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Diario

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India



Udaipur (ver en mapa)

19/10/2008:
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India,+Ranakpur India,+Ranakpur India,+Udaipur India,+Udaipur India,+Udaipur 


La siguiente ciudad visitada fue Jodhpur, la llamada ciudad azul, que posee el más impresionante fuerte del Rajasthan, dominando las llanuras desde una colina. Conociendo que el principal punto de interés de Jodhpur, es el fuerte de Meherangarh, enfilamos una carreterita que inicialmente cruzaba algunos bazares, y llegamos a la entrada del fuerte, donde pudimos pasar la noche con tranquilidad. Al día siguiente, me desperté bien temprano, antes de la salida del sol y salí a hacer algunas fotografías, rodeando el bonito mausoleo Jaswant Thada, de mármol blanco. A la vuelta, ya satisfecho por las magnificas vistas disfrutadas, me dispuse a despertar el Alexandra para marcharnos hacia la siguiente destinación, pues la entrada en el fuerte de Meherangarh era demasiado cara para los turistas (para los indios siempre es muy económico). Por suerte, antes de subir al coche se me acercó un austríaco y, después de interesarse por nuestro viaje, me comentó que podíamos entrar al fuerte gratuitamente, siempre que no entráramos en los palacios convertidos en museo. Así pues, después de que Alexandra se despertara, visitamos el inexpugnable fuerte, el cual no tuvo que soportar nunca ningún asedio gracias a la alianza del clan rajput con los Mugals del norte de la India, que dejaron que Jodhpur prosperara beneficiada por las rutas comerciales que la cruzaban. Encima del fuerte, visitamos unos interesantes templos hindúes, pero sobre todo disfrutamos de las impresionantes vistas, que dominaban la ciudad de Jodhpur, que parecía sufrir un maravilloso hechizo por las numerosas casas pintadas de azul. Tradicionalmente, el color azul identificaba la casa de un Brahmin, una de las castas más elevadas de India, dedicada al estudio, enseñanza y prédica; de todas maneras, actualmente los miembros de otras castas también se pintan las casas de azul.
Por la tarde, después de haber visitado los bonitos jardines de Mandore, en el norte de Jodhpur, empezamos a hacer carretera hacia Udaipur. Pero una hora antes de ponerse el sol, diversos camioneros y algún área de servicio, nos informaron de que la carretera que seguíamos no era buena, pues más adelante había bandidos y según entendimos, la carretera no estaba en demasiado buen estado. Así pues, retrocedimos unos treinta kilómetros y al día siguiente (ayer) empezamos a circular por una carreterita que primero nos condujo hasta el maravilloso templo de Ranakpur.
Al llegar, el gran templo de Ranakpur estaba abierto sólo para los creyentes, por lo tanto, dedicamos el rato hasta la apertura visitando algunos otros pequeños templos jainistas, también impresionantes por los numerosos relieves de príncipes y sensuales consortes en el exterior de los templos. Pero increíblemente al entrar más tarde al templo de Ranakpur, este ente hizo olvidar cualquier otra maravilla observada con anterioridad. El templo de Ranakpur, dedicado a Adinath, el primero de los 24 tirthankaras o santos Jainistas, es uno de los templos más grandes y importantes de esta religión. Construido en el siglo 15, con mármol blanco, contiene diferentes salas soportadas por un bosque de 1444 pilares, cada uno diferente de los otros en formas y relieves y figuras esculpidas. Personalmente, no me pareció que hubiera tantas columnas como las mencionadas, de todas maneras, hay una leyenda que dice que no se pueden contar todos los pilares. De lo que no hay duda, es la fascinación que produce el templo, que algunos proponen como una de las siete maravillas del mundo.
Interesándome más por el jainismo, descubrí que sorprendido que los Jainistas no creen en la existencia de Dios, creador y mantenedor del universo, en cambio si creen en un universo gobernado por leyes naturales y eterno, el cual pasa por sucesivos ciclos de creación y destrucción. En un nivel más pragmático, los jainistas practican la total no violencia, que les hace rehusar alimentos obtenidos con innecesaria crueldad, así pues, aparte de no comer animales, muchos de ellos no comen raíces de plantas (patatas, ajo, cebolla) porque al hacerlo se mata la planta y muchos animalitos que viven en la tierra. Naturalmente, para poder entrar en el templo tuve que dejar mi cinturón hecho de piel de vaca al coche, aunque irónicamente, en el interior del templo descubrí un par de tambores hechos de piel de camello.
Al salir del templo en un estado casi místico, enseguida volvimos al nivel terrenal al darnos cuenta de que durante nuestra ausencia, algunos indios nos habían arrancado tres o cuatro adhesivos del coche. La Alexandra se puso hecha una fiera y yo, aunque me mostrara más calmado, no dejaba de estar indignado con los indios, los cuales tienen una cultura que no acabo de entender. Por ejemplo, me es completamente sorprendente, que cada día haya alguien (sobre todo personas adultas y muchas de ellas de clase media) que intentan abrir la puerta de la autocaravana. Muchas veces los sorprendemos y al cuestionarles sobre su actitud nos ignoran, como si no hubieran hecho nada malo. Sin embargo, naturalmente, lo que nos molesta más es que niños y jóvenes (y algunos adultos también) nos intenten arrancar los adhesivos plantados en el Pakistán. No es extraño que Alexandra tenga pesadillas en que mata a Indios (y también a musulmanes o Indios musulmanes). La verdad es que no entiendo su comportamiento, ni cuando éste es positivo, por ejemplo alguien nos dejó hace unos días 10 rupias (0,13€) en la ventana, seguramente en señal de bendición.
Con el sol poniéndose, llegamos a Udaipur, una romántica ciudad que ya había visitado durante mi anterior viaje a la India. A pesar de todo, nuestra llegada fue estresante, pues a pesar de ser una bonita ciudad creciendo en torno a unos lagos, Udaipur es una ciudad terrible para entrar con autocaravana y sobre todo para encontrar aparcamiento durante la noche. Normalmente, en las ciudades aparcamos en la zona de los hoteles de lujo, pero en Udaipur, estos hoteles se encuentran en torno al lago (o en el centro del lago) en una zona de acceso imposible para la autocaravana. Así pues, nos pusimos a buscar y a buscar, hasta que tirando marcha atrás en una oscura callejuela sin salida choqué contra una moto aparcada. Al principio Alexandra exclamó asustada: ¡"has matado a alguien"! y salió disparada a mirar detrás. También salió una familia de una casa de delante quejándose por la moto caída, pero cuando comprobaron que la moto no tenía nada y en cambio yo tenía todo el parachoques caído (hace reír pero es cierto) se tranquilizaron. Entonces nos preguntaron dónde íbamos, y al responder de que simplemente estábamos buscando algún lugar donde aparcar, esta familia nos mostró el primer indicio de hospitalidad desde hacía días y nos dejaron aparcar en su calle (media hora antes una familia nos había echado de su calle donde había otros coches aparcados).
Hoy, hemos movido la autocaravana un poco más al centro y hemos ido a pasear dirección al lago Pichola y la Ciudad Palació, pero contrariamente a mi anterior visita, la ciudad me ha desencantado, y a Alexandra también. El lago estaba sucio, el sol nos venía de cara (eso también contribuye), muchos comercios estaban cerrados (era domingo), hemos comido en un restaurante mediocre, ... Seguramente, nuestros sentimientos serian muy diferentes si hubiéramos encontrado un tranquilo emplazamiento cerca de en el lago para la autocaravana, pero sin ganas de dar una segunda oportunidad a Udaipur, anulamos los planes de relajarnos unos tres días e hicimos destinación hacia la siguiente ciudad.




