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Pakistan



Multan (ver en mapa)

24/08/2008:
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David y Maria decidieron seguir viajando conmigo. Por una parte, ahora que estaba solo me iba bien compañía, una buena compañía, porque con David y Maria nos entendíamos muy bien, quizás porque después de tanto tiempo viajando nos era más fácil adaptarnos a nuevas maneras de hacer y nuevas amistades. A mí también me iba bien, porque a Maria le gusta cocinar y cocina muy bien, y David diversas veces conduce mientras yo trabajo con el ordenador. Por otro lado, a David y Maria también parecía gustarles esta nueva manera de viajar, parando a cualquier punto para comer, no preocupándose por donde dormirían, siempre y cuánto encontráramos un lugar seguro; y visitando lugares de relativo interés que de otro modo no habrían visitado.
Nos marchamos de Quetta por la mañana, cruzando el paso de Bolan, famoso por las numerosas batallas que se produjeron y los ejércitos que lo cruzaron para acceder a las tierras de Afganistán, entre éstos, el ejército británico en los años 1839 y 1878. A partir del paso de Bolan empezamos a descender por una accidentada y rocosa valle, pasando la noche en un control de policía, debido a la existencia de una familia de bandidos que luchan desde las montañas para recuperar sus propiedades perdidas en manos del gobierno. Al día siguiente, seguimos el trayecto, con la intención de visitar las ruinas de la ciudad de Mehrgarh, habitada durante unos 5 milenios hasta su extinción unos 2000 años BC. De todas maneras, el camino pedregoso que cruzaba el río estaba en demasiado mal estado y no llegamos. En cambio, si que llegamos por la noche, a las ruinas de Moenjodaro, las más importantes de Pakistán, una antigua ciudad de unos 40.000 habitantes que fue ocupada hasta el año 1500BC, cuando por causas desconocidas la población decayó abruptamente. En cualquier caso, a pesar de su intrigante historia y la extensión de sus ruinas, que conservan la cuadrícula de las calles y la base de las casas hechas de ladrillos, Moenjodaro no nos impresionó.
Mucho más nos estaban impresionando los impactos visuales que nos estaba suministrando Pakistán durante nuestro itinerario. El paisaje había pasado rápidamente del desierto a los húmedos campos de arroz, donde la gente, siempre simpática, pululaba por todas partes, los hombres vistiendo camisa y pantalones anchos de colores claros y las mujeres más coloridas, pero siempre con el cabello tapado y las más jóvenes con una capucha tapándoles la cara, mirando a través de una reja tejida. A menudo nos cruzábamos con bonitos camiones pintados, cubiertos de adhesivos o esculpidos con madera o metal, los cuales me hacían incrementar día a día mis ganas de transformar la autocaravana en manos de un artista pakistaní. Por las carreteras había pocos coches particulares, pero no por eso dejaban de sorprendernos, por ejemplo uno de éstos cargando una vaca. Mucho más presentes eras las bicicletas, que cargaban hasta cuatro pasajeros o dos pasajeros mas una bicicleta estropeada; o las motos, las cuales cargaban hasta cinco pasajeros (toda la familia). De vez en cuando, también teníamos que adelantar enormes camellos arrastrando carretas, pequeños burros estirando carros llenos de ladrillos o vacas cargando su propia comida. También sorprendían los deteriorados autobuses pintados con gran destreza pero sin cristales en las ventanas (pobre Alexandra si había tenido que coger uno de éstos), o los tractores igualmente tunados y con altavoces con la música apuntando hacia adelante. En los alrededores de la carretera también se sucedía el espectáculo, con grandes estanques de agua marrón donde grandes remados de búfalos se refrescaban mientras los niños nadaban a su alrededor; bulliciosos mercados de frutas, frituras y carne empanada de moscas; perros comiéndose una baca muerta o cuervos comiéndose un perro muerto; ... De todas maneras, había detalles que yo no podía captar, como los olores, que David y Maria se encargaban de transmitirme eficientemente: el tufo de mierda, de basuras, de alcantarilla, de agua estancada, de gallinas muertas, de sobre-frituras, de especias ... aunque que el último olor lo acostumbraran a definir como positivo la mayoría de las veces.
La siguiente visita después de Moenjodaro fue Sukkur, una ciudad a la orilla del río Indus que posee una mezquita con un minarete de ladrillos de 26 metros de altura desde el cual se disfrutaba de una vista impresionante. Justo en el otro lado del Indus se encontraba el pueblo de Rohri, donde visitamos una dorada mezquita que atesora un pelo de la barba del profeta Mahoma. Más al norte visitamos la moderna mezquita de Bong, con detalles artísticos bastante curiosos, y a partir de aquí entramos en la provincia del Punjab, la cual nos empezó a sorprender con monumentos cada vez más interesantes.
Primero visitamos el palacio Sadiq Garh, construido en el siglo XIX y perteneciente a la familia Abbasi, una familia descendente de un tío de Maoma que dominó el oriente medio más de 5 siglos, y muchos más Pakistán. Después, nos adentramos hacia el desierto del Cholistan, el mismo desierto Thar que se extiende por el Rajastan en la India, hasta el magnífico fuerte de Derawar, el cual también pertenece a la familia Abbasi. El fuerte es sorprendente, con unos muros de ladrillos de más de treinta metros de altura, un perímetro cuadrado de 1,5 kilometros y 40 enormes bastiones a su alrededor. También es de admirar la mezquita que hay un centenar de metros delante fuerte, construida con mármol blanco e imitando las mismas líneas de la mezquita del fuerte rojo en Delhi. Llegamos al fuerte por la noche y al aparcar delante de la mezquita, nos vinieron a saludar a un grupo de chicos que estaba asistiendo a tres días de retiro espiritual. Tal como ya va siendo costumbre en Pakistán, uno de ellos me preguntó si era yo musulmán y educadamente respondí que no, aunque estaba interesado en el Islam. Contento por mi respuesta, me invitó a asistir a una de las plegarias que el chico me fue traduciendo: "Todas las cosas en el mundo tienen un creador, igual que un reloj tiene un relojero detrás, el mundo tiene a Alá como creador". Después, al explicarle que yo había leído el Corán, comentó a todos los otros que yo sería un buen musulmán en un futuro próximo, sin que yo me atreviera a contradecirle.
