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‹ Anterior (23/02/2011) MES Siguiente (2011-04-24)› ‹ Anterior (2011-03-15 - Mexico) PAIS Siguiente (2011-03-28 - Guatemala)› Belize Cayo (ver en mapa) 26/03/2011: A excepción de nuestra estancia en Sartaneja, todos los viajeros que nos encontrábamos nos comentaban que Belice era bastante caro en comparación a México o Guatemala, sobre todo las visitas arqueológicas o actividades turísticas en general. Fue por ello, a pesar de nos lo hubieran recomendado, que descartamos la visita a las islas caribeñas de Belice y nos dirigimos directamente a Cayo - Santo Ignacio, un destino turístico en el interior del país, cercano a la frontera con Guatemala. Llegamos con los típicos autobuses beliceños junto con tres americanos que tenían intención de comprar un terreno cerca de Cayo, o más al sur, para crear un hostal con granja ecológica. Los americanos querían alquilar un coche en Cayo y nosotros nos habíamos animado de compartir los costes con ellos y visitar juntos varias atracciones turísticas de la zona. Pero a la hora de la verdad, el alquiler del coche era mucho más caro de lo que pensábamos y sólo visité, con otros chicos del hostal donde nos alojábamos, un bonito tramo de un río donde nos bañamos. El resto del día y medio no hicimos casi nada, aparte de conversar con otros viajeros y conectarnos a Internet. Así pues, teniendo en cuenta que el hotel no era excesivamente económico, que la mayoría de actividades turísticas eran extremadamente caras y que prácticamente no estábamos en contacto con la cultura beliceña, al final decidimos dar por terminada nuestra semana en Belice y entrar a Guatemala. Flores (ver en mapa) 28/03/2011: La mujer de la frontera de Guatemala me dijo: - Tienes que pagar 12Quetzals (2 €) Yo no sabía si esta tasa era oficial o no, pero ya teníamos demasiada experiencia cruzando fronteras en el mundo y manifesté: - No sabía que hubiera esta tasa de entrada, me darás un recibo? La mujer policía reaccionó rápido y exclamó: - Si quieres un recibo tendrás que ir a pagar la tasa al banco en el centro del pueblo. Yo me quedé pensativo un instante y seguí: - No entiendo porque no me puedes dar un recibo... Pero la policía me interrumpió enojada y dijo: - No insistas! No tendrás que pagar nada. Después avisé a dos finlandeses que viajaban en el mismo autobús que nosotros que no debían de pagar los 20Q y según me contaron después, la mujer policía estuvo maldiciendo al español un buen rato. De la frontera tomamos un autobús local hasta Flores, un bonito pueblo asentado en una península del lago Peten Itza. Quizás Flores se merecía un día de visita, pero el motivo principal de nuestra estancia en el pueblo fue su proximidad a las ruinas mayas de Tikal, de 2000 años de antigüedad, las cuales visité al día siguiente de llegar a Guatemala. Tomé un minibús turístico en las 5 de la mañana, para llegar a Tikal a la hora de apertura, a las 6, y fue un buen acierto, porque fue fantástico caminar por la selva rodeado por ruidos misteriosos hasta los templos solitarios, que se elevaban altivos entre el paisaje verde. Durante las 3 primeras horas que pasé caminando entre los diversos templos y subiendo las empinadas escaleras hasta la cima de algunos, me convencí de que estas eran las mejores ruinas mayas visitadas hasta el momento, mejores que las de Palenque. Pero un par de horas más tarde, cuando el sol empezó a aturdir y los caminos y templos se llenaron con grandes grupos de turistas, Tikal perdió buena parte de su encanto y decidí volver a Flores, aunque todavía me faltaran algunos rincones para explorar. La ciudad de Coban se encontraba a medio camino de las siguientes atracciones turísticas más al sur de Guatemala, y la habíamos escogido como punto de descanso o parada técnica, aunque el conductor del autobús nos advirtió que la ciudad podía ser muy peligrosa. Coban se encontraba fuera de la ruta turística, pero por suerte un alemán que trabajaba de voluntario en Coban nos ofreció de alojarnos a través de Couchsurfing. Pensamos que sería una muy buena manera para interactuar con gente que conociera la realidad de Guatemala pero las dos tardes que estuvimos con Herman, éste estaba demasiado cansado de su trabajo y prefería relajarse con sus amigos guatemaltecos fumando marihuana. Los amigos de Herman eran simpáticos, pero demasiado jóvenes y con demasiadas ganas de recrearse como para mantener alguna conversación profunda. Sin embargo, durante