Bundi (ver en mapa)

22/10/2008:
India,+Chittorgarh India,+Chittorgarh,+tower+of+victory India,+Chittorgarh India,+Chittorgarh India,+Chittorgarh India,+Chittorgarh
India,+Chittorgarh India,+Bundi India,+Bundi India,+Bundi India,+Bundi India,+Bundi
India,+Bundi India,+Bundi India,+Bundi India,+Bundi   


Aunque Chittorgarh quede fuera de los circuitos turísticos, este fabuloso fuerte bien merece una visita, y asimismo lo consideran decenas turistas locales que cada día recorren el fuerte de Chittorgarh con rickshaw. Nosotros tuvimos la suerte de que los elefantes pueden tener medidas similares a la autocaravana, porque ésta pudo pasar muy justo por todas las puertas del fuerte, ahorrándonos así hacer una larga caminata o estresarnos negociando la visita con rickshaw.
El fuerte, ocupando una gran área sobre una colina, conserva diversos palacios, monumentos y templos. Por encima de todos, destaca de espectacular torre de la victoria, construida al siglo quince y elevándose 37 metros, siendo posible de ascender hasta el octavo piso a través de las unas laberínticas escaleras de su interior. A pesar de todo, la historia de Chittorgarh no es demasiado victoriosa, y así queda reflejado en numerosas canciones indias en que relatan con romanticismo los tres jauhares o suicidios en masa de las mujeres y los hombres rajputs del fuerte, antes de caer derrotados por el enemigo. El primer jauhar, el cual influenció otros jauhares sucedidos posteriormente en otras ciudades del Rajasthan, sucedió en 1303, cuando el sultán de Delhi en frente de un poderoso ejército atacó Chittorgarh, con el objetivo (así cuenta la leyenda) de tomar a la hermosa esposa del rey rajput. Pero antes de que eso sucediera, y previendo la inminente derrota, el rey y el ejército rajput se vistieron ropas de color azafrán y se tiraron a luchar contra el enemigo a una muerte segura, mientras la reina y las mujeres de la corte encendían una gran pira donde se tiraron vivas evitando así de ser deshonradas por el sultán de Delhi. Contrariamente a algunas leyendas, no toda la población de Chittorgarh debería morir, ya que un par de siglos más tarde, en 1535 y en 1568, los rajputs de Chittorgarh tuvieron ocasión de efectuar otros dos jauhares antes de caer en manos de dos otros poderosos enemigos. Se cuenta que el segundo jahuar fue efectuado por 13000 mujeres y 32000 guerreros rajputs, y el tercero por unos 8000 guerreros, unas cifras quizás un poco inchadas, pero en cualquier caso terríficas, aunque se saquen uno o dos ceros de las cifras.
Entre los diversos templos visitados en Chittorgarh, había uno de jainista situado delante la torre de la fama (construida por un mercader jainista). En este templo destacaba, tanto en algunas esculturas como en diversas fotografías de su interior, diversos maestros o monjes completamente desnudos, pues según la secta jainista Digambar, el único camino hacia la iluminación es el desarraigo de cualquier cosa material, incluso la ropa. Así pues, según esta tradición, sólo los hombres pueden conseguir la iluminación, pues a las mujeres no les es permitido desprenderse de sus ropas, porque seguramente dificultarían la iluminación de los hombres.
Al salir de Chittorgarh estuvimos preguntando a mucha gente sobre el mejor camino para llegar a Pundi, pues en David y Maria nos habían explicado que hacía un mes habían hecho el mismo recorrido y la carretera estaba terrible, recorriendo unos 200 kilómetros en 6 horas. Finalmente nos convencimos de que las informaciones que nos decían los indios eran correctas y que había una nueva carretera estrenada hacía justo una semana. Y así fue, aunque sólo se podía circular por dos de los cuatro carriles que acababan de construir y tuvimos que seguir afrontándonos a locuras de la carretera, pues la conducción de algunos indios (sobre todo conductores de camiones y autobuses) parece suicida, como si no tuvieran respeto por su propia vida ni la de los demás. La India es uno de los países más peligrosos de conducir, donde la posibilidad de tener un accidente depende más de los otros que de uno mismo. En los lados de las carreteras hay muchos camiones con signos evidentes de haber chocado frontalmente, pues estos se adelantan sin importarles que vengan vehículos en sentido contrario. Por otro lado, en todo momento tenemos que ir esquivando vacas sagradas que consideran el asfalto más confortable que el césped y personas, que creen estar paseando por su jardín. La verdad es que no entiendo la manera de ser india y los riesgos que toman, por ejemplo hace unos días vimos un autobús yendo a 90 km/h por una carretera, y de repente, un hombre sale por una ventana lateral, y haciendo equilibrios se sube arriba del autobús junto con al equipaje. Quizás, ¿al creer con la reencarnación no dan tanto valor a la vida? Entonces, ¿ sería esta una prueba que los cristianos y musulmanes no creen con la misma fe en el paraíso? (*)
Al día siguiente antes del mediodía llegamos a Pundi, otro maravilloso fuerte y palacio, dominando una pequeña y simpática población. A pesar de todo, hasta que no encontramos un tranquilo aparcamiento dentro de una comisaría de la policía, pensábamos que no disfrutaríamos nada del pueblo, al igual que había pasado en Udaipur. Después fuimos a comer en un restaurante (una excepción bastante económica en la India), al terminar subimos hacia el gran palacio, donde visitamos las estancias de las mujeres (las de los hombres eran de pago) las cuales estaban formidablemente pintadas, a continuación anduvimos un poco por el bazar, y finalmente volvimos a la autocaravana, donde nos relajamos con el permiso del guardián de la policía. Pero a las 9 de la noche, vino otro hombre que abrió sin ninguna contemplación la persiana del coche y nos dijo que nos teníamos que marchar. Me indigné con la poca hospitalidad india y con la policía tan poco servicial (ni tanto solo nos quisieron proponer donde aparcar), pero no tuvimos más remedio que recoger de nuevo las cosas y aparcar a un centenar de metros de la comisaría, delante de un bonito lago que refractaba el palacio y las murallas iluminadas.
El día siguiente, hoy bien temprano por la mañana, he salido a pasear por el lado del palacio hasta la cima de la montaña, donde había una línea de murallas y algunos palacios olvidados. Igual que en muchos otros fuertes del Rajasthan, he observado una vez más en la cima de la montaña grandes piscinas o depósitos que acumulaban agua verdosa. Me sorprende esta prueba de la cantidad de lluvia que cae durante los monzones, que son capaces de acumular en una cuenca reducida agua para todo el año.
Al volver, hemos empezado a hacer camino hacia Gwalior, la siguiente destinación, recorriendo igual que el anterior día, una autopista en construcción. Pero esta vez, en dos ocasiones, la autopista cruzaba un río por un puente muy elevado, en cuyo inicio había un punto de peaje hecho con cuatro maderas. Al primer peaje nos han anunciado que tenía que pagar el equivalente a unos 10 euros, y yo, riéndoles la broma y comentándoles que sin ticket no pagaría nada, he ido avanzando hasta saltarme la barrera. Pero en el segundo peaje, los chicos parecían más serios, pero también más exaltados. Nos han comunicado que tenía que pagar un euro por el peaje, el mismo coste que un autobús. Entonces hemos iniciado la misma discusión que en todos los peajes de la India (son bastante frecuentes y en cualquier punto): que nuestra autocaravana no tenía la categoría de camión o autobús y que simplemente era una furgoneta (las cuales, normalmente pagan menos de un tercio que los anteriores). Pero en este peaje, los chicos no parecían seguir ninguna disciplina y su agresividad me ha hecho creer que si no pagaba tendría problemas. Pero como la barrera estaba bajada, los otros camiones en sentido contrario no podían pasar, así pues, cuando la han alzado momentáneamente para dejar pasar un camión, yo he arrancado haciendo apartar al chico de delante, mientras el resto golpeaba con violencia la autocaravana. Nos hemos escapado pero estábamos completamente exaltados. ¿Valía la pena todos aquellos nervios sólo por un euro? Seguramente no, pero por otro lado, si aceptábamos cualquier intento de engaño, tampoco podríamos hacer el viaje, por falta de presupuesto. En cualquier caso, nos estamos acostumbrando a estas frecuentes fases de tensión y al cabo de poco ya soy capaz de volver a relajar mi mente y de disfrutar del presente. Prueba de eso es el sueño de esta noche, en el que unas fieras (representando los indios o mi exaltación) me querían atacar, pero con paciencia y sangre fría, finalmente las conseguía amansar.
(*) Días más tarde leí en un diario internacional que, según datos oficiales, el 10% de los accidentes fatales de tráfico en el planeta pasan en la India. En el 2006, hubo más de 460.000 accidentes (cuatro accidentes cada cinco minutos), en los que perdieron la vida más de 100.000 personas, a las que se tendría que sumar a unas 500.000 personas que resultaron gravemente heridas.