Al día siguiente, caminamos por los alrededores del fuerte Derawar y hasta el otro lado de un lago donde había unas muy bonitas tumbas valladas también de la familia Abbasi, en las cuales también teníamos la entrada vetada (igual que al fuerte). De todas maneras, viendo que podíamos saltar la tapia por un lado y volver a escalarla después, David y yo nos colamos para admirar los impresionantes mausoleos cubiertos con cerámicas de tonalidades azules. A media mañana, cuando el sol empezaba a quemar, nos marchamos del fuerte dirección al pueblo de Uch Sharif, donde por la tarde visitamos las tumbas de diferentes santos islámicos, que predicaron el Islam por la zona, uno de ellos, con el honor de haber convertido al invasor Genghis Kan al Islam. Algunos de sus increíbles mausoleos estaban medio destruidos, conservando bonitos detalles con cerámica azul, y otros estaban completamente en pie, con decenas de peregrinos desfilando entre las tumbas de su interior, dando limosna y reverenciando la tumba central, siempre cubierta con ropas y adornos de estética hinduista, aunque todos los símbolos eran musulmanes. Poco más tarde, después de hacer diversas fotos a los peregrinos que continuamente nos pedían ser fotografiados, llegó una pareja de músicos, tocando un instrumento de viento y otro de percusión. Los peregrinos empezaron a bailar desinhibidos en torno a los músicos, y incluso yo, llevado por la alegría del momento, entregué mi cámara a Maria para añadirme rodeado de gritos en medio de los alocados danzantes.
Finalmente, hoy hemos visitado Bahawalpur, una ciudad con numerosos palacios, que también pertenecían antiguamente a la familia Abbasi pero que actualmente están en manos del ejército, el cual restringe la entrada. Así pues, la principal atracción que encontramos en Bahawalpur fue su zoo, el cual, a pesar de estar en condiciones mucho peores que los zoos de Europa, estaba mucho mejor que algunos de los zoos que habíamos visitado en África.
Y mientras tanto, durante estos días que estábamos viajando por el sur este de Pakistán, Alexandra se había acabado de decidir de devolver conmigo, arriesgando mucho más de lo que no había aceptado unos días antes, y casi sin intercambiarnos ningún mail, sms o llamada, hace unos cuatro días me comunicó que ya había iniciado su periplo hacia el Pakistán, que ayer por la mañana llegaría en Zahedan y ésta madrugada en Quetta, donde por suerte la podría alojar Ullas. Y de aquí dos días, finalmente llegará a Multan donde nos reencontraremos, esperando que esta experiencia haya cambiado un poco su carácter y acepte más fácilmente las naturales vicisitudes del viaje.



27/08/2008:
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Alexandra llegó ayer por la mañana, cansada de tantos días de viaje. Contrariamente a lo que habría que suponer, nuestro primer encuentro no fue del todo romántico, pues yo no estaba seguro de que quisiera su vuelta y ni confiaba en que Alexandra hubiera cambiado el carácter o la ilusión para seguir el viaje, y naturalmente, mi recelo provocó un inmediato mal humor en Alexandra. Las siguientes horas, tuvimos alguna discusión, incluso nos amenazamos de separarnos otra vez, pero finalmente hoy, hemos acordado solemnemente delante de David y Maria darnos una nueva oportunidad y el resto del día me he animado a pensar que quizás sí, que las cosas serían diferentes y mejores a partir de ahora.
Por otro lado, aunque yo y Alexandra estuviéramos medio bloqueados, me sorprendió la alegría que Alexandra aportó a la familia que nos estaba alojando en Multan desde hacía dos noches. Aqsa, su hermano, la hermana pequeña y su madre nos habían venido a buscar el domingo a la noche delante de un hotel de Multan. Parecían una familia bastante adinerada y medio reprimida por la tradición y las apariencias y casi sin demasiada confidencia nos hicieron seguir con la autocaravana hasta casa de sus tíos, donde nos hicieron aparcar y nos hicieron subir a su coche para dirigirnos a su casa, donde parecía que no podríamos entrar con la autocaravana porque se encontraba en una zona militarizada. Su padre nos recibió en su casa y conversando sobre su país empezamos a romper el hielo. Primero nos explicó que era abogado, pero como la mayoría de abogados en Pakistán estaba en huelga desde hacía más de un año desde que el general Musharraf había destituido los jueces del tribunal supremo, los cuales lo querían destituir a él. Hacía pocos días que Musharraf había dimitido por las presiones del partido de la asesinada Benazir Buttho (PPP), pero la huelga continuaba porque este partido no quería instaurar a los jueces, pues éstos podían investigar algunas tramas oscuras del PPP. Después, el padre nos preguntó cuáles eran nuestros estudios y profesión en España. Yo respondí de que era ingeniero y que tenía una pequeña empresa, pero al llegar el turno de David, éste respondió que era carpintero. Y ante la sorpresa de todos, Maria respondió sin ser preguntada que ella trabajaba en un restaurante. Enseguida cambiaron de tema, pues las respuestas no les cuadraron con el perfil de viajero, sobre todo teniendo en cuenta que estos trabajos eran muy poco remunerados en el Pakistán, pero indirectamente, David y Maria les estaban diciendo que en Europa el trabajo de uno no era tan importante y que cualquiera puede cumplir sus sueños, como el de realizar un largo viaje, siempre y cuando se esté dispuesto a hacer sacrificios, como el de ahorrar durante un año, para poder viajar unos cuatro años gastando menos 300€/mes entre los dos.
De todas maneras, aunque la familia se empezara a mostrar más abierta, todavía no parecían del todo confortables con nosotros, de manera que pasamos bastantes horas en nuestra habitación disfrutando del aire acondicionado a intervalos, pues, como en todo Pakistán, los cortes de luz eran recurrentes y puntuales: de las 17 h a 18 h, 21 h a 22 h, 23 h a 24 h ... Y durante estas horas, igual que el resto de la familia, nos moríamos de calor ya que su ostentosa casa de estilo austriaco parecía retener el calor más que cualquier otra.
