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Gabon



Libreville (ver en mapa)

17/06/2007:
Gabon,+Libreville,+la+playa Gabon,+Libreville,+la+playa Gabon,+Libreville,+la+playa Gabon,+Libreville,+la+playa


El viernes por la mañana fuimos a la embajada de Angola, y tal como nos habían explicado Ben y Maria no era posible de obtener el visado desde Libreville, "no tenían los adhesivos para el visado" nos dieron como excusa. El chico de recepción me comunicó que desde Point-noire, en Congo, podríamos tramitar los visados, pero según Ben y Maria no era posible desde allí tampoco. Añadido al problema del visado había el mal estado de las carreteras. Por eso, después de la embajada nos dirigimos al puerto con la intención de buscar un barco en el que embarcar la autocaravana dirección a Sudáfrica. En el puerto encontramos una oficina del transporte marítimo donde un par de chicos muy amables hicieron algunas llamadas y finalmente nos informaron de que al día siguiente salía un barco. Estuvimos todo el viernes por la tarde y el sábado por la mañana pendientes de este barco, pero al final resultó que era demasiado pequeño e iba demasiado cargado y la autocaravana no cabía de ninguna manera (mañana, lunes, seguiremos buscando). Más tarde, estudiamos otra alternativa. Fuimos a la estación de autobuses y pregunté a un camionero sobre el estado de las carreteras hacia el Congo. Su visión no era tanto catastrófica como Ben y Maria, aunque también nos informó de una vía alternativa circulando un tramo en tren (mañana seguiremos investigando).

El sábado por la tarde, después del estrés del viernes y de las horas anteriores, fuimos a relajarnos a la playa, donde había algunos otros blancos surfeaban con la ayuda de parapentes. Hoy el domingo hemos vuelto a la playa. En comparación con los dos días anteriores, la ciudad estaba desierta y todos los comercios cerrados. Ha estado una sorpresa, pues en todos los países anteriores el domingo no se diferenciaba demasiado de los otros días de la semana. Eso confirmaba un aspecto que nos habían explicado: los Gaboneses son perezosos, seguramente a causa de la riqueza del país. Al llegar a la playa nos hemos encontrado con algunos de los habitantes que habían vaciado la ciudad: chicos jugando a fútbol, chicas saltando ante las oleas, parejas conversando bajo las palmeras, hombres blancos y jóvenes negras sentados en los improvisados bares de la playa ...



20/06/2007:
Gabon,+Libreville,+taller+de+reparación+de+pneumaticos


El lunes siguió la aventura para descubrir cuál era la mejor opción - si es que había alguna - para continuar el viaje hasta África del sur. Fuimos a la embajada de este país para conocer si necesitábamos visados de entrada en caso de llegar con barco (Alexandra necesitaba), fuimos a la estación de trenes para preguntar el coste de cargar el coche hasta Franceville (unos 400€ incluyendo el billete para nosotros), recurrimos todas las compañías navales con uno de los chicos de la oficina del transporte marítimo (sólo había una barco hacia Cape Town con un coste superior a los 3000€ para cargar el coche). Ante la imposibilidad económica de llegar a África del Sur por vía marítima sólo teníamos la opción de continuar por tierra pasando por R Congo y RD Congo e intentar conseguir el visado de Angola en uno de estos dos países, si no lo conseguíamos nos encontraríamos atrapados y sólo podríamos seguir adelante recorriendo todo el sur de RD Congo, que no parecía demasiada buena idea. Por suerte, ayer Ben y Maria nos escribieron un correo y nos comunicaron que se podía conseguir un visado de 5 días para Angola desde Matadi, en RD Congo. 5 días eran insuficientes, porque a Alexandra sólo le queda una página en blanco en el pasaporte; la embajada de Rumania en Lunada le comentaron que le podrían solucionar el problema desde allí, pero no en 5 días. De todos modos tenemos la esperanza de conseguir un visado de 30 días o de ampliarlo desde Luanda.

Así pues, seguiríamos el trayecto por tierra, pero estos días Alexandra se encontraba exhausta. Decía que no soportaba más las terribles carreteras africanas ni a la policía corrupta; que no quería pasar por el Congo donde la policía nos robaría y después nos mataría; que si no nos mataban no podríamos entrar en Angola, a ella se le acabarían las páginas del pasaporte y acabaría siendo ilegal en algún país ... Visitamos algunas compañías aéreas para conocer cuáles tenían vuelos a Europa y Alexandra parecía decidida a tomar uno, pero se pasaba todo el día llorando que no me quería dejar solo. Al final, ayer en la playa, mientras meditaba la situación se encontró una moneda y se dijo:
- Cuando uno tiene que tomar una decisión importante y se encuentra una moneda, tiene que confiar con la suerte y el destino - me explicó después. Tiró la moneda dos veces y las dos veces le salió de quedarse.

Habiendo decidido seguir el viaje por tierra, sólo nos faltaba conocer cuál era la mejor ruta para llegar a R Congo. Pregunté a los chicos de la oficina del transporte marítimo si conocían dónde estaba el ministerio del transporte, dónde quizás me podían informar sobre el estado de las carreteras, pero se pusieron a reír de valiente, los del ministerio serían los más desinformados de todos. Esta mañana hemos ido a preguntar a la embajada de R Congo, y un cónsul muy amable me ha recomendado ir por Franceville, porque después, en el Congo las carreteras eran mucho mejores. Después, Alexandra se ha ido a conectar a Internet y yo he aprovechado para arreglar la rueda que habíamos pinchado llegando a Libreville.

Cuando he ido a buscar a Alexandra en el cibercafé, un hombre nos ha detenido y ha empezado a hablar con Alexandra en rumano. El hombre nos ha explicado que era arquitecto rumano que ya hace unos cinco años que se encuentra en el Gabón trabajando, aunque que para él son unas continúas vacaciones debido al pausado ritmo de trabajo que hay. Hemos estado conversando en un bar carísimo, después nos ha llevado a visitar un centro de artesanía próximo y finalmente nos ha propuesto de quedar para cenar en un restaurante rumano. Pero por la noche no se ha presentado, aunque el restaurante valía la pena. Yo he pedido un sarmale, unos canalones rumanos envueltos en col, pero me los ha robado Alexandra porque decía que estaban casi tan buenos como los que cocina su abuela.