Gwalior (ver en mapa)

24/10/2008:
India,+Gwalior India,+Gwalior India,+Gwalior,+Ankur+and+Ankit+family India,+Veer+Singh+Mahal


En Gwalior cambió significativamente nuestra experiencia con los indios. De todas maneras, antes de que eso pasara, ayer por la mañana nos detuvimos antes de entrar en la ciudad para cambiar los frenos del detrás, los cuales ya empezaban a hacer ruido y no podían aguantar hasta el Nepal, donde pensamos hacer diversas reparaciones con menos temor de ser engañados. Paramos en un taller bastante moderno donde, después de desmontar una rueda del detrás y extraer una pastilla de freno desgastada, me comentaron que posiblemente no encontraríamos el mismo tipo de recambio en toda la India. Yo les pregunté si podían hacer lo mismo que en Malawi donde habían enganchado una nueva pastilla de freno sobre el apoyo original. Pero ellos me insinuaron que eran mucho más civilizados que los africanos y que esta solución no era posible en la India, pero que en cualquier caso encontrarían otra. Al final me trajeron unas pastillas originales mayores, que recortaron hasta que se pudieron adaptar a mi rueda. Pero para que la pastilla no tocara en el eje colocaron dos trozos de metal sin soldar que hoy se han caído haciendo chirriar la rueda todo el rato.
Al terminar la reparación, empezó de nuevo la odisea de encontrar aparcamiento en la ciudad. Al punto de información turística de nuevo se nos sacaron de encima informándonos que no sabían de ningún posible aparcamiento, un hotel con un gran aparcamiento tampoco nos dejó aparcar argumentando que tenía que dejar abierta la posibilidad de llenar el hotel en una sola noche, las calles comerciales de la ciudad parecían caóticas y llenas de gente como siempre ... Finalmente encontramos una callejuela tranquila delante de una gran casa, donde pregunté a un chico que hablaba inglés si podíamos aparcar al otro lado de la calle. Casi sorprendentemente me respondió que sí. Pero más sorprendente fue más tarde, por la noche, cuando se presentó con un primo suyo para proponernos de aparcar a dentro de su casa con el fin de no ser molestados durante la noche. Entonces les comenté que ellos eran unos de los pocos indios que se habían mostrado hospitalarios, respondiéndome de que el problema no era de hospitalidad, sino que los indios vacilan o dudan mucho a la hora de aproximarse a los extranjeros, por culpa del lenguaje o quizás por nuestro coche alienígena. De todas formas, no creo que sea así, pues los indios se nos aproximan por muchos otros motivos sin vacilar: para tocar el coche, intentar abrir la puerta, arrancar adhesivos, preguntarnos nuestros nombres y de donde somos, pedirnos hacerse fotos con nosotros... pero nunca para invitarnos o dejarnos entrar un poco en su vida, como pasaba en los países islámicos. Parece que los indios son mucho más pudorosos con su privacidad, aunque no se muestren demasiado respetuosos con nuestra privacidad.
En cualquier caso, tal como he escrito al principio, nuestra experiencia con los indios en Gwalior fue completamente diferente, por que esta mañana, al despertarnos, los dos chicos (Ankur y Ankit) y los padres de Ankit nos han invitado a desayunar, y mientras comíamos nos han propuesto visitar con su coche la ciudad. ¡Increíble, parecía que nos encontráramos en Irán o Pakistán! Por un momento he pensado que serian musulmanes, pero la decoración de su casa me ha convencido de que eran hindúes, confirmado a la conversación posterior, en la cual me comentaban que eran vegetarianos (nunca habían probado la carne o huevos), por motivos religiosos, pero también éticos, porque no quieren participar en el sufrimiento animal.
Después de desayunar y de comprarnos un diario en inglés, Ankur y Ankit nos han acompañado con coche hasta el fuerte de Gwalior, el cual, según nos han comentado ellos mismos no tenía demasiado interés turístico. Y tenían razón, como principales atracciones poseyendo un palacio decorado exteriormente con cerámicas azules, un templo jainista y unas grandiosas estatuas jainistas del siglo quince, quizás lo más destacable de Gwalior, aunque muchas de las estatuas tengan las caras y los genitales destrozados por el ejército musulmán que conquistó estas tierras un siglo más tarde. Durante la caminata, he preguntado a Ankur, que tenía unos 18 años, si prefería que sus padres le arreglaran un matrimonio o quería casarse por amor. Él me ha explicado, que contrariamente a la mayoría de familias en la India, sus padres eran muy abiertos y le habían manifestado que se podía casar con quien quisiera, aunque fuera de casta diferente.
Al volver de la visita de Gwalior, la familia del Anki todavía nos tenía una otra sorpresa preparada, pues nos han invitado a comer una comida deliciosa, aunque algo de la comida era muy pesado o aceitoso, y nos ha sido complicado de digerir después. Finalmente, sin que ninguna de los dos lados supiera como terminar esta bonita experiencia, nos hemos hecho una foto y nos hemos despedido agradeciéndoles mucho su hospitalidad. Y hemos vuelto a la carretera, durmiendo cerca de unos bonitos templos o palacios llamados Veer Singh Mahal que no aparecían en nuestra guía.




