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‹ Anterior (15/09/2007) MES Siguiente (2007-11-14)› ‹ Anterior (2007-10-01 - Zambia) PAIS Siguiente (2007-10-29 - Tanzania)› Malawi Liwonde (ver en mapa) 16/10/2007: En Malí y Níger habíamos pasado mucho calor con el sol chamuscando desde el centro del cielo, pero ahora estamos cruzando otra vez la vertical del sol y afortunadamente las temperaturas son mucho más templadas. Tenía miedo de que sobrepasáramos los 40 grados y que se deteriorara la inversión en alimentos que habíamos hecho en Sudáfrica. Habíamos comprado dos grandes cajas de latas de comestibles para ahorrarnos comprar los mismos productos al doble de coste en los países de más en el norte. Pero si seguimos el itinerario hacia el norte, pronto dejaremos el sol hacia el sur y volveremos a encontrarnos en invierno y los alimentos estarán salvados. 18/10/2007: Según la guía de viaje, Malawi es el cálido corazón de África, un país de visita obligatoria por la belleza de sus paisajes y la cordialidad de sus habitantes. De todas maneras, Lilongwe no ha cumplido las expectativas, quizás porque sólo es la capital y no representa la realidad del país. Lilongwe no tiene demasiado atractivo turístico. Según la guía turística era recomendado de visitar el principal mercado, pero éste ya no existía, aunque la zona era un batiburrillo de tiendas y actividad. También hemos visitado el Santuario Natural, donde el guardia de la entrada nos ha avisado del peligro de ladrones escondidos entre los arbustos y de cocodrilos cerca del río. Pero no me he topado ni con unos ni con los otros (ni con ningún otro tipo de animal). Lo más interesante de esta visita ha estado la tensión de si me encontraba con estos peligros, estaba con la navaja abierta en la mano, a punto de saltar atrás y huir por el camino o entre los arbustos y matorrales. En cualquier caso, Lilongwe ha estado un buen punto para solucionar un par de problemas del coche (por su bajo coste): cambiar una pastilla del freno de detrás que estaba completamente gastada y subir la protección del coche instalada en Sudáfrica para no tocar más al suelo. Cape Maclear (ver en mapa) 21/10/2007: Cape Maclear sólo se encontraba unos 100 kilómetros más en el sur de la ruta prevista por la costa del lago Malawi dirección en Tanzania. Sin embargo, aunque Cape Maclear nos maravilló, seguramente no nos habríamos dirigido allí si hubiéramos conocido el estado de la carretera. Tardamos unas 4 horas a recorrer los últimos 70 kilómetros por una pista que nos recordaba las del Camerún, o peor, las del Gabón. De todas maneras, desde Lilongwe tuvimos la oportunidad de disfrutar del paisaje compensando ligeramente la fatiga del viaje. A lo largo de la carretera, la mayor parte del terreno era cultivado, con mujeres, hombres y niños trabajando con azadas la tierra, o bien andando o pedaleando con bicicleta por el lado de la carretera cargando los productos cultivados. Por otro lado, las casas y pequeños pueblos se sucedían unos detrás de los otros, con pequeñas paradas vendiendo frutas y verduras y otras vendiendo otros productos hechos a mano: esteras, sofás, camas ... Daba la impresión que, contrariamente a lo que nos habían explicado de los Zambianos, los Malawianos no tienen el defecto de la pereza. Éste sería un buen razonamiento para explicar porque Malawi es un país relativamente próspero sin disponer de recursos minerales o fósiles. Aunque estuvimos rodeando el lago Malawi todo el rato, no lo pudimos contemplar hasta llegar a Cape Maclear, un pequeño pueblo asentado delante de unas islas que resaltaban el inalcanzable horizonte del lago. Hubiera sido complicado aparcar la autocaravana cerca de la playa si no hubiéramos acampado en un "Lodge", pero encontramos uno bastante económico, tranquilo, muy bonito y frecuentado por otros viajeros. Y allí nos hemos estado relajando todo el fin de semana, leyendo, conversando con otros viajeros (había una pareja de Suecia que estaban realizando un itinerario similar al nuestro con bicicleta), paseando por el pueblo y la playa, y haciendo snorkling (nadando con pies de pato y gafas). Nadando por la playa del pueblo sólo he podido observar pesces pequeños, caracoles y un poco de suciedad que se quedaría allí para siempre por la falta de corriente. Seguramente hubiera visto peces mucho más interesantes si hubiera contratado una barca hacia las islas próximas, pero tenemos que vigilar con el presupuesto y lo he descartado. Ayer por la tarde salí a andar por el pueblo. Un chico del pueblo me empezó a acompañar dándome conversación, pero yo le expliqué que no le podría dar dinero por su compañía. Él pareció defraudado, pero enseguida aceptó y seguimos andando (después acabé dándole una propina). El chico, que se llamaba Solomon, me explicaba el significado de las palabras que me dirigían los niños: "hazme una foto", "muéstrame la foto" (no recuerdo la pronunciación original). Si fotografiaba a un grupo de mujeres u hombres trabajando, éstos normalmente pedían explicaciones a Solomon, quien - por iniciativa propia - les explicaba que yo trabajaba para una ONG, que había entregado pelotas a la escuela del pueblo y que después del viaje enviaría las fotos a la escuela. Aunque me abría la puerta a hacer las fotos que quería, no me sentía confortable con esta mentira, porque cuando alguien me lo pide normalmente intento explicar que viajo durante muchos meses y que no puedo enviar las fotos. Estuvimos paseando por la playa, donde los niños jugaban; las mujeres lavaban platos, ropa o niños; y los hombres arreglaban redes o jugaban al go o a cartas. Volvimos andando por dentro del pueblo, cruzando el cementerio lleno de cabras, un pequeño mercado y visitando el cine del pueblo: una casa de paja donde la gente pagaba unos 5 céntimos de euro para ver una película de dvd en una televisión normal. Poco antes de llegar otro vez al "Lodge", Solomon me dijo que me parecía a Chuck Norris, el actor de cine. Yo no le habría dado más importancia de no ser que un poco más adelante nos cruzamos con otro chico que me llamó "Chuck Norris". Después se lo expliqué a Alex, pero ésta me dijo "El único parecido con Chuch Norris es que los dos sois muy feos". Parc Natural de Liwo (ver en mapa) 22/10/2007: Si queríamos evitar la horrorosa pista que nos había llevado hasta Cape Maclear, teníamos que circular unos 100 kilómetros más en el sur, y lo hicimos sin pensarlo más de dos veces. Por otro lado, este trayecto no previsto nos permitiría visitar el Parque Natural de Liwonde (económico como los de Sudáfrica). Dormimos en la puerta del Parque y esta mañana bien temprano la hemos cruzado. Hemos tenido que recorrer bastantes kilómetros por una pista polvorienta sin ver casi ningún animal, pero