En cualquier caso, el siguiente día (un día antes que llegara el Alexandra), toda la familia y nosotros subimos al minibús que tenían y visitamos algunos monumentos de interés de la ciudad (entre éstos, un fuerte y unos mausoleos), mientras el padre explicaba las grandezas de Multan, donde había vivido su familia desde innumerables generaciones. Nos explicó que Multan era la ciudad viviente más antigua del mundo, junto con Damascus, nos aseguró que todas las cerámicas azules de la zona (o del mundo) tenían su origen a Multan y que los mejores mangos del mundo eran evidentemente de Multan.
Pero Alexandra llegó y a pesar de estar cansada, y revolucionó la familia explicando que le gustaban mucho algunas tradiciones paquistaníes y sobre todo los vestidos de sus mujeres y que le gustaría comprar uno. Por otro lado, también nos hizo reír a todos cuando contaba exagerada, como siempre, algunas anécdotas de su viaje. Así pues, con la familia más abierta, por la tarde fuimos a hacer otra vuelta por la ciudad y a intentar encontrar unos tejidos para el vestido de Alexandra y otro para Maria, que también se había animado con la idea de confeccionarse un vestido. Pero a pesar de recorrer numerosas tiendas, no encontraron ninguna tela que las enamorara en exceso.
Y hoy por la mañana nos hemos despedido de la familia de Agsa y una hora más tarde, cuando ya enfilábamos la carretera hacia Lahore nos han enviado un mensaje explicando que nos añoraban. Aunque había sido complicado romper el hielo inicial, había sido una experiencia muy buena para todos, y quizás más para ellos, que habían conseguido salir unos tres días de su rutina. De todas maneras, a buen seguro que a partir de ahora empezarían a alojar a muchos más viajeros a través de couchsurfing y estas extraordinarias experiencias les serian más frecuentes.
Por la noche hemos parado a una gasolinera para dormir. Mientras organizábamos un poco la autocaravana, Maria ha empezado a conversar con unas chicas y al volver ha explicado que una de las niñas le ha comentado inocentemente que todos los cristianos tenían que morir quemados. Alexandra también había explicado que en el tren se había encontrado un hombre que argumentaba que los cristianos querían matar a todos los musulmanes, pero que eso no pasaría porque antes los musulmanes matarían en todos a los cristianos. He comentado que tampoco era de extrañar que algunos paquistanís se expresaran de esta manera, pues en el Corán está escrito exactamente lo mismo, aunque en otros capítulos también esté escrito que se tiene que respetar a los cristianos y judíos. Por otro lado, según los medios de comunicación y los mismos paquistaníes, Pakistán se estaba infiltrando de talibanes, los cuales eran mayoritariamente odiados, porque aparte de matar cristianos en occidente, también mataban a muchos musulmanes que no eran considerados suficientemente radicales o que colaboraban con el gobierno.




Lahore (ver en mapa)

04/09/2008:
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Durante el camino hacía Lahore, la autocaravana cumplió el registro de 100.000km recorridos por el mundo y para obsequiarla por este hito, decidí adornarla como los camiones pakistaníes. ¿Bueno, en realidad ya tenía pensado hacerlo antes de cumplir este hito, pero estos 100.000km no dejan de ser otro motivo, no? Tuve suerte que Alexandra hubiera vuelto de su periplo por Irán y Pakistán cambiada, pues contrariamente a lo que habría esperado de ella, también se mostró entusiasmada con la idea de pintar al coche. También fui muy afortunado de contar con David y Maria que se comprometieron a ayudarme si era necesario, y sobre todo de encontrarnos con la familia de Amina, la cual estuvo alojando a David y Maria durante unas cuatro noches. Justo al día siguiente de encontrarnos con Amina y su familia, su hermano Zulfiqar, un amante y vendedor de coches, me acompañó hasta un descampado donde pintaban autobuses. Estuvimos negociando un buen rato los precios para pintar la autocaravana, pero al final descarté la opción por su coste en dinero y tiempo (tenían que pintar toda la autocaravana para repintarla artísticamente). Entonces pensé en la otra opción decorativa sobradamente utilizada por autobuses y camiones pakistaníes: los adhesivos; y nos dirigimos a tres o cuatro puntos más de la gran ciudad hasta que al final me decidí a comprar unos cuantos adhesivos para hacer algunas pruebas enganchándolos al coche. Al día siguiente, yo y David (Alexandra y Maria fueron al bazar a comprarse unas telas para confeccionarse un vestido) empezamos a arrancar a los viejos adhesivos y plantar los nuevos adhesivos pakistaníes, empezando a darnos cuenta de que nos faltarían muchos más adhesivos y que teníamos mucho trabajo por adelante. Por la noche fui con rickshaw al bazar para comprar la segunda tanda de adhesivos y al día siguiente, los cuatro (yo, Alexandra, David y Maria) descartamos de visitar la ciudad y dedicamos todo el día a seguir arrancando viejos adhesivos y a plantar los nuevos. El siguiente día nos dimos un descanso y visitamos la ciudad y compramos todavía más adhesivos, con el fin de seguir al siguiente día con una agotadora jornada plantando adhesivos, dejando la autocaravana casi totalmente decorada. A partir de aquí nos dimos dos otros días de descanso, y hoy por la tarde finalmente hemos acabado de plantar los últimos adhesivos. Quedando una autocaravana estupenda, diferente de los camiones pakistaníes (los cuales tienen el 100% de su carrocería tapada de adhesivos y pinturas), pero excelente igualmente. ¡Ha sido un trabajo de case 100 horas (gracias David, Maria y Alex!) y poco más de 100 euros en adhesivos, un coste no excesivamente elevado para transformar una autocaravana de snob a hippie.