Khajuraho (ver en mapa)

26/10/2008:
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Hacía tiempo que no se me colgaba el ordenador, me había confiado, no había hecho copias de seguridad desde hacía un mes y medio y, ahora, mi única esperanza es que como mínimo pueda recuperar el diario del último mes en la India. Por suerte, Alexandra me había robado las fotos del mi ordenador sin mi permiso y sólo he perdido algunas fotos de hace dos días. En cualquier caso, eso no es lo más importante a contar. Lo más importante es que el viaje continúa, y que los últimos dos días hemos visitado dos interesantes lugares y hemos hecho unas nuevas amistades.
Ayer visitamos Orcha, quizás no tan recomendable de visitar si no se encontrara de camino de Khajuraho (que hemos visitado hoy). En cualquier caso, Orcha es interesante por los diversos templos y palacios casi abandonados a los alrededores de un pequeño pueblo indio. Para mi gusto, destacaría un gran templo hindú que parecía copiar las dimensiones de una catedral europea y otro templo que se encontraba ocupando las estancias de un palacio, pues la historia cuenta que un maharajá instaló temporalmente una imagen de Rama que más tarde fue imposible de mover, señal inequívoca que Dios quería transformar el palacio en templo, aunque que misteriosamente, más tarde la imagen de Rama pudo ser movida hasta otro templo próximo.
A mediodía empezamos a hacer camino hacia Khajuraho, transitando una carretera malísima que nos hacía temer por las futuras carreteras, pues Khajuraho es una de las principales atracciones de la India, sobre todo por las decenas de fotos que la mayoría de los adultos han visto de las estatuas de sus templos, identificadas normalmente con el kamasutra. Los magníficos templos de Khajuraho se construyeron hace un milenio, durante aproximadamente un siglo, en una remota área de la India. Se desconoce porque la dinastía Chandela construyó estos 85 templos (de los cuales sólo 22 han sobrevivido el paso del tiempo) en una área tan alejada de las grandes poblaciones y rutas comerciales, ni como lo hizo para reclutar tanta mano de obra en un área tan despoblada. En cualquier caso, esta extraña situación de Khajuraho salvó sus templos de la destrucción, pues la invasión musulmana y dominio Mugal de la India no tenía ningún interés a adentrarse en una zona selvática, llena de tigres, donde quedaron abandonados los templos. Pero si lo hubieran hecho, a buen seguro que los musulmanes habrían arrasado estas muestras de herejía más impura, donde se muestran numerosas estatuas fornicando o participando en orgías de hasta cuatro personas (normalmente un hombre y tres mujeres). Aunque la mayoría de las estatuas en los templos sólo muestran situaciones cotidianas de la vida a la India de hace un milenio e imágenes de sus dioses, destacan entre éstas, delante de los ojos occidentales, las estatuas sensuales o claramente eróticas. Hay diferentes teorías sobre el porque hay tanta exposición sexual en las templos de Khajuraho, aunque que ninguna de definitiva. Algunos estudiosos opinan que las mencionadas esculturas sólo representan imágenes tántricas, una de las muchas disciplinas del yoga (ejercicios espirituales) para conseguir la iluminación, que en este caso practica la satisfacción espiritual de los instintos básicos; aunque no creo que la imagen de un hombre penetrando un caballo (tal como se representa en uno de los templos) se pueda considerarse tántrica. Otras teorías hablan de un manual abierto del tipo kamasutra (antiguo libro hindú que enseña, entre otros aspectos, como iniciar y mantener una unión sexual) donde los jóvenes brahmins podían aprender como comportarse en su vida adulta. En cambio, otras teorías más inocentes explican que tales imágenes eróticas protegían los templos contra la furia del dios Indra, quién no dirigía sus rayos contra los templos con el fin de no dañar su placer voyeur, aunque esta teoría no debe ser valida hoy en día, porque todos los templos incorporan pararrayos.
Después de pasar toda una mañana visitando y fotografiando los principales templos de Khajuraho, al mediodía hemos salido de los templos mientras Alexandra me preguntaba:
- ¿Has aprendido alguna nueva cosa?
- Sí, pero para practicarla necesitaría a dos otras mujeres.
Y acto seguido me ha clavado una merecida colleja. Casi al mismo momento, ha parado delante nuestro otra autocaravana que acababa de llegar al pueblo. Eran los primeros viajeros en coche que veíamos en la India y Alexandra se ha puesto muy contenta, yéndoles a saludar enseguida. Eran un matrimonio francés que viajaban con tres hijas y un perro (que atado a fuera evitaba que los indios les golpearan las puertas durante la noche). Mientras comíamos juntos delante de su autocaravana aparcada a las afueras del pueblo, Thierry y Marie Pierre nos han comentado que habían estado viajando un año y medio por toda Europa, Rusia, Mongolia y, ante la imposibilidad de cruzar China, habían vuelto por las repúblicas "stan", hasta Irán, Pakistán y actualmente India, con la intención de cruzar Burma hasta Tailandia a finales de Enero. Esta posibilidad que habíamos descartado (todo el mundo decía que no se podía cruzar Burma con coche) ha añadido una nueva opción a nuestros planes que pasaban por embarcar la autocaravana en un container hasta Malasia (unos 1000€) o dejar la autocaravana en India y viajar sin casa por China y el sureste Asiático. He estado muy interesado en sus planes y con la posibilidad de cruzar Burma con ellos y con otros franceses que llegarían más tarde. De todas maneras, sería una opción complicada, ya que ellos tramitaran el visado de Burma desde Delhi en diciembre, mientras nosotros estaremos en el Sur de la India celebrando la Navidad con David, Maria y sus familias. En cualquier caso, mantendríamos el contacto para conservar abierta esta posibilidad.





Nepal

Kathmandu (ver en mapa)