cuando los hemos empezado a ver ha estado jauja. La carretera transcurría por el lado del río Shire (que obtiene las aguas del lago Malawi) donde nadaban cocodrilos e hipopótamos y pacían todo tipo de antílopes, bastantes cerdos salvajes y también elefantes, uno de los cuales nos ha bien asustado. Estábamos circulando observando como dos elefantes jóvenes que se estaban peleando, cuando de repente uno de ellos se ha separado y se ha dirigido hacia nosotros empezado a correr. Yo he tirado rápidamente marcha atrás mientras el Alexandra chillaba con todas sus fuerzas provocando que el elefante se detuviera moviendo a las orejas y la trompa desafiante. Más adelante nos hemos encontrado algún otro elefante que no parecía demasiado satisfecho con nuestra presencia y hemos acabado deduciendo que estos elefantes no estando demasiado acostumbrados a los coches como en otros parques. La entrada del parque era válida para 24 horas, así pues, he decidido hacer noche en el parque, a pesar de la desaprobación de Alex, que estaba convencida que una mandada de elefantes nos atacaría durante la noche. Pero no ha estado así, sólo nos ha despertado algún grito extraño de algún animal sin ninguna consecuencia. Mzuzu (ver en mapa) 25/10/2007: De Liwonde empezamos a hacer camino hacía el Norte, cruzando pequeños pueblos y paisajes cultivados. En Malawi hay muchos pocos coches en la carretera, pero mucha gente a pie y con bicicleta circulando por el lado del asfalto. Al pasar, los niños y las mujeres nos acostumbran a saludar sonriendo y moviendo mano; los hombres, también levantando la mano con el pulgar apuntando el cielo en señal de aprobación. Nosotros siempre intentamos devolver los saludos, aunque a veces nos saludan de los campos y no nos damos cuenta hasta que estamos pasando. En Salima nos volvimos a encontrar los Suecos de Cape Maclear. Estaban buscando un camión que los llevara hasta Lilongwe, pues la chica tenía la bicicleta bastante estropeada y pensaban que allí podrían arreglarla. Los Suecos nos recomendaron un restaurante económico de Salima y Alexandra me convenció de ir a comer. Alex se pidió judías con Nshima (una masa hecha con harina de maíz). ¡Nshima! En Zambia nunca la había querido probar y allí la quiso probar y le encantó (me hizo prometer comprar harina de maíz para cocinar y comer más). Seguimos circulando hacía el norte, bordeando el lago Malawi sin poder observarlo. Pero a media tarde decidimos acercarnos a la orilla y pasamos la noche. Seguimos un caminito hasta un "Lodge" donde acampamos (entendí que nos costaría 1 $ en total, pero al día siguiente nos comunicaron que eran 10 $, de todas maneras sólo pagué 1 $ al explicarlos el limitado presupuesto que teníamos). Al atardecer nadé con las gafas y pies de pato, pero no vi nada por que las olas (sí, olas en un lago) levantaban polvo enturbiando el agua. El día siguiente por la mañana, Alexandra también se bañó. Aprovechando que la playa era muy poco profunda, ayudé Alex para que aprendiera a nadar. Y finalmente lo consiguió, consiguió flotar sobre el agua nadando como un perro. Más adelante ya mejoraremos el estilo, pero como mínimo está perdiendo el miedo al agua. Hacía el mediodía llegamos a Nkhotakota, un pueblo que había estado el centro del comercio de esclavos en la zona. No es de extrañar pues, que el pueblo (igual que muchos otros pueblos de Malawi) tenga algunas mezquitas, ya que en la costa este de África, el comercio de esclavos era dominado básicamente por los Árabes. De todas maneras, la principal atracción turística de Nkhotakota es una antigua misión y el espectacular árbol del lado, a bajo el cual Livingstone convenció el jefe Jumbe de finalizar el comercio de esclavos (en el siglo XIX). Salimos de Nkhotakota con la intención de detenernos para comer bajo la primera sombra "deshabitada", pero los alrededores de la carretera continuaban poblados y los únicos grandes árboles se encontraban siempre cerca de casas o pueblos. Finalmente hemos aparcado bajo un gran árbol en un patio de colegio que parecía desierto y hemos empezado a cocinar. Pero al cabo de poco han empezado a acercarse niños tímidos y curiosos, que nos han empezado a preguntar los nombres por la ventana y a pedirnos que les diéramos algo (creo que sólo nos pedían para interactuar, pues una de las pocas palabras que sabían en inglés era "give me"). A pesar de, estar rodeados de niños, hemos podido comer relativamente tranquilos y sin que Alexandra se estresara. Por la tarde hemos seguido dirección Norte, deteniéndonos a dormir al lado de la carretera, a pocos kilómetros de Nkhata Bay donde hemos llegado hoy por la mañana. Hemos leído que en el sur de Nkhata Bay había una playa fantástica, y así era, aun que llegar hemos tenido que pasar por un camino igual o peor que Angola. La playa me recordaba algunas playas de la Costa Brava, en el Norte de Cataluña: una playa pequeña rodeada de rocas. Esta vez, Alexandra no se ha bañado porque tenía la espalda quemada del día anterior. Yo también, pero me he puesto protección y me he tirado a nadar entre las rocas con las gafas y los pies de pato y esta vez sí que he disfrutado. Las aguas estaban claras y llenas de peces de tonalidades azules, amarillas, grises y negras. Era magnífico, pero de todas las maravillas, había una que me ha dejado pasmado. Había un grupo de minúsculos peces que tenían una forma similar a otro mayor que rondaba por los alrededores. En el acercarme los minúsculos peces se han agrupado y el pez grande ha parecido ponerse nervioso y de repente, los minúsculos peces se han dirigido hacia el grande, el grande ha abierto la boca y todos los pequeños (unos vente) han entrado. No se los ha comido, sólo los protegía, porque al cabo de un rato, cuando la madre ha confiado en que yo no era ningún peligro ha abierto la boca ha dejado que todos los pequeños volvieran a salir. Por la tarde nos hemos dirigido hacia Mzuzu (la capital del Norte), deteniéndonos a medio camino para comprar diferentes tipos de collares, brazaletes y pendientes que pensamos vender a Europa o Australia para financiar parte de nuestro viaje. Antes de nada, en Mzuzu nos hemos conectado a Internet, que no hacíamos desde Lilongwe (es difícil encontrar cibercafés en Malawi). Después hemos buscado un lugar donde pasar la noche. Hemos circulado por un barrio a las afueras y hemos observado una casa con un jardín muy bonito y amplio. He bajado para pedirles permiso a aparcar y una mujer me ha dado permiso aunque su marido todavía no había llegado. Más tarde, su marido ha golpeado la puerta y nos ha invitado a entrar en su casa. Alexandra se ha quedado en el coche pero yo lo he acompañado agradecido. Werton y Maria (así se llamaban) me han explicado que los Malawianos son gente trabajadora, no como en Zambia, y que incluso son bien recibidos para trabajar en Sudáfrica. El trabajo de los Malawianos permite que el país tenga una economía aceptable, basada en la exportación de tabaco, café y té. Por otro lado, el país no necesita importar comida y por lo tanto, no hay nadie que pase hambre. Pero no todo es positivo, también me han explicado que la escuela secundaria y la universidades son muy caras y pocas familias pueden inscribir en ellas a sus hijos. 