Ha estado una buena manera de celebrar la partida de Libreville, una ciudad rica y cara, con altos edificios a lo largo de una gran avenida que transcurre por delante del pacífico océano Atlántico; una ciudad con muchos blancos o expatriados que observaban nuestra caravana con curiosidad desde los sus potentes todo-terrenos; una ciudad con mucho tráfico en las horas punta o a toda hora, porque los comercios cerraban al mediodía con los horarios más diversos; también una ciudad con muchos controles de policía que han hecho explotar a Alexandra más de una vez, aunque ya estábamos precavidos por otros viajeros que la policía del Gabón es de la más corrupta de África.




Franceville (ver en mapa)

23/06/2007:
Gabon,+camino+de+Franceville Gabon,+camino+de+Franceville Gabon,+camino+de+Franceville Gabon,+camino+de+Franceville Gabon,+camino+de+Franceville
Gabon,+camino+de+Franceville Gabon,+camino+de+Franceville Gabon,+camino+de+Franceville Gabon,+camino+de+Franceville Gabon,+camino+de+Franceville
Gabon,+camino+de+Franceville     


Iniciamos el camino hacia Franceville retrocediendo por la carretera que habíamos recorrido para llegar a Libreville, pero cuánto a media tarde nos tuvimos que desviar a la derecha, los temores empezaron a aparecer. Delante nuestro teníamos una pista incógnita de unos 500 kilómetros, la cual algunas informaciones definían como intransitables con nuestra autocaravana. De todos modos, parecía la única opción para llegar al Congo y por lo tanto, estaba dispuesto a arriesgar la integridad de la autocaravana y dejarla destrozada en medio del camino a cambio de poder seguir adelante con nuestro viaje.

La pista estrecha parecía que se tenía que terminar en medio de la selva. Encontramos algunos pasos difíciles que pasamos circulando muy lentamente y nos hicimos la idea de recorrer los 500 kilómetros en unos cuatro días. Cuando empezó a oscurecer, encontramos una casa al lado de la pista y les pregunté si podíamos aparcar allí y pasar la noche. Me dieron permiso sin ningún tipo de problema. Colgando de un árbol tenían una rata gigante y un diminuto ciervo que a buen seguro querían vender a los inexistentes conductores de la pista. Al cabo de poco llegaron dos hombres de la selva con una escopeta cada uno. Uno de ellos tenía un pequeño mono colgando de una mano y el otro cargaba un gran paquete detrás. Al pasar por mi lado me di cuenta que el paquete era una boa aprisionada entre lianas. Descargaron los animales muertos delante de la casa y extendieron la boa de unos cuatro metros. El hombre que la llevaba empezó a relatar cómo la habían cazado mientras los otros se tronchaban de risa al escuchar que el segundo había huido corriendo sólo de verla. Pero todavía rieron más cuando llamé a Alexandra para que viniera a ver la boa. Se pensaba que era una broma y andaba con paso seguro hacia la casa pero yo la avisé cuando estaba a punto de pisar la cola muerta. Por poco no resucita la boa del grito y el salto que hizo Alexandra situándose detrás de mi.

Al día siguiente seguimos por la pista que continuaba con pasos complicados, tocando al suelo de vez en cuando y perdiendo el grifo que había reparado en el Níger una de estas veces. En otros sectores la pista arrugada sacudía con violencia la autocaravana si no circulábamos lentamente, pero aun así, a medio camino olimos un gas irrespirable que nos picaba en los ojos. Paramos y salimos corriendo de la autocaravana y entonces descubrí que un tubo del gas refrigerante de la nevera tenía un escape. Alexandra estaba desesperada y decía que el coche se rompería del todo si no retrocedíamos y que en caso contrario me abandonaría a la mínima que pudiera. Yo también pensaba que la pista hacia Franceville todavía empeoraría más, pero después de comer la carretera se volvió menos complicada, y a media tarde nos encontramos con una pista nueva construida después de las lluvias. No dejaba de ser una gran suerte que hubiéramos llegado al hemisferio sur cuando se habían acabado las lluvias y hubiéramos bajado por el Camerún cuando éstas empezaban y todavía no eran muy intensas.

Hoy hemos seguido por la pista nueva. Al cabo de unos ochenta kilómetros la pista ha empeorado, parecía tener un año, pero aun así era mucho mejor que el tramo del primer día y hemos podido llegar a Franceville a media tarde. Ha estado mucho más sencillo de lo que nos imaginábamos y para celebrarlo - y celebrar también el solsticio de verano, el día en que el sol está más alejado del ecuador - hemos cenado en el hotel "Beverly Hills", un hotel que gestiona un Marroquí que nos hemos encontrado y nos ha invitado de acampar en su aparcamiento.



24/06/2007:
Gabon,+Franceville,+Puente+liana Gabon,+cerca+de+Franceville


Franceville es un pueblo muy desarrollado, con casas bonitas y farolas en las calles, escampado por encima algunas colinas. Por los alrededores hay otras colinas con mucho césped y campos que no parecen cultivados. Es un paisaje muy diferente a la típica selva impenetrable de buena parte del Gabón, aunque para llegar a Franceville también cruzamos ecosistemas similares, en uno de los cuales había un parque natural con elefantes que se escondían de nosotros, sólo vimos sus grandes cagadas en la pista.

Los tres días anteriores habíamos estado circulando por la pista con las ventanas abiertas - no lo haremos nunca más - así pues, hoy por la mañana nos hemos pasado cuatro horas limpiando a fondo la autocaravana para sacar unos tres o cuatro kilos de polvo. Por la tarde nos ha tocado ir a buscar la recompensa, circulando por una bonita pista - con las ventanas cerradas - hasta un puente hecho de lianas (unas de las pocas atracciones turísticas del Gabón). Es interesante porque la estructura de unos veinte o treinta metros de largo parece bastante firme. Pero no lo hemos disfrutado del todo porque al cruzar el puente nos han informado que teníamos que pagar una tarifa ridículamente elevada y nos hemos negado volviendo atrás seguidos por los gritos del guardián.





Congo

Mbie (ver en mapa)

27/06/2007:
Congo,+route+to+Mbie Congo,+Mbie Congo,+Mbie Congo,+Mbie Congo,+Mbie Congo,+Mbie
Congo,+Mbie Congo,+Mbie     


El guardián de la frontera del Gabón nos informó:
- Con vuestro coche no podréis llegar al Congo, ningún coche sin tracción a las cuatro ruedas se aventura en esta pista de arena, excepto en temporada de lluvias, cuando la arena está compacta.
- Hemos llegado de España a aquí y esta carretera es la única que nos permite continuar. - Y por dentro pensé: "50 o 100 kilómetros de arena no nos podrán detener en un viaje de 300.000 kilómetros".