una conversación casual, uno de los chicos manifestó que era hijo de farmacéutico y que hacía poco tiempo unos atracadores habían robado dos veces la farmacia de su padre. La gente sabía quiénes eran los atracadores, los cuales habían efectuado varios robos, y entre los diversos dependientes de las tiendas del barrio contrataron a dos sicarios para que mataran a los ladrones. Al preguntarle cuánto cobraba un sicario en Guatemala, el chico me dijo que la recolecta que se hizo en el barrio sólo era de 50Quetzals (5euros) por tienda, porque un sicario cobra muy poco, sólo unos 100 dólares por encargo. También conversamos un poco con Kata, otra alemana que trabajaba con en Herman, quien nos explicó un poco el trabajo que hacían, educando a niños hijos de recogedores de basura, que vivían rebuscando y viviendo sobre el vertedero de la ciudad. Antigua Guatemala (ver en mapa) 05/04/2011: Antigua es sin duda uno de los mejores pueblos de América, seguramente el más bonito visitado hasta el momento. Tanto era así que Alexandra no se quería mover de allí, ni a los seis días, cuando yo ya empezaba a tener ganas de visitar algunos otros pueblos de la zona. Aunque Antigua fuera fundada por españoles en una zona de frecuentes terremotos, la ciudad prosperó como capital de Guatemala durante el siglo 17 y 18, hasta que en el año 1773 un fuerte terremoto la destruyó. La ciudad fue evacuada y se fundó una nueva capital donde actualmente se encuentra la ciudad de Guatemala, pero a mediados del siglo 19 la antigua ciudad comenzó a ser reconstruida manteniendo el carácter colonial de sus inicios, conservándose hasta hoy en día, cuando la mayor parte de sus edificios, iglesias y catedrales han sido reconstruidos siguiendo los planes originales. Normalmente, la mayoría de pueblos turísticos mantienen una plaza central histórica bonita y arreglada pero fuera de ella, los edificios modernos se imponen. En cambio, en Antigua, todo el pueblo conservaba la atmósfera colonial, con las calles empedradas, casas de un solo nivel de paredes robustas pintadas con vivos colores, numerosos edificios con arcadas de piedra y portales de madera cubriendo las aceras o los patios interiores e iglesias en cuyo interior los indígenas adoraban a los santos ofreciendo bonitos mosaicos hechos con vegetales o polvo de colores. Al fondo del pueblo, el altivo volcán ´el Agua´ se mostraba visible la mayor parte del tiempo, dando el toque final a este maravilloso pueblo. Uno de los días que nos estuvimos en Antigua, fui a visitar con un grupo el volcán Pacaya, el cual había explotado hacía poco más de una año, el 27 de mayo de 2010, por lo que no se podía ascender hasta la cima , aunque la gran extensión de lava solidificada, en algunos puntos todavía humeante, no dejaba de impresionar. De todos modos, lo que más nos maravilló en Antigua fue el cuarto domingo de cuaresma, una procesión preparatoria de la semana santa, que según hemos leído es impresionante en Antigua. Sólo había dos o tres cofradías, pero una de ellas cargaba una plataforma inmensa representando el tormento de Jesús, de unos 20 metros de largo, que debían transportar entre 30 personas por lado más unas cuantas más en el centro. Con un ambiente solemne, la procesión avanzaba al ritmo de tambores y trompetas, por el lado de numerosos guardianes vestidos de romanos, entre el humo espeso del incienso y por encima de alfombras de flores y de hierbas que la gente había creado anteriormente. Todavía no he estado en Sevilla en Semana Santa, pero esta experiencia en Antigua me dio ganas de ir una vez acabe el viaje. Me costó arrastrar a Alexandra fuera de Antigua, pero al final conseguí convencerla para ir a Quetzaltenango, una ciudad que los guatemaltecos llaman Xela, donde un hombre de couchsurfing había ofrecido de alojarnos. Felipe era un americano (de Estados Unidos) que hacía dos años que vivía en Guatemala, un país del que se había enamorado y donde pensaba vivir el resto de su vida, quizás emprendiendo algún negocio. Al día siguiente de llegar, Felipe nos llevó a caminar por Xela pero, aunque sea una ciudad muy visitada por extranjeros (básicamente para aprender español), el centro no tenía ningún tipo de atractivo. O quizás sí lo tenía, pero aún estábamos demasiado deslumbrados con Antigua y ya nada se le podía comparar. Sólo me fascinó ligeramente el cementerio cercano a donde vivía Felipe, con los nichos rectangulares pintados cada uno de colores diferentes, los cuales