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‹ Anterior (20/03/2011) MES Siguiente (2011-05-19)› ‹ Anterior (2011-03-28 - Guatemala) PAIS Siguiente (2011-05-11 - Costa Rica)› Nicaragua Leon (ver en mapa) 23/04/2011: Salimos de Antigua por la mañana con un minibús, dirección a la ciudad de Guatemala, y allí subimos a un viejo autobús dirección a Nicaragua. Había más pasajeros de la cuenta y unos cuantos tuvieron que sentarse en sillas de plástico que situaron entres los otros asientos. Por suerte nosotros nos sentamos en los asientos normales, reclinables, sino habríamos hecho un buen escándalo, porque éramos los que habíamos pagado más por el billete, 50 dólares en la agencia de Antigua, a diferencia de los 25 dólares que pagaban el resto. En cualquier caso, la parada de autobús en Ciudad de Guatemala, de donde salimos, era tan pequeña y aislada que difícilmente la hubiéramos encontrado preguntando nosotros mismos, arriesgándonos a ser atracados al mismo tiempo. Al atardecer llegamos a la frontera con el Salvador, donde tuvimos que sacar todas las maletas del bus a ambos lados de la frontera, para que fueran inspeccionadas ligeramente por la policía, y el mismo procedimiento tuvimos que hacer cuatro veces más, al llegar a la frontera de Honduras a las dos de la madrugada y en la de Nicaragua hacia las 5. Nos sorprendió que el Salvador pareciera un país cuidado y limpio, donde todo se compraba con dólares. Quizás hubiera estado bien que lo hubiéramos visitado. En cambio Honduras nos pareció mucho más sucio y, recordando las historias de violencia que habíamos escuchado, nos reafirmamos en nuestra convicción de haber hecho bien de no visitarlo. Durante el trayecto hablé con un chico de Guatemala, que desde los 12 años había formado parte de la mara 18, explicando que para tener derecho a tatuarse el número 18 en alguna parte del cuerpo antes tenía que haber matado a alguien. Llegado el momento, sus compañeros de la mara se le señalaron un chico de otra mara en una discoteca, al que atacó sin intercambiar palabra. Primero le rompió una botella en la cabeza y luego se la hundió en el estómago tres o cuatro veces. Por suerte -dijo el chico- el otro marero no murió, pero aún así se ganó el derecho a ser tatuado con el número 18. Pero, pasado un mes, cuando llegó la hora de tatuarse, conoció a un grupo de chicos que iban a la iglesia y decidió cambiar de hábitos, dejar la mara y convertirse en predicador. Según explicó, la mara no le causó demasiados problemas para abandonarla, porque vieron que él no tenía intención de unirse a la mara rival. Pero si tuvo problemas con la mara rival un tiempo más tarde cuando juntaron 7 matones, amigas y familiares del chico que había atacado con la botella, y casi lo mataron de una paliza que le ha dejado varias cicatrices en la cara. Otro hombre de Nicaragua presente en la conversación, me contó que él antes bebía mucho y tomaba bastantes drogas. Mientras me contaba su experiencia recordaba que, 20 años atrás cuando había estado en Nicaragua, me había encontrado muchos hombres que se emborrachaban con alcohol que bebían de bolsas de plástico transparentes hasta caer inconscientes al suelo. A continuación el hombre me explicó que había dejado la bebida gracias a su fe con Dios, que le ayudó a cambiar de vida. Fueron dos conversaciones interesantes que me hicieron concluir, a pesar de mi ateísmo y rechazo de las religiones, que la fe en Dios y la pertenencia a un grupo religioso pueden ayudar muchísimo a ciertas personas a perder malos hábitos. Finalmente, me pregunté cómo se podría esta gente escapar de sus ciclos viciosos si en un futuro desaparecieran todas las religiones y la gente dejara de creer en Dios. Hacía veinte años atrás no había estado en Leon, la ciudad donde pasamos los primeros días. La ciudad tenía una arquitectura colonial más interesante que otras ciudades y pueblos que recordaba haber visitado en Nicaragua, sin