27/10/2007: Ayer salimos de Mzuzu con lluvia. Alexandra me comentó que el paisaje le recordaba a Camerún, y la verdad es que tenía una retirada: tierra roja y arcillosa, montañas redondeabas, algunos bosques ... Aunque, contrariamente al Camerún, la tierra continuaba siendo cultivada por casi todas partes. Llegamos a Chitimba cruzando un puerto, de suelo árido, desde el cual se disfrutaba una maravillosa vista sobre el lago. En Chitimba se encuentra la desviación hacia el pueblo de Livingstonia que teníamos previsto visitar hoy. Así pues, pasamos el mediodía y la tarde relajándonos en un "Lodge" y nos marchamos por la noche porque la estancia era demasiada cara. Aparcamos un poco más adelante, cerca de una playa encantadora (como en todo el lago Malawi), y mientras estaba cautivado observando las oleadas del lago, un hombre se acercó explicando que habíamos aparcado en su terreno. Pensaba que me pediría dinero pero después de preguntarnos mutuamente sobre nuestras familias, me preguntó si quería comprar su terreno. Le pregunté el precio y me respondió que menos 2000€. ¡Un terreno delante de la playa suficiente para construir una casa y tener un gran jardín, era magnífico! Le dije que, en terminar el viaje quizás volvería, le compraría el terreno y me instalaría (a Alex también le gustó la idea), en cualquier caso le dije que si lo vende, que no lo vendiera por menos 3.000€, y que en Europa, el mismo terreno costaría 300.000€ (no se hizo demasiado a la idea del qué supondría tener esta cantidad de dinero en Malawi). Hoy por la mañana, Alexandra se ha despertado con mal de vientre y diarrea; yo también, pero no tanto. Alex decía que alguien nos había hecho vudú porque antes de ayer había matado accidentalmente una gallina al cruzar un pueblo. De todas maneras, yo creía que el mal de vientre venía provocado por otra gallina, un pollo cocinado que habíamos comprado y comido ayer. Hoy por la mañana también lloviznaba, pero aun así, hemos empezado a hacer camino hacia Livingstonia, un pueblo fundado por misioneros a finales del siglo XIX que hoy conserva un misterioso aire de tranquilidad debido a su aislamiento. Pero ha estado este aislamiento el que no nos ha permitido llegar. El camino de tierra estaba en bastante mal estado, pero lo hemos ido enfilando hasta que nos hemos encontrado una curva demasiado cerrada para la autocaravana. En intentar pasarla las ruedas han patinado hasta que hemos golpeado con el morro del coche con una roca desenganchando ligeramente el parachoques. Alexandra se ha puesto histérica, yo me he vuelto a enfadar con su nueva crisis de nervios. He salido a andar un poco, con el coche atravesado en la carretera y cuando he recuperado la tranquilidad he decidido volver atrás y perdernos también esta visita (hacía unos días hubiera querido visitar la magnífica isla de Likoma, en el centro del lago Malawi, pero los barcos sólo pasan dos veces a la semana y nos habría obligado a pernoctar 3 noches en la Isla, que estaban fuera de nuestro presupuesto). Hemos seguido circulando hacia el norte, hasta Karonga, el último pueblo antes de llegar a la frontera con Tanzania. Hemos comido cerca de la playa en Karonga, pero los dos todavía teníamos mal de vientre y no estábamos disfrutando del lago, así pues hemos decidido cruzar hoy mismo la frontera, que hemos hecho sin demasiados problemas. Sólo hemos tenido un susto cuando los oficiales de Tanzania han comunicado a Alexandra que necesitaba un visado. Alexandra se ha bien enfadado explicándoles que en la embajada en Zambia le habían asegurado que los romanos no necesitaban visa. Por suerte, al cabo de media hora nos han confirmado que Alexandra no necesitaba visado de entrada y que no tendríamos que pagar los 50 $ que nos pedían. Tanzania Iringa (ver en mapa) 29/10/2007: Si las tierras de Malawi parecían muy cultivadas, las de Tanzania parecían sobreexplotadas. La tierra era de color negruzco - fértil - y cada rincón, por empinado que fuera, estaba cultivado con diferentes cultivos, entre ellos el té. Igual que en Malawi, los pequeños pueblecitos, casas y gente caminando no dejaban de desaparecer en ningún momento a lo largo de la carretera. De todas maneras, llegando a Mbeya al principio de una gran llanura, la vegetación se empezó a secar y las tierras a ser útiles sólo para la partura. En Mbeya, un gran pueblo sin ninguna gracia, aprovechamos para sacar dinero, poner diesel (el precio sigue manteniéndose próximo al euro/litro) y comprar una tarjeta de teléfono para poder recibir llamadas. Después volvimos a la carretera, dirección este, hacia la costa y Dar Es Salam. Las tierras siguieron secas y así han continuado hasta hoy. Hoy por la mañana, antes de entrar en Iringa, he visitado (Alexandra ha vuelto a preferir quedarse en el coche) los hallazgos arqueológicos de Ismila. Hace unos 60.000 años, en Ismila había un lago donde los animales salvajes se acercaban a beber y donde un grupo de hombres los emboscaba con lanzas y otras armas fabricadas con piedra cortada. Muchas de estas armas y utensilios se perdieron en el agua y por la zona y hoy en día, que el lago está seco, se han recuperado muchas, aunque algunas todavía descansan sobre la tierra sin que nadie se digne a recogerlas o clasificarlas. De todas maneras los hallazgos arqueológicos no tienen ningún interés en comparación con las impresionantes formaciones arcillosas que hay detrás del antiguo lago. Las aguas han trabajado durante milenios un valle recortando rocambolescas paredes y aislando impresionantes columnas de tierra. Vale la pena de visitarlo y el Alexandra se ha arrepentido de no venir al ver las fotos. Después de visitar Ismilla hemos llegado a Iringa, un pueblo construido por los Alemanes en las postrimerías de siglo XIX como una bastión contra la tribu Hehe. Los alemanes ya hace mucho tiempo que perdieron la guerra en Europa y que tuvieron que abandonar África, pero Iringa ha conservado un aire europeo, sobre todo en su arquitectura y distribución. A la Espera de conocer mejor Iringa mañana por la mañana, hoy por la tarde he hecho una larga caminata hacia la roca de Gangilanga, un lugar donde el jefe Mkwawa (uno de los jefes Hehe más rebeldes contra los Alemanes) acostumbraba a meditar. El paisaje de rocas, hierba alta y pequeños