Aunque mi mente estuvo muy ocupada organizando y diseñando la transformación que estaba sufriendo la autocaravana, pude abstraerme suficiente para disfrutar los ratos y días que estuvimos visitando la ciudad de Lahore, la segunda ciudad mayor de Pakistán después de Karachi, con 10 millones de habitantes. La primera noche que pasamos en Lahore ya visitamos el espectáculo por excelencia, de asistencia obligatoria a Lahore: la noche sufí que se celebra cada jueves en el mausoleo de Baba Shah Jamal. Cuando llegamos a las 12 de la noche en el pequeño emplazamiento ya estaba totalmente apretado de hombres y hacía unas tres horas que tres músicos golpeaban frenéticamente sus grandes tambores con ritmos hipnóticos. Al ser extranjeros y tener dos mujeres entre nosotros, la multitud nos hizo paso y nos dejó sentar en las primeras líneas, en el suelo, delante de los músicos y en medio de diversos fumadores de marihuana y hachís. Los delirantes ritmos siguieron infatigables las siguientes horas, mezclándose entre éstos, la música de un saxofón y más tarde de un cantante que hacía repetir a todo el mundo unos versos incomprensibles para nosotros. Sin sentir el paso del tiempo, al cabo de unas dos horas, un par de hombres con bastones apartaron a la gente que ocupaba el espacio delante de los percusionistas, un área que enseguida fue invadida por diversos danzantes que movían violentamente a las cabezas de derecha a izquierda mientras entraban en algún estado de éxtasis. Yo también intenté seguir el ritmo de la misma manera, dejando que las gotas de sudor saltaran por la inercia de mi pelo alocado, pero tuve que parar, porque sentía que la sangre se acumulaba a la periferia de mi cerebro y si seguía entraría en un estado mental que no podría controlar. Hacia las tres, los percusionistas acabaron la actuación, pero la música no acabó, porque bajo del mausoleo, otros percusionistas y más danzantes siguieron con el ritmo, pero nosotros ya volvimos hacia casa.
Aparte de asistir a la fiesta sufí, visitamos durante dos días la bonita ciudad, visitando diversas mezquitas y mausoleos, entre éstas la magnífica mezquita de Badshahi, ante el gran fuerte de Lahore. Al salir de la mezquita, nos dejamos llevar por las multitudes del casco antiguo, asistiendo en una ocasión a la creación de un atasco impresionante. A pesar de la gran población de la ciudad y las calles poco anchas no parece que haya demasiado tráfico en Lahore (seguramente la proporción de familias que poseen coche es poca) aunque la mala conducción produce numerosos atascos como el presenciado: Un coche quería pasar por una calle donde sólo cabía un vehículo (por culpa de otros coches mal aparcados), pero no podía pasar porque delante suyo tenía una cola de coches en sentido contrario a que tampoco podían pasar por culpa del primero. Pero el primero, en vez de tirar atrás para dejar pasar a los otros, insistía a seguir intentando pasar hasta que otros coches llegaron detrás suyo haciendo imposible que se pudiera apartar. El atasco creado tardó más de una hora a deshacerse. Pero este tipo de atascos también pasan en las calles de doble oído (o triple), porque cuando el tráfico queda ligeramente retenido, unos cuantos coches empiezan a adelantar la fila libre, ocupando el carril contrario. Pero en el otro sentido pasa el mismo, de manera que de repente se encuentran dos filas de coches en sentido contrario, encarados y sin posibilidad de tirar adelante, atrás o apartarse. Para mí es extraño que estas sociedades islámicas tan altruistas (a nivel de hospitalidad y caridad) sean tan egoístas en la conducción. Si tuvieran un poco de paciencia, que los coches contrarios pasaran, sólo se tendrían que esperar 10 minutos, pero no quieren que nadie les pase en frente y antes de eso prefieren crear un embotellamiento de una o dos horas. Es una lástima que el Corán no dicte ninguna norma de comportamiento al volante, porque entonces, todo el mundo en los países Islámicos conduciría mucho mejor.
En cualquier caso, en Lahore tuvimos la oportunidad de encontrarnos con diversa gente, con la cual intercambiamos reflexiones más interesantes que las del tráfico. Amina nos reunió una noche con un grupo de amigos, y durante el camino hacía el restaurante Muhammad nos explicó que en el Pakistán, unos pocos terroristas ocupan las portadas de los diarios dejando en silencio la mayoría de los Paquistaníes que no tienen nada a ver con estas ideas. Al preguntar quién financia los talibanes, Muhammad respondió que el contrabando del opio (contrario al Corán), pero también algún país interesado en desestabilizar Pakistán, y otra vez surgió el nombre de USA. De todas maneras, Muhammad también me admitió que antes, todas las cosas malas que pasaban al Pakistán eran culpa de India y ahora de América (Estados Unidos). Una vez llegados al restaurante, los amigos de Amina empezaron a conversar y hacer broma sobre los matrimonios concertados, explicando uno de ellos que si no encuentra un buen partido, espera que sus padres le encuentren una buena chica, o incluso, podría comparar cuál de las dos chicas era mejor (su novia o la propuesta de sus padres). La siguiente noche fue Nabeel quien nos invitó a cenar, con quien mantuvimos otras interesantes conversaciones, y algunas comunas a la anterior noche, explicando en referencia a los matrimonios concertados, que hay muy pocos divorcios, pues las familias escogen a los mejores pretendientes a partir de perfiles psicológicos y físicos. En referencia a los talibanes, no se mostraba demasiado optimista, opinando que éstos podrían tomar el control de alguna región del Pakistán, porque los talibanes se están infiltrando cada vez más a la sociedad.
El penúltimo día en Lahore, tomamos la autocaravana casi totalmente decorada para dirigirnos en la frontera de Wagah entre Pakistán y India, donde desde 1948 (un año más tarde de la partición entre India y Pakistán) se celebra diariamente la pomposa ceremonia militar de la bajada de la bandera y el cierre de la frontera. El lado indio estaba a reventar de gente coreando vivas < India, consignas similares al lado Pakistaní, el cual estaba mucho más vacío debido al ramadán que había empezado hacía unos dos días. El ramadán se celebra en el noveno mes del calendario musulmán, durante el cual el Corán fue revelado al ángel Gabriel, quién más tarde lo transmitió al profeta Mahoma. Durante los treinta días que dura el ramadán, todos los musulmanes se abstienen de comer, beber, fumar, o practicar sexo, desde el alba hasta la puesta del sol, con el fin de enseñar a la persona paciencia, sacrificio y humildad. En Lahore parecía que el seguimiento era mayoritario, con la mayoría de tiendas y trabajos abiertos, pero con la gente intentando mantenerse quieta a la sombra para sudar lo mínimo y pasar menos sed, el principal enemigo cuando el ramadán cae en verano (el calendario musulmán es lunar y un año es más corto, por lo tanto, cada año el ramadán sucede 11 días antes según el calendario solar). Nosotros, por educación, intentábamos comer y beber a escondidas, aunque a menudo la gente nos invitaba a beber o a comer a pesar de su ayuno. Pero no todo el mundo ayunaba en Lahore, nos sorprendió observar al lado de una mezquita a unos vendedores que fumaban y bebían medio ocultados. Por otro lado, al volver de Wagah por las carreteras desiertas (cuando el sol justo se ha puesto, todo el mundo está bebiendo y comiendo) los dos únicos chicos que nos sirvieron en una gasolinera nos comentaron que eran cristianos, y después de alegrarse de que nosotros también lo fuéramos, hicieron una señal de desprecio hacia los musulmanes.