embargo, no se podía comparar ni mucho menos con Antigua. Quizá por eso no disfrutamos demasiado de la ciudad, también porque hacía mucho calor, pero sobre todo porque seguimos sin conocer ni conversar con gente local (a excepción de las conversaciones autobús). Hacía veinte años colaboré en algunas cooperativas agrícolas y ONGs, pero actualmente, sin gente que nos respondiera a través de Couchsurfing, estábamos obligados a alojarnos en hostales llenos de turistas que sólo estaban interesados a divertirse, aunque también mantuvimos algunas conversaciones interesantes con algunos extranjeros. Seguramente, lo más interesante de León fue la semana santa, aunque ni mucho menos fue tan espectacular como los domingos previos a Antigua. El viernes santo hubo una pequeña procesión recorriendo todas las calles de la ciudad, con la gente resguardándose del sol vertical con paraguas. Pero el atractivo se encontraba por la noche, cuando los vecinos de un barrio de León adornaron algunas de sus calles con grandes alfombras con motivos religiosos hechas con serrín, harina y otros colorantes naturales. Una de ellas estaba creada por un artista local y por primera vez había decidido de situar a una persona real en medio de su alfombra representando a Jesús Crucificado, convirtiéndose en la gran atracción, sobre todo por las dudas que causó a la procesión que debía de caminar por sobre las obras de arte. En Granada hacía mucho más calor que en Leon, por el contrario, Granada era una ciudad mucho más bonita, quizá porque es una de las ciudades coloniales más antiguas en América, fundada en 1524. A pesar de su atractivo, Granada tampoco se podía comparar a la ciudad de Antigua en Guatemala. Los edificios no estaban tan bien cuidados y además -según me hizo notar Alexandra- no había indígenas en Nicaragua, faltándole el atractivo cultural que tenía Guatemala. A pesar de todo, pasamos unos buenos días en Granada, paseando por sus callejuelas y plazas con la cámara colgada al lado, sin tomar las mismas precauciones que en Guatemala, porque casi todo el mundo nos había confirmado que había muy pocos casos de violencia en Nicaragua. Siempre salíamos a partir de las cuatro de la tarde, cuando el sol dejaba de calentar verticalmente el cerebro. La gente nos decía que el calor era normal, porque estábamos al final de la época seca o verano, según llamaban ellos, aunque esta estación coincida con el invierno en Europa. Por suerte los últimos días se nubló y llovió alguna noche, refrescando ligeramente el ambiente, al menos en comparación a los días anteriores. En Granada nos encontramos con los franceses Arno y Fabianne, con quien habíamos coincidido en San Cristobal de las Casas en México. Compartimos un par de tardes con ellos y al segundo día me dejé convencer para hacer una excursión con ellos, hasta un mirador de la volcánica laguna de Apoyo. Allí decidimos caminar hasta abajo y bañarnos, descendiendo por un camino polvoriento que nos costó mucho más de bajar de lo que pensábamos. Prevenidos por los guardas del mirador, también tomamos algunos palos por si nos encontrábamos con algunos bandidos que nos quisieran robar las cámaras, pero no pasó nada y finalmente llegamos al lago donde nadamos un poco. Fue una buena excursión, valió la pena, pero quedé tan exhausto que me convencí de no volver a hacer otra excursión hasta que la temperatura no disminuyera un poco más. En Granada tampoco conversé con casi ningún nica (nicaragüense), aunque la gente que nos encontrábamos por la calle se mostraba simpática. Seguramente, Nicaragua estaba recibiendo demasiado turismo, en comparación a 20 años atrás, y la gente estaba menos interesada a interactuar con extranjeros. En cualquier caso, tuvimos algunas agradables conversaciones con unas cuantos expatriados que había en el hostal, algunos de los cuales estaban pensando de quedarse a vivir en Nicaragua, porque la vida era muy económica. Uno de ellos era un chico