le estuviera apretando otro miembro. En otro momento, otro chico me hizo subir a las habitaciones, lo acompañé intrigado hasta la última habitación donde había encerrada una chica. Al volver a bajar y preguntar a Ignasi sobre la chica, éste me respondió que la habían traído durante su ausencia, pero que de todas maneras le abriría la puerta. Entonces empezó a buscar la llave, pero ésta no salía por ningún sitio. Preguntó a los chicos si habían visto o tocado la llave pero ninguno de éstos respondió. Entretanto, se hizo tarde y comenté a Ignasi que nos teníamos que marchar y me despedí de él mientras seguía buscando la llave. Y la sorpresa la he tenido hoy, cuando ya nos encontrábamos a unos 200 o 300 kilómetros de Chalakudi. Me he palpado el bolsillo de los pantalones y de ellos he saca una llave desconocida. A buen seguro era la llave que Ignasi estaba buscando, pero ¿como había ido a parar a mis pantalones? La única explicación posible era que uno de los chicos dementes me la pusiera en el bolsillo, sin darme cuenta de ello. Realmente fue un día de locos, pero el problema es que esta locura no se acabó ayer tarde, sinó siguió ayer a la noche y también hoy.
En el sur de la India hemos aparcado y dormido unas cuantas veces al lado de la carretera, y al no tener ningún problema hasta el momento, ayer a la noche también lo hicimos. Pero parece que los vecinos de una casa próxima avisaron a la policía, la cual se presentó hacia las ocho. La policía parecía recelar de nosotros y una vez comprobada la documentación, nos exigieron - por nuestra seguridad - ir a aparcar a un pueblo. Yo les respondí que tenía derecho a aparcar donde estaba, que en los pueblos la gente no para de golpear la autocaravana y que yo ya asumía los problemas de seguridad. Finalmente se convencieron de que no me marcharía y se dieron por vencidos. Fue una anécdota que ni merecería ser escrita, pero que añadida al conflicto que hemos vivido hoy, nos ha hecho florecer otra vez los peores sentimientos hacia los indios.
Estábamos circulando por la carretera dirección a Mysore, cuando nos hemos encontrado un peaje. Antes de entrar, hemos leído el precio que pagaban los coches en un cartel y hemos abonado el importe indicado. Como casi siempre, los cobradores nos querían cobrar el doble, por la categoría de pequeño camión y siguiendo la rutina habitual, nosotros hemos mostrado los tickets de los anteriores peajes para mostrar que siempre hemos pagado la categoría de coche. Pero esta vez, no han querido bajar del burro y yo, con menos paciencia de la habitual, he arrancado adelante tirando al suelo una señal de stop. Pero desgraciadamente, a tres kilómetros había otro peaje para comprobar el ticket y nos han detenido. De nada ha servido que les dijera que ya había pagado el importe al anterior peaje y de mostrarles la documentación del coche en la que indicaba que mi vehículo es un coche y no un pequeño camión. Se querían vengar de saltarme el anterior peaje y querían cobrar más. Y yo, otra vez sin demasiada paciencia, he cogido la señal de stop de delante de la autocaravana y la he tirado fuera de la carretera, al mismo tiempo que el cobrador ha subido al coche para detener el motor mientras Alexandra le daba puñetazos. Dos segundos más tarde he conseguido entrar al coche, mientras el hombre nos robaba unas llaves de la autocaravana y después me estiraba la camiseta rompiéndola. Yo conseguí arrancar, pero nos encontrábamos atrapados, ya que el hombre nos había robado unas llaves. Paré un poco más allá, y como el hombre no me quería devolver las llaves, atravesé el coche a la carretera para que la policía llegara con más rapidez. Los camiones siguieron circulando por el lado, pero al cabo de unos treinta minutos, la policía estuvo allí. Al principio, las chicas policías se centraron a amenazar a Alexandra de ponerla en la prisión por insultos y a exigirme que no las tocara nunca el uniforme, después llegó el inspector, con una versión de los hechos completamente tergiversada. Pero cuando comprobó que efectivamente ya habíamos pagado el importe del peaje según nuestra categoría y que uno de los hombres nos había robado unas llaves y que me había roto la camiseta que llevaba colgando, el inspector se volvió comprensivo y cambió la expresión hacia los otros. Seguramente podríamos haber presentado una denuncia, pero teniendo el permiso del inspector para marcharnos, decidimos intentar olvidar el asunto y seguimos el camino.
Y como siempre, la discusión ha girado en torno a unas decenas de céntimos de euro. Seguramente las personas que no hayan viajado a la India (o en países similares) con un bajo presupuesto, no comprenderán estos dramas a causa de unas migajas, esta lucha constante a no ser enredado unos céntimos, simplemente por ser turistas. Según nos explican, David y Maria también han pasado por situaciones similares (sobre todo en el Norte), y también sus padres, los cuales, a pesar de tener un presupuesto poco restringido, también afrontan dilemas similares: no tomar un rickshaw que sabes que te está cobrando el triple o tomarlo porque el precio (en comparación en Europa) es asumible. Quizás porque viajan con sus hijos, pero muchas veces se han privado de coger el rickshaw y hemos hecho en cambio unas buenas caminatas. Por otro lado, también tengo que admitir en el caso de los peajes, que nuestra autocaravana es el doble (o triple) de grande que las furgonetas indias que entran dentro de la categoría de coche. Quizás tendría que pagar sin protestar la categoría de camión, pero teniendo en cuenta que muchas otras veces tenemos que aceptar ser engañados, prefiero mostrar la documentación del coche y pagar lo que me corresponde, como a mínimo una vez.