28/10/2008:
India Nepal


Después de despedirnos de nuestros amigos franceses y de conectarnos a Internet (utilizando sólo el ordenador de Alexandra), empezamos a hacer camino hacia Kathmandu, Nepal. Teníamos previsto visitar Lucknow donde nos habían escrito de Couchsurfing, pero las buenas carreteras parecían ir dirección Vanarasi y tomamos éstas, sin intención de detenernos para visitar nada por el camino, pues estábamos un poco cansados de la India y de los indios, esperando recuperar la tranquilidad perdida en Nepal. Por otro lado, aunque intentaba no preocuparme por mi ordenador estropeado, necesitaba arreglarlo lo más pronto posible (o intentarlo) y Kathmandu parecía el mejor punto, ya que allí teníamos un muy buen amigo de David y la Maria que nos podría ayudar a encontrar a un buen informático.
Otro de los muchos motivos para visitar Nepal, era para realizar una serie de reparaciones al coche, porque no confiábamos que en India podríamos realizarlas con eficiencia, quedando demostrado el primero de estos días, que paramos en un poblado para arreglar los frenos de detrás, que chirriaban. Sólo era necesario soldar una pequeña pieza a las pastillas de frenos para subirlas un poco y evitar que tocaran el eje de las ruedas. Pero después de 45 minutos intentando extraer una de las pastillas, limaron ligeramente uno de los lados, la volvieron a instalar y me comentaron que ya estaba arreglado. Yo ya les había intentado comunicar que la solución era otra y que así no habrían arreglado nada y, evidentemente, la pieza volvió a chirriar al arrancar el motor. Así pues, habiendo visto en desmontar la rueda que el frotamiento de la pieza no era demasiado grave y que podría aguantar perfectamente hasta Nepal, les comenté que no era necesario que lo intentaran más y me marché sin pagar. Parecía que, como mínimo aquellos indios mecánicos, no tuvieran ganas de arreglar mi problema, o que tuvieran mucho poco ingenio, o que simplemente no quisieran ser ingeniosos; si las cosas no son fáciles, prefieren rehusar el trabajo.
A pesar de intentar escoger las mejores carreteras dirección en Nepal y Kathmandu, éstas no fueron demasiadas buenas, con numerosos agujeros y abolladuras en el asfalto, camiones locos que nos hacían salir de la carretera y poblados llenos de gente que nos hacían circular a paso de tortuga. Alexandra me preguntaba: ¿"Porque las carreteras siempre pasan por el medio de los bazares? ", pero yo suponía que era el revés, que los bazares simplemente se instalaban en torno a las carreteras principales, dificultando el paso de la circulación. En cualquier caso, tardamos más de los dos días de viaje que pensaba que tendríamos hasta Nepal, ya que de nuevo, hicimos registros que no hacíamos desde África, circulando a medias inferiores a los 40 km/h. Al primer día circulamos 200 km, el segundo 320 km y el tercero, hoy, 375 km, quedándonos a unos 150 km de Kathmandu.
Posiblemente, el único motivo que me habría hecho quedar unos días más en la India era el Diwali, una de las fiestas más importantes que se celebran en la India y que ya tuvimos oportunidad de disfrutar entre la comunidad India de Mombasa, en Kenia. Estos 5 días de fiesta que empezaban ayer día 28, están dedicados a diferentes deidades hindúes, entre éstas Rama, al cual se guía desde su largo exilio hacia casa con pequeñas linternas de aceite. Al mismo tiempo, el Diwali coincide con el fin de año según el calendario hindú, motivo de celebración con cohetes y petardos. En cualquier caso, a pesar de no recibir ninguna invitación para celebrar el Diwali, tuvimos ocasión de observar su celebración durante el trayecto. Por la carretera se vendían muchas guirnaldas de flores naranjas y amarillas, que se colgaban a los camiones, casas y posiblemente se ofrecían a los dioses. También había muchas más tiendas vendiendo dulces y, las que sólo venían vegetales, lo hacían el doble de caro. Por otro lado, también era fácil constatar que muchas casas estaban acabadas de pintar con colores vivos, para la ocasión. Por la noche, los niños empezaron a tirar petardos y las casas encendieron las luces típicas de Navidad (en Europa) y a situar velas encendidas delante de las puertas. La Única suerte de hacer el recorrido durante el diwali era que quizás (sólo quizás) había menos tráfico transitando por las carreteras.
Finalmente, hoy al mediodía hemos llegado a la frontera del Nepal y con facilidad hemos podido hacernos un visado de 15 días (había diferentes tarifas según la duración deseada del visado) y hemos entrado en este nuevo país. Una de las primeras cosas que llaman la atención al entrar en Nepal es el cambio de hora, quince minutos por delante de India, una manera de indicar que el país es diferente. Aunque no es necesario explicitarlo de esta manera, porque la mayoría de los nepaleses tienen los ojos alargados; visten mejor y limpios y de estilo más europeo (quizás porque era diwali); parece haber muchos menos mendigos (o son inexistentes); y parecen mucho más tranquilos y afables. Por otro lado, las carreteras hasta ahora (nos encontramos a unos 150 kilómetros de Kathmandu) son excelentes, con la hierba de los márgenes recién cortada (y mostrando bastantes restos de basuras que antes habían estado ocultadas), la gente caminando por el lado de la carretera (no sobre el asfalto o por el medio) y los camioneros y conductores de autobús, que parecen conducir con mucha más prudencia. Aun así, hay algunos rasgos en común con la India, como las vacas ocupando el asfalto de la carretera, junto con numerosas bicicletas y motos, algunas de las cuales también llevan a 4 o 5 pasajeros.
A pesar de todo, no todo ha sido perfecto y no se ha cumplido mi profecía según la cual, ayer sería el último día en que seríamos molestados durante la noche o que nos intentarían abrir la puerta (en este caso fueron los mismos trabajadores de la gasolinera donde habíamos aparcado). En Nepal, la gente parece mucho más respetuosa con las propiedades de los otros, aunque hemos llegado en el peor momento para comprobarlo. Teníamos opción de aparcar en medio del bosque, pero finalmente hemos decidido aparcar en una gasolinera en medio de un pueblo. Al oscurecer, hemos observado por la ventana cómo grupos pequeños de niños se paseaban por delante de casas y tiendas deteniéndose para cantar y bailar canciones típicas de Diwali a cambio de ganarse unos dulces o unas monedas. Más tarde, los grupos de jóvenes se han hecho más numerosos, de manera que, para cantar en la tienda del lado de la gasolinera, los jóvenes pasaban por el lado del coche, tocándolo, golpeándolo y moviéndolo. Alexandra se ha puesto histérica, haciendo sonar la alarma y chillando a los jóvenes por la ventana. Pero la situación se ha vuelto irresistible cuando la tienda ha instalado un potente equipo de música y la juventud ha empezado a bailar. Nos podíamos haber añadido a la fiesta, pero ya nos encontrábamos en la cama y al día siguiente queríamos llegar temprano a Kathmandú, así pues, para no estorbar más la fiesta de los otros ni nuestro descanso, hemos decidido mover la autocaravana hacia un lugar más tranquilo.