de Taiwán, que trabajaba de traductor chino y japonés; a pesar de todo quería estudiar español, porque el japonés era un idioma demasiado cerrado pues, por ejemplo, en japonés no se utiliza el verbo ¨te quiero ¨, y en vez se utilizan frases del tipo ¨me gustaría que cocinaras para mí toda la vida¨. Al preguntarle qué idioma era más difícil de aprender respondió que el español, porque no entendía el género de las palabras, ni el futuro, presente y pasado de los verbos... unas normas lingüísticas muy diferentes del chino. También fue interesante conversar con un americano, quien estaba buscado por la justicia americana para que testificara en un caso de tráfico de armas, pero él no quería testificar y se estaba planteando de vivir para siempre en Nicaragua, a pesar del gobierno americano lo estuviera presionando congelándole todas sus cuentas bancarias. De camino hacia Rivas, el paisaje de llanuras cultivadas extendiéndose entre colinas salvajes me hizo recordar más mi estancia hacía 20 años atrás en Nicaragua, cuando había sido alojado en varias cooperativas agrícolas. Incluso, recordé que una de las cooperativas agrícolas se encontraba en Potosí, por donde pasó el autobús, desde donde se disfrutaba de la misma maravillosa vista del volcán de la isla de Ometepe, elevándose por encima las plantaciones de bananeros, unos pocos de los cuales planté 20 años atrás. Mientras el autobús seguía avanzando, mi memoria afloraba las fantásticas experiencias que viví, las cuales arralaron en mí, provocándome el deseo de descubrir el mundo que finalmente me convirtió en un viajero cuando tuve la oportunidad. De Rivas, cogimos un barco hacia la isla de Ometepe, cruzando un enfurecido lago de Nicaragua. Comenté al capitán que el lago estaba muy movido pero éste me dijo que no, que a veces estaba mucho peor, que incluso había volcado algún barco, aunque la causa principal hubiera sido la mala distribución de su carga. Pregunté si los tiburones del lago estaban en peligro de extinción, porque había recordado que lo estaban 20 años atrás, pero el capitán me dijo que no, aunque también habían prohibido su pesca. A continuación me explicó que los tiburones del lago no suelen atacar a las personas, pero que un tío suyo fue mordido en el muslo hace años por un tiburón, mientras pescaba. Después leí que los tiburones del lago Nicaragua en realidad son tiburones del Caribe que suben a contracorriente por el río san Juan, y que se han reportado casos de tiburones vistos en el lago y 7 o 11 días más tarde vistos en el mar, a la inversa . En Ometepe fuimos alojados por un chico de Couchsurfing que regentaba un hostal. Nos dejó dormir gratuitamente los dos primeros días y a cambio nos estuvimos 4 días más pagando. Mientras pasaban los días en la isla, me volví a dar cuenta que Nicaragua se había vuelto muy cristiana. Durante el fin de semana hicieron un par de conciertos de rock religioso en la plaza del pueblo de Moyogalpa, y el lunes a las 7 de la mañana un coche recorrió todo el pueblo pidiendo a la gente que se arrepintiera de sus pecados. Incluso me sorprendió que, en los carteles preelectorales de los sandinistas se definieran como cristianos antes de que socialistas. ¿Por qué Nicaragua había vuelto tan religiosa? ¿La pasión por el socialismo ya no arrastraba masas? ¿La gente había perdido la fe en la justicia social promovida por el hombre y ya sólo confiaba en la justicia divina? Seguramente la iglesia católica y los predicadores venidos de los Estados Unidos habían hecho un buen trabajo, al igual que ha sucedido en todo latino América. Alexandra disfrutó con Ometepe, una isla con dos volcanes: Era tranquila, verde, aunque también demasiado calurosa. Desde el allí compramos el billete de avión de Panamá a Colombia (no hay carretera entre los dos países) y contactamos a gente de Costa Rica y Panamá que nos pudiera alojar antes de nuestra partida a Sudamérica. También hicimos un par de excursiones