eran repintados el día de todos santos. En cualquier caso, nuestra estancia en Xela fue interesante por las conversaciones mantenidas con Felipe y algunos de sus amigos, con los que hicimos una buena cena la segunda noche. Durante la cena hablé con un guatemalteco que explicó que el gobierno era muy populista, por ejemplo entregando comida y dinero a los pobres a cambio de nada, sin que activara políticas para generar trabajo, y eso era nefasto para el futuro del país, pero los partidos de la oposición no quieren proponer cambios a estas políticas porque sino no serían votados. A continuación se quejó de que actualmente hay bastante violencia en Guatemala provocada por la mara 18 y la Salvatrucha, que se ganan la vida extorsionando negocios en la capital, aunque ahora han empezado a extorsionar a los vecinos, enviando a matones a cobrar periódicamente. Decía que la policía no puede hacer nada y que el problema se había escapado de control. Después expresó un dicho: ´el diablo nace en los pequeños detalles´ y añadió que era normal la violencia del país, porque los niños juegan a pelearse y a insultarse... y puso otro ejemplo, describiendo una tradición en las universidades de Guatemala, la Huelga de Dolores, durante la cual los estudiantes se enmascaran las caras para extorsionar a los negocios y hacer dinero para festejar, y si éstos no les pagan les tiran aceite o pintura en la fachada. Así pues, no era de extrañar las extorsiones, violencia y muertes que sufría la sociedad, opinando que actualmente muere más gente que durante la guerra civil que duró 36 años. Pero esto no debería de ser del todo exacto, porque durante la guerra civil que protagonizaron un cruel gobierno contra un grupo de izquierdas se produjeron más de 200.000 muertos, un genocidio que denunció Rigoberta Menchu, premiada con el Nobel de la paz . Pregunté al guatemalteco que había pasado con Rigoberta y comentó que se había presentado a las pasadas elecciones pero que consiguió muy pocos votos, básicamente porque los indígenas no la consideraron como representante, a mas de recibir muchas críticas, quizá porque es mujer y porque es indígena, aunque muchos creen que se ha enriquecido como empresaria y se ha olvidado de los desamparados. Uno de los amigos de Felipe que había en la cena, un americano, se ofreció para llevarnos en coche a nuestro siguiente destino, en el lago Atitlán. Durante el camino nos explicó algunos trucos para no ser atracados en los autobuses de la ciudad de Guatemala, por ejemplo no puedes sentarte en la ventana, porque se puede sentar alguien a tu lado con una pistola y discretamente pedirte todo el dinero. También nos explicó que no cogiéramos los autobuses de la línea roja, porque las maras pedían dinero a los conductores para pasar por el sector 18, pero estos no tenían ni para vivir y no hacía demasiado habían matado a 300 conductores en sólo un año. A continuación nos explicó dos anécdotas, una que le había pasado a un amigo que le obligaron a sacar todo el dinero de la tarjeta visa y acto seguido, con muy buen rollo le invitaron a cenar al Macdonalds con su dinero robado. El segundo caso era más triste, pues contaba que un trabajador suyo fue matado hacía unos seis años, quizá por venganza o quizás simplemente fue un asesinato aleatorio, los cuales deben realizar los jóvenes que quieren entrar a alguna mara. El lago Atitlán es uno de los principales atractivos de Guatemala pero, según nos dijeron, últimamente no está siendo tan visitado, porque sus aguas estaban contaminadas con alguna bacteria y no recomendaban de bañarse en él. Nosotros nos alojamos en Panajachel, el principal pueblo en la orilla del lago, un pueblo sin ningún tipo de interés si no fuera por las decenas de tiendas que vendían sovenirs en la calle principal, añadiendo un poco de color a los días neblinosos que tuvimos . Fue una lástima, porque el lago es famoso por sus vistas de los tres volcanes al otro lado de las aguas y no pudimos ver su silueta hasta el penúltimo día. Fue mucho más interesante la visita que hice el domingo, cuando llegué a Chichicastenango cambiando 3 veces de autobús. Chichicastenango es famoso por su mercado del domingo y realmente era muy vistoso, similar al mercado de Cuetzalan en México, con numerosos indígenas vendiendo coloreadas artesanías además de vegetales y muchos otros productos para los locales. Aparte del domingo, nos quedamos 4 días en Panajachel sin hacer ninguna actividad extraordinaria