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‹ Anterior (17/01/2011) MES Siguiente (2011-03-18)› ‹ Anterior (2011-03-03 - Cuba) PAIS Siguiente (2011-03-24 - Belize)› Mexico Palenque, Cs (ver en mapa) 17/02/2011: De camino a la costa, nos alojamos un par de noches en un hostal de Palenque, donde hay unas ruinas mayas entre la selva tropical, al pie de las montañas de Chiapas, haciendo frontera con la llanura del Yucatán. Quizá eran las ruinas pre-hispánicas visitadas más cautivadoras, por el entorno natural exuberante donde estaban situadas, pero también por su arquitectura sofisticada, con varios pasillos adentrándose por dentro de las pirámides o el palacio, cubiertos con arcadas primitivas de forma triangular. Al visitar el museo me sorprendió de sobremanera la copia del sarcófago del gobernante Pakal, encontrado en el interior de una de las pirámides de Palenque. El sarcófago de piedra era decorado con gran belleza, con cierta similitud con los sarcófagos egipcios. Inspeccionando este sarcófago modifiqué ligeramente mis teorías sobre contacto cultural entre asiáticos y pre-hispánicos y empecé a pensar que muchas tecnologías se tenían que haber desarrollado independientemente, sin contacto cultural, como si por ejemplo estuviera codificada en nuestros genes la necesidad de construir sarcófagos profusamente decorados para enterrar a las personas queridas. Campeche, Cm (ver en mapa) 19/02/2011: Campeche es una ciudad costera muy tranquila y bonita, con casas bajas pintadas de diferentes tonalidades cálidas, un agradable zócalo y unas murallas que rodean buena parte de la villa, las cuales fueron construidas por los españoles en 1686 para proteger el puerto de los anteriores ataques piratas que anhelaban las riquezas de los barcos que marchaban cargados de oro y plata hacia España. Sólo habíamos previsto de quedarnos una noche, pero al final decidimos quedarnos otro día, relajándonos en el hostal y recorriendo buena parte de los callejones de la ciudad. Merida (ver en mapa) 22/02/2011: Habíamos sopesado la posibilidad de celebrar nuestro primer año de casados en Campeche, que bien se lo habría merecido, pero al final decidimos ir a Mérida y la fortuna nos sonrió, porque llegamos en domingo, el día de la semana en que la ciudad se reúne bajo la sombra de los árboles y las arcadas del zócalo para observar bailes tradicionales, escuchar conciertos o bailar música latina. Estuvimos buena parte de la tarde impregnándonos de la colorida cultura de Mérida y por la noche fuimos a cenar en un buen restaurante donde tenían un guitarrista cantando bonitas serenatas. Fue una buena manera de celebrar este primer año compartido como matrimonio, algo no demasiado diferente de los años anteriores años compartidos como pareja, aunque también era verdad que cada vez más nos sentíamos más unidos, quizás porque ya hacía mucho tiempo, desde Oriente Medio, que se habían acabado las crisis de nervios de Alexandra ante las situaciones estresantes del viaje. Durante nuestra estancia en Mérida teníamos previsto visitar Chichen Itza, las principales ruinas mayas de la península del Yucatán, pero estas eran bastante caras y varios amigos nos habían advertido que no eran tan impresionantes como las ruinas de Palenque. Así pues, descarté esta visita y por el contrario me decidí aceptar una recomendación de Jan de México DF y visitar un magnífico cenote, un tipo de cueva con lago subterráneo bastante común en Yucatán. Temprano por la mañana, me dirigí a la calle 67, entre las calles 52 y 50 de Mérida (cerca de la terminal de autobuses de segunda) y tomé un minibus (llamados colectivos) directo a Homún por 18 pesos . Al cabo de una hora de viaje, el colectivo entró en Homún y pedí al conductor que me dejara delante de la tienda de Doroteo Hau Kuuk (hacia el final del pueblo), el propietario del cenote BAL-MIL, para asegurarme de que el hombre no se encontrara en su casa. Desde su tienda tomé una moto triciclo taxi