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En Lahore entrevisté a Amina la cual opinaba que el principal problema del mundo es la pobreza. Los gobiernos tendrían que facilitar más educación para solucionar la pobreza. Ella personalmente colabora en una ONG para mejorar la educación del país. El principal problema del Pakistán es la falta de energía, que afecta al trabajo y la casa (con cortes constantes). La solución sería hacer más presas, aceptar ayuda de Irán o dejar que entre inversión privada. Amina se considera feliz, porque se ha casado recientemente, tiene buenos amigos, trabajo ... aunque sería más feliz con más vacaciones. El secreto de la felicidad es estar contento con lo que tienes o tener unos objetivos que se puedan cumplir.
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Karimabat (ver en mapa)

14/09/2008:
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Los últimos días en Lahore decidí con Alexandra (a quién sorprendentemente también entusiasmó la idea) de recorrer la autopista del Karakorum, hecho que nos separaría de David y Maria, con quien pensábamos encontrarnos por Navidad en el sur de la India. Por otro lado, esta visita a las alturas nos permitiría huir del calor y cuidarnos algunas irritaciones de la piel que el sudor nos estaba provocando a los dos.
Empezamos a hacer camino hacia Islamabad con cierto temor, pues hacía menos 48 horas que los talibanes habían intentado de asesinar al presidente del país, disparándolo desde la carretera a pocos kilómetros de la capital. Además, nuestra autocaravana ahora era mucho más vistosa, aunque también esperaba que si nos cruzábamos con algún taliban nos confundiera con un camión pakistaní (bastante improbable). En cualquier caso, el principal peligro a que tuvimos que afrontar fue una tormenta de lluvia y viento de una intensidad que no habíamos presenciado desde Camerún. Por la noche llegamos a Manshera, después de haber cruzado diferentes pueblos que antiguamente habían estado dominados por Sikhs pero actualmente estaban ocupados por los Pashtuns, una tribu con un estricto código de conducta islámica que les acerca ocasionalmente a posiciones radicales o talibanas. Seguramente por este motivo, a Manshera no nos dejaron dormir aparcados en una gasolinera ni en el aparcamiento de un hotel sin vigilancia y nos sugirieron de aparcar al lado de un control policial. Al día siguiente, con el día más soleado, seguimos el viaje hacia el norte, enfilando una carretera entre terrazas de arroz y de maíz hasta un paso de 1670 m, que a pesar de la relativa poca altura, nos bien mareó y nos hizo detener una hora para hacer una siesta. Siguiendo la curvada carretera sin prisas, llegamos a media tarde a Thakot en la orilla del caudaloso río Indus, donde pensábamos subir una carreterita hasta un pequeño pueblo de montaña, pero las últimas lluvias habían causado un desprendimiento de tierra y la carretera estaba temporalmente cortada. Así pues, cansados, nos acabamos de llegar a Besham donde dormimos en el aparcamiento cerrado de un hostal.
El tercer día de viaje se podría decir que nos empezamos a adentrar en la verdadera autopista del Karakorum, recorriendo en todo momento el rápido río Indus y manteniendo el equilibrio en la pared de escarpados precipicios rocosos. Poco después de salir de Besham, el color de la roca cambió de colores agrisados a verdosos, relatando a los geólogos una interesante historia iniciada hace unos 50 millones de años. Hace 130 millones de años, el continente Indio se desenganchó del supercontinente Gondwanaland, viajando a la deriva unos 80 millones de años hasta chocar con el continente Asiático, atrapando en medio de la colisión a un grupo de islas volcánicas que tenían un color de roca más verdoso y lleno de minerales relucientes. Los macizos montañosos más altos de la tierra: el Himalaya y el Karakorum, se formaron gracias a esta colisión, la cual no se ha acabado, pues el plató Indio sigue adelantando unos 5 cm anuales hacía el continente asiático, provocando un continúo crecimiento de sus montañas (7 milímetros anuales para el K2) y numerosos terremotos (en 1974, miles de personas murieron en uno de los peores terremotos de los recientes tiempos).
A medida que la carretera ascendía, la vegetación (entre ésta la marihuana creciendo libremente al margen del asfalto) desaparecía y el terreno se iba volviendo más estéril, a excepción de pequeñas áreas verdes donde la tierra debería ser diferente y eran cultivadas extensivamente. Mientras tanto Alexandra no paraba de comentar que los habitantes del Karakorum vivían en el paraíso, como en su país, rodeados de montañas y congregados en pequeños pueblos. Por la noche dormimos en un acuartelamiento de la policía en Chilas y el día siguiente, al seguir el camino, empezamos a poder observar los grandes tesoros de la autopista del Karakorum, sus altas montañas y los petroglifitos. A partir de Chilas, en multitud de puntos próximos al río Indus se pueden observar petroglifitos, dibujos e inscripciones grabadas a grandes rocas algunos de las cuales fechan del primer siglo, representando estopas budistas e imágenes de buda. A pesar de la altitud de las montañas del área, el Karakorum era (y es) una ruta natural que conectaba China con India y el Oriente Medio, cruzándose desde los primeros siglos por caravanas comerciales que establecieron los orígenes de la ruta de la seda y que extendieron por los valles las religiones dominantes, primero el budismo y siglos más tarde el Islam, el cual engloba la totalidad de la población actual.
También, a medida que avanzábamos hacia el norte Este, algunas de las más altas montañas del Karakorum empezaron a aparecer delante de nuestros maravillados ojos. Primero fue a nuestra derecha el Nanga Parbat (8125 m), la novena montaña más alta de la tierra y conocida como la montaña asesina, porque durante la segunda guerra mundial mató hasta 31 miembros de 4 diferentes expediciones alemanas. La majestuosidad del Nanga Parbat queda magnificada por su verticalidad, una de las elevaciones más agudas de la tierra, que en sólo 27 kilómetros se lebanta 7000 metros (desde el río Indus hasta la cima). También el pico Rakaposhi (7788 m), que empezamos a observar en el norte, impresionante por su crecimiento vertical, el cual en sólo 16,5km horizontales se eleva 6000 metros (de del río Hunza hasta la cima).