03/11/2008:
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Han transcurrido 6 buenos días en Kathmandu, en compañía de Jay Ram y su familia. Jay Ram es un muy buen amigo de la familia de David y Maria, los cuales han hecho diversos trequings por las montañas de Nepal guiados por Jay Ram y posteriormente lo han invitado a quedarse unos meses en España. Tanta buena amistad hay entre ellos, que Jay Ram ha llamado a dos de sus hijos, Maria (5 años) y David (2 meses); en medio también tienen una otro energética niña llamada Asmita (3 años). Jay Ram y su familia nos recibieron con guirnaldas de flores y unos largos y finos tejidos que nos colgaron en el cuello, después nos reunimos en la pequeña habitación donde vivían y donde había reunido otros miembros de su familia celebrando el último día de Diwali. Nos ofrecieron té, nos pintaron la frente con diferentes puntos de colores y estuvimos conversando sobre nuestros amigos en común, David y Maria, y su viaje. Después Jay Ram nos acompañó a pasear por la bonita ciudad de Kathmandu, explicándonos que era temporada alta por el turismo (se notaba en las calles) y que había mucho trabajo como guía; de hecho - nos acabó explicando - había rechazado un trequing para poder estar con nosotros. Me supo mal, pues sólo hay 6 meses durante los cuales Jay Ram puede trabajar guiando turistas por las montañas, siendo la única fuente de ingresos de la familia. Por suerte, al cabo de un par de días, Jay Ram nos comentó que tendría un trequing de 20 días, hasta una montaña próxima al everest, manteniéndolo bastante ocupado hasta hoy por la noche, cuando nos ha cocinado la última cena, como siempre deliciosa. Finalmente, después de bebernos un par de cervezas, nos hemos despedido afectuosamente de él deseándonos mucha suerte.
Ha sido un placer haber conocido Jay Ram y su familia, pues ha sido un gran confort después de un mes y medio transitando entre desconfiados indios. Su hospitalidad era comparable a la Turca, iraní o Pakistaní, aunque la situación económica de Jay Ram no era comparable a las anteriores familias con las que habíamos estado. Así pues, intenté pagar alguno de nuestros gastos durante nuestra estancia, aunque fue complicado que Jay Ram lo aceptara. También fue interesante encontrarnos con Jay Ram con el fin de conocer de primera mano la situación de Nepal. Aunque no era demasiado amante de hablar sobre política, una mañana me sorprendió explicándome que desde en 1996, el Nepal había estado un país en guerra, muriendo cada día gente inocente como consecuencia del enfrentamiento entre los grupos maoistas y las fuerzas reales. Pocos años más tarde, en 2001, hubo una masacre en el palacio real, en la cual - según fuentes oficiales - el príncipe heredero mató su padre rey, la reina y otros 10 miembros de la familia real porque no aceptaban su matrimonio con una aristócrata. La misma noche, el príncipe heredero se disparó, quedando sucesor del poder real el hermano del fallido rey, presente en palacio durante la tragedia y considerado para muchos nepaleses como el verdadero responsable de la matanza (en la historia real nepalesa hay otros casos similares de masacres). El nuevo rey se propuso de gobernar con más mano dura contra los maoistas, pero diversos días de manifestaciones y huelgas generales en Kathmandu desencadenaron una serie de reacciones políticas que acabaron con el rey destronado y unas elecciones democráticas ganadas por los Maoistas. Estos recientes acontecimientos han acabado pacificando el país, incrementándose sustancialmente el número de turistas esta temporada, motivo para el cual, Jay Ram se mostraba confiado y optimista al mirar el futuro.
En realidad, Katmandú es la ciudad más turística que hemos visitado en mucho tiempo. Existe el barrio de Tamel donde todo parece estar enfocado a los turistas: hoteles, restaurantes, agencias de trekking, tiendas de material de montaña, souvenirs ... Aun así, el ambiente está tranquilo y relajado y es agradable de pasear por el barrio de Tamel dirección sur, hasta el barrio antiguo de Katmandú, al centro del cual está la plaza Durbar, apretada de bonitos templos y algunos palacios. Los templos hinduistas y budistas, están tan juntos unos de los otros, que es difícil de hacer una buena fotografía en perspectiva, en cualquier caso, los detalles de los templos también son magníficos, como por ejemplo, los trabajos en la madera o los múltiples tejados que se elevan unos sobre otros. Un ambiente similar, pero con menos turistas, se respiraba en Patan, un pueblo en el sur de Katmandú, con otra plaza Durbar (significa palacio) y un casco antiguo con muchos otros fabulosos templos, en uno de los cuales se celebraba una interesante ceremonia hindú en la que se quemaban ofrendas.
A Patan me dirigí con un minibús con los pasajeros enlatados como sardinas y yo, y algunos otros, colgados en la parte de fuera de la puerta. Por suerte nadie se cayó por el camino y al llegar, me pude dirigir a la embajada de Myanmar (Birmania), motivo principal de mi visita a Patan. Los franceses de Khajuraho nos habían informado de que era posible cruzar Myanmar en coche hasta Tailandia, pero el cónsul, aunque amable, no se mostró demasiado optimista. En cualquier caso, me dejó aplicar los visados al mismo tiempo que me sugería contactar a alguna agencia de viajes en Myanmar. También dediqué un par de días más a intentar solucionar otro problema, mi ordenador portátil averiado; pero he estado muy poco afortunado, porque ni he podido arreglar el ordenador ni he podido recuperar los datos del disco duro. Así pues, hoy he comprado un nuevo portátil a través de Internet que he enviado a casa de los padres de David, que llegarán en diciembre al sur de la India; y también hemos modificado la ruta para poder llegar allí con tiempo. Bajaremos por la costa este, donde no hay demasiados monumentos a visitar, y aprovecharemos para detenernos en Calcuta, donde intentaré llevar el disco duro a un laboratorio de recuperación de datos y nos seguiremos informando sobre la posibilidad de cruzar Myanmar en coche.