hasta el cenote BAL-MIL, a unos 2 o 3 kilómetros (20 pesos ida y vuelta más una propina por esperar), donde me encontré con Doroteo Hau, un hombre muy amable que por 10 pesos me dejó bajar hasta el fondo del cenote, descendiendo por una escalera paralela a las raíces de un árbol que llegaban al fondo de la oscuridad para buscar agua. Doroteo me hizo un recorrido por el cenote mostrándome unas manos mayas pintadas en las paredes, murciélagos, golondrinas, un esqueleto de serpiente en el agua, tres calaveras mayas, estalactitas y estalagmitas y un entorno completamente natural. Finalmente me dejó bañar en las aguas calientes y cristalinas, a pesar de que no me quité de la cabeza la posibilidad de que en algún momento u otro apareciera alguna criatura prehistórica de las profundidades para devorarme. Por tercera vez, en Mérida nos volvimos a ver obligados a alojarnos en un hostal, cuyo coste no disminuye los 5euros por persona, donde nos resultaba más difícil comunicarnos con la gente del país y otros viajeros, algo que echábamos de menos. Sin embargo, el hostal de Rafa de Mérida había buen ambiente, pero no interactué mucho con sus huéspedes porque estaba preocupado con una discusión que había mantenido a través de Internet con la pareja de Tuxla que nos había alojado. El mexicano y la francesa habían leído mi diario, donde describía algunas de sus opiniones, y me habían acusado injustamente de ser racista, de haber grabado las conversaciones mantenidas con ellos y de tergiversar algunos sus comentarios. En cierto modo entendía su reacción, porque yo les había descrito como supersticiosos cuando había narrado mi sorpresa cuando opinaron que el virus del Sida no existía y que la enfermedad se originaba por la miseria humana. Pero al mismo tiempo yo no quería dejar de captar opiniones de la gente que me encontraba y analizar algunos comentarios bajo mi perspectiva para manifestar también mi opinión a los lectores de mi blog. Era un sentimiento de frustración sólo momentáneo, porque una chica de Playa del Carmen nos había escrito que estaba encantada de alojarnos y ya volvía a ilusionarse me de interactuar con mexicanos y viajeros y de ese modo conocer un poco más el mundo en que vivimos. Llegando a Playa del Carmen por la costa, nos sorprendimos de ver muchos complejos turísticos extendiéndose a lo largo de la playa, que enseguida pensé que recibían la mayor parte de turistas, más que la ciudad donde nos dirigíamos. Pero al llegar a Playa del Carmen me volví a sorprender, porque esa era la ciudad más llena de turistas que habíamos visitado en México hasta el momento, pero ni mucho menos se podía comparar con la ciudad que visitamos otro día más al norte: Cancún, cruzada por una avenida de 25 kilómetros que todo el tiempo estaba flanqueada por grandes hoteles. En Playa del Carmen nos recibió y alojó la Ivette, una mexicana estupenda, que también estaba alojando a un divertido francés y a una pareja de argentinos que estaban a punto de volver a su país después de haber pasado 6 meses trabajando en la ciudad . Nos lo pasamos muy bien con todos ellos, saliendo a tomar algunas copas en los concurridos locales nocturnos de Playa del Carmen, tomando el sol en la playa, nadando entre tortugas en la playa de Akumal, o visitando las próximas ruinas mayas de Tulum , que maravillan por su privilegiada situación sobre un cerro rocoso frente a una playa. Como no, también tuve bastante tiempo para seguir trabajando con el libro de África, el cual dejé a punto para imprimir. Fue entonces que me empecé a preocupar sobre qué haría con todo el tiempo libre que dispondría a partir de ahora, porque durante los últimos meses había estado dedicando un promedio de 2 horas diarias al libro. Me estaba empezando a plantear de dedicar más tiempo a la lectura, pero de momento me había decidido dedicar algunas horas más a seguir unos cursos muy completos sobre ciencia y filosofía en formato audio y vídeo. Sin embargo, tampoco