Pero no todo el espectáculo fue placentero, ya que en numerosas veces, la carretera asfaltada se corrugaba o se deshacía con señales evidentes de pasadas desprendimientos de rocas, pero estos complicados pasos de la carretera no fueron lo peor, porque en un momento dado observamos una gran polvareda cayendo por una pendiente montañosa. Nos detuvimos indecisos, pero enseguida nos adelantó un camión y seguió la carretera, circulando por la nube de polvo y saliendo en el otro lado al cabo de poco rato. Así pues, más convencidos seguimos la marcha hacia la cascada de pulso que seguía cayendo, pero al meternos descubrimos horrorizados que además de polvo también caían pequeñas piedrecitas que rebotaban en el techo de la autocaravana, y atemorizados que no cayera ninguna mayor, apreté el acelerador a fondo hasta salir al otro lado de la polvareda con sólo un susto como único infortunio.
Poco más tarde de este susto, en la tarde del cuarto día, llegamos a Gilgit, la población mayor del Norte del Pakistán, la cual tenía que pertenecer a la India durante la partición de 1947, evitado por una revuelta que revocó la decisión del maharajá local. En Gilgit estuvimos dos días, la primera tarde haciendo compras por el bazar, la siguiente mañana visitando un relieve de buda esculpido en una pared rocosa en el oeste de Gilgit y extendiendo mi visa del Pakistán, por la tarde arreglando la protección del coche que vibraba y el día siguiente cambiando un tubo del aceite de la dirección asistida, el cual ya me habían arreglado en Lahore pero todavía goteaba. Sorprendentemente, después de dos horas de trabajo, el taller no me quiso cobrar nada, éramos sus invitados nos dijeron.
Por la tarde salimos de Gilgit cruzando un inseguro puente suspendido, pues el principal puente de la autopista del Karakorum había caído, y nos dirigimos hacia el norte, dejando atrás el río Indus que iba a buscar las aguas en las cimas más altas del Himalaya y adentrándonos en el valle del río Hunza, la cual nos reservaba magnificas vistas del pico Rakaposhi y de otras montañas nevadas más en al norte.
Después de pasar la noche en un aparcamiento de una escuela, al día siguiente por la mañana llegamos a Karimabad, la principal atracción turística del Karakorum, pues posee un interesante fuerte dominando una villa llena de comercios y hoteles delante de la majestuosa montaña de Ultar II. Karimabat había sido la capital del reino de Hunza, un reino que desde el siglo quince había rivalizado sangrantemente con el próximo reino de Nagyr, debido a una herencia poco satisfactoria que había dividido el anterior reino entre dos gemelos, hijos del anterior rey. De todas maneras, parece que el reino de Hunza fue más victorioso, y prueba de eso es el fuerte de Altit, más al norte y en reconstrucción, y el fuerte de Baltit que visitamos tan buen punto llegamos a Karimabad. Un guía se encargó de mostrarnos las tres plantas del fuerte, comentándonos que la estética tibetana se debía a una boda en el siglo diecisiete de un príncipe con la hija del gobernador del valle de Baltistan (más próxima al Himalaya), la cual trajó artesanos para mejorar la construcción. Gracias a estas mejoras, sorprende la planta superior, con maravillosas vistas sobre el valle desde bonitos balcones y habitaciones trabajadas con madera.
Al bajar del fuerte, Alexandra quiso entrar en cada una de las pequeñas tiendas que había en la calle principal, aunque los dependientes las abrían especialmente para ella, porque nosotros éramos casi los únicos turistas. Uno de estos dependientes nos explicó que cada vez había menos turistas, por la inestable situación del Pakistán, pero sobre todo desde el 11 de septiembre (¿de qué año? A los occidentales nos gusta celebrar aniversarios, pero acabamos recordando el día pero no el año). De todas maneras, los turistas no se tendrían que preocupar de la posible presencia de talibanes a partir de Gilgit, pues los habitantes del valle del río Hunza son musulmanes ismaelitas, una escisión de los shiitas creada por el desacuerdo sobre qué hijo tenía que suceder al sexto imán. Contrariamente a los Shiitas, los ismaïlitas han seguido con la línea sucesoria de imanes hasta el presente día, hasta Aga Kan IV, el cual vive en Ginebra, y es poseedor de una gran fortuna, la cual destina en parte a realizar diferentes proyectos sociales por la zona. Los ismaelitas tienen una fe más personal y menos reglamentada, por ello son más abiertos de mente (expresión utilizada por uno de ellos) y abiertos con las nuevas culturas. Y por ejemplo me explicaron que el ayuno durante el ramadán es una opción personal y que muchos comen y beben en casa, fuera de la vista de los que quieran ayunar.
De todas maneras, a pesar de los pocos turistas, nos hicimos amigos de los australianos Brendan y Caroline, con quien quedamos para cenar. Mientras cenábamos nos explicaron que cuando eran jóvenes (ahora tenían unos 50 o 60 años) estuvieron recurriendo durante unos 10 años, por tierra y por mar, todo el mundo. Y al explicarnos sus recuerdos sobre India y Pakistán nos comentaron que eran los dos únicos países del mundo que no habían cambiado en los últimos 30 años, con el mismo mal olor y suciedad, excepto por los teléfonos móviles. Al día siguiente hice una excursión con Brendan, Caroline y unos japoneses que nos encontramos por el camino hasta debajo el glaciar del pico Ultar II, una buena caminata a través de diversos precipicios, pues Karimabat se encuentra a unos 2500 metros y el glaciar se rompe a unos 3250 metros.
Al día siguiente seguimos nuestro recorrido río arriba, visitando antes unas bonitas mezquitas exquisitamente decoradas con madera cortada en el pueblo de Ganish, bajo Karimabad. Volvimos a hacer parada (y también noche) en el pueblo de Gulmit donde había numerosos manzanos con manzanas tan buenas como las de Rumania (según Alexandra). Así pues, mientras Alexandra robaba manzanas (en algunos casos con permiso de los propietarios), yo hice otra caminata hasta otro pueblo más arriba y las ruinas de un castillo mientras me iba cruzando con campesinos muy curiosos y simpáticos.
