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Diario

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US



Staircase-Escalante National Monument (ver en mapa)

01/06/2010:
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Ese día nos tocó en un sorteo (10 personas afortunadas de 30) la posibilidad de visitar el siguiente día la restringida zona de Coyote Buttes. Así pues, nos quedamos un día visitando más relajadamente otros interesantes lugares de la zona.





Spain

Orís (ver en mapa)

10/06/2010:
Relato+del+primer+año+de+un+largo+viaje+tomando+el+pulso+al+mundo.+Europa


Después de estar recorriendo casi sin parar, durante 4 años, buena parte de Europa, África, Oriente Medio y Asia, con Alexandra, hemos estado 6 meses retenidos en casa, demasiado tiempo para un culo inquieto que quería seguir tomando el pulso al mundo. De todos modos, eso era lo más sensato, porque Alexandra, con pasaporte rumano, tenía problemas para obtener el visado de Estados Unidos, el país donde queríamos iniciar nuestra travesía americana. Así pues, el primer paso fue casarnos, algo no tan sencillo entre dos personas de nacionalidades diferentes. Finalmente, obtuvimos los permisos pertinentes y el día 20 de febrero nos casamos rodeados de amigos y familiares. Unas semanas más tarde Alexandra tuvo que volar a Romanía para registrar la boda y a continuación pedir un nuevo pasaporte donde constara su residencia en España. Fue así que, una vez recibido el pasaporte tres semanas más tarde, finalmente pudimos pedir hora a la embajada estadounidense en Madrid. Llegamos a mediados de mayo, Alexandra cargada de nervios y yo de papeles, los cuales fueron inútiles, porque sin verificar nada nos anunciaron que nos concederían un visado turístico válido para 10 años. Nos costó reprimir la alegría, aunque tampoco nos entretuvimos a celebrarlo, porque enseguida nos pusimos a buscar un billete de avión a California para el día 10 de junio, justo al día siguiente de la fecha que tenía previsto presentar mi primer libro del viaje.

Hubiera preferido haber iniciado antes los últimos dos años de viaje por América, pero también ha ido bien disponer de estos seis meses sedentarios para hacer otro tipo de viaje, un viaje interior por la memoria que me ha permitido escribir sin prisas el "Relato del primer año de un largo viaje tomando el pulso al mundo. Europa". Recientemente editado en catalán, este libro narra con transparencia los pensamientos y sentimientos de un viajero novato, los sucesos divertidos o irritantes que lo hacen madurar, los contrastes entre los diferentes países y regiones visitados en Europa, los sueños e ilusiones de las personas que conoce el camino y sus interesantes opiniones políticas y filosóficas que quedan reflejadas en las entrevistas del proyecto: "Tomando el pulso al mundo".

Este libro, con un prólogo de Toni Arbonès e ilustrado con 20 páginas de fotografías, será presentado el miércoles día 9 de junio a las 8 de la tarde en la librería "la Tralla" de Vic. Durante la presentación, también haré una valoración de los 4 últimos años de viaje por Europa, África, Oriente Medio y Asia, proyectando al mismo tiempo fotografías de la Aventura. Finalmente, introduciré la última etapa del viaje por América, que recorreré con mi mujer Alexandra durante dos años de norte a Sur, sin autocaravana, pues esta la vendimos al poco de llegar a casa. A continuación iremos a cenar en Vic todos los que se hayan apuntado con antelación.

Puede comprar por 18euros el libro en las librerías catalanas o en nuestra tienda de Globetour: "Relato del primer año de un largo viaje tomando el pulso al mundo. Europa". Próximamente espero editar el libro en español.





US

Los Ángeles, CA (ver en mapa)

15/06/2010:
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Los+Angeles,+foto+de+despedida+con+Sebastian+y+su+família     