Seguimos la carretera asfaltada pero llegamos a un cuartel militar. Allí nos volvieron a informar de que no podríamos cruzar al Congo, pero que de todas maneras podríamos intentarlo por la nueva carretera que estaban construyendo los chinos. Seguimos un coche que iba repartiendo comida entre los tímidos trabajadores chinos y llegamos a la frontera del Congo donde continuaba una pista de arena rodeada de una sabana de hierba baja y seca. Nos adentramos a la pista que poco a poco se iba complicando con profundos pasos de arena en uno de los cuales encallamos. Tardamos unas dos horas a salir utilizando las planchas que había comprado en Malí y una pala que me había regalado mi madre. Al salir de la arena blanda nos dimos cuenta que había una protección del motor que estaba medio caída y que había entrado bastante arena dentro del motor. Fijé la protección de plástico con un alambre y seguimos la marcha con una nueva táctica: para no volver a encallar cuando las roderas fueran profundas nos teníamos que deslizar a una velocidad elevada por encima la arena hasta que las ruedas volvieran a tener tracción. Y así lo hicimos durante unos cuantos kilómetros, derrapando por encima de la arena y con Alexandra bien se asustada. Pero nos encontramos una gran sección de roderas profundas y un ruido extraño al motor y detuvimos la marcha para evaluar la situación. La protección del motor estaba completamente arrancada con la arena saltando entre las correas de transmisión, una de las cuales se acababa de desintegrar. El motor se paró solo sin que lo pudiera volver a poner en marcha. Entonces fui consciente de que necesitaría ayuda para repararlo. Estábamos en medio de la nada y sin que nos hubiéramos cruzado ningún coche desde hacía tres horas. Llevábamos unos 10 o 20 kilómetros circulando por la pista y en la frontera nos habían dicho que el primer pueblo del Congo se encontraba a unos 25 kilómetros. Alexandra, que la anterior vez que habíamos atascado se había sido pasado buen rato llorando que no saldríamos de allí, ahora se mostraba bastante serena y antes de que yo tomara alguna decisión comentó:
- Tendrías que ir al primer pueblo del Congo a pedir ayuda.
Tampoco tenía demasiado tiempo para pensar la mejor opción. Eran las tres y media de la tarde y no era seguro de que llegara de día al próximo pueblo. Tomé una mochila y la cargamos con agua, comida, un trozo de la correa desintegrada, un machete, una linterna, repelente de mosquitos, dinero y el pasaporte.

Empecé a andar por el camino desértico, intentando adivinar qué había más allá del horizonte ondulado y estéril. Pero detrás de cada colina el camino polvoriento seguía infatigable delante mío. Al cabo de una hora empecé a pensar que quizás el pueblo se encontraba a más de 25 kilómetros, pero entonces empecé a distinguir huellas en la arena del camino y a imaginar que quizás estaría cerca. A pesar de todo, al cabo de otra hora las huellas me seguían acompañando y ya me entretenía a ponerles nombres: "la chancleta", "la rayada", el pie desnudo", "la huella de pantera" ... Quizás no era de pantera pero parecía mayor que la huella de un perro y por si acaso saqué el machete de la mochila y seguí andando preparado para dar un golpe mortal en cualquier momento. El sol se empezó a poner y me empecé a inquietar ante la perspectiva de pasar la noche a la intemperie. De repente, en un pequeño bosque, las huellas abandonaban la pista de arena y se perdían por un pequeño caminito a mi derecha. Estuve un rato meditando y decidí continuar la marcha por el pequeño caminito donde seguramente habría un pueblo donde me podría abrigar durante la noche. Fui descendiendo por el caminito pero éste no llegaba a ningún sitio, estaba oscureciendo y difícilmente podía distinguir las huellas. Tenia miedo de los animales salvajes y de las serpientes venenosas pero no tenía más opción que seguir adelante o volver a la autocaravana. Finalmente, cuando ya faltaba poco para la negra noche, el caminito desembocó nuevamente en la pista de arena. Estaba decidido a volver atrás por la pista de arena pero entonces distinguí el principio de un pueblo a mi derecha. Delante mío había una barrera de la aduana y a su lado un guardia de paisano que me preguntó al acercarme:
- ¿Has tenido una avería al coche?
- Sí - y a continuación le expliqué la situación, que había andado durante tres horas, que tenía mi mujer esperando en el coche y que había venido al pueblo a buscar algún mecánico. Pero no había ninguno, en cambio me comentó que al cabo de poco pasaría uno todo-terreno dirección al Gabón que me podría retornar con mi mujer y que al día siguiente seguramente pasarían unos camiones en dirección contraria que nos podrían arrastrar hasta el pueblo o más adelante.

Tal como predijo al guardia, pasó uno todo-terreno que iba a comprar gasóleo al Gabón y después de negociar el precio subí detrás entre los bidones. A la primera sacudida por poco me caigo del todo-terreno, pero agarrándome como pude llegamos por fin donde había la autocaravana. Alexandra no parecía estar, pero cuando la llamé apareció entre los matorrales cargada con dos mochilas y nos abrazamos como si no nos hubiéramos visto en mucho tiempo. Mientras había estado fuera había cogido todas las cosas de valor y se las había llevado fuera por si aparecían bandidos. Por la noche nos despertamos al mínimo ruido, aunque el guardia de la frontera se me había asegurado que no había animales salvajes ni bandidos por la zona.

Al día siguiente, tal como me habían predicho, pasaron unos camiones dirección al Congo. Les pedimos que nos arrastraran y aceptaron después de negociar el precio. Saqué y sujeté entre los dos vehículos una cuerda especial pero la primera vez que entramos en un agujero de arena se rompió por un extremo. La cuerda se volvió a romper unas cinco veces más, pero finalmente conseguí entenderme con el conductor del camión para que las entibaciones fueran más suaves.

Nos dejaron a Mbie, en el pueblo fronterizo, y el jefe de los camioneros nos comentó que trataría de encontrar la correa que se había desintegrado y que nos la traería el día siguiente - pero no volvió a aparecer . De todas maneras, mientras esperábamos, desmonté una rueda y aflojé la otra correa para preparar la instalación de la nueva. También tuve rato para descubrir nuevos problemas: el sistema de arranque del motor no funcionaba y el alternador estaba bloqueado (seguramente una de las causas que se desmenuzara la correa).

Hoy he trabajado un poco en el coche, he puesto una protección de ropa en el motor que seguramente se romperá la próxima vez que encallamos, he picado suavemente el alternador con un martillo haciendo salir toda la arena que había entrado hasta que se ha desbloqueado, y he hecho lo mismo con el sistema de arranque pero no he conseguido el mismo resultado. Después ha pasado un camión en dirección al Gabón que nos ha comentado que mañana volverá y nos podrá arrastrar hasta un pueblo mayor. Y finalmente ha pasado uno todo-terreno que me ha vendido una correa, que a pesar de ser larga se podrá recortar en caso de no encontrar ninguna otra. En cualquier caso, Alexandra se ha fiado que mañana el camionero nos sacará de éste pequeño poblado y no me ha dejado trabajar más.