cortas a Punta Jesús María y al mirador del diablo, pero en ningún momento se nos ocurrió subir a uno de los dos volcanes de la isla, una locura teniendo en cuenta el calor que hacía. En cambio, un valenciano que se alojaba en el mismo hostal hizo todas las excursiones posibles, aunque acabara bien fatigado. El valenciano viajaba en moto, sin mapas, así se veía obligado a preguntar a la gente y acababa haciendo muchos amigos. El valenciano tenía una pasión con su viaje similar a la que yo tenía al principio de mi viaje y, evidentemente me pregunté qué estaba pasando, ¿ya no me apasionaba viajar? En hablé con Alexandra y entre los dos nos convencimos de que Sudamérica sería una nueva región que nos atraería mucho más que Centroamérica y que nuestra pasión por viajar se volvería a incrementar. San José (ver en mapa) 11/05/2011: El sábado por la noche me estiré en la cama, junto a Alexandra, y me empecé a revolver sin poder dormir. Hacía un día que habíamos llegado a Costa Rica y que habíamos sido alojados por dos chicos y una chica muy hospitalarios y simpáticos. A pesar de todo, habían vuelto a aparecer dudas en mi mente. No podía dejar de preguntarme si no era ya hora de abandonar el viaje y volver a casa. No era la primera vez que tenía estos pensamientos, pero con anterioridad siempre me había convencido de que sólo faltaba otro año de aventuras. Sólo nos faltaba recorrer el continente sudamericano antes de finalizar el proyecto inicial de conocer las diversas culturas del mundo durante seis años. Ya habíamos recorrido buena parte de Europa, África, Oriente Medio, Asia y América del Norte y Central; viviendo intensos momentos, haciendo amigos inolvidables, descubriendo tradiciones fascinantes, visitando parajes cautivadores... Y sólo nos faltaba otro año. En realidad, a ambos (Alexandra y a mí) nos hacía ilusión visitar Sudamérica, sabíamos que el continente nos maravillaría, pero al mismo tiempo nos sentíamos muy cansados. Durante los primeros años de viaje no habíamos tenido este problema, pero ya hacía semanas o quizás meses que nos agotaba cambiar cada pocos días de destino, dormir en camas diferentes, a veces en habitaciones inconfortables y sin intimidad. Seguíamos descubriendo lugares encantadores, pero a mí me costaba más dejarme seducir por su magia. Seguíamos conociendo a gente muy interesante, pero yo estaba menos ansioso para absorber sus conocimientos. Sólo nos faltaba un año y éste era precisamente el problema. Prácticamente desde el principio del viaje por América, Alexandra y yo habíamos mantenido una parte de nuestro pensamiento anclado en casa, haciendo planes para nuestro retorno. Faltaba relativamente poco tiempo para volver y no podíamos dejar los planes de futuro para el último momento. Alexandra quería vender productos comprados en India y yo quería escribir libros, un proyecto que ya tenía incluso antes de empezar el viaje. Estábamos demasiado ilusionados con el regreso y a menudo tenía que refrenar a Alexandra que, por ejemplo, se ponía a imaginar maneras sobre cómo podríamos decorar el piso que actualmente tenemos alquilado. También había otro problema. Después de publicar el libro de aventuras de África había comenzado a escribir un libro que inicialmente tenía intención de empezar a escribir una vez llegáramos a Cataluña. De tanto imaginar el futuro me había adelantado a los planes. Será un libro de filosofía que me apasiona, titulado ´Cómo vivir feliz sin libre albedrío´, el primer libro de una serie que planeo escribir. El libro me había mantenido encerrado muchas horas en varias habitaciones de hotel, consultando en Internet, leyendo y escribiendo. Sin embargo, me forzaba a salir a descubrir las diferentes ciudades donde estuviéramos. Pero el libro seguía ocupando buena parte de mi mente, haciéndome perder el interés por las conversaciones con otros viajeros o amigos locales y los lugares visitados, los cuales ya sólo me resultaban atractivos