- Hola, me llamo Clarissa - Apartamos la mirada de la ventana del avión y una chica con una sonrisa jovial siguió su presentación. - Vuelo a Los Ángeles, ¿vosotros también?
La pasajera anónima hizo el gesto de sentarse en el asiento libre al lado de Alexandra, mientras los dos respondíamos - Sí - aun sorprendidos por su introducción. Después la chica se dio cuenta que se había equivocado de fila, pero poco importó, porque enseguida hizo amistad con otra mujer con quien estuvo hablando durante todo el viaje. En cambio, yo y Alexandra intentamos dormir durante todo el trayecto, para tener el mínimo jetlag posible, aunque entre sueños me también me estuve preguntando "¿será la sociedad americana tan abierta como esta chica?".
A juzgar por los pocos días transcurridos en este nuevo país, diría que los americanos son bastante abiertos, sin embargo, lo que más nos ha sorprendido hasta el momento ha sido la gran diversidad de la sociedad. Estos primeros cinco días hemos estado alojados por una familia argentina que nos ha tratado fenomenal, aparte de ayudarnos a buscar una furgoneta de segunda mano que queríamos comprar para movernos por el continente. Una de las furgonetas que miramos resultó ser de un joven que provenía de Irán, al que pusimos muy contento cuando le explicamos que habíamos visitado su país y que nos había maravillado su gente. Después el chico nos explicó que en Estados Unidos nunca se había sentido discriminado, a diferencia de Europa donde había vivido durante 9 meses en Francia. Escuchando aquel comentario pensé que los Estados Unidos habían tenido que afrontar el problema de la multi-culturalidad y multi-racialidad hacía mucho tiempo, mientras que en Europa, el problema era mucho más reciente con la inmigración de los últimos años. Descartando la furgoneta del iraní, al siguiente día decidí ir a mirar otra furgoneta de un hombre Mexicano, que vivía en otro sector de la ciudad. Tardé 3 horas para llegar, teniendo que coger un autobús, un metro y un tren que me siguieron maravillando con la diversidad de la población: un asiático introvertido que compartía asiento con un negro que no dejaba de hablar con una cantinela que parecía imitar una canción de rap, una chica con mini falda al lado de un hombre decoroso leyendo un libro de caracteres árabes, o una gruesa mujer envuelta en un sari de la India ocupando parte del asiento de un escuálido latino de bigote perfilado. Eran unas imágenes muy similares a las de la oficina de registro de vehículos, donde tuve que ir a registrar la furgoneta Chevy Astro comprada al mexicano por 2000 dólares. Allí, mientras esperaba sentado en la cola de 3 horas, una mujer anciana de piel y pelo muy blanco me dio conversación y aportó un punto de vista muy diferente a la diversidad, manifestando su preocupación por el creciente número de inmigrantes, a los que el estado destinaba demasiados recursos. En cualquier caso, al poco, mi preocupación fue otra, porque el hombre mulato de detrás del mostrador me informó que debía pagar 400 dólares para poner la furgoneta a mi nombre, porque el mexicano a quien se la había comprado había dejado de pagar el registro del vehículo los últimos dos años.
Por fin tenemos la deseada furgoneta que nos permitiría movernos con libertad por Estados Unidos y Canadá y tener un lugar donde dormir en caso de necesidad. La lástima fue que la búsqueda del auto no me permitió disfrutar con suficiente tranquilidad de la maravillosa hospitalidad de Sebastian, quien acababa de regresar de un viaje en moto de seis meses por todo Sudamérica. Sebastián y su familia vivían en el valle de San Fernando, un extensísimo barrio de casas unifamiliares habitado por una tercera parte de la población de Los Ángeles. Era una característica que se repetía en toda la ciudad: casi todas las casas eran de una sola planta (quizás por el miedo latente a los terremotos) y rodeadas por un jardín de césped bien cortado que desembocaba sin muros a la tranquila calle, por donde no pasea casi nadie. En realidad, ante tal ocupación del terreno horizontal, la única manera de moverse por Los Ángeles y sus alrededores es en coche privado (el transporte público es escaso y lento con distancias tan largas). Así pues, tuvimos que depender de los ofrecimientos de Sebastian, quien nos llevó a Downtown una noche, una de las pocas zonas de Los Ángeles donde se alzan varios pequeños rascacielos. Y otro día nos llevó a la playa de Malibú, donde nosotros nos encontramos a David, un amigo de una amiga de mi pueblo, quien nos invitó a una fiesta de cumpleaños en una bonita casa anclada ante de una bonita playa privada. La fiesta estuvo bien, aunque nos sentimos un poco fuera de lugar, con los invitados disgregados con pequeños grupos abiertos pero que no mostraban demasiado interés con nuestra presencia.



21/06/2010:
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Sabiendo que nos deberíamos de quedar más de una semana en Los Ángeles, buscando y comprando un auto y posteriormente visitando la ciudad, decidimos buscar otro huésped para no abusar de la hospitalidad de Sebastian y su familia, los cuales ya nos habían ayudado mucho. Fue así que, seis días después cargamos la bonita Chevy Astro Van con nuestras mochilas y nos dirigimos hacia el famoso barrio de Hollywood, donde nos esperaba Jordan, quien resultó ser otro fabuloso anfitrión. Jordan regentaba el restaurante más antiguo del bulevar de Hollywood, Musso & Frank Grill, donde nos invitó numerosas vísperas a comer algún delicioso plato o beber exquisitos martinis mientras conversábamos con él. Jordan estaba muy interesado a conocer nuestra experiencia viajera, porque muy pronto él tenía planeado traspasar el restaurante a su primo para poder viajar el resto de su vida. Por supuesto, todas las historias y anécdotas que le explicamos le incendiaron la pasión por viajar, sobre todo a África, donde decidió permanecer tal vez un año, en vez de unos pocos meses.