árboles era impresionante y he seguido andando (sudando y resoplando) hasta la cumbre de la montaña donde me esperaba una magnífica vista. Dar Es Salam (ver en mapa) 31/10/2007: Ayer por la mañana paseamos un poco por el mercado de Iringa, provisto de frutas y verduras de todo tipo. Hacía tiempo que no veíamos un mercado tan bien provisto. En los mercados de pueblo sólo venden dos o tres tipo de productos: tomates y cebollas, o cebollas y mangos, o mangos y mandioca, o mandioca y tomates ... En el mercado de Iringa también venían especias y no es de extrañar, recuerdo de mi anterior visita hace unos 4 años en Tanzania, que el país es un gran productor de especias, en especial la isla de Zanzibar, una isla encantadora la cual no visitaremos porque sería demasiado costoso y fuera del nuestra presupuesto. Por la tarde nos hemos vuelto a la carretera cruzando áridas planicies, verdes montañas, valles de baobabs y un parque natural, donde hemos visto antílopes y babunes. Es una lástima, pero en Tanzania (ni en Kenia) no visitaremos ningún Parque Natural, pues estos son hasta 5 veces más costosos que en Sudáfrica o Malawi y también están fuera de nuestro presupuesto. A medida que avanzábamos hacia el Este, también nos íbamos cruzando con esporádicos masais por los cuales la Alexandra quedaba fascinada, mirándolos con unos ojos abiertos como naranjas. Estaba cautivada por sus ropas rojizas rodeándoles desde el hombro, las masas colgando de la cintura, las sandalias blancas; su mirada serena y andar pausado, pero sobre todo estaba maravillada que se relajaran en los bares bebiendo cervezas, jugaran a billar, o circularan por la carretera en bicicleta o en moto. De todas maneras, no parece que Alexandra quiera emular a la protagonista del libro y película "la masai blanca"; Alexandra se está adaptando más a África, pero no hasta estos extremos. Hoy por la mañana hemos llegado a Morogoro, un pueblo sin demasiado atractivo donde nos teníamos que encontrar con un chico de Couchsurfing (www.couchsurfing.com). Lo hemos estado esperando pero no se ha presentado. Así pues, al mediodía hemos continuado hacia Dar Es Salam, dónde hemos llegado de noche, en medio de un caos circulatorio terrible. Por suerte, allí sí que nos esperaba otro contacto, un australiano de origen asiático que vive en un bonito apartamento en Dar. 04/11/2007: En Dar Es Salam (Paraíso de Paz, traducido del árabe) hemos tenido bastante tiempo para relajarnos en casa de Paul y también para trabajar. Tengo intención de presentar el diario de la etapa africana a un concurso de historias de viajes (en catalán) y he empezado a revisar y corregir los escritos desde Marruecos. Releyendo el diario me he empezado a dar cuenta del tiempo que hace que estamos viajando por tierras africanas, con muy poco contacto con la tierra que me ha visto crecer. Pero no la echo de menos (ni la he echado de menos), seguramente debido a la intensidad del viaje en algunos momentos y al disfrute en otros. Por otro lado, al releer el diario también me he dado cuenta de que últimamente estoy escribiendo mucho menos que al principio (durante el viaje por Europa también escribía más que al principio de África). He pensado que quizás las vivencias eran más emocionantes al principio, pero he acabado concluyendo que, estoy escribiendo menos sobre experiencias que se harían pesadas de relatar cada día (donde hemos dormido, donde hemos comido, cómo hemos cargado agua...), pero también estoy escribiendo con menos detalle sobre los amigos que hacemos, sobre las ciudades que visitamos, sobre las emociones ... Y eso me gustaría ir solucionándolo, aunque no necesariamente en este capítulo o día. Paul, igual que la mayoría de asiáticos, es un hombre (poco mayor que yo) introvertido y reticente a explicar su vida personal. En cambio yo, tengo una tendencia natural a preguntar sobre las intimidades personales de la gente (y a explicar las mías si me cuestionan). De todas maneras, nos hemos entendido muy bien y Paul se ha ido abriendo a lo largo de los cuatro días que hemos estado aparcados delante de su apartamento, y finalmente he deducido que trabajaba para una ONG en Dar Es Salam. En cualquier caso, Paul se mostraba mucho más abierto y entusiasta hablando de sus proyectos y sueños: viajes a Barcelona y Latina América, escritura de libros, reportajes fotográficos ... Una de las principales aficiones de Paul era comer y, aunque siempre prefería cocinar, la primera vez que comimos juntos fue en un restaurante en el casco antiguo de Dar Es Salam. Era un restaurante popular, con multitud de mesas ocupadas y los camareros corriendo como locos entre éstas. Después de comer fuimos a tomar un té en un "te shop", también popular y no muy limpio. Paul comentaba que los "te shop" son muy populares en Asia y él se sentía como casa. En terminar, Paul volvió al trabajo y nosotros paseamos un poco por el casco antiguo, con edificios viejos y demacrados (algunos de la época colonial) al lado de edificios nuevos y modernos. Paul había explicado que en dos años la ciudad se había modernizado bastante pero yo, que la había visitado fugazmente hacía 4 años, no la veía demasiado cambiada. El Ambiente era bastante musulmán, aunque uno de los principales iconos de la ciudad que visitamos fue una iglesia luterana en el frente de la playa, ésta última ocupada por bares y restaurantes muy humildes. Más en el norte, las playas eran más interesantes y bonitas, pero no para nadar, estaban llenas de algas y en zambullirme con gafas y pies de pato no observé case ningún pez, pero sí muchos erizos. Paul quería cocinar algo especial el sábado por la noche y, por la mañana lo acompañé a comprar en el mercado de pescado de la ciudad. El mercado hervía de movimiento. Bajo un cubierto, había diversas mesas bajas y alargadas en torno a las cuales se reunía la gente para comprar mediante subasta pequeñas cantidades de pescado. A las afueras, había más multitudes vendiendo pescado sobre sacos de plásticos cubiertos de escamas y tripas y empapados de la suciedad de bajo. En otro cubierto, se reunían los vendedores más limpios, con las piezas mayores y bonitas, y más persuasivos con los posibles compradores blancos. Al anochecer, mientras Paul estaba cocinando parte del pescado comprado, se presentó una amiga de Paul, Ziggy, una mujer Alemana de unos 50 años que trabajaba para la embajada de su país. Mientras cenábamos el delicioso pescado que Paul había comprado (calamar, pescado pequeño y otro pez grande que había hervido y después sumergido en una salsa de soja) Ziggy estuvo explicando anécdotas divertidas sobre los países en los cuales había estado trabajando como secretaria de embajada. Por ejemplo explicó que durante la Polonia comunista, un día se quejó en