no me había sobrado tanto tiempo, porque repentinamente nuestros planes cambiaron. El chico francés que alojaba Ivette tenía previsto marcharse a Cuba pocos días después de nuestra llegada y nos explicó que sólo había pagado 15dòlars por el billete de avión. Interesándonos por esta oferta, nos informó que había unos cubanos en México que organizaban viajes a Cuba por sólo 15 dólares con la única condición de que llevaras una maleta de ropa a Cuba y volvieras con una caja de puros habanos. Naturalmente nos interesamos por esta oferta y lo acompañamos el día que tenía que coger el vuelo, pero nosotros empezamos a sospechar bastante cuando la mujer cubana entregó una maleta completamente precintada al francés, quien tubo que confiar en que sólo estaba entrando ropa a Cuba. A nosotros nos interesaba la oferta del vuelo a 15 dólares, pero no con estas condiciones tan surrealistas, por eso propuse a la mujer cubana que si nos encontraba dos billetes a Cuba para el jueves le llevaríamos dos maletas más y que le pagaríamos 20 dólares en vez de 15, pero que a cambio nos tenía que dejar ver el contenido de las maletas antes de partir. Afortunadamente la mujer aceptó y enseguida tuvimos que empezar a organizarnos para pasar los siguientes 10 días a Cuba. Habana (ver en mapa) 03/03/2011: Ivette nos dejó aeropuerto de Cancún por la mañana y poco más tarde nos encontramos con Lidia, a quien finalmente pagamos 15 $ / persona cambio de un billete de avión de ida y vuelta de Cuba, con la condición de cargar cuatro grandes maletas a reventar de ropa (unas 19kg cada una) y entregarlas a una persona que nos esperaría aeropuerto de La Habana. Sospechando del contenido de las maletas las palpé un poco por dentro, tocando algún zapato y varios perfumes entre todo el montón de ropa, y me encomendé a Dios que dentro de las maletas no hubiera droga o algún otro producto ilegal. A continuación cerramos las maletas y las facturamos mientras Lidia nos instruía que en la aduana de Cuba teníamos que manifestar que la ropa era nuestra y que teníamos intención de regalarla. Finalmente nos dirigimos a la puerta de embarque pero el avión, en vez de salir a las 12:30 del mediodía, salió ocho horas más tarde. El avión que nos esperaba en la pista del aeropuerto de Cancún era un Yak-42, el mismo tipo de avión soviético que se estrelló en 2003 en Turquía matando a las 75 personas de a bordo, entre ellos 62 militares españoles. Alexandra no sabía esta información, sin embargo ella tenía miedo debido a la evidente antigüedad del avión, y también por las planchas que se despegaban del techo, por el estridente ruido del motor, por el olor a keroseno y por el humo que comenzó a salir de bajo nuestros pies apenas despegar, un humo que afortunadamente era del aire acondicionado. Yo intentaba calmarla diciendo: Naturalmente mis palabras no calmaron a Alexandra, pero una hora más tarde llegamos sanos y salvos al aeropuerto José Martí de La Habana. A las 11 de la noche recogimos las cuatro grandes maletas y pasamos todos los trámites burocráticos haciendo ver que Alexandra y yo no nos conocíamos. Pero justo después de que Alexandra cruzara la puerta de la salida, el último policía me detuvo y avisó a otro oficial para que inspeccionaran mis dos grandes maletas. Sin perder los nervios situé una de las maletas sobre una de las mesas de la aduana y a continuación me pidieron que la vaciara. Sin saber qué saldría empecé a sacar camisetas y pantalones de chica, bragas, zapatos, perfumes, pastas de dientes y unos cuantos calzoncillos. El policía que iba clasificando y apilando la ropa no paraba de preguntarme incrédulo: El primer impacto visual de la Habana son los automóviles, la mayoría modelos americanos de los años 50 con la plancha desgastada o pintados en vivos colores, por los que el tiempo no parece haber pasado. El segundo impacto son los edificios, de una estética hispánica de principios del siglo XX, con numerosas arcadas protegiendo