Al mediodía hemos pasado un buen rato con Anton, el guardia de la frontera que se encuentra solo porque es de otra zona del país y no habla la lengua del pueblo. Nos explicó que los gaboneses buscan el prestigio y no quieren trabajar, por eso, los congoleños de la frontera van a trabajar esporádicamente al Gabón, después vuelven y descansan hasta que se les vuelve a acabar el dinero. De todas maneras, las mujeres sí que trabajan mucho todo el día, en casa y en el campo. A continuación nos ha explicado que en el Congo hay democracia de palabra, si al ejército no le gusta el presidente electo ponen otro. De todas maneras, actualmente el presidente es un general que organizó las elecciones a su gusto y parece que eso da estabilidad en el país, aunque también parece ser un buen presidente y dialogando con la oposición. Finalmente se quejó del pueblo Mbie donde la gente vive como en los tiempos antiguos, se tienen rencor, son celosos, no quieren que los otros prosperen ... así pues, la gente no invierte dinero para prosperar y simplemente esconden el dinero. De todas maneras, en otras villas del Congo no pasa lo mismo. Quizás cuándo la carretera de los chinos esté acabada en 2009 cambiará la mentalidad del pueblo, aunque seguirá siendo un pueblo sin teléfono, luz, mercado y viviendo en la miseria.

Por la tarde al atardecer hemos ido a pasear por el pueblo, cruzándonos con gente muy abierta y amable, dirección al río donde había unos cuantos habitantes que se van a bañar casi cada día.



30/06/2007:
Congo,+Mbie,+Anton+on+the+left Congo,+Mbie,+the+teacher Congo,+Mbie


Esperamos el camión que tenía que volver del Gabón y nos tenía que arrastrar fuera de este pequeño, aislado e incomunicado pueblo llamado Mbie. Lo esperamos el miércoles, el jueves y también hoy. El miércoles, a pesar de tener esperanzas que llegara el camión, pedí a un hombre del pueblo que adaptara la correa que compré el día anterior. Tomé medidas y recortamos la correa dejando una lengua y el hombre la cosió sobre el otro extremo uniéndolos con gran firmeza. Montamos la correa y pusimos en marcha el coche empujándolo (el sistema de arranque seguía sin funcionar). La correa aguantaba y la batería se cargaba. Parecía que nuestro purgatorio en Mbie se acercaba al fin, por eso, por la tarde me animé a intentar arreglar el sistema de arranque. Desenrosqué el motor eléctrico de arranque y al situarlo cabeza a abajo salió un montón de arena que lo estaba bloqueando. Al volver a montarlo, el motor se puso en marcha correctamente y comuniqué a la escéptica Alexandra que al día siguiente nos podríamos marchar. De todas maneras, suponíamos que la continuación de la pista de arena sería complicada y seguimos esperando que pasara un camión para que nos arrastrase. Pero no pasó ningún camión en toda la noche - curiosamente circulan más vehículos de noche (uno de media) que de día - y al día siguiente por la mañana ordenamos la autocaravana para ponernos en marcha. Arranqué el motor, recorrimos cien metros y en el acelerar un poco la luz de la batería se encendió. La correa se había roto. Seguíamos aprisionados en Mbie.

Desanimados pero todavía esperanzados con la llegada del camión, pasamos el resto del día conversando con Anton (el guardia de la frontera) y un camionero que se dirigía al Gabón. Anton nos estuvo explicando gesticulando con gran expresividad cómo se producían los combates entre leones y elefantes o entre panteras y jabalíes; también nos contó que las boas pasan mucha hambre y que pueden estar un mes en un punto esperando que pase un antílope; en cambio, otras serpientes lo tienen más fácil, porque pueden tirar veneno en metros de distancia. En cualquier caso - siguió explicando - los animales salvajes raramente atacan al hombre, que es sagrado porque habla. Más tarde, Anton nos relató que su padre murió a los 112 años y que luchó con los franceses durante la segunda guerra mundial. Cuándo el General de Gaulle huyó al Congo, Brazaville (la capital de la Francia libre), también lo hizo su padre. Años más tarde, su padre volvió a tomar las armas, esta vez para luchar contra los franceses y liberar su país. Con el camionero que se dirigía al Gabón estuvimos conversando menos rato aunque nos disertó una completa critica a la falta de desarrollo de África central causada por los gobiernos corruptos que son soportados por Francia.

Durante la noche estuvimos más pendientes que nunca escuchando entre los cantos de los grillos y de las canciones lejanas de los niños si pasaba un camión. Me sentía como un náufrago esperando que un barco cruzara el horizonte. Nos dormimos, pero a media noche escuchamos el ruido de un motor, de un camión, me vestí a toda prisa y me dirigí hacia el camión articulado que estaba esperando en la frontera. Pregunté al camionero si nos podría estirar y me respondió que estaba cargando dos containeres y que no podía arrastrar más peso.

Hoy hemos estado todo el día dejando escapar el tiempo, sin ganas de aprovecharlo o querer retener ningun segundo. No tenía ganas de conversar con Anton, ni de volver a pasear ni de hacer fotos entre la simpática gente del pueblo, tampoco de estar pendiente de los niños que siempre nos rodeaban interesados y nos llevaban de vez en cuando frutas para vendernos o para regalarnos. He estado buena parte del día haciendo competiciones de sudoko con Alexandra. Sólo un momento por la tarde me he convencido de que no me podía quedar con los brazos juntos. He tomado la correa rota y he vuelto al hombre que lo había juntado para pedirle que lo probara de otra manera, pero él no lo ha visto claro y yo me he vuelto a desanimar.

No teníamos agua potable y estábamos bebiendo del depósito de la autocaravana y las reservas de comida se estaban agotando, pues en el pueblo no había ninguna tienda ni la gente cultiva nada para vender, por eso ayer decidimos que yo tomaría el primer coche que pasara para ir a buscar ayuda en el siguiente pueblo, Leketi, donde había una compañía dirigida por un Italiano con diversos camiones. Pero no ha vuelto a pasar ningún coche en todo el día hasta la noche cuando me ha despertado el ruido de un motor. Me he vestido con prisa pero adormecido. Me he dirigido con los ojos llenos de legañas hasta el todo-terreno y les he preguntado si me podrían llevar hasta Leketi. Me han dicho que sí, pero que tendría que ir detrás, con cuatro personas más, haciendo equilibrios sobre las cajas de bebidas. Estaba demasiado cansado para tal aventura pero afortunadamente, antes de partir he juntado las pocas energías que tenía y me he enfilado al todo-terreno.