03/01/2009:
India,+Mysore,+new+year+celebration India,+Mysore+palace


En Mysore hemos dejado pasar los últimos 5 días en compañía de nuestros amigos, reforzando una amistad que a buen seguro continuará después del viaje, tanto con David y Maria, como con sus padres, a los cuales nos hemos comprometido a visitar de aquí un año, en el supuesto de que no vamos a América en coche (lo más factible actualmente) y que volvemos a Europa antes de la próxima Navidad. Mañana a primera hora, los seis tomarán un tren hacia Bangalore, y por la noche, los cuatro padres tomarán el avión y nuestros amigos David y Maria seguirán su viaje por otras rutas, sin que haya previsión de volver a encontrarnos en un principio. Ayer celebramos la última cena, siendo invitados por los padres de David y de Maria a un delicioso bufete, donde me puse las botas, saliendo con un buen empacho. No fue una excepción, porque este último mes, yo y Alexandra (y también David y Maria), nos hemos acostumbrado a comer más de la cuenta, frecuentando restaurantes de categoría mucho mejor de los que solíamos escoger.
Han coincidido estos cinco días con el fin de año, el cual celebramos en otro hotel de lujo que ofrecían buffet y música. Estuvo muy bien, aunque la fiesta la tuvimos que aportar nosotros, en medio de otros 150 comensales. Primero, unos animadores que no animaban demasiado propusieron hacer un concurso de baile, con premio en hotel de Goa. Como Goa era una de nuestras siguientes destinaciones, yo y Alexandra salimos al escenario disfrazados con un sombrero y gafas de cotillón y en medio de otras parejas empezamos a bailar haciendo burla y exagerando los bailes indios vistos en la tele. Hicimos un buen espectáculo, e incluso otras mesas (aparte de la nuestra) nos empezaron a animar, pero el premio no nos tocó, dirigiéndose a la peor pareja del baile que después descubrimos que eran amigos del hotel. Evidentemente, el premio estaba amañado o quizás, ni tan solo existía. También a la hora de las doce campanadas fuimos los únicos a crear ambiente. Observando que pasaríamos el fin de año sin que el restaurante hiciera ninguna mención especial (ni tan solo campanadas), nos pusimos todos sombreros, gafas y guirnaldas de cotillón, llenamos la mesa de globos hinchados y nos dispusimos a romperlos uno a uno, a modo de campanadas, mientras nos comíamos los granos de uva que también teníamos preparados (típica tradición española). Nos adelantamos unos minutos a la hora oficial, pero añadiéndose a nuestra fiesta, los del hotel apagaron las luces y sin visión, nosotros tuvimos que romper todos los globos casi de golpe y comernos las uvas de la misma manera. Después nos abrazamos deseándonos buen año, mientras el resto de indios nos miraban interesados y otros grupos europeos se felicitaban más discretamente. Definitivamente, los españoles tienen un carácter alegre que todavía no han exportado a los países del norte de Europa o de Asia.
Mysore también fue un buen punto, para que la familia de David y de Maria hicieran las últimas compras antes del viaje, a las cuales Alexandra acompañó, mientras yo me quedaba relajado o trabajando en el hotel o la autocaravana. Por otro lado, también hicimos un poco de turismo cultural visitando el palacio de Mysore. Para entrar en el palacio se pagaba, y yo y Alexandra nos esperamos fuera, pues ya son demasiados monumentos pagados en la India a precio de turista. Pero cuando nuestros amigos salieron al cabo de un par de horas, nos recomendaron mucho la visita y hoy me he dirigido. Y aunque estuviera prohibido hacer fotos en su interior realmente valía la pena la visita para descubrir la opulencia con que vivían los maharajaes, los cuales construyeron este palacio hace un centenar de años, después de que el antiguo hubiera quemado durante las preparaciones de una boda.