su piso en voz alta exclamando: "Polonia sería un país magnífico si no fuera por la inexistencia de tapones para la bañera", y al día siguiente por la mañana se encontró un tapón de bañera delante de su puerta, como prueba de la magnificencia del país y de que los servicios secretos la estaban escuchando en todo momento. Aunque hacía dos años que trabajaba en Tanzania, no tenía opiniones demasiado buenas (los Parques Naturales eran caros y aparte de éstos el país no tenía otros atractivos, a excepción de Zanzibar) y comentaba que como Sudáfrica no había nada. Hoy domingo por la noche, Paul ha vuelto a vuelto a cocinar pescado, el mismo delicioso menú de ayer, pero la anfitriona ha sido diferente. Habíamos invitado a Saberia, una chica de Tanzania amiga de Paul y que nosotros también habíamos contactado por Internet. Pero la velada no ha estado tan interesante como la de ayer, básicamente porque Alex no estaba de demasiado buen humor (creo que Alex estaba celosa de la chica) y nos ha tenido en todos entretenidos mirando la televisión: "big brother Africa". De todas maneras, aunque no hayamos mantenido ninguna conversación interesante con Saberia, antes de marcharse le he pedido entrevistarla para tomar el pulso en el mundo y ella ha aceptado. --- Saberia opinaba que el principal problema del mundo es la Sida porqué es incontrolable. La gente debería de actuar con menos riesgo para frenar la enfermedad. El principal problema de Tanzania es la pereza que los mantiene sin mejorar el país. Saberia se considera feliz porque mira el lado positivo de las cosas. Bagamoyo (ver en mapa) 07/11/2007: El lunes por la mañana nos marcharmos hacia Bagamoyo, un pueblo en el norte de Dar Es Salam que también había visitado 4 años atrás y donde había pasado unos 3 o 4 días estupendos. De todas maneras, actualmente no tenía la intención de quedarnos tantos días, pues yo ya había visitado el pueblo y Alex sigue bastante desinteresada de África en general. Buscando un lugar dónde aparcar, hemos cruzado una calle de antiguas casas coloniales medio destruidas hasta llegar al último hotel del pueblo, donde hemos pedido al gerente de aparcar por la tarde a cambio de tomar algunos refrescos. Pero después he vuelto al gerente y mostrándole algunas fotos que había hecho del hotel le he propuesto de hacerle algunas más a cambio de poder quedarnos una o dos noches aparcados, y sorprendentemente por mi parte ha aceptado muy agradecido. Hemos pasado la tarde paseando por la playa delante del hotel donde crecían manglares y relajándonos en la piscina donde Alexandra ha hecho nuevos progresos de natación. Por la noche después de mirar una película en el ordenador empecé a exclamar medio en broma: - Alex, no te preocupes. Por favor, no te preocupes. - ¿Qué te pasa? - me preguntaba ella. Pero yo seguía repitiendo las mismas palabras mientras notaba como en mi interior crecía un mal de vientre y malestar general. Al final le expliqué que no me encontraba nada bien y me tendí en la cama. Tenía ganas de vomitar y deduje que las frutas y la leche que había comido antes me habían provocado un corte de digestión, aunque Alex opinaba que el mal de vientre era debido en la carne que había comido al mediodía, que creía que no estaba en muy buen estado. En cualquier caso, el malestar se iba haciendo insoportable y al final decidí provocarme el vómito para acabar con el sufrimiento. Hacía muchos años que no vomitaba y no recordaba como hacerlo, pero fui intentando, con dolor, hasta que al final conseguí vaciar completamente mi estómago. Posteriormente a cada vomitada parecía que el malestar disminuía, pero después de la vaciada final, el malestar siguió aumentado, e incluso con fiebre y temblores. Pasé la noche medio delirando, imaginando puertas que no se cerraban y por las cuales se colaban pensamientos discordantes que no me dejaban dormir (ni dejaban dormir a Alexandra que me estaba cuidando). Pero finalmente, y quizás desgraciadamente, el sueño venció los delirios. Y escribo desgraciadamente, porque por la mañana me di cuenta de que me había cagado en la cama - sí cagado, y aunque lo repita no significa que no me avergüence. Tenía una diarrea tan líquida que si no estaba despierto y alerta ésta se escurría a la mínima distensión. No hay que decir que Alex se ha despertado muy muy repugnada. Pero ya no había ninguna otra solución que limpiar. En cualquier caso, ya no tenía dolor de vientre ni malestar general, pero con el fin de no repetir la desagradable anécdota nos hemos dirigido al pueblo para comprar un antidiarreico. Pero por suerte no había farmacias en el pueblo que vendieran y nos han aconsejado ir a un dispensario donde también vendían medicinas. Allí, hemos pagado unos 0,35€ por una consulta y el doctor ha empezado a escuchar mis síntomas (no he descrito el estercolero de la cama). Pensaba que me recetaría directamente un antidiarreico, pero me ha recomendado hacerme a unos análisis de sangre y de excrementos y así lo he hecho. Al cabo de una hora, el doctor nos ha vuelto a llamar y nos ha comunicado el resultado del análisis: ¡ en sólo una gota de sangre que habían extraído de mi dedo habían contado hasta doce parásitos de Malaria! Por una parte me he alegrado de que el nombre de la enfermedad sea lo suficiente aterrador como para justificar la mi cagada, pero por otro lado he pensado que no me encontraba tan mal como para tener tal enfermedad, aunque también es verdad que yo sólo era uno de los 400 millones de personas que cogen paludismo cada año y de los cuales solo mueren 1 millón, principalmente niños menores a 5 años. De camino al hotel de la anterior noche, me he tomado la medicación recetada y me he pasado toda la tarde descansando, asegurando el mi esfínter con dos dosis de antidiarreico. Mientras tanto, Alexandra ha seguido cuidándome y practicando en la piscina. Después me he despertado, he hecho unas cuantas fotos más por el hotel y he continuado la dormida hasta hoy por la mañana, que ya me encontraba bastante bien. Hemos decidido marcharnos del hotel y visitar un poco Bagamoyo antes de continuar el viaje hacia el norte. Hemos aparcado bajo un gran árbol cerca de las antiguas edificaciones germánicas coloniales y hemos salido a pasear. Bagamoyo había sido el puerto de "dhows" (embarcaciones pequeñas de vela) más importante de la costa este africana y no fue hasta finales del siglo XIX que los alemanes empezaron potenciar la utilización del pequeño puerto de Dar Es Salam como mejor alternativa para los grandes barcos que llegaban a la costa Este africana. De todo este pasado glorioso quedan unas cuantas edificaciones coloniales que a penas se aguantan (supongo que los africanos prefieren construirse nuevas casas a mantener una arquitectura que desconocen) y