las aceras, todos ellos antiguos y -exceptuando el centro- la mayoría sin arreglar, decadentes o incluso derrumbados. Parecería que hubiésemos viajado en el pasado si no fuera por algunos automóviles más modernos y los edificios ruinosos, para los que era evidente el paso de los años. Sin duda habíamos llegado a un país diferente, que durante mucho tiempo se había mostrado orgulloso defendiendo el comunismo (o socialismo), pero ya no, según nos manifestaron TODAS las personas con las que tuvimos ocasión de conversar. El hombre a quien dimos la ropa en el aeropuerto explicó a Alexandra que Cuba no sobreviviría sin las divisas que los familiares extra patriados envían desde Estados Unidos. Tampoco el taxista que nos había llevado a la casa hostal parecía demasiado convencido con el sistema político, explicando que los taxistas del gobierno cobraban muy poco, con independencia del trabajo que hicieran. Por eso él prefería trabajar por su cuenta, para ganar más dinero, a pesar de tener que trabajar más duro (unas 6 horas al día dijo). Aparte del trabajo de taxista, el gobierno cubano también había permitido mínimamente la iniciativa privada dejando que algunas familias pudieran alojar a turistas en sus casas particulares por un precio no inferior a los 15CUC (11,5 €) la habitación. Pero esta nueva política no parecía satisfacer al chico de la casa donde estábamos alojados, manifestando que los jóvenes querían un cambio de gobierno, pero no los viejos que habían luchado por la revolución. Quizás, los cubanos tendrán que esperar una nueva generación, cuando todo el mundo será consciente de los problemas del comunismo y podrán pedir con fuerza el cambio deseado. Caminando por la Universidad de la Habana que había detrás de la casa donde estábamos alojados, un par de chicos me interceptaron y me explicaron ilusionados algunas anécdotas de la revolución, pero acto seguido manifestaron que era una vergüenza que no tuvieran Internet en la Universidad, ni en todo el país, y que tuvieran que comprar libros caros para hacer las consultas necesarias. Sinceramente, Cuba era el único país visitado durante los 5 años de viaje donde prácticamente no había cibercafés y nos fue imposible conectarnos a Internet, por el precio (6CUC o 4,5 € / hora) y por la pésima velocidad que nos anunciaban. Me sorprendió incluso, que uno de los chicos de la universidad mencionara que con el anterior dictador Batista se vivía mejor. Otro chico que nos encontramos el segundo día nos confirmó una información que nos había dado el hijo de la familia que nos alojaba: que el salario medio en Cuba era de unos 12CUC o 300 pesos nacionales (9,5 €) al mes. Este chico en concreto cobraba unos 470 pesos nacionales (15 €) al mes trabajando como ingeniero hidráulico. Debido a estos bajos precios no había disciplina en el trabajo, había muchas ausencias laborales y mucha gente decidía dejar de trabajar, porque se ganaba mejor la vida en la calle. Eso sí, con trabajo o sin trabajo, en Cuba todos gozaban de los mismos beneficios: sanidad y educación gratuita y una libreta de racionamiento que proporcionaba gratuitamente algunos productos básicos pero insuficientes para vivir (recientemente habían sacado el jabón y la pasta de dientes de la cartilla de racionamiento). Pero naturalmente, este sistema comunista no se puede aguantar con una productividad tan baja entre los trabajadores y tanta gente sin trabajar disfrutando de los mismos beneficios sociales. Por eso el gobierno cubano había decidido eliminar 10.000 puestos de trabajo no productivos y había decidido aumentar la edad de la jubilación de los 55 a los 60 años en el caso de las mujeres y de los 60 a los 65 años en el caso de los hombres, sin que nadie protestara en la calle, a diferencia de Francia, añadió el muchacho. De todas formas, mi impresión de estos primeros días era que el problema persistiría, porque era un problema inherente a la ideología comunista que no incentiva el trabajo