Agonda (ver en mapa)

09/01/2009:
India,+Sravanabelagola+statue India,+view+from+Sravanabelagola+statue India,+Channekeshava+temple India,+Channekeshava+temple India,+road+accident India,+Om+beach
India,+Gokarna+pilgrims India,+Gokarna+pilgrims     


El domingo por la mañana, nos despedimos con pena de nuestros amigos, incluso, dejando escapar alguna lágrima, pues hemos pasado un mes fantástico, como si se tratara de un paréntesis en nuestro viaje. Ahora volveremos a nuestra rutina de viaje, replanteando un recorrido que lentamente se van concretando. Según las noticias recibidas, el viaje a través de Burma o Myanmar es imposible, por otro lado, los presupuestos para enviar el coche con barco hasta el Sureste asiático o América son demasiados costosos, así pues, sólo nos queda la opción de dejar el coche al Nepal (en la India sólo se puede tener importado el coche un máximo de 6 meses al año) y viajar con mochila por el sureste asiático y China. Después volveremos a Nepal a buscar la autocaravana y desharemos el camino hecho hasta la India, visitando de nuevo los buenos amigos hechos en Pakistán, Irán, Turquía y Europa, llegando a Cataluña a mediados de noviembre, donde intentaremos vender la autocaravana para seguir el viaje por América al cabo de tres o cuatro meses. En cualquier caso, las próximas dos semanas las queremos pasar con tranquilidad, relajándonos en la costa, cerca de Goa, antes de seguir el viaje hacia nuevas aventuras y conocimientos.
De todas maneras, de camino hacia la playa de Gokarna, visitamos dos lugares de interés. Primero visitamos la gran estatua de Sravanabelagola sobre una colina de piedra, uno de los más importantes y antiguos centros de peregrinaje Jainista. La estatua es un gran monolito excavado en el siglo 3 antes de Cristo, de 17 metros de altura (el monolito más alto del mundo según los locales) que representa una deidad Jainista desnuda. El otro punto de interés fue el templo de Channekeshava en Belur, donde llegamos temprano para poder asistir a un simple ritual en el cual mostraban una estatua de un Dios hindú a un grupo de peregrinos, mientras sonaba música de un saxófono, acompañado por tambor y una fuerte campana. Aparte de la simple ceremonia, el templo y su complejo era interesante por la gran cantidad de estatuas de piedra decorando las paredes de diversos pequeños templos, muchas de ellas de con formas sensuales, similares a las de Kajuraho.
Al mediodía, mientras tomábamos la carretera hacia Gokarna, la luz de la batería del coche se encendió. Salí con el tester y verifiqué que el alternador no funcionaba. Preocupados, nos dirigimos a un taller eléctrico de un pequeño pueblo y nos comentaron que no nos lo podrían arreglar allí, por falta de piezas. Temiendo que podría ser un problema grave y que podríamos quedarnos sin batería para seguir conduciendo, decidimos hacer camino en dirección contraría, hacia Bangalore, ya que dirección en la costa no había ciudades importantes. A media tarde, paramos en una ciudad próxima a Bangalore, en un taller auto eléctrico, y allí me dijeron que me podrían mirar el problema si yo mismo sacaba el alternador. Teniendo experiencia de África, no me hice rogar y me puse manos a la obra. Una vez les entregué el alternador encontraron la avería enseguida: uno de los carbones que hacía contacto se había gastado. Al cabo de una hora me tuvieron el alternador arreglado, el cual volví a montar casi a oscuras.
Al día siguiente hicimos camino hacia Gokarna, por una nueva carretera, primero una autopista de dos carriles y al siguiente día, una pequeña carreterita llena de camiones que bajaba hasta la costa. Al mediodía llegamos a Gokarna, un pueblo con unas playas muy bonitas que recibe bastantes turistas de mochila (nuestros amigos David y María habían estado aquí). De todas maneras, a nosotros no nos atrajo demasiado, pues aunque tuviera una playa muy bonita (la playa de Om), no había buen lugar donde aparcar. Además, Gokarna es un pueblo de peregrinaje, con centenares de peregrinos vestidos de negro llegando cada día con autobuses y jeeps, que impedían que nos pudiéramos relajar. Así pues, al día siguiente, hoy, hemos decidido hacer camino hacia las próximas playas de Goa, donde nos habían dicho que había una playa excelente para aparcar la autocaravana.





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