La pista de arena estaba en mejor estado que el tramo anterior, aun así me tuve que agarrar fuerte a las correas que sostenían las cajas para no caer. Cuando llegamos a Leketi eran las once y media, no sabía dónde pasaría la noche, quizás al control de policía donde había un colchón compartido por tres personas, pero uno de los que había venido con el todo-terreno me acompañó hasta la compañía del Italiano asegurándome que podría dormir allí. El guardián del recinto despertó a Mafi, el Italiano, que había escuchado voces sobre nuestra situación en Mbie. Me comentó que aquella misma noche tenía previsto marcharse a Brazaville hasta el martes y que por tanto no me podía enviar ningún camión a Mbie. De todas maneras, me propuso quedarme con Alexandra en una habitación de invitados de la compañía y mientras él intentaba encontrarme la correa en Brazaville.




Leketi (ver en mapa)

03/07/2007:
Congo,+Leketi Congo,+Leketi Congo,+Leketi Congo,+Leketi Congo,+Leketi
Congo,+Leketi,+Mafi Congo,+Leketi Congo,+Leketi,+telephon+workshop Congo,+Leketi,+Dany+the+gardener Congo,+Leketi
Congo,+Leketi Congo,+Leketi Congo,+Leketi Congo,+Leketi Congo,+Leketi
Congo,+Leketi,+Stevy Congo,+Leketi Congo,+Leketi Congo,+Leketi Congo,+Leketi 


Alexandra se puso contenta cuándo llegué el domingo por la mañana con uno todo-terreno de la compañía de Mafi y le comuniqué que pasaríamos unos días a Leketi esperando que llegara una nueva correa. Preparamos las maletas y después de esperar que el conductor acabara de beber dos cervezas en el único bar del pueblo salimos de Mbie. También nos acompañaban unas cinco mujeres que aprovechaban el viaje para dirigirse a unos cinco kilómetros del pueblo desde donde tenían cobertura y podían llamar con los teléfonos móviles.

Mafi nos había asignado una habitación confortable y en el salón de la compañía había televisión con canales por satélite, pero Alexandra enseguida encontró los inconvenientes: la habitación estaba atravesada por un camino de pequeñas hormigas y en el pueblo de Leketi tampoco era posible obtener comida. Aunque Stevy, el cocinero y responsable de la casa de invitados, intentó hacernos la vida más fácil, Alexandra ha pasado los tres días comportándose como un neurótico animal salvaje encerrado entre rejas.

Yo, a pesar de preferir seguir el viaje he intentado aprovechar la estancia en Leketi para conocer un poco el pueblo y su gente. Stevy me mostró el proyecto de la compañía: la construcción de un puerto al lado de un caudaloso río. De todas maneras, el gobierno había dejado de financiar el proyecto y éste se estaba muriendo lentamente, igual que la construcción de un pequeño hotel que otro blanco había proyectado en la zona. Así pues, Leketi estaba igual de incomunicado que Mbie, a excepción de la antena de telefonía que daba cobertura a los teléfonos móviles, hecho que aprovechamos para telefonear a los padres y comunicarles que estábamos bien. La gente de Leketi también tenía un carácter similar a la de Mbie, simpática y amable, y saludando con efusividad cuando paseaba con Stevy.

Stevy es un joven de talante tranquilo y sereno, pero exaltado y bromista cuando bebe un poco de cerveza. A pesar de depender de su hospitalidad, Stevy no se aprovechaba de nuestra situación y se comportaba como un verdadero amigo, invitando la primera ronda de cerveza, ofreciéndose para mostrarme el pueblo, consiguiendo comida cuando era posible, proporcionándonos botellas de agua de la compañía o compartiendo interesantes conversaciones o relajados momentos de silencio. El mismo carácter desinteresado parecía mantenerlo con los animales, cuidando de un cachorro que alimentaba con pasta, arroz y plátano y de una joven águila que alimentaba cuando encontraba carne o pescado crudo. Pero estos días no había, por eso hoy por la noche, compungido por los tres días de cantos lastimosos pidiendo comida, he hecho todos los posibles para cazar un pequeño lagarto que el águila se ha comido con gran avidez.

Paseando por los prados de hierba alta que crecía sobre la arena en torno al pueblo, pregunté a Stevy porque no había rebaños de cabras paciendo. Stevy me explicó que los hombres de Leketi - de la tribu bateke, insistió - no tienen ganas de trabajar duro (las mujeres sí que trabajan duro), ni tampoco quieren que lleguen forasteros y aprovechen los recursos del pueblo para enriquecerse. De la misma manera, aunque no acostumbren a cazar ni pescar, odian que los forasteros vengan a hacerlo. Por eso Dany, un jardinero que visitamos y a quien compré unas berenjenas, no lo tuvo fácil para empezar a cultivar su pequeño terreno e iniciar un negocio de venta de vegetales y legumbres. Por otro lado, Stevy me explicó que entre la gente del pueblo no hay robos porque matarían al ladrón utilizando vudú o "cric-cric", en cambio si pueden robar a los forasteros, porque su magia o "fetish" no puede afectar al pueblo. En Brazaville es diferente - siguió contando -, porque allí hay muchas armas desde la pasada guerra civil y si quieren matar a alguien prefieren tomar la escopeta o una granada. Hoy, Stevy me ha explicado que tiene una novia en Leketi y otra en Brazaville, con quien tiene previsto casarse una vez haya reunido una dote para pagar a los padres de la futura esposa. La dote es costosa pero tiene su parte positiva para el hombre, porque en caso de divorcio provocado por la mujer, el hombre recupera la dote, de esta manera la esposa es más dócil para no crear problemas a sus padres.




Oyo (ver en mapa)

05/07/2007:
Acababa de leer un libro sobre viajeros con dificultades que son ayudados con amabilidad y altruismo por personas desconocidas y hoy yo mismo podría escribir otro capítulo del libro. Ayer por la mañana llegó Mafi de Brazaville con la correa y antes del mediodía organizó un pequeño equipo para ir a rescatar la autocaravana. Mafi conducía una gran maquina niveladora y yo y dos otros chicos lo seguimos con un todo-terreno. En Mbie montamos la correa mientras Mafi trabajaba con la niveladora por la pista dirección al Gabón. Tan buen punto acabamos de montar la correa y la protección medio rota nos pusimos en marcha. Pero después de recorrer quinientos metros paré para mirar que no hubiera ningún problema y me encontré con que las dos correas se estaban rompiendo por el lado. Mafi llegó y nos dijo que habíamos puesto las dos en una posición incorrecta y volvimos a desmontarlas y montar. La protección seguía medio caída, aunque seguimos adelante. Pero al cruzar el primer pueblo atasqué en la arena blanda. Entonces Mafi me sacó estirándome con la niveladora y a partir de aquí continuamos la marcha con Mafi nivelando el terreno todo el rato. Así llegamos a la base de Leketi al cabo de 5 horas y 50 kilómetros recorridos.