Y finalmente, hoy he hecho las últimas excursiones. Primero nos hemos dirigido con el coche un poco más arriba de Passu, donde en teoría teníamos de observar un gran glaciar llegando hasta la carretera, pero en vez de eso sólo hemos visto la carretera estropeada. Después he hecho una caminata desde Passu hasta un lago próximo bajo un gran glaciar que alimentaba un río (de hecho, el Karakorum es la parte de la tierra con más glaciares aparte de las regiones polares), y más tarde, una pequeña andada hasta un puente colgante sobre el río Hunza el cual era horrible de cruzar, pues sólo había una travesía de madera cada medio metro, insuficientes para impedir que los ojos clavaran la mirada en las turbias aguas de abajo.




Rawalpindi (ver en mapa)

18/09/2008:
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Salimos de Karimabad tarde pero con prisas, pues Alexandra había decidido extender su visado a Gilgit, no fuera que nos quedáramos cortos de días. Íbamos con tiempo para llegar antes de las dos, la hora que las oficinas de la policía cerraban, pero en cuentas de la pequeña carretera por la cual habíamos pasado al salir de Gilgit, seguimos por la carretera principal, pero al cabo de unos quince kilómetros, sin ningún tipo de indicación, nos encontramos que la carretera se acababa en un puente caído. Entonces entendimos porque nos habían desviado por la pequeña carretera al salir de Gilgit, y aunque habíamos despotricado de esta carreterita, tuvimos que volver atrás unos quince kilómetros para tomarla. Y de la misma manera que la anterior vez, tuvimos que cruzar un puente colgante que acoquinaba un poco, porque con el peso de la autocaravana se deformaba bastante.
Con todo, llegamos tarde y decidimos de quedarnos hasta el día siguiente, mientras yo aprovechaba la tarde para enganchar los casi últimos adhesivos en la autocaravana. El siguiente día llegamos a las diez a las oficinas de la policía, pero tal como nos temíamos, nos fueron haciendo volver cada hora porque el responsable todavía no había llegado, hasta la una, qué Alexandra pudo recoger el pasaporte con la extensión de visado. Salimos ya comidos y con ganas de hacer kilómetros dirección en el sur, pero los imprevistos todavía no se habían acabado.
Una hora después de salir de Gilgit nos encontramos una fila de camiones y coches parados en carretera, en un punto en que ésta recortaba un precipicio rocoso por la mitad. Paramos detrás de la cola y salí a preguntar porque estaban parados, pero nadie presente parecía hablar inglés, así pues, seguí andando unos cincuenta metros por la carretera hasta una curva desde la cual pude observar la causa de la retención: una gran roca de unos 4 o 5 metros de diámetro se había desprendido de la montaña bloqueando la carretera junto con muchas otras rocas de medidas considerables. Cuando llegué ya debería hacer unos 20 minutos que la piedra había caído, y ya había un grupo de hombres intentando apartar piedras de uno o dos metros de diámetro para vaciar un corredor entre la pared y la gran roca, pero al comprobar que no podrían mover una gran piedra del medio, decidieron empezar a amontonar piedras para crear un abrupto camino por sobre la gran piedra horizontal y por el lado de la roca de 4 o 5 metros. Al cabo de poco rato una moto pasó desequilibrándose cada medio metro, después lo probó un tractor, quedándose con el remolque atascado, pero alzándolo a peso entre diversas personas éste pudo seguir. Y de la misma manera lo siguieron intentando todo-terrenos, los cuales acostumbraban a rascar un lado con la roca grande, e incluso turismos, los cuales acostumbraban a quedar pendolando sobre la roca horizontal rascando consecuentemente los bajos. Una hora y media más tarde, llegó una gran excavadora con la intención de echar abajo la gran roca, pero ésta ganó el pulso a la máquina y tuvieron que ir a avisar a los chinos de que trabajaban carretera más arriba para dinamitarla. Mientras tanto, los todo-terrenos, coches, tractores, minibuses y pequeños camiones de ambos lados se siguieron peleando para decidir quién se encallaba primero sobre las rocas y después salía gracias a la fuerza bruta de los voluntarios. Y naturalmente, entre la gente que miraban arriba que no cayeran más piedras, y el resto que deambulaba de un lado a otro, se produjeron los primeros atascos de coches causados por la impaciencia de los conductores que si veían un agujero libre se metían, sin pensar que los coches en sentido contrario no tendrían espacio para pasar. Y finalmente, al cabo de unas dos horas y media, llegaron los chinos con una gran taladradora y los explosivos, y como por arte de magia, los coches y la gente se fueron apartando de los alrededores de la roca hasta dejar unos 50 metros a lado y lado desiertos, momento que aprovecharon los técnicos para detonar las 3 cargas colocadas, pero éstas no fueron suficientes porque la excavadora pudiera con la tozuda roca, y los chinos tuvieron que introducir dos explosivos más en la roca para que ésta se desmenuzara considerablemente. Contento porque en breve saldríamos del embotellado, esperé que la excavadora empezara a apartar las rocas de medida más manejables, pero sorprendentemente la excavadora no se puso en marcha. En la oscuridad, pregunté a unos hombres que había fumando qué pasaba y donde era la gente, y me dijeron que el conductor de la excavadora y el resto de la gente estaban comiendo, pues ya se habían acabado las horas de ayuno del ramadán. Así pues, tuvimos que esperar unos quince minutos que la excavadora se pusiera en marcha y otra media hora que sacara las rocas suficientes para liberar un carril, momento en que todos los motores se encendieron para seguir velozmente con el trayecto previsto. Eran las ocho y, entre cláxones, nosotros también nos añadimos al desfile hasta el siguiente pueblo, donde aparcamos en una especie de almacén que tenían momentáneamente las puertas del patio abiertas.
Al día siguiente nos despertamos temprano para seguir el viaje siguiendo las aguas del río Indus. Hicimos bastante vía y sólo al final de la tarde, llegando a Besham, tuvimos algún pequeño susto, cuando, en medio de una tormenta de agua, en dos ocasiones diferentes, rebotaron sobre el asfalto a menos de dos metros delante nuestro una piedra de la medida de un puño. Por suerte no cayó ninguna sobre nuestra autocaravana y pudimos llegar sin ninguna incidencia a Beshan, donde hemos pasado la noche.