y básicamente me quedé en el hotel trabajando en mi tercer libro, un proyecto mucho más ambicioso que los otros dos y que, en vez de hablar sobre el viaje tratará de filosofía, explicando cómo se puede ser feliz sin libre albedrío. De hecho, no tenía previsto comenzar la escritura de este nuevo libro hasta que llegara a casa pasado un año, después de haber visitado el resto del continente americano. Pero después de meditarlo bien pensé que ésta era la mejor opción. Por un lado me resulta más económico comenzar a escribir mientras viajo, porque en Cataluña me gastaría mucho más dinero pagando la hipoteca del piso (actualmente lo tengo alquilado) y la comida, que es mucho más cara. Además, últimamente tanto Alexandra como yo nos sentimos más a gusto viajando menos intensamente y pasando más días en cada lugar, lo que me permite tener mucho más tiempo libre para escribir. Por otro lado, antes me costaba concentrarme en situaciones diferentes, cambiando de hotel y actividades cada pocos días, pero ahora me resulta fácil de sentarme cualquier lugar, aunque sea un autobús, y concentrarme para escribir. Bueno, en Guatemala he abierto pocas veces el ordenador los autobuses, no sólo porque suelen ir demasiado llenos y nos han advertido de los problemas de seguridad, pero sobre todo porque es prácticamente imposible mantener quieto el portátil sobre el regazo, porque las carreteras son demasiado onduladas y los conductores conducen demasiado rápido y bruscos. De hecho, Alexandra quiso quedarse un día más a Panajachel porque tenía pánico a los autobuses, y cuando cogíamos uno mantenía presionada con fuerza mi mano todo el tiempo, y si en algún momento se relajaba sólo era para a comentar que los autobuses eran como una montaña rusa, pero en vez de tener un circuito cerrado transitaban por un circuito abierto, con velocidades más elevadas, curvas más cerradas y precipicios más vertiginosos. Pasamos cuatro días más en Antigua, relajándonos antes de partir hacia los siguientes países. Seguimos comiendo frutas heladas (piña, fresas, mango,...) cubiertas de chocolate, una delicia muy económica. Paseé un poco más por el maravilloso pueblo. Nos excitamos viendo el primer partido Barça - Madrid, y nos sorprendimos de las pasiones que despierta la liga española en Guatemala, con los aficionados del Barcelona equilibrados con número con los del Real Madrid, a diferencia de México, donde los aficionados del Barça eran claramente más numerosos. Y volvimos a disfrutar de otra procesión previa a la Semana Santa, que era la próxima semana. Por las calles había mucha más gente que hacía dos domingos y, viendo que en las siguientes procesiones habría demasiada gente, nos contentamos de haber tomado la decisión de marchar el próximo lunes. En el hotel había más viajeros y tuve oportunidad de conversar con algunos de ellos sobre los viajes mutuos. Respondiendo a sus preguntas tuve que admitir que, aunque siguiera con ganas de acabar el viaje, hacía tiempo que tenía el 50% de mi mente anclada ya en casa. Esto me permitía concentrarme en otros proyectos que no están relacionados con el viaje, como escribir el libro de filosofía. Pero como punto negativo, me daba cuenta que nos estábamos tomando el viaje mucho más tranquilamente e inevitablemente el diario que escribo se ve afectado, resultando menos excitante, con menos aventuras que contar. Fueron esas ganas de arriesgar menos, que nos habían hecho decidir de no visitar Salvador y Honduras, dos países que -según nos habían advertido-no recibían a demasiados turistas porque aún eran bastante inseguros. Así pues, habíamos comprado un billete de autobús directamente a Nicaragua, confiando en que no nos pasaría nada cruzando los dos países anteriores. Leon (ver en mapa) 23/04/2011: Salimos de Antigua por la mañana con un minibús, dirección a la ciudad de Guatemala, y allí subimos a un viejo autobús dirección a Nicaragua. Había más pasajeros de la cuenta y unos cuantos tuvieron que sentarse en sillas de plástico que situaron entres los otros asientos. Por suerte nosotros nos sentamos en los asientos normales, reclinables, sino habríamos hecho un buen escándalo, porque éramos los que habíamos pagado más por el billete, 50 dólares en la agencia de Antigua, a diferencia de los 25 dólares que pagaban el resto. En cualquier caso, la parada de autobús en Ciudad de Guatemala, de donde salimos, era tan pequeña y aislada que difícilmente la hubiéramos encontrado preguntando nosotros