Alexandra estaba muy contenta de volver a ver su pequeña casa y yo estaba muy contento que Stevy hubiera cocinado una deliciosa cena con ingredientes que había comprado Mafi en Brazaville. Cenamos los tres blancos bebiendo un buen vino francés y conversando - principalmente Alex y Mafi - sobre lo poco que trabajan los negros y el consecuente subdesarrollo de África.

Hoy hemos elevado la autocaravana entre dos planchas y dos mecánicos de la compañía han tensado correctamente las correas, han tapado un agujero del motor por donde entraba arena con caucho y cola, han mejorado la protección y me han construido una pala por si acaso. Después hemos llenado el depósito de la autocaravana con diesel de la compañía y como sabía que Mafi no aceptaría que le pagara nada por toda la ayuda prestada le he regalado una bonita piedra volcánica que habíamos comprado en Marruecos.

A las diez de la mañana nos hemos puesto en marcha. Teníamos por delante 150 kilómetros de pista de arena. Mafi nos había dicho que había trozos complicados pero que si circulábamos con calma saldríamos adelante. De todas maneras, un todo-terreno de la compañía pasaría por la tarde y él el día siguiente, por lo tanto nos podrían ayudar si quedábamos bloqueados.

No ha sido fácil, nada fácil, pero lo hemos conseguido. Intentaba circular siempre por los lugares elevados pero no siempre era posible y la protección del motor saltaba a menudo y yo tenía que encontrar nuevos sistemas para sujetarla. Había pasos profundos de arena que sólo podía pasar si cruzaba con suficiente rapidez. De todas maneras, hemos encallado en cinco puntos. La primera vez hemos tardado una hora en salir, teniendo que utilizar unas tres o cuatro veces las planchas. La segunda vez hemos encallado a la entrada de un pueblo, los niños y adultos se han reunido alrededor, nos han ayudado empujando pero también hemos tenido que utilizar las planchas. La tercera vez hemos vuelto a utilizar las planchas y hemos nivelado unos cuarenta metros de pista con las palas. La técnica mejoraba porque sólo hemos estado media hora pero estábamos agotados. Alexandra ya no podía más y yo seguía aunque de vez en cuando paraba con signos de desmayo. Para no volver a encallar hemos parado en un par de ocasiones más para aplanar la pista cuando había roderas profundas. Pero era demasiado agotador y en un punto que tendríamos que haber hecho lo mismo hemos vuelto a encallar. Hemos vuelto a sacar las planchas pero por suerte, al cabo de poco ha pasado el todo-terreno de la compañía de Leketi y nos ha sacado arrastrándonos. Lo hemos ido siguiendo y nos ha sacado del último agujero también arrastrándonos. De todas maneras, el todo-terreno circulaba rápido delante nuestro y yo me tenía que despreocupar de la protección y cruzar velozmente y deslizándonos por encima los pasos difíciles. Pero finalmente, a las cinco de la tarde hemos llegado a la carretera asfaltada. Yo y Alexandra hemos cantado "We are the champions" de Fredy Mercury y hemos acabado de llegar a Oyo. Donde hemos aparcado delante de un hotel y hemos intentado dormir, sin poder sacarnos del pensamiento las imágenes de la pista y sin conseguir que nuestros cansados músculos se relajaran.

06/07/2007:
Oyo es el pueblo donde nació el presidente del Congo, no es de extrañar pues que el pueblo contenga algunas casas magníficas y que el centro sea cruzado una ancha avenida rodeada por típicos mercados y tiendas africanas. De todas maneras, no nos hemos detenido en Oyo para hacer turismo. Necesitábamos hacer compras pero sobre todo revisar el motor. Esta mañana hemos aparcado en una calle tranquila delante de una empresa de transportes y he desmontado por enésima vez la rueda para acceder a las correas y he tensado una que chirriaba y he puesto otra que había caído ayer. También he aumentado la presión de las ruedas que había desinflado para pasar mejor sobre la arena, pero antes he vuelto a desmontar el motor eléctrico de arranque que chirriaba. Como la anterior vez he sacado a un pequeño montón de arena. Antes de montarlo he puesto un poco de aceite de coche dentro pero al querer poner en marcha el motor, éste estaba completamente bloqueado. Lo he vuelto a desmontar y montar sin conseguir ningún resultar positivo. Entonces he comunicado a la molesta Alexandra que tendría que desmontar completamente el motor de arranque y para limpiarlo. Pero no era cosa fácil y unos camioneros que me han visto con dificultades me han venido a socorrer antes de que hiciera alguna burrada. Es curioso la gran cantidad de mecánicos entendidos que hay en África. Éstos, con gran conocimiento han desmontado todas las piezas del motor eléctrico, lo han limpiado con gasolina, después lo han untado con grasa - me han dicho que no se puede hacer con aceite - y lo han vuelto a montar. El motor se ponía en marcha muy suavemente. Los hombres que me han estado ayudando se habían marchado gradualmente, el último también estaba a punto de marcharse sin que me pidiera nada a cambio de su valiosa ayuda, pero lo he llamado y le he regalado unas gafas de sol.


Brazzaville (ver en mapa)

10/07/2007:
Congo,+Brazaville Congo,+Brazaville


Hacía días que no nos conectábamos a Internet y eso es una de las primeras cosas que hicimos justo llegar a Brazzaville. Entre los mails de preocupación por las dos semanas desaparecidos, había uno que me dejó la sangre helada. Ben y Maria que estaban haciendo el mismo itinerario que nosotros con un 4x4 nos escribían desde Namibia con las siguientes palabras: "te puedo prometer que nunca podréis cruzar Angola con vuestra autocaravana. Nos hemos encontrado con las peores carreteras de toda África". Habíamos llegado a Brazzaville con penas y trabajos, habíamos cantado "we are the champions" porque habíamos creído que a partir de ahora las carreteras mejorarían, y de repente nos comunicaban que no teníamos ninguna opción de continuar nuestro viaje con la autocaravana.