Y hoy también hemos hecho bastante vía, llegando casi a Islamabat, aunque por la mañana hemos destinado unas cuatro horas para visitar el valle de Alai, donde no pudimos ir cuando subíamos por culpa de un derrumbamiento. La estrecha carreterita hacia Alai sube un kilómetro vertical desde Thakot (próxima a Beshan), obsequiando en todo momento con maravillosas vistas sobre el valle del río Indus, del cual se pueden observar unos 20 kilómetros de una tirada desde la cima de un cuello. Desde el cuello he hecho una pequeña andada hasta una montaña que disfrutaba de todavía mejores vistas, pero desde allí he observado que en una colina un poco más abajo, el espectáculo ya sería insuperable y he empezado a descender un caminito. Pero un chico desde arriba me ha avisado de que el camino era peligroso (sólo sabía decir la palabra problema). He vuelto a subir, pero como no me ofrecía ninguna alternativa que no fuera deshacer todo el camino hecho para tomar otro abajo, he vuelto a bajar un trozo de caminito. Pero los gritos de "problema, problema" me han hecho detener de nuevo y mirar atrás. Entonces, haciendo gestos para intentar hacerse entender, ha representado la postura de estar disparando. Entonces he entendido y he preguntado "¿taliban?" , y el chico, contento de haberse hecho entender ha exclamado: ¡"sí, taliban!, mientras me señalaba una casa de abajo por donde pasaba el caminito. Y naturalmente he vuelto atrás y me he decidido de no hacer la foto de concurso, a cambio de no arriesgarme a recibir alguna bala en la cabeza.



20/09/2008:
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Rawalpindi es una ciudad más antigua, importante y grande que la próxima Islamabat, aunque ésta última sea más conocida por ser la nueva capital de Pakistan, construida a partir de 1960. De todas maneras, pocos monumentos de interés quedan en Rawalpindi, debido a su turbulenta historia, propiciada por su situación estratégica. En cualquier caso, no vinimos a Rawalpindi para visitar la ciudad, sino para ver cómo decoraban los camiones pakistaníes y escribir un artículo que me habían pedido sobre este tema. De todas maneras, cuándo llegamos al centro de Rawalpindi nos comentaron que era viernes y que todos los talleres estarían cerrados. Así pues, fuimos a buscar un tranquilo lugar donde aparcar próximo al centro comercial por donde paseamos un rato.
Después de dos semanas sin pisar ninguna gran ciudad, decidimos salir a cenar, pero al salir del coche hacia las 7 de la tarde Alexandra se alarmó por la posible explosión de una bomba o la imposición del estado de sitio, pues junto con el ruido de alguna sirena lejana, las calles estaban casi totalmente desiertas de coches y personas. Pero al llegar al restaurante (un fastfood americano), éste estaba lleno a reventar y enseguida entendimos que era la hora en que acababa el ayuno del ramadán y todo el mundo estaba cerrado en casa o en los restaurantes. Y mientras cenábamos en una mesa en medio de familias alegres por seguir a rajatabla su tradición religiosa, fué el mejor momento para aprender de Alexandra el significado de la palabra Pakistán, un nombre sugerido pocos años antes de la partición por un estudiante de Cambridge con el significado: "tierra de los espiritualmente limpios y puros".
Hoy, por la mañana he tomado un taxi con un simpático taxista que después de estar preguntando un buen rato en diferentes puntos de la ciudad, me ha podido dejar en el lugar donde arreglaban y decoraban camiones, un descampado con diversos talleres y multitud de camiones nuevos y estropeados por los alrededores. He estado un par de horas deambulando por los talleres, haciendo fotos e intercambiando sonrisas con los propietarios de camiones y artistas que casi no hablaban inglés. Después he vuelto a la autocaravana y poco más tarde nos hemos ido a conectarnos a Internet, donde he estado buscando información sobre este increíble fenómeno de la decoración de camiones en el Pakistán, los cuales son transformados en verdaderas obras de arte ambulantes.
Se ve, que muchos conductores de camiones, incapaces de casarse por la falta de tiempo o insuficiente dinero, invierten todos el sus ahorros, amor e inspiración en sus vehículos. Aunque esta explicación no debe ser del todo cierta, porque un conductor de camión acostumbra a pagar de $3,000 a $5,000 para decorar su camión, externamente e internamente. La verdadera historia tiene sus raíces en tiempo del imperio Mughal, donde muchos artesanos tenían trabajo pintando frescos en mezquitas, palacios, casas ... pero cuando los tiempos cambiaron, los artesanos se adaptaron a la nueva situación, primero embelleciendo carretas estiradas por caballos, y en el año 1920 decorando los primeros autobuses de la compañía Kohistan Bus, empezando así el fervor por los camiones (y algunos autobuses) altamente adornados. Estos ornamentos acostumbran a incluir cambios estructurales de los camiones, como la introducción de un gran para choque frontal, sobresaliendo hasta un metro y con la capacidad de sostener a diversas personas con el camión en marcha. También se acostumbra a instalar una cubierta que se alza en diagonal sobre la cabina que se utiliza para cargar extra peso o a eventuales pasajeros. Pero la parte más espectacular, es la decoración en sí, que puede estar trabajada en madera (si los artistas provienen de Balochistan o Peshawar), en plástico (Rawalpindi e Islamabad), en adhesivos reflectantes (en todas partes, pero especialmente en Karachi) e incluso huesos de camello (por artistas provenientes de las áreas rurales de Sindh). Los camiones también acostumbran a tener diversas partes pintadas, sobre todo la parte posterior, con bonitas pinturas de animales, profetas, artistas de cine, o miembros de la familia; y también caligrafías adorando a Alá, o otras más personales del tipo: "romántico sin esperanza" o "querida, acompáñame a mi pueblo".
* Por la mañana hemos salido de Rawalpundi dirección en Lahore, para cruzar a la India mañana por la mañana. Poco más tarde, sin enterarnos, un atentado de Alquaeda ha destrozado un lujoso hotel de la próxima ciudad de Islamabat, matando a más de 60 personas. No nos hemos enterado del atentado hasta al cabo de un par de días, pero al conocerlo nos ha dejado un sentimiento de amargura, por haber conocido a gente tan interesante y hospitalaria en un país que ya se está cayendo por el precipicio de la radicalidad y violencia.





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