unas ruinas árabes más al sur que no visitamos (las había visitado hacía 4 años y sólo tenían interés arqueológico). Entre los edificios coloniales y las nuevas casas africanas había muchas tiendas de artistas tanzanos (muchos de ellos rasta) con esculturas muy interesantes, desmarcándose de las típicas y copiadas esculturas observadas hasta el momento. En la playa había muchas barcas ancladas en la arena (la marea era baja) y entre éstas había diversos grupos de personas arreglando las barcas, vendiendo pescado, y más en al fondo chicos que amontonaban algas, según parece para comer. Al lado de la playa había unos cuantos cubiertos de paja que generaban una gran fumarada friendo pescado pequeño, seguramente para vender hacia el interior al cabo de unos días. Después de la visita de Bagamoyo y de grabar una conversación telefónica para Catalunya Radio hemos tomado un camino de arena para evitarnos 150 kilómetros y volver a pasar por Dar Es Salam. Al cabo de unas 2 horas y media hemos llegado al asfalto, pero Alexandra había tomado dolor de cabeza y comentaba que tenía ganas de vomitar. Hemos seguido la marcha preguntándonos si Alex también había enfermado de malaria. Cuando hemos parado para descansar a media tarde, Alexandra se ha quejado de un dolor de cabeza era más intenso. Le he propuesto hacerle un test de malaria (en el Congo habíamos comprado uno) pero ella no quería por miedo al pinchazo en el dedo, aunque finalmente ha aceptado. Hemos estado casi media hora decidiendo si se pinchaba ella misma o yo, y cuando el final la he pinchado yo, me ha estado maldiciendo otra media hora con el dedo chorreando. De todas maneras, he podido recoger algunas gotas de su sangre y las he introducido en el pequeño laboratorio chino de 3€, y al cabo de 20 minutos el test ha indicado un resultado negativo. Alexandra no tenía malaria. Y así debió ser, porque se ha tranquilizado y el dolor de cabeza se fue desapareciendo. Quizás Alexandra sea un poco hipocondríaca, pero también es normal el dolor de cabeza por la tensión que ha sufrido por culpa de mi malaria y la cagada. Tanga (ver en mapa) 08/11/2007: Alexandra se ha despertado sin dolor de cabeza y contenta, así pues, sin demasiadas demoras hemos seguido el viaje hacia Tanga, pero a los pocos minutos de conducción Alex se ha puesto a chillar como una histérica y a llorar como una niña pequeña, mientras verbalizaba algo de un insecto o abeja. Yo pensaba que había visto (o incluso tocado) algún insecto horripilante, pero como no paraba de llorar he parado el coche y entonces me ha podido explicar entre sollozos que una abeja (o algún tipo de avispa) le había entrado por la manga de la camisa y la había picado dos o tres veces en el hombro. Y efectivamente, el insecto estaba moribundo al margen de la ventana. Le he puesto un poco de antialérgico al hombro y una vez se ha tranquilizado hemos seguido el trayecto hasta Tanga. Tanga es la tercera ciudad mayor de Tanzania, pero a pesar de este ranking, Tanga es una ciudad de ambiente colonial bastante tranquila. Y paseando por esta ciudad con sensación de pueblo, uno se puede imaginar que Tanzania sea uno de los países menos urbanizados de África. Tanga posee un parque que bordea la costa con una buena vista sobre el mar, el puerto y una isla próxima. Hacía unos cuatro años me había sorprendido la imagen surrealista de casi una decena de barcos oxidados y hundidos al lado del puerto, pero hoy me ha sorprendido no verlos. Hemos seguido el paseo por el centro del pueblo, debajo de las arcadas de edificios coloniales de principios de siglo XX medio conservados pero sin demasiado interés. Acabado el paseo hemos decidido llegarnos hoy mismo a Kenia, aunque antes nos hemos gastado los últimos shilings: nos hemos comido tres grandes macedonias de frutas (las tres por 0,90€), hemos comprado tres coca-colas para el camino (las tres por 0,70€), unas sandalias de piel para Alexandra, y otros pequeños detalles. A continuación hemos seguido la carretera hacia el norte de la ciudad que enseguida se ha convertido en una pista de arena. Parece mentida que Tanzania estuviera enlazada con Kenia por una pista de una velocidad máxima de 30 km/hora. A media tarde hemos llegado a la frontera de Tanzania con Kenia, cruzándola sin demasiados problemas. Ya llevábamos cruzados cuatro países desde Sudáfrica y todavía no habíamos llegado a la mitad de camino de subida para salir del continente (en Este África, el ecuador pasa cerca de Nairobi). Y en cierta manera ya tengo ganas de salir de África negra y continuar conociendo nuevas culturas. Tengo la sensación que sólo he llegado a descubrir muy superficialmente las diferentes culturas africanas, pero mi viaje no deja de ser superficial pero general, con la voluntad de enriquecerme sólo un poco de cada una de las principales culturas del mundo. Y África ya ha cumplido su objetivo, y yo ambiciono nuevos tesoros. Por otro lado, seguramente he perdido parte de de ilusión al entrar en Tanzania y Kenia, países que ya había visitado cuatro años atrás y que ya no me sorprenden como los anteriores países. Quizás es eso, África negro deja de sorprenderme y desde hace semanas tengo focalizada la ilusión en Etiopía, Egipto o Medio Oriente, regiones que confío volverán a sorprenderme y enriquecer mi conocimiento. Kenya Mombasa (ver en mapa) 09/11/2007: Hemos llegado a media mañana a Diani Beach, una turística playa al Sur de Mombasa con bancos (donde hemos extraído dinero), comercios (dónde hemos comprado algunos comestibles, a pesar de ser bastante caros) y muchos hoteles de lujo ocupando toda la longitud de la costa. Diani Beach es una destinación preferida por los tour operadores europeos, pero no lo ha estado para nosotros (y menos para Alexandra). En Diani Beach no había ningún bar o pequeño hotel cerca de la playa donde relajarnos. Sólo hemos encontrado un pequeño caminito entre dos hoteles donde hemos podido aparcar, y mientras yo iba a nadar Alexandra se ha quedado en el coche llorando y chillando que no le gustaba el lugar y que no podía relajarse, ni andar por la playa, ni nada. A pesar del mal humor de Alexandra, yo he podido disfrutar de mi sumergida observando algunos peces de colores muy interesantes, aunque no he podido llegar a los corrales, porque la marea me empujaba hacia la costa y porque en un momento dado me he visto rodeado por pequeñas medusas transparentes que me han asustado, haciéndome volver a la playa. En el coche, Alexandra seguía de mal humor y dándonos cuenta que difícilmente podríamos disfrutar más la playa de Diani hemos decidido acabar de llegarse a Mombasa. Mombasa es una ciudad asentada en una isla, conectada a tierra por dos puentes en el Oeste y en el Norte y por ferry en el Sur, de donde