Cuando comuniqué las malas noticias a Alexandra y añadí que yo continuaría el viaje aunque tuviera que arriesgar nuestro medio de transporte y habitáculo, Alexandra cogió otra crisis de nervios. Me explicó que ya lo había pasado bastante mal en Mbie y Leketi y que no podía volver a pasar por una situación igual o peor. Su familia al otro lado del mundo la presionaba para que volviera y esta vez, yo también la animé para que lo hiciera. Estaba demasiado estresada, a la mínima se ponía a renegar de los negros, se quejaba de que yo no hiciera el viaje en 4x4, lloraba cada dos por tres, se le caía el cabello ... Pero también le dije que no la esperaría, más adelante en el viaje nos encontraríamos con nuevas dificultades y no podía estar huyendo cada vez. Y eso, junto con el pensamiento que durante su ausencia la engañaría con alguna negra, la retenía todavía conmigo. Aunque también estuvimos buscando billetes de avión y encontramos una oferta muy buena, con la que estuvo fantaseando los siguientes días, aunque hoy, al final ha decidido quedarse en mi lado pasara lo que pasara y conservar nuestro amor.

De todas maneras, mientras Alexandra meditaba su futuro, aprovechamos para ir a preguntar a la embajada de RDC (el otro Congo) si conocían el estado de la carretera hacía Angola, pero no sabían nada, ni tan solo el estado de la carretera que cruza todo el sur de su país dirección a Zambia. También fuimos a preguntar a la embajada de Angola, dónde un hombre nos ha podido informar hoy que la ruta principal hacia Luanda no era la carretera que tomaron Ben y Maria, sino otra que pasaba por otros pueblos. Eso me ha dado esperanzas y un poco también a Alexandra. A pesar de todo, hoy teníamos hora con un doctor por los nervios de Alexandra y la consecuente caída de cabello y éste le ha recetado unas pastillas azules. Así pues, esta tarde Alexandra se ha acabado de convencer de quedarse y ha comunicado a su madre que, prefería tomar las pastillas azules que le tenían que permitir continuar el viaje conmigo, a volver a Europa donde podría reencontrar la familia, amigos, comida preferida, los estudios ...

Así pues, hemos vivido tres días y medio bastante intensos en Brazzaville y no hemos tenido demasiado tiempo de hacer el turista, coaccionados también por la lectura que hacía sólo 10 años, durante la guerra civil que sufrió el país, las milicias se paseaban con las cabezas cortadas de sus enemigos clavadas en los coches. De todas maneras, también es cierto que hay pocos detalles que recuerden este macabro pasado, sólo algunas decenas de edificios todavía en escombros y con marcas de metralla. El resto de la ciudad es moderna, con altos edificios y grandes avenidas. A pesar de su pasado, también es una ciudad tranquila y segura, o eso es lo que nos ha explicado diversa gente, por ejemplo un cubano que comercializa material de construcción chino que nos encontramos al primer día. Nos comentó que hacía doce años que vivía en Brazzaville, durante la guerra también, pero aunque nos explicó que durante aquellos tiempos se asesinó un embajador con total impunidad y se violaron las dos hijas de otro, él se sintió seguro en todo momento.





RD Congo

Matadi (ver en mapa)

12/07/2007:
,+RDC,+Matadi ,+RDC,+Matadi


Las pastillas azules todavía no hacen efecto. A pesar de que Brazzaville y Kinshassa sean las dos capitales del mundo más próximas, separadas sólo por un río, cruzarlo y pasar de una a otra no ha estado tan sencillo, y Alexandra ha vuelto a perder los nervios. Me había informado con anterioridad de todos los costes, pero a la hora de la verdad todo costaba más y yo no tenía suficientes CFA (la moneda Centro-Africana). He estado más de media hora discutiendo con los guardias del puerto porque no quería pagar los 15€ que me decían que tenía que pagar para pasar, pero al final me he convencido de que tendría que acabar pagando y he tenido que cambiar 10€. Hemos pasado los trámites de inmigración y aduana con tranquilidad, pero a la hora de embarcar nos hemos encontrado con que el billete también era más caro (70€) de lo que me habían anunciado anteriormente, y ya sin discutir demasiado cambié 20€ más. Pero a continuación no nos dejaban entrar en el barco porque decían que habíamos pagado el billete demasiado tarde, aunque discutiendo un poco más pudimos cruzar la puerta. Entonces un policía se miró todos nuestros papeles y me dijo que faltaba un sello en un papel del coche. Era inútil discutir más, fui corriendo hasta el cuartel de policía donde me estamparon el sello y finalmente pudimos subir al barco, pero Alexandra a pie, porque que estas eras las normas para los pasajeros. Alexandra estaba completamente fuera de sí, diciendo que todo era culpa mía y de la falta de civilización de los negros (también es cierto que anteriormente Alex les había dirigido las mismas palabras, dificultándonos algunos de los trámites). Durante los treinta minutos de viaje, Alexandra no se supo tranquilizar siguiendo con los insultos, pero al llegar a Kinshassa, un oficial de la policía le pidió que le acompañara para tramitar los papeles de inmigración y aduana mientras yo sacaba el coche. Alexandra lo siguió muy enfadada, perdiéndose entre la multitud de negros, algunos de los cuales corrían arriba y abajo cargando grandes paquetes, sudando y jadeando como lo harían antiguamente los esclavos. Pero resultó ser un buen tratamiento para Alexandra, por que al reencontrarla, estaba conversando alegre con una mujer policía. Después me explicó que la habían tratado muy bien.

Alexandra me había prohibido detenerme en Kinshassa. Desde Brazzaville nos habían explicado que la policía o gendarmería de Kinshassa te puede atracar de noche, sin taparse la cara y con total impunidad. También nos habían explicado que era peligroso pasear por la ciudad, aunque había multitudes que lo hacían. En cualquier caso, alguna cosa había de cierto, porque la mayoría de los edificios oficiales y casas ricas tenían torres de vigilancia y estaban rodeadas de hilo espinoso. Pero aunque hemos hecho vía para salir, hemos tardado un buen rato para abandonar las diferentes barriadas, ricas y pobres, de esta ciudad de más de 5 millones de habitantes.