mismos, arriesgándonos a ser atracados al mismo tiempo. Al atardecer llegamos a la frontera con el Salvador, donde tuvimos que sacar todas las maletas del bus a ambos lados de la frontera, para que fueran inspeccionadas ligeramente por la policía, y el mismo procedimiento tuvimos que hacer cuatro veces más, al llegar a la frontera de Honduras a las dos de la madrugada y en la de Nicaragua hacia las 5. Nos sorprendió que el Salvador pareciera un país cuidado y limpio, donde todo se compraba con dólares. Quizás hubiera estado bien que lo hubiéramos visitado. En cambio Honduras nos pareció mucho más sucio y, recordando las historias de violencia que habíamos escuchado, nos reafirmamos en nuestra convicción de haber hecho bien de no visitarlo. Durante el trayecto hablé con un chico de Guatemala, que desde los 12 años había formado parte de la mara 18, explicando que para tener derecho a tatuarse el número 18 en alguna parte del cuerpo antes tenía que haber matado a alguien. Llegado el momento, sus compañeros de la mara se le señalaron un chico de otra mara en una discoteca, al que atacó sin intercambiar palabra. Primero le rompió una botella en la cabeza y luego se la hundió en el estómago tres o cuatro veces. Por suerte -dijo el chico- el otro marero no murió, pero aún así se ganó el derecho a ser tatuado con el número 18. Pero, pasado un mes, cuando llegó la hora de tatuarse, conoció a un grupo de chicos que iban a la iglesia y decidió cambiar de hábitos, dejar la mara y convertirse en predicador. Según explicó, la mara no le causó demasiados problemas para abandonarla, porque vieron que él no tenía intención de unirse a la mara rival. Pero si tuvo problemas con la mara rival un tiempo más tarde cuando juntaron 7 matones, amigas y familiares del chico que había atacado con la botella, y casi lo mataron de una paliza que le ha dejado varias cicatrices en la cara. Otro hombre de Nicaragua presente en la conversación, me contó que él antes bebía mucho y tomaba bastantes drogas. Mientras me contaba su experiencia recordaba que, 20 años atrás cuando había estado en Nicaragua, me había encontrado muchos hombres que se emborrachaban con alcohol que bebían de bolsas de plástico transparentes hasta caer inconscientes al suelo. A continuación el hombre me explicó que había dejado la bebida gracias a su fe con Dios, que le ayudó a cambiar de vida. Fueron dos conversaciones interesantes que me hicieron concluir, a pesar de mi ateísmo y rechazo de las religiones, que la fe en Dios y la pertenencia a un grupo religioso pueden ayudar muchísimo a ciertas personas a perder malos hábitos. Finalmente, me pregunté cómo se podría esta gente escapar de sus ciclos viciosos si en un futuro desaparecieran todas las religiones y la gente dejara de creer en Dios. Hacía veinte años atrás no había estado en Leon, la ciudad donde pasamos los primeros días. La ciudad tenía una arquitectura colonial más interesante que otras ciudades y pueblos que recordaba haber visitado en Nicaragua, sin embargo, no se podía comparar ni mucho menos con Antigua. Quizá por eso no disfrutamos demasiado de la ciudad, también porque hacía mucho calor, pero sobre todo porque seguimos sin conocer ni conversar con gente local (a excepción de las conversaciones autobús). Hacía veinte años colaboré en algunas cooperativas agrícolas y ONGs, pero actualmente, sin gente que nos respondiera a través de Couchsurfing, estábamos obligados a alojarnos en hostales llenos de turistas que sólo estaban interesados a divertirse, aunque también mantuvimos algunas conversaciones interesantes con algunos extranjeros. Seguramente, lo más interesante de León fue la semana santa, aunque ni mucho menos fue tan espectacular como los domingos previos a Antigua. El viernes santo hubo una pequeña procesión recorriendo todas las calles de la ciudad, con la gente resguardándose del sol vertical con paraguas. Pero el atractivo se encontraba por la noche, cuando los vecinos de un barrio de León adornaron algunas de sus calles con grandes alfombras con motivos religiosos hechas con serrín, harina y otros colorantes naturales. Una de ellas estaba creada por un artista local y por primera vez había decidido de situar a una persona real en medio de su alfombra representando a Jesús Crucificado, convirtiéndose en la gran atracción, sobre todo por las dudas que causó a la procesión que debía de caminar por sobre las obras de arte. |
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