12/11/2008:
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Al día siguiente de despedirnos de Jay Ram, fuimos temprano por la mañana a la embajada India para renovar el visado de entrada. Pero no llegamos suficiente temprano, pues ya había decenas de extranjeros esperando que fueran atendidos en una ventanilla, donde iban llamando según el número de llegada. El funcionamiento, a pesar de ser automatizado, era un poco caótico y demasiado lento, y no fue hasta al cabo de cuatro horas que pudimos entregar los formularios. Un proceso similar sufrimos al cabo de tres días, cuando después de otra jornada de esperas desesperantes, ya de noche pudimos recoger nuestros pasaportes con un nuevo visado para la India de seis meses con doble entrada.
Al día siguiente de nuestra primera visita a la embajada India, seguimos con nuestros planes de trabajo e hicimos nuestra primera visita a un taller del Nepal para hacer reparaciones al coche. Primero arreglamos las nuevas pastillas de frenos que todavía chirriaban desde la India y soldamos una pequeña pieza. Al día siguiente hicimos a una caja nueva para las bombonas de butano, mucho más reforzada que la original y más elevada del suelo (en numerosas ocasiones había rascado las carreteras de África). Los siguientes dos días nos dimos un poco de descanso para visitar la interesante el valle de Katmandú y ayer lunes, nos dirigimos a otro taller que nos recomendaron unos viajeros. Allí arreglamos una pieza que bailaba y que hacía ruido desde Irán, hoy hemos reforzado el parachoques del detrás del coche que en la India se había desmontado al chocar ligeramente con una moto, y mañana arreglaremos la escalera de la autocaravana y la haremos más corta, para que no vuelva a tocar más al suelo. Y todos estos cinco días de trabajo por sólo por 70€, toda una ganga considerando que finalmente tendremos una autocaravana capaz de afrontar cualquier camino. ¿En cualquier caso, nunca se me acudiría volver a testarla por las carreteras de África, aunque, quién sabe qué carreteras nos esperan en el futuro en la India, sureste Asiático, o América? ¿A buen seguro que mejores que en África, sin embargo, quien sabe?
De todos modos, mucho más preparados para las malas carreteras estaban unos alemanes que estaban viajando con una autocaravana montada sobre un camión del ejército danés. Nos los encontramos acampando en un descampado bastante céntrico de Kathmandu, junto con una pareja suiza-alemana que viajaba con una vieja furgoneta Mercedes. Fue agradable de coincidir con ellos y acampar en el mismo espacio los siguientes días mientras nos explicábamos nuestras experiencias y filosofías de viaje. La pareja suiza-alemana viajaban con un niño de 5 años y hacían muy pocos kilómetros al mes y relajándose largos periodos en lugares concretos, planeando de volver a Alemania en unos dos años y establecerse para que el hijo pudiera estudiar. En cambio, la pareja alemana con el camión conducían más rápido que nosotros (y gastando el doble de combustible por 100 kilómetros) teniendo el plan de volver a Alemania en menos de un año para continuar realizando otros viajes de una duración inferior al año.
En cualquier caso, ninguna de las dos parejas extranjeras parecía tanta interesada como nosotros - o yo - para conocer nuevos lugares, monumentos, cultura y gente. Así pues, entre las idas y venidas a los talleres y a la embajada India, dejé a la Alexandra extenuada con un programa de visitas a diversos lugares de interés próximos a Katmandú, principalmente templos budistas y hinduistas, las dos religiones dominantes en el Nepal. Recuerdo que Jay Ram nos había contado que el budismo se practica mayoritariamente en las montañas del Nepal, considerando que el hinduismo era una religión importada desde la India. De todas maneras, la realidad es que, aunque y que Buddha nació en el actual Nepal en el año 550BC, el budismo no se extendió por Nepal hasta pasados unos 300 años, gracias al emperador Indio budista Ashoka, produciéndose posteriormente diferentes renacimientos de ambas religiones. De entre las visitas que realizamos nos sorprendieron las impresionantes estupas budistas de Swayambhunath y de Bodhnath, las cuales representan la filosofía budista, con un nivel cuadrado sobre una blanca cúpula, que contiene pintado a los cuatro vientos los dos ojos de buda y el número 1 escrito en nepalés como tercer ojo, simbolizando la unidad de todas las vidas. También visitamos un par de templos hinduistas, entrando primero en el templo de Budhanikantha donde por la mañana había largas colas para adorar y hacer ofrendas a una enorme estatua de vishnu reposando en medio de un estanque. Hace un par de días también visitamos el templo de Pashupatinath, el templo hinduista más importante del Nepal, que se eleva al lado del sagrado río de Bagmati, donde quemaban diversas piras. Tuvimos ocasión de presenciar como al lado de otras piras casi del todo consumidas, un hombre vestido de blanco que apilaba diversos troncos formando una estructura rectangular de casi metro de altura. Poco más tarde, diversas personas llegaron cargando una camilla con el cuerpo de una mujer vieja muerta, envuelta en tejido amarillo, a la cual destaparon la cara una vez puesta sobre la estructura de troncos. Acto seguido, dos de sus hijos, un hombre y una mujer, dieron diversas vueltas a la pira llorando, chillando de dolor y casi desmayándose; al tiempo que hacían diversas ofrendas ayudados de otras personas. A continuación, cubrieron el cuerpo de la muerte con paja para ocultar la morbosidad de la carne consumiéndose y el hijo encendió la pira por debajo. Después la familia se retiró, y Alexandra, también secándose las lágrimas de empatía. En cambio, yo me quedé con un sentimiento fragilidad ante la vida, observando cómo las llamas prendían la madera y como después elevaban y crujían con fuerza al ser alimentadas por la grasa del cuerpo que empezaba a consumirse. Yo no pude sentir el olor de carne quemada, pero Alexandra la consideraba insoportable y al reencontrarnos, nos tuvimos que marchar pues se estaba mareando. Más agradables que la visita al templo de Pashupatinath, fue nuestra estancia en el pueblo de Bhaktapur, el cual conserva un cierto aire medieval, pues los coches tienen prohibida la circulación; y el pueblo de Nagarkot, desde donde se disfrutaba de una impresionante vista de las montañas del Himalaya, incluyendo el mítico Everest, que en teoría se podía observar como un punto en el horizonte.
Finalmente, nuestra estancia en Katmandú fue completa con el encuentro de un nepalés hinduista, amigo de un amigo de Manu Kant de Chandigarh, llamado CM Yogi. CM Yogi me invitó una noche a la escuela que había creado y en la cual intentaba transmitir un mensaje de no violencia y una base espiritual entre los niños. Respondiendo a mis preguntas, CM Yogi me explicó que en el Nepal se practica el hinduismo y el budismo, los cuales estaban muy mezclados tradicionalmente, aunque recientemente se han empezado a separar debido al Dalai Lama que ha tomado la voz de la comunidad budista. De todas maneras, incluso hoy en día, muchos festivales, templos, plegarias, ceremonias ... son compartidas al mismo tiempo por hinduistas y budistas. En cualquier caso, se notaba que CM Yogi tenía una clara preferencia por el hinduismo, afirmando que, a diferencia de todas las otras religiones que se habían creado en un momento de la historia, los hinduistas creen que su religión había nacido en el mismo momento de la creación. En cualquier caso, CM Yogi acababa comentando que para crecer espiritualmente no se necesita religión y que uno tiene que desengancharse de éstas para iluminarse. Por ejemplo, la escuela, el instituto y la universidad, son instituciones necesarias para adquirir conocimiento, aunque después uno las tiene que abandonar para aplicar el conocimiento adquirido. Igualmente tiene que pasar con las religiones, si uno no se libera de éstas, uno será una persona religiosa sin espiritualidad o entendimiento. Así pues, para conseguir la iluminación, uno se tiene que liberar de todos los vínculos físicos, emocionales e intelectuales. Después en CM Yogi me comentó que el cristianismo es fácil de explicar, porque sólo hay un Dios y un libro; en cambio, en el hinduismo hay muchos Dioses, diferentes libros, diversos tipos de templos ... De todas maneras, conservando un paralelismo con las religiones monoteístas, todos los Dioses hindúes no dejan de ser la manifestación de un único Dios, de la misma manera que una persona tiene diferentes nombres según el contexto en lo que se encuentra (familia, trabajo, amigos, religión ...). Así pues, los creyentes no se tendrían que atar a los nombres: Dios, Alá o Vishnu ... De hecho, uno no se tendrían que atar a nada de nada. Pero yo pregunté: "Si nos tenemos que liberar de todos nuestras ataduras, por que no desligarnos del mismo concepto de Dios". Primero no me entendió la pregunta, pero poco después, me comentó que uno también se tendría que desligar de Dios, sin dejar de amarlo infinitamente.
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En Kathmandu tomé el pulso en al mundo con CM Yogi, el cual opinaba que el principal problema del mundo era la falta de educación (a nivel formal) y de conciencia (a nivel informal), ambos problemas crean problemas y conflictos, aunque la falta de conciencia los crea a un nivel más global. Se tendría que enseñar filosofía espiritual a un nivel formal, desligado de las religiones, una propuesta que está intentando desarrollar con su organización, actuando a nivel local. El principal problema en Nepal es la guerra de los rebeldes Maoistas, quienes actualmente gobiernan sin haber abandonado las armas. CM Yogi se considera feliz porque trabaja en un proyecto por las comunidades más necesitadas. La felicidad depende de la mente, el gozo depende del corazón. La felicidad se puede alcanzar materialmente, pero el gozo sólo con conciencia.
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India