RDC es uno de los países africanos con menos kilómetros de carretera asfaltada por habitante, pero para nosotros ha estado el país con mejores carreteras, porque una de las pocas que tiene bien asfaltada es la que se dirige hacia Matadi, una ciudad portuaria y de arquitectura colonial portuguesa. Durante el camino, diferentes policías (todos simpáticos) y otra gente, nos han estado informando que la desviación de la pista para ir a Angola se encontraba antes de llegar a Matadi, una pista diferente a la que habían recorrido Ben y Maria. En el consultado de Angola que hay en Matadi también nos han informado que la pista recomendada tendría que ser transitable con nuestra autocaravana. Así pues nos hemos tranquilizado bastante en este sentido y hemos descartado de ir a preguntar si había barcos desde Matadi hacía Luanda. En el consultado también nos han informado del coste del visado que tendremos mañana: 80 dólares cada uno, por un visado de sólo 5 días que tendremos que ampliar en Luanda (seguramente pagando mucho más). Es el visado más caro que nos hemos encontrado hasta el momento. Vistas las dificultades que hemos tenido hasta ahora de obtener el visado angoleño (en la embajada de Brazzaville tampoco tenían adhesivos para el visado), no parece que tengamos que ser muy bienvenidos en Angola. Mañana lo descubriremos.





Angola

Luanda (ver en mapa)

16/07/2007:
Angola,+route+to+Luanda Angola,+route+to+Luanda Angola,+route+to+Luanda Angola,+route+to+Luanda Angola,+route+to+Luanda


Todavía nos faltan un centenar de kilómetros para llegar a Luanda, pero es como si ya hubiéramos llegado y hoy hemos cantado otra vez "We are the champions". Estos tres días han estado una odisea y ya no me extraña que Ben y Maria nos hubieran dicho que sería imposible llegar a Luanda con nuestra autocaravana, pero a pesar de las adversidades nosotros lo hemos conseguido.

El viernes estuvimos esperando hasta las tres y media que llegara la cónsul de Angola para poder recoger nuestro visado. Antes sin embargo, tuvimos que responder una entrevista bastante absurda con preguntas del tipo: "di el nombre de un hermano de tu padre”, “has estado nunca en prisión"?. El visado de Angola constaba de un adhesivo donde habían escrito a mano, "visa de tránsito, 5 días". Así pues, era evidente que las instrucciones del gobierno angoleño eran de no expedir visas de turismo y que en cualquier caso, los turistas transitaran lo más rápido posible por su país. En la misma situación se habían encontrado Ben y Maria y también Tim, un chico que viajaba en moto y que conocimos en el consulado.

Hubiéramos estado afortunados si hubiéramos cruzado la frontera el mismo viernes por la noche, porque al día siguiente a primera hora, la frontera estaba abarrotada de camiones y de gente que quería cruzar, pues cada sábado había mercado entre las dos fronteras. Tardamos más de 5 horas a ser atendidos, observando mientras tanto como los policías disciplinaban a la gente a empujones y a golpes de bastón. Finalmente pudimos cruzar la frontera del Congo y también la de Angola (sin problemas) y entonces empezó la verdadera odisea.

Resumen:
sábado: 65 km recorridos durante 5 horas, las primeras cuatro horas a una media de 10 km/h. Daños: un trozo del tubo de escape caído y la escalera de la autocaravana inutilizable.
domingo: 190 km recorridos durante 10 horas al volante. Daños: el sistema de arranque hace el tonto, pero por si acaso aparcamos el coche en pendiente por si no arranca con el método normal.
Hoy: 170 km recorridos conduciendo durante 10 horas, las primeras tres horas a una media de 9 km/h.

El sábado fue el peor día de los tres. Al finalizar el día nos encontramos a Tim con su moto en un pequeño pueblecito donde acampamos. Al vernos suspiró contento y exclamó: "Qué alegría que estéis aquí, pensaba que no conseguiríais pasar con la autocaravana por aquel infierno". Y realmente era un infierno: sucesiones interminables de vertiginosos cráteres de polvo y rocas delimitados por profundas roderas desniveladas y resquebrajadas. Teníamos que tener con mucha sangre fría - tirar adelante pensando que quizás no saldríamos -, mucha mentalidad ingeniera - expresión de Alexandra - para reconocer el mejor trayecto y mucha habilidad al volante para seguirlo. De todas maneras tocamos muchas veces al suelo, encallamos dos veces (salimos con Alex empujando) y sufrimos algunos daños de menor importancia.

El domingo y hoy no se pueden comparar con el día anterior, pero también han estado infernales. Hemos pasado por una carretera por donde Ben y Maria habían pasado y que también nos describían como imposible con las siguientes palabras: "la carretera se vuelve asfaltada con grandes y profundos agujeros". En realidad la carretera era terrible. Alex decía "no tenemos ni un minuto de tranquilidad". Los agujeros parecían imposibles de pasar. De todas maneras, suavemente íbamos apagando los sustos y avanzando. Y hoy ya he empezado a pensar con optimismo que pronto saldremos de África central y nos podremos volver a relajar a conocer gente, lugares de interés, comer mejor ...



17/07/2007:
Hoy es mi aniversario. He hecho 35 años. Alexandra dice que estoy a la mitad de mi vida y yo le respondo que sólo he vivido una tercera parte. En cualquier caso, Luanda es uno de los peores lugares del mundo donde celebrar un aniversario. La guía que tenemos dice que es la cuarta ciudad más cara del mundo (los hoteles cuestan a partir de 80€). Y aunque no podemos compararla con las otras ciudades del ranking, realmente los productos de los supermercados son muy caros, casi todos importados. También importan vegetales y carne, pues buena parte del país está sembrado de minas dejando inutilizados los campos. Por otro lado, Luanda es una ciudad monstruosa, el centro con modernos edificios rodeados con hilo espinoso y los alrededores con "favelas" o barrios de barracas enfilados por las colinas de tierra y basuras.

Otro defecto de Luanda es el tráfico, terrible. Desde nuestra entrada en la ciudad, hemos tardado unas dos horas y media a llegar a la embajada de Rumania. Allí ya estaban avisados de la llegada de Alexandra que tenía el pasaporte sin ninguna página en blanco. Pero el embajador nos han recomendado salir de Angola lo antes posible y solucionar el problema del pasaporte en la embajada de Rumania de Sudáfrica. Para poder entrar en Namibia y Sudáfrica con el pasaporte sin paginas en blanco le han hecho un "título de viaje" que parece que le abrirá las puertas. Por otro lado, nos han dicho que no tenemos ninguna posibilidad de poder ampliar el visado de Angola y han añadido que era peligroso viajar con el visado caducado (hace cuatro meses un rumano estuvo en prisión durante un mes por encontrarse en Angola con el visado caducado). A nosotros nos caduca mañana, pero quizás todavía tenemos una semana de viaje antes de poder salir de Angola. En cualquier caso, hoy por la tarde, después de tramitar todos los papeles con la embajada y de comprar alguna cosa buena para celebrar mi aniversario, hemos salido corriendo de Luanda en dirección al sur.



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