ni la producción. No creo que sea suficiente con poner pancartas en las calles y carreteras con eslóganes del tipo: ¨Por grandes que sean las dificultades SEGUIREMOS ADELANTE¨ o ¨Para Tener más hay que producir más¨ o ¨Vigilar la revolución es tarea de todos¨. El estado cubano parece cercano al colapso y prueba de ello es la rotura de un mito que yo me había creído hasta antes de llegar a Cuba: que en Cuba no se pasaba hambre. En Cuba se pasa hambre. Me pareció divertido que un chico sentado frente a un portal con el cartel ¨Comité de defensa de la revolución¨ me pidiera 1CUC porque decía que tenía hambre. Pero menos divertido fue lo que una mujer dijo Alexandra cuando estaba haciendo una foto: ¨Mira, esta chica quiere mostrar en el extranjero el hambre que pasamos en Cuba¨. La mujer de la casa hostal que nos alojaba me había comentado en referencia a las casas que se caen en Habana: ¨¿como las pueden arreglar si no hay dinero ni para comer?¨. Pero lo más sorprendente fue ver indigentes removiendo entre la basura o durmiendo desamparados en las calles, según nos dijeron, porque se habían vendido la cartilla de racionamiento, quizás para comprarse alcohol. En cualquier caso, contrariamente a lo que está pasando en algunos países árabes, no creo que esté próxima una nueva revolución en Cuba. Uno de los problemas es que en Cuba no hay Internet para redirigir la frustración de los jóvenes, aunque algunas pocas casas tengan antenas parabólicas ilegales (como en Irán) y reciban a escondidas la televisión de Florida. Pero lo que quizás salvará al régimen cubano es el ¨respeto¨ de los derechos humanos. La gente está insatisfecha con la situación económica y la perpetuación de los dirigentes en el poder, pero no está indignada con injusticias flagrantes. Y quizá también lo salvará el opio del pueblo, que en el caso de Cuba es el béisbol, un deporte que levanta pasiones, tal como pudimos comprobar al visitar el estadio Latinoamericano el domingo por la tarde. Ante la ausencia de ilusiones de cara al futuro, algunos jóvenes intentan adaptarse al sistema y tratan de ganarse la vida tratando de conseguir algunas monedas de los turistas, por ejemplo llevandoles a restaurantes caros o conciertos para luego sacar una comisión. Era algo que desagradaba a Alexandra, añadido a la tristeza que -según decía- el comunismo le causaba, recordándome constantemente que Rumanía era igual en el pasado: tiendas sin productos, colas para comprar alimentos, edificios demacrados y una actitud desmotivada de la gente. Posiblemente sus sentimientos tenían una causa real, pero también era verdad que los dos estábamos un poco nostálgicos y desorientados sobre cómo aprovechar el tiempo que teníamos, porque habíamos dejado nuestros ordenadores portátiles en México y porque no teníamos Internet. El centro de La Habana era diferente, cuidado y limpio, maravillándonos a los dos, aunque éste no aplacó sus quejas: que no le gustaban las islas y menos si eran comunistas. Diversa gente en la Habana nos había explicado que en el campo o las provincias se vivía en condiciones mejores y así mismo nos lo pareció de camino hacia el pueblo de Trinidad, a 370 kilómetros de La Habana, cruzando bastantes áreas cultivadas con caña de azúcar o pastoreadas por vacas. También nos habían comentado que antes, después de los primeros años de la revolución se vivía mucho mejor, y durante el viaje pensé que al principio del comunismo, al igual que había pasado en Rusia y China, la sociedad y la gente en general estaban ilusionados con el nuevo sistema económico y la mayoría se esforzaba para producir con eficiencia, pero con el paso del tiempo, cuando la gente se empezó a dar cuenta que la diferencia entre trabajar eficientemente, trabajar con desgana o simplemente no trabajar, era mínima por la falta de estímulos económicos suficientes, la gente dejó de trabajar eficientemente y la economía comenzó a colapsar. El gobierna cubano parecía haberse dado cuenta