veníamos. Al llegar al ferry hemos visto los listados de precios en un gran mural y entre ellos el precio de "coches de hasta 6 metros: 0,60€". Al llegar a la taquilla he entregado la cantidad marcada pero el cobrador me ha dicho que el precio era el doble. Y aquí ha empezado una agria discusión, porque el cobrador me quería tasar como camión y yo le decía que la autocaravana no era ningún camión. Yo no quería bajar del burro y ser "engañado" por ser blanco (aunque sólo fuera por 0,60€), pero los responsables del ferry tampoco estaban dispuestos a ceder, y entre tanto, ha llegado la policía porque yo estaba bloqueando el paso de los otros vehículos. Al final, después de media hora de argumentos y de gritos, un policía me ha tomado aparte y me ha explicado: "Mira, tú no entiendes Swahili, pero la gente de aquí - estábamos rodeados de gente - están hablando muy mal de vosotros, dicen que no queréis acatar nuestras leyes y que os comportáis como unos nuevos colonizadores". Después el mismo policía me ha mostrado que otros vehículos más pequeños que el mío (pick-ups, furgonetas, todo-terrenos...) también estaban pagando importes similares a lo que me querían cobrar. Y con estos dos argumentos me he convencido de que me estaba equivocando, que si en el mural tuviera la tipificación de autocaravana pagaría lo mismo que un camión o más. Así pues, aun enfadado pero acatando la razón he pagado el importe reclamado y he vuelto al coche donde Alexandra seguía insultando a los negros acusándolos de ser a los únicos responsables de su subdesarrollo. El humor de Alexandra ha cambiado radicalmente cuando en Mombasa nos hemos encontrado con Sebastian, un chico polaco que desde hace tres meses dirige una empresa en Kenia y que tiene una bonita casa con piscina donde hemos podido aparcar la autocaravana. Alexandra estaba eufórica de reencontrar un trozo de Europa o de desarrollo donde poder relajarse. Y aprovechando la alegría y energía de Alexandra, por la noche hemos salido a tomar unas cervezas a dos locales de Mombasa con Sebastian, el cual nos ha confirmado que en Kenia se liga mucho, y que si quisiera, cada noche podría irse con una negra diferente. Yo ya había experimentado lo mismo cuatro años atrás, cuando en Mombasa estuve con tres chicas diferentes, sin pedirme dinero a cambio, sólo pidiéndome la oportunidad de robarme mi corazón para huir hacia Europa. Pero eso no pasa sólo con los hombres blancos, por las calles y locales también se ven mujeres blancas sobradas de edad o de kilos, acompañadas de chicos jóvenes del país. Lo que no sé, es por qué las chicas de Kenia tienen esta predisposición al sexo con blancos (quizás más que en Zambia) y en otros países como Tanzania, el comportamiento es radicalmente diferente. Después que una atractiva chica negra nos pidiera de sentarse con nosotros tres (le hemos dicho que no) he pensado que si Alexandra no estuviera conmigo, mi comportamiento en Kenia sería muy diferente. Después he vuelto a valorar si nuestra relación tenía futuro, sobre todo pensando los problemas que tiene Alexandra para adaptarse a los países que visitamos (o para adaptarse a mi manera de viajar). Pero Finalmente he vuelto a concluir que, difícilmente encontraría a una chica con quien tuviera menos problemas que con Alexandra (o que se adaptara mejor a mí); y que si superamos este viaje, muy probablemente no volverán a existir momentos tan críticos como los que hemos pasado; y que en el fondo la amo y que no me cuesta imaginarme un futuro con ella. 14/11/2007: Mombasa es una ciudad multicultural, con influencia swahili, árabe, india y europea. Esta diversidad cultural se nota en los templos religiosos, en las escuelas (algunas de las cuales, coránicas), en los diferentes matices arquitectónicos de los edificios, en los comercios, pero sobre todo en la manera de vestir de la gente, dominando el estilo europeo entre musulmanas completamente tapadas con chilabas negras o indias cubiertas con coloridos velos. También había diferencias en el transporte: matatus (pequeños autobuses o furgonetas) que se repetían en toda África o los tuc-tuc (triciclos motorizados) que me recordaban la India. Naturalmente, durante estos cinco días en Mombasa hemos (o he) tenido la oportunidad de conocer a diversos integrantes de las diferentes culturas. Uno de los primeros hombres con el cual mantuve una conversación, era un Somalí que me invitó a tomar un café cuando estaba paseando por el casco antiguo de Mombasa. El hombre, que se llamaba Giovani, me explicó que era refugiado somalí (igual que muchos otros en Kenia). Me interesé por la situación de Somalia y me relató que todavía era muy mala, que después de 18 años de guerra, muchos niños han crecido con un arma en las manos, y algunos de ellos no dejarán nunca ser asesinos. Entonces me explicó que en Somalia son una sola tribu, con una sola religión y una sola lengua, pero aun así hay guerra, por culpa de las facciones o clanes y sus señores de la guerra que quieren dominar el país y sus riquezas (petróleo y pescado). Al preguntarle por el futuro de Somalia me recordó que actualmente hay soldados etíopes manteniendo la paz, pero él estaba completamente en contra, porque según él los etíopes eran enemigos en la propia casa. Después, mientras estábamos bebiendo una cerveza (aunque se considerara musulmán) me explicó una cosa que me hizo mucha gracia. Se estaba quejando de que hoy en día ya nada es como antes y para ilustrarlo comentó "antes, cuándo era joven, recuerdo que el chili picaba, comías un poco y enseguida tenías que beber agua, pero hoy en día ya no pica, puedes comer dos o tres sin que sientas nada". Os aseguro que en Kenia el chili todavía pica, y mucho, pero el pobre somalí se había acostumbrado al picante y se comía los chilis comía de tres en tres, pensándose que éstos habían perdido sus propiedades ardientes. El día siguiente del fin de año indio (año 2064), durante el cual los niños indios tiraban petardos y cohetes, conocimos a una familia india que nos invitó (a nosotros dos y a Sebastian, el polaco) a visitar dos templos hindúes donde había unas magníficas exposiciones de pinturas al suelo realizadas con polvo de colores, algunas de las cuales estaban increíblemente bien hechas. Es una lástima (o no) que en pocos días las obras de arte se barran, demostrando la sutileza de la belleza y de la vida. La familia india nos explicó que nunca habían ido a la India, aunque seguían conservando las tradiciones y costumbres de sus antepasados que emigraron a Kenia a finales del siglo XIX para la construcción del ferrocarril que enlaza Nairobi con Mombasa. En todo momento, Alexandra se mostró fascinada con la cultura hindú, haciendo preguntas e interesándose sobre su cultura, tradiciones, religión... Pensé