La situación de la casa de Jordan, era inmejorable, a dos calles del bulevar de Hollywood, por donde paseamos varias vísperas, con la mirada acotada para cazar el nombre dorado de alguna celebridad conocida en el centro de una de las numerosas estrellas en las aceras. Aunque el bulevar de Hollywood tuviera un ambiente no excesivamente glamuroso, era divertido (sobre todo para Alexandra) pasear por lugares con nombres ya famosos, como el Teatro Kodac, o el próximo Sunset boulevard que atravesaba Beverly Hills y Bell Air, hasta Malibu beach o Mulholland drive. Y aprovechando que teníamos coche y que nos habíamos comprado un GPS, también conducimos hasta las playas de Santa Mónica, Venice, Palos Verdes y Long Beach. De las cuatro, el ambiente de Venice fue el que más nos encantó, lleno de negros (o afro-americanos según la terminología actualmente aceptada), latinos y caucásicos que paseaban ligeros de ropa, tomaban el sol en la playa o sudaban jugando baloncesto. Más de una vez nos hizo sonreír el comportamiento de los afro-americanos, con una expresividad, alegría y desinhibición que parecían copiados de una película cómica americana. Mientras Alexandra se iba de compras con unas amigas, otra tarde disfruté de las buenas vistas de la ciudad desde el observatorio Griffin y al día siguiente de los rascacielos del Downtown. Entre las muchas atracciones existentes, entré en la moderna catedral católica donde un guía nos explicó a un grupo que la catedral era la más grande de Estados Unidos, superando por dos pies la longitud de San Patrick de Nueva York. De la catedral me sorprendió el mausoleo que ocupa todo el sótano, donde cualquier cristiano se puede enterrar previo pago de una millonada que de seguro ayudaría a pagar todos los litigios de abusos sexuales en los que estaba inmersa la iglesia católica americana (el guía mencionó que un pequeño nicho de un palmo cuadrado valía 300.000 dólares).

Uno de los atardeceres que visitamos a Jordan en su restaurante, nos invitó a sentarnos en una mesa donde había unos amigos suyos, además de un guionista al que le estaban produciendo una película, un guitarrista de la banda de John Fogerty y una cantante de un grupo californiano. La velada fue muy entretenida, nosotros interesándonos por sus vidas célebres y ellos apasionándose con nuestro viaje. Más tarde, mientras detallábamos nuestro itinerario previsto de 9 meses por Estados Unidos y Canadá, Jordan comentó que posiblemente queríamos dedicarle demasiado tiempo, porque las diferencias dentro de su país no eran tan acentuadas y que un road trip era lo más apropiado en América, conociendo el continente a través de la ventana de un vehículo. Yo le comenté que posiblemente tenía razón, que quizás eran demasiados meses, pero que por otro lado, no sólo queríamos conocer hermosos paisajes sino que también deseábamos sumergirnos en las culturas más importantes del mundo. Hasta ahora habíamos conocido las diferentes culturas europeas, africanas, islámicas y asiáticas pero aún nos faltaba sumergirnos en la cultura anglosajona, en parte porque no habíamos podido llegar a Australia. Además, la experiencia y las amistades en los Estados Unidos estaban resultando fabulosas, y los 8 o 9 meses no parecían excesivos para seguir descubriendo el país.

Después de cenar, Jordan se quedó en el restaurante mientras nosotros volvíamos a casa acompañados por un amigo suyo, quien nos explicó que era consejero en hospitales (ayudaba a los familiares de un difunto), un trabajo en el que era importante tener creencias religiosas. A continuación desató mi fascinación por las religiones, explicando que él era un cristiano abierto de mente y que incluso le gustaba conocer otras creencias y que había hecho un curso de meditación zen. Le pregunté porque creía en Dios y él me intentó mostrar que era una consecuencia del maravilloso mundo en que vivíamos, pero yo le respondía que también consideraba que el universo era apasionante y no necesitaba situar un Dios detrás para que lo siguiera siendo. Al día siguiente Jordan se interesó por las opiniones religiosas de su amigo, que nunca habían intercambiado. Después Jordan explicó que hacía tiempo había observado que los viajeros suelen ser más ateos, según él porque los ateos no creen en otro tipo de vida después de la muerte y necesitan experimentar más esta, tomando más riesgos para ser felices. Yo estuve completamente de acuerdo con su opinión, añadiendo que viajar te hace abrir la mente, te hace descubrir nuevas religiones y creencias y te hace dar cuenta que es absurdo sujetarse a unos dogmas que simplemente son culturales.

La última víspera Jordan nos llevó de picnic a un bosque junto al Hollywood bowl, un impresionante anfiteatro moderno con capacidad para 18.000 espectadores, donde aquella noche tocaban varios grupos africanos. Después de bebernos una botella de vino y de empezar a oscurecer, recogimos los restos de la comida y nos adentrarnos por el bosque medio agachados hasta llegar cerca de unos aseos del teatro, donde corrimos para sentirnos totalmente protegidos entre los demás espectadores. A continuación nos sentamos en uno de los bancos y disfrutamos de un apasionante espectáculo de música mientras vaciábamos otra media botella de vino. En un momento dado, observando la gente de alrededor bailando frenéticamente, imaginé que me encontraba en Europa o incluso África, pero las banderas junto al escenario me volvieron a la realidad: la típica americana y otra con un oso dibujado encima el texto "República de California". Pregunté a Jordan porque consideraban su Estado una república, pero él se encogió de hombros y luego explicó que California era el mejor Estado del país, por su gente simpática, porque tiene mar y playa, nieve en las montañas, desiertos, bosques,... Todavía no podíamos compararlo con ningún otro Estado, pero lo que sí era cierto era que de momento nos sentíamos maravillosamente bien.





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