del fracaso del comunismo y estaba empezando a permitir la iniciativa privada, que por otro lado parecía que hacía tiempo que funcionaba a través de la economía sumergida. Pero en aquellos momentos dudaba que el gobierno estuviera a tiempo de cambiar la situación para evitar el colapso total. Trinidad es un pueblo muy turístico gracias a sus calles empedradas y las casas coloniales bien cuidadas y pintadas de colores cálidos. En Trinidad se respiraba una relativa prosperidad, sobre todo por los cientos o miles de turistas que visitaban el pueblo cada día, pero también por las múltiples casas que ofrecían deliciosos cafés, zumos de fruta y comidas a precios locales. Según nos explicaron, apenas hacía tres meses, el gobierno había dado permisos a los habitantes de Trinidad (en Habana ya hacía más tiempo) para que pudieran abrir pequeñas cafeterías a través de las ventanas o puertas de sus casas y muchos lo habían hecho. Y aunque ofrecieran los productos a unos precios tan ridículamente económicos que difícilmente conseguirían ganar 30CUC (23 €) mensuales, las perspectivas de ganar el doble del salario normal parecía mantenerlos trabajando felices y soñando en un futuro mejor. A pesar del bonito pueblo donde nos encontrábamos y la buena música cubana que ocasionalmente podíamos escuchar, y aunque pudiéramos comer algún bocadillo o pizza en estas pequeñas cafeterías, en los restaurantes turísticos los precios de la comida y bebida eran tan caros que nos mantuvieron con el anhelo de llegar a México para hacer una buena comida, y no podíamos evitar de mirar con envidia a los turistas que viajaban por un tiempo acotado y se podían permitir precios desorbitados según nuestro presupuesto. Igualmente, el transporte para los turistas era muy caro, con el agravante de que los extranjeros no pueden coger los autobuses donde viajan los cubanos. Por ello, para evitar pagar 6CUC (4,5 €) / persona para un trayecto de 80km hasta Cienfuegos, al tercer día en Trinidad salimos bien temprano por la mañana y caminamos hasta la salida del pueblo donde había otros cubanos que estaban esperando algún medio de transporte. Esperamos una hora, pero finalmente se detuvo un coche de los años 40 que nos cargó junto a 9 personas más, por 20 pesos nacionales (0,65 €) por persona, hasta Cienfuegos. A Alexandra no le gustó el trayecto porque -según decía- quedó empapada del olor del tubo de escape, pero yo sí disfruté, sintiéndome por momentos completamente integrado en la cultura cubana.
Cienfuegos es una ciudad que no nos gustó en exceso, aunque yo disfrutara de una buena mañana en la playa de Rancho Luna y aunque fuéramos alojados por una muy buena familia de la que recomendaría su casa a cualquiera que pasara por Cienfuegos ( William & Belkis / tel: (53)(43)511715 / Calle 57 #608 A n.e. e/. 6 y 8 Cienfuegos). Uno de los dos días que pasamos en Cienfuegos me encontré con un hombre que me dijo: ¨Si el gobierno supiera todo lo que te estoy contando me encontraría con verdaderos problemas¨ y de nuevo, igual que me había pasado en Sudán, me vi obligado a ocultar la identidad del hombre al relatar en mi blog la conversación mantenida con él. El hombre me explicó que para superar las dificultades económicas que estaba sufriendo el país, el gobierno había decidido traicionar sus ideas comunistas y había liberado muchos oficios, pero el gobierno quería obtener tantos beneficios a través de los impuestos que prácticamente era imposible de subsistir trabajando por cuenta propia. Por ejemplo, las casas que quieren alquilar una habitación a turistas deben pagar al gobierno 200CUC (155 €) más el 50% de sus ingresos, casi lo mismo que paga un autónomo en España, donde las posibilidades de hacer rendir un negocio son infinitamente más elevadas que en Cuba. El hombre pensaba que era una injusticia que el pueblo viviera tan mal y los dirigentes aprovecharan los ingresos generados por los trabajadores para vivir a cuerpo de rey, según había