para fotografiar. Inevitablemente me preguntaba, si mi sueño era convertirse en un escritor, ¿qué sentido tenía finalizar el viaje? Durante los primeros años, el viaje me había aportado un conocimiento muy valioso para mi deseada carrera, pero recientemente había dejado de absorber información. Me sentía preparado para empezar a escribir algunas de mis conclusiones. Sólo nos faltaba un año de viaje, pero ya hacía tiempo que había decidido no considerar un fracaso la finalización anticipada de aquel largo proyecto. Tenía muy claro que debía de seguir el camino que me hiciera más feliz, pero ¿cuál era? Daba vueltas y más vueltas en la cama pensando la respuesta adecuada, despertando a Alexandra que a menudo gritaba que dejara de moverme. Llegué a la conclusión de que sería más feliz volviendo a casa. Pero también pensé que podía posponer mi decisión hasta después de llegar a Colombia, donde teníamos billete de avión en dos semanas desde Panamá. Con todo, si en Colombia tenía que tomar la misma decisión, quizá no era necesario esperar tanto. Tenía ganas de comentar mis dudas a Alexandra y discutirlo entre los dos, pero no lo podía hacer. Sabía que, si abría la posibilidad de volver a casa anticipadamente, Alexandra no me dejaría cerrar tan fácilmente esta puerta. Di otra vuelta en la cama y Alexandra se volvió a quejar. Dudando alcé la voz: ´Alex, te tengo que comentar algo´. ´Calla y déjame dormir´. Pensé ´ella se lo pierde´ y seguí pensando un rato más que tenía que hacer. Imaginé como sería nuestra vuelta y la imagen fue bastante positiva. Volví a despertar a Alexandra ´Tengo que decirte algo´. ´Calla´. ´Estoy pensando de volver a casa pronto´. Ésto la despertó enseguida: ´¿Cuándo?´ Me preguntó. ´Pronto, lo antes posible, ¿qué opinas?´ No hacía falta que se lo preguntara, Alexandra se puso muy contenta: ´Sí, volvemos a casa. Más adelante podremos volver a América y terminar esta parte del viaje´. Alexandra tenía razón. Tampoco era necesario dar por terminado el viaje, más adelante, quizás dentro de unos años, podríamos volver a Sudamérica y visitar todos sus países que de seguro nos cautivarían. Mientras descansaremos e iniciaremos otros proyectos que de momento nos aportarán más felicidad. Gracias por seguir nuestro viaje. En un futuro volveréis a saber de nosotros. Un abrazo para todos!
Cuando conocí a Jan nunca pensé que este proyecto podría llevarse a cabo en tanto tiempo, pero me uní a él y tuve los mejores años de mi vida. Hemos vivido experiencias increíbles que contar para toda la vida. Aprendí mucho sobre el mundo y sobre mí misma. Pero el viaje no es todo lo que somos y sentimos que necesitamos empezar hacer otras cosas en nuestras vidas y tener más perspectivas. Los últimos meses han sido bastante agradables, el viaje resultó mucho más fácil, pero al mismo tiempo el peso de todos los años de viaje, 5 más exactamente, pesaban profundamente sobre nuestras espaldas que nos cansaba cada vez que teníamos que cambiar de un lugar a otro, cada vez que teníamos que decir adiós a los buenos amigos de la carretera, cada vez que teníamos que cruzar una nueva frontera. Pensamos que era hora de volver, pero nos mantuvimos en silencio por muchos meses admirando las nuevas culturas y lugares que se desarrollaban a través de nuestros ojos. Manteníamos un gran silencio entre nosotros sobre el tema de volver a casa porque Jan sabía que yo quería y lo necesitaba, pero poco a poco él empezó a sentir lo mismo. El proyecto Globetour no está en su final, vamos a seguir de una manera diferente, con nuevos caminos, contribuyendo a nuevos proyectos y seguro viajaremos de nuevo en algún momento. Nuestras vidas cambiaron gracias a este viaje, hemos encontrado tantos buenos amigos y el viaje nos ha dibujado nuestro futuro. Gracias a todos y esperamos que podemos verlos de nuevo en Cataluña, nuestra casa, o en algún lugar de Europa. |
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