que quizás más adelante el carácter de Alexandra cambiará y volverá a apasionarse con el viaje, las culturas, los países, sus habitantes ... Al fin y al cabo, también es verdad que ella siempre ha manifestado (incluso antes de iniciar ésta segunda etapa) que en general África le desagrada. Ayer me encontré, en un bar construido con cuatro maderas y cuatro planchas, con Onyango, un chico de la tribu de luo (vestía como cualquier otro chico negro) que se empezó a quejar del gobierno explicando que el presidente era de la tribu kikuyu y que todos los cargos de importancia estaban ocupados también por kikuyus. Pero el principal problema no era éste, sino la corrupción, la falta de trabajo, la inseguridad del país, y la pobreza (hasta un 50% de los Kenianos viven bajo el umbral de la pobreza). De todas maneras, en pocas semanas habrá elecciones en Kenia y espera que su candidato (de su tribu) gane y aporte soluciones a los problemas del país. Por otro lado, al preguntarle por las tribus en Kenia me ha explicado que hay 42, con bastantes diferencias culturales entre ellas, pero todas amigas. Finalmente hablamos sobre salud y Onyango me explicó que en Kenia hay mucha sida y que por ejemplo él conoce a más 50 personas que son portadoras del HIV o han desarrollado la enfermedad. Ayer habíamos decidido que hoy a media mañana empezaríamos a hacer camino hacia Nairobi, pero esta mañana, a un hombre que vive en el mismo bloc de apartamentos que Sebastian, se ha presentado como profesor de periodismo de universidad y se ha empezado a interesar por nuestro viaje. Le hemos empezado a describir nuestro proyecto, pero nos han interrumpido y nos ha dicho que avisaría a dos periodistas para que nos hicieran una entrevista. Mientras esperábamos a los periodistas hemos seguido hablando de nuestro viaje y después sobre Kenia y África en general. Francis (así se llamaba) creía que el subdesarrollo de África era causado por Europa, debido a los aranceles o barreras comerciales. De todas maneras, continuó explicando que para evitar Europa, actualmente África está abriendo nuevos mercados entre los mismos países africanos y con Asia. Francis, también opinaba que el subdesarrollo era debido a la falta de liderazgo y que en general los gobernantes africanos eran líderes mediocres o realmente malos. Pero yo me he preguntado si la falta de liderazgo realmente era suficiente para mantener los países encaminados o también había un problema de mentalidad general. A pesar de todo, Francis se consideraba muy optimista con África, confiando que estaba evolucionando en la buena dirección. Poco más tarde, mientras Francis me explicaba que los africanos continúan sonriendo a pesar de los problemas que afrontan, han llegado dos fotógrafos y dos periodistas de "Daily Nation" y "The standard" y nos han estado entrevistando un buen rato. Alexandra se ha mostrado contenta que no marchemos hacia Nairobi hasta mañana, porque se encuentra muy bien en Mombasa y porque esta noche había programadas "danzas masais" en un bar donde acostumbrábamos a ir con Sebastian. Por otro lado, Alexandra también se ha sentido muy a gusto con Sebastian. De hecho, Alexandra siempre ha acostumbrado a intimar más con los Europeos (y blancos sudafricanos) que nos hemos encontrado por el camino, en cambio yo me siento más bien aburrido cuando no me aportan nada de nuevo culturalmente. Alexandra también se ha sentido muy feliz de haber podido trabajar dos días en la empresa de Sebastian clasificando ropa importada, y llevándose como premio unas quince piezas que había clasificado aparte. Me ha manifestado que le habría gustado estar un mes trabajando en la empresa para ganarse un dinero, en cambio yo no lo habría soportado. A pesar de todo, yo también me he sentido a gusto con Sebastián, un chico de 24 años que se ha ido abriendo a lo largo de estos días y que nos ha sabido explicar muy bien los emocionantes momentos que está viviendo. Hace pocos meses Sebastian fumaba frecuentemente marihuana con sus amigos, sin preocuparse de nada, pero un buen día, hace justo tres meses, un amigo lo llamó y le presentó un empresario polaco que necesitaba alguien que hablara inglés para dirigir una nueva empresa de importación de ropa en Kenia, y ahora se encuentra aquí, en un país completamente diferente, intentando arrancar una empresa que no desencalla, y manejando cantidades de dinero inimaginable hasta hace poco. Hoy por la noche hemos ido al bar donde había las danzas masais, un local lleno de turistas blancos, de todas edades, aparejados o solteros (tanto hombres como mujeres); y muchas chicas jóvenes y atractivas esperando cazar a alguno de estos hombres y algunos masais también besuqueando a alguna de estas mujeres. A la hora indicada, todos los masai se han agrupado en una esquina del local y han empezado a entonar cantos rítmicos e hipnóticos mientras iniciaban una danza conjunta de pequeños saltos. Poco más tarde, cuando la tonada ha aumentado de intensidad, los masais han empezado a saltar con energía, elevándose dos o tres palmos del suelo casi sin doblar el cuerpo, básicamente con la fuerza de los tobillos. Alexandra estaba cautivada y me ha obligado a estar todo el rato haciendo fotos, aunque las luces y el entorno del bar no eran muy propicios. Después los masais han sacado a bailar algunas turistas, y entre ellas Alexandra, que también ha saltado alegre entre los engalanados cuerpos negros. Hemos vuelto al coche tarde, después de conversar superficialmente con algunos masais y comprarles algunas pulseras. Durante la vuelta hemos estado contrastando puntos de vista, yo opinando que la danza masai en el bar había estado una obra de teatro, y que habría preferido la danza en su entorno natural; y Alexandra y Sebastian opinando que era positivo que los masais vinieran a la ciudad porque podían ganar dinero. ---- En Mombasa tomé el pulso al mundo con Francis, el profesor periodista. Francis opinaba que el principal problema del mundo es la avaricia, los ricos quieren más aunque los pobres sufran, provocando también corrupción y otros problemas. La avaricia se puede eliminar haciendo un cambio personal y sensibilizando la población. El principal problema de Kenia es el mal liderazgo, que los mantiene subdesarrollados. La esperanza está puesta en las próximas elecciones; la solución sólo depende del país. Francis es feliz porque ha decidido no estar enfadado. Sería más feliz si todos los Kenianos tuvieran las necesidades básicas cubiertas. El secreto de la felicidad depende de ti, has decidir ser feliz, tener la actitud. ‹ Anterior (15/09/2007) MES Siguiente (2007-11-14)› ‹ Anterior (2007-10-01 - Zambia) PAIS Siguiente (2007-10-29 - Tanzania)› |
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