comprobado visualizando algún CD pirata que corría por la calle. Además, consideraba injusto que, ahora que el gobierno empezaba a abrirse hacia el sistema capitalista, los gobernantes y familiares fueran los más aventajados para invertir y convertirse en los empresarios multimillonarios del futuro, igual como había pasado en Rusia y China. Debido a las dificultades económicas, el hombre de Cienfuegos siguió explicando que la gente estaba esperando medio atemorizada y medio ilusionada la aplicación de unas 80 nuevas leyes aún desconocidas que tenían el objetivo de salvar la economía del país. Se cree que algunas de estas leyes permitirán la propiedad privada, es decir, permitirán que las casas y los automóviles que la gente ya ¨poseía¨ se puedan vender, traspasar a terceros, o dejar en herencia, algo ilegal hasta el momento, por eso en la Habana habíamos observado a unas cuantas personas cargadas con cadenas de oro al cuello, una de las pocas opciones en las que podían invertir el dinero, porque una cosa es clara: tras 50 años de comunismo la gente sigue teniendo el instinto de poseer. El hombre de Cienfuegos parecía tener las ideas muy claras, pero en mi opinión no podía evitar estar influenciado por los medios de comunicación del gobierno. Después de despotricar del castrismo, el hombre empezó a criticar a Estados Unidos por su política exterior y guerras provocadas y porque tenía encarcelados a 5 cubanos inocentes que Cuba consideraba héroes y terminó afirmando que los atentados del 11S fueron ejecutados por el mismo gobierno de los Estados Unidos, para tener una excusa para invadir Afganistán, una sorprendente opinión que también había escuchado en Oriente Medio hacía un par de años. Lo que no mencionó fue el embargo que mantiene el gobierno de Estados Unidos sobre Cuba, pues me dio la sensación que la mayoría de los Cubanos aceptan que sus problemas no tienen éste origen. Tras la conversación con el hombre de Cienfuegos estuve convencido más que nunca que las ideas comunistas, por muy humanistas e idealistas, no tienen ninguna posibilidad de aplicarse a la práctica y que cualquier intento siempre generará miseria y sufrimiento. Parecía que los dirigentes cubanos se habían dado cuenta de que debían de empezar a aplicar recetas capitalistas, permitiendo una economía libre y cobrando impuestos (excesivos) sobre los beneficios para reinvertirlos creando un estado del bienestar. Lo que no entendía es que siguieran insistiendo con propaganda que la revolución seguía y que no se había acabado. Seguro que los gobernantes sabían que el pueblo había dejado de amarlos y que querían un cambio profundo. ¿Por qué no asumían su fracaso y no abandonaban el poder para que el pueblo pudiera elegir a sus próximos dirigentes en unas elecciones libres y democráticas? * * Pensaba que mis impresiones podían estar muy condicionadas por mis ideologías, pero al volver a México nos encontramos con un amigo de Ivette, de ideas anarquistas, con quien coincidimos bastante analizando los problemas que afectaban a la Cuba que los 3 habíamos visitado recientemente.
Llegamos a la Habana con ganas de que pasaran lo más rápidamente posible los dos días que nos faltaban para volver a nuestra querida tierra de México. Seguíamos sin ordenador ni televisión, por lo tanto volvimos a visitar el centro de La Habana, paseando más que nunca y descansando en la sombra de algun porche dejando que las horas pasaran mientras observábamos el movimiento de la gente. Quizá me encontraba anímicamente diferente pero, observando el dinamismo de la población que estaba subiendo al carro del capitalismo e intentaba ganarse la vida con iniciativa y ganas, pensé que quizás Cuba se salvaría del colapso. Al igual que había pasado en Rumanía, la finalización del comunismo sería traumático para buena parte de la población y pasarían momentos difíciles, pero los cubanos parecían trabajadores y emprendedores, y con un poco de suerte y un poco de