Bodhgaya (ver en mapa)

14/11/2008:
Después de una mañana y tarde acortando la escalera del coche en el taller de Katmandú (el trabajo se alargó más de la cuenta), salimos de la ciudad con la intención de acercarnos el máximo posible a la frontera, pues nos caducaba el visado al mismo día. En cualquier caso, aunque hubiéramos querido, habría sido imposible de cruzar la frontera aquella misma noche, porque poco después de salir de Kathmandu nos detuvimos delante de una moto y motociclista que justo habían sufrido un accidente, cayendo debido al desprendimiento de unas rocas (o así lo creí). En realidad no conseguí ver al motociclista, porque la multitud de gente salida de los autobuses y las casas próximas se reunieron en torno a éste. Sin posibilidad de poder ayudar al accidentado ni con ganas de participar del espectáculo seguramente morboso, empecé a sacar las rocas que habían caído sobre el asfalto. Pero sorprendentemente, se acercaron dos chicos que parecían indignados con mi trabajo:
- ¿Porque estás haciendo eso? ¿No ves que ha habido un accidente? - Me preguntaron con un inglés elemental.
- ¿Tarde o temprano tendrán que pasar los coches, no? - y seguí tirando rocas fuera de la carretera.
Mi respuesta no los convenció nada, porque al cabo de un minuto volvieron más agresivos exigiéndome de terminar mi trabajo. Y yo, enfadado con su incomprensible actitud - según mi cultura - tomé un par de piedras que había sacado de la carretera y las volví a tirar sobre el asfalto, encerrándome a continuación dentro del coche. Aunque pocos minutos después otros jóvenes acabaron de apartar el resto de piedras de la carretera, la situación no dejaba de ser muy extraña. Los Nepaleses son muy impacientes conduciendo, creando numerosos atascos al querer ocupar cada espacio libre de la carretera, aunque se encuentre en el carril contrario; pero aquí, todo el mundo se mostraba tranquilo y ni los autobuses ni camiones presionaban para pasar. Nosotros, al encontrarnos casi delante de todo, podíamos haber pasado entre la multitud, por el lado de la moto caída y del accidentado, pero no quería poner en peligro los cristales de la autocaravana ante la actitud agresiva que algunos de ellos me habían mostrado hacía unos momentos. Esperamos que algún camión tomara la iniciativa, pero en vez de eso, dos camiones se atravesaron en la carretera para que dejaran de pasar las motos que de vez en cuando se colaban. En este caso, la cultura nepalesa era bien diferente a la Europea, donde si hay un accidente los coches continúan circulando por el lado del cadáver o herido, aunque para pasar tengan que pisarle las piernas. En cualquier caso, al cabo de una hora de esperar llegó la policía, pero la situación no mejoró nada; ni al cabo de una otra media hora, cuándo llegó la ambulancia y se llevó el herido. No entendía nada, y al cabo de otra media hora salí a preguntar entre la gente. Sólo me supo responder un musulmán nepalés que hablaba un poco de inglés:
- Ha habido un accidente.
- ¿Sí, pero el motorista se encuentra en el hospital, no? ¿porque seguimos retenidos?
El hombre parecía un poco desorientado con mi pregunta, pero finalmente, buscando las palabras inglesas adecuadas me respondió.
- Por lo visto, alguien ha golpeado al motociclista. Ahora, la policía está esperando que el motociclista retoma la conciencia en el hospital para que pueda identificar el coche culpable.
- ¿Sin embargo, que pasa si el accidentado no se recupera hasta mañana?
- Tendremos que dormir aquí, en los autobuses o en la carretera.
- ¿Y si no se despierta hasta al cabo de dos días?
El hombre pareció divertido por mi ocurrencia y subió los hombros en señal de desconocimiento. Así pues, después de contrastar las anteriores informaciones con otro Nepalés, volví al coche donde Alexandra se estaba exaltando por momentos y esperamos otra hora, y otra, y otra. Un total de cinco horas. De repente, mientras me estaba comiendo un plato de fideos que me había cocinado hacía pocos minutos. Toda la gente corrió hacía los autobuses y camiones y el largo desfile de vehículos se puso en marcha; en nuestro caso, sin saber si el accidentado había recuperado la conciencia o no.
Dormimos en una gasolinera y cuando clareó al día siguiente seguimos hacia la frontera, llegando a media mañana. Completamos los impresos de salida y poco antes de que nos estamparan los pasaportes, el oficial se dio cuenta de que teníamos el visado caducado por un día. Con un tono grave comentó que teníamos un problema, y que sólo lo podría solucionar si lo ayudábamos económicamente. De poco sirvió que le explicáramos la historia del accidente, aunque al dejar pasar unos minutos comprendí que no nos pedían un gran soborno. Finalmente pedí a Alexandra que fuera a buscar tres gafas de sol que todavía nos quedaban del viaje a África y se mostraron muy contentos con el regalo. Al mismo momento que se estaban probando una de las gafas, entraron Uwa y Dani, los alemanes que nos habíamos encontrado en Kathmandú y que viajaban en camión. Juntos acabamos de hacer los trámites de salida nepaleses y entramos en la India, deteniéndonos delante de las aduanas indias, donde nos trataron con una gran hospitalidad, comprándonos bebidas y obsequiándonos con frutas, pues según nos explicaron después, sólo cruzan aquella frontera unos 7 o 8 coches extranjeros al mes.
En las aduanas había un hombre muy simpático que nos explicó que practicaba yoga para mantenerse en forma intelectualmente y físicamente. De hecho - nos comentó - debido al estrés creciente en India, mucha gente en las áreas urbanas está redescubriendo los milenarios beneficios del yoga, el cual purifica el alma y el cuerpo mediante ejercicios de gimnasia, respiración, concentración y meditación.
Al salir de la frontera, empezamos a circular por una terrible carretera (la peor de la India) hasta una gasolinera, donde también pararon la pareja de alemanes que nos seguían con facilidad con el camión todo-terreno. Allí nos relajamos con una buena cena (ellos aportaron sangría) y nos explicamos las últimas experiencias de Nepal. Al describirles la historia del accidente del motociclista, nos comentaron que la ocasional paciencia de los nepaleses en la carretera se debe a los diez años de conflicto armado del país, el cual provocó masivas huelgas generales que bloqueaban por días, o incluso semanas, las carreteras. De hecho, ellos coincidieron con una manifestación en una carretera nepalesa. Ellos pudieron pasar al ser extranjeros, pero otros autobuses que lo habían intentado estaban aparcados al lado de la carretera con los cristales rotos.

16/11/2008:
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Después de otro día y medio circulando por las terribles carreteras del norte de la India, ayer al mediodía llegamos a Bodhgaya, el lugar donde el príncipe Siddhartha se sentó a meditar hasta conseguir la iluminación a la edad de 35 años, siendo llamado a partir de entonces Buddha (el que está despierto). A partir de este punto, Buddha inició un largo viaje por el norte de la India enseñando su nueva filosofía de vida, convirtiéndose en una nueva religión que se extendió por todo el este asiático. No es de extrañar pues, que Bodhgaya sea el principal lugar de peregrinación budista del mundo. A mediados del siglo 3BC, el emperador Ashoka visitó Bodhgaya y fundó el templo Mahadodhi al pie del árbol donde unos 250 años antes Buddha había conseguido la iluminación. Más tarde, la hija del emperador Ashoka, tomó tres ramas del árbol de la iluminación (o árbol Bodhi) y las plantó en Sri Lanka, creciendo tres árboles de los cuales, siglos más tarde, se obtuvo otro esqueje para plantarlo en Bodhagaya, una vez el árbol Bodhi original murió.
Actualmente, Bodhgaya parece un interesante parque de atracciones budistas, con templos modernos de diferentes estilos que comprenden los principales países budistas: Thailàndia, India, Bután, Japón, Nepal, Bangladesh, Taiwán, China, Tíbet ... Por otro lado, en el lugar donde el emperador Ashoka fundó el templo Mahadodhi se alza actualmente otro templo moderno y sin carisma en torno al cual deambulan peregrinos de múltiples países asiáticos. En cualquier caso, no deja de ser una experiencia cautivadora, observar bajo el árbol de Bodhi y a su alrededor decenas de personas completamente abstraídas y meditando en silencio, como si el ADN del árbol bodhi tuviera propiedades mágicas y facilitara la iluminación (o como mínimo la meditación). Al mismo tiempo, también me sorprendió observar - a pesar de las enseñanzas budistas - tanta superstición entre los peregrinos, los cuales oraban y besaban el recinto que rodeaba el árbol de bodhi, se tendían ante las imágenes de Buddha, y corrían a cazar cualquier hoja que cayera del árbol de bodhi.
Mientras descansábamos a la sombra del árbol de Bodhi observando los peregrinos y sus plegarias y meditaciones, Alexandra me comentaba burlona que ella no estaba consiguiendo la iluminación y al no hacerle demasiado caso, después me preguntaba sobre el budismo, pues había sido una de las religiones que más me había influido joven. Yo le respondía que el budismo cree que las ligaduras y deseos de una persona generan sufrimiento (principalmente cuando éstos no están satisfechos), así pues, uno de los objetivos principales del budismo es liberarse de cualquier deseo y ligadura intelectual o emocional, acercándose así a la iluminación. Para conseguirlo uno tiene que tomar el camino del medio, alejándose de los extremos y de las creencias dogmáticas; mantener un comportamiento éticamente correcto; y meditar, con el objetivo de apagar los pensamientos de la mente y ser completamente consciente (mindfullness). ¿Y qué es la iluminación? - Me volvió a preguntar la Alexandra -, y yo no la supe responder en el preciso momento, pero más tarde pensé que probablemente la iluminación se ha mitificado demasiado y que la iluminación no deja de ser un estado natural al cual las personas acceden cuando consiguen vivir sin deseos ni ligaduras y con plena conciencia (mindfullness), un estado que no da acceso a poderes sobrenaturales ni a verdades absolutas (excepto la verdad de que todo es relativo).





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