atrevimiento por parte de sus dirigentes, quizás Cuba sería un país que en el futuro nos volvería a invitar para visitarla. Mexico Playa del Carmen, Qr (ver en mapa) 15/03/2011: Al salir del aeropuerto de Cancún, provenientes de Cuba, ya nos estaba esperando la mujer que nos había dado la ropa para entregar a Cuba. La mujer se alegró de que estuviéramos trayendo las dos cajas de puros habanos que nos habían dado para ella, como complemento al acuerdo que nos había permitido viajar a Cuba pagando sólo 15US $. La mujer nos ofreció de llevarnos hasta el centro de Cancún y durante el camino nos contó que en Fred, el amigo del Ivette que había marchado a Cuba 2 días antes que nosotros, había llegado anticipadamente y que ella le debía la fianza y que nos la daría a nosotros. A Alexandra ya mí también nos debía unos 85US $, pero durante el camino la mujer nos dijo que sólo nos devolvería 75US $ más la fianza de Fred, provocando nuestro rechazo inmediato a sus argumentos. Viendo que no le entregaríamos las dos cajas de 25 cigarros cubanos por el importe que ella consideraba justo, nos hizo bajar del coche en medio de la autovía y se marchó. No entendíamos en absoluto el comportamiento de la mujer, porque pensábamos que los puros eran mucho más valiosos que las tres fianzas que la mujer nos debía, y empezamos a preocuparnos que la mujer no enviara a alguna banda de narcotraficantes detrás de nosotros para recuperarlos. Afortunadamente, al cabo de poco pasó un mini-bus en dirección a Playa del Carmen y acabamos la aventura en casa de Ivette. Al igual que la anterior vez, Ivette nos recibió y alojó de maravilla. Nos dejó relajarnos en su piso una semana y no le hubiera importado que nos hubiéramos quedado más tiempo. Básicamente, después de la desnutrición de noticias en Cuba debido a la ausencia de Internet, nos estuvimos los primeros días encerrados en casa, conectándonos con el mundo y alimentándonos bien. Después nos empezamos a preocupar de vender los cigarros habanos que la mujer del aeropuerto su nos quiso aceptar y me di cuenta que sería difícil de colocarlos. Estuve a punto de venderlos a una familia de canadienses por la calle, pero cuando estaban a punto de entregarme el dinero comenzaron a asustarse que no estuvieran cometiendo alguna ilegalidad y se fueron repentinamente. Finalmente vendí las dos cajas en un par de las muchas casas de tabaco que había en la calle principal de Playa del Carmen, por 80US $ cada una, ganando 40US $ respecto a lo que nos quería dar a la mujer del aeropuerto, y consecuentemente el billete de avión a Cuba nos había resultado completamente gratuito, nada mal a pesar de las aventuras. Pero este no fue el único negocio que hicimos en Playa del Carmen. Una de las noches que salimos de fiesta con Ivette y Fred nos encontramos con un amigo del Ivette que trabajaba en un hotel de super-lujo y nos ofreció de ir el Sábado, y a cambio de escuchar durante una hora a un vendedor que nos quería vender 40 semanas de vacaciones (naturalmente no teníamos que decirle que ya llevábamos viajando unas 200 semanas casi sin parar), el amigo del Ivette nos invitó a un delicioso buffet y nos dio dos vales de unos 50US $ para gastar a las tiendas del hotel. No quise despedirme de México sin hacer una nueva entrevista, a Ivette, para el proyecto tomando el pulso al mundo. Ivette opinaba que el principal problema del mundo es la apatía de la sociedad, que se podría solucionar con la comunicación entre las personas. El principal problema de México es la conformidad y la poca voluntad para mejorar, que provoca el mantenimiento de muchos problemas, como el narcotráfico. La gente se debería de involucrar más, votar en las elecciones, intercambiar más opiniones,... Ivette se considera feliz porque hace lo que le gusta y sería más feliz si siguiera cumpliendo más objetivos, porque éste es el secreto de la felicidad, hacer lo que uno le gusta. |
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