|
Quienes somos | >> Diario << | Diario de Alex | Fotos | Proyecto | Respuestas | Videos | Cuestionario | Itinerario | Sponsors | Otros viajeros | Colabora | Contacto |
Diario Este es el diario de Jan. Si queréis recibir este diario semanalmente por correo electrónico, escribid vuestro mail en el formulario de contacto.
‹ Anterior (26/10/2010) MES Siguiente (2010-12-25)› ‹ Anterior (2010-10-08 - Canada) PAIS Siguiente (2011-01-23 - Mexico)› US Beufort (ver en mapa) 28/11/2010: Conducimos todo un día para llegar a Beufort, en Carolina del Sur, donde Erika nos dio la bienvenida. En cuanto llegamos, Erika nos llevó a un pub donde celebraban un bingo que regalaba cervezas. Allí Erika nos dijo que habíamos llegado al profundo sur, donde la sociedad era diferente, mucho más tradicional, conservadora y religiosa. Ella dijo que no encajaba en ninguna de las anteriores características aunque los domingos iba a misa. Después nos contó que en el sur creen que la guerra civil no se inició por culpa de los esclavos que poseían en el sur, sino por los impuestos que el gobierno federal aplicaba y por la gran productividad agrícola del sur. Nos siguió contando que actualmente casi todo el mundo se siente orgulloso de ser estadounidense, pero que ante todo se sienten sureños. Al día siguiente, Erika nos condujo con su coche por unas islas frente a Beufort y nos comentó que estas estaban habitadas principalmente por negros, porque después de la guerra civil los esclavos se apropiaron de algunas de las plantaciones abandonadas por los blancos. Y también paseamos entre varias mansiones del pueblo que denotaban el antiguo esplendor de Beufort, siendo considerada por algunos historiadores como una de las ciudades más ricas antes de la guerra civil. Al mediodía, Erika nos llevó a casa de sus padres, para celebrar una de las festividades más importantes de Estados Unidos, el Thanksgiving (el día de acción de gracias). Preguntamos a Erika por el origen de la tradición y sin avergonzarse dijo: El siguiente día, mientras Erika trabajaba, nosotros visitamos la hermosa y colonial Charleston, una ciudad fundada en 1670 que prosperó con la compra de pieles de animales a los indios y con las plantaciones de arroz y de anyil, y posteriormente algodón , trabajadas por esclavos africanos. Charleston fue la primera ciudad en Estados Unidos a garantizar libertad de religión, incluso para los judíos, pero no a los católicos, que no eran bienvenidos. También visitamos un par de días más tarde Savannah, una ciudad más nueva y con menos importancia histórica que Charleston, que nos atrajo mucho menos. Hacía días que Alexandra estaba impaciente por la proximidad de su cumpleaños, pendiente de llegar con tiempo suficiente a Miami para celebrar esta festividad tan importante para ella. Llegamos la tarde anterior, el jueves día 2, aparcando frente a un lujoso edificio de apartamentos cercanos al centro de Miami donde vivía Jackie, una joven brasileña que se había ofrecido a alojarnos a través de Couchsurfing. Al día siguiente, Jackie fue a trabajar y yo me dispuse a hacer todo lo que propusiera Alexandra para que tuviera su mejor día o aniversario. Sin haber investigado demasiado qué visitar en Miami (no hay demasiado que ver), Alexandra me guió por varias avenidas, entramos en varias tiendas de ropa muy económicas, subimos a un tren elevado gratuito, paseamos por unos jardines y finalmente fuimos a comer una gran y tradicional hamburguesa en un restaurante. Por la noche, Jackie nos vino a buscar y juntos fuimos a un restaurante brasileño a comer un delicioso filete y a beber unos mojitos con unos amigos. Allí tuvimos unas interesantes conversaciones, por ejemplo me sorprendió que Jackie detestara al presidente Lula, que suele tener una gran estima por el crecimiento que ha experimentado su país acompañado de políticas sociales alejadas del socialismo bolivariano. Después hablé con su amigo mexicano con pasaporte americano, quien me contó una historia muy fuerte que le había sucedido hacía un año y medio, cruzando la frontera americana. Viajando con otro amigo, tuvieron un problema burocrático para cruzar la frontera y se vieron obligados que pasar la noche en territorio mexicano. Acabaron buscando un hotel guiados por un hombre que se habían encontrado en la calle. Pero una hora más tarde se presentó el mismo hombre gritando como un loco que los dos americanos habían intentado robar su coche. Después de discutir un rato los chicos dejaron al hombre en el recibidor del hotel acusándolo de esquizofrénico, pero al poco llegó la policía, y fueron conducidos a dormir en la cárcel. Desde la cárcel contactaron a un abogado de la familia que llegó al siguiente día, pero a la segunda noche el abogado les explicó la situación: ´legalmente no puedo hacer nada para sacaros de la cárcel antes de 15 días, pero teneis opción de pagar al hombre para que retire la denuncia ´. Evidentemente el hombre y la policía formaban un grupo mafioso pero los chicos no pudieron hacer nada más que pagar. ´¿Cuando?´ Le pregunté, y me respondió ´6.000 dólares´. Naturalmente, esta anécdota me acabó de convencer de tomar un avión para llegar a la capital de México y no cruzar la frontera y tener que afrontar las peligras las mafias de policías y los carteles de las drogas. Jackie nos había explicado que Miami era una ciudad de turismo de compras, existiendo tiendas de ropa que vendían de todo a precios increíbles; turismo de fiesta, con varias discotecas que abiertas toda la noche y la mañana que recibían juventud de todo el país; y turismo de playa. Este último aspecto del turismo lo descubrimos el tercer día cuando, dirigiéndonos a casa del siguiente anfitrión, conducimos por las avenidas del lado de la playa, las cuales parecían Marbella, pasando de largo kilómetros y kilómetros de playas, casas muy snobs y grandes edificios de hoteles y apartamentos, bares y restaurantes, palmeras, aviones sobrevolando el cielo con anuncios pancartas, hombres y mujeres atléticos paseando en bañador. Pero nosotros no nos detuvimos y seguimos hasta Margate, muy cerca de Miami, donde nos esperaba Ted, otro excelente anfitrión. Con Ted tuvimos conversaciones muy interesantes, sobre todo porque Ted era muy abierto y no tuvo reparos para explicar su pasado religioso: su educación católica, su fascinación por los mormones, donde formó una familia, y finalmente su rechazo a las religiones cuando empezó a interesarse por la ciencia. Durante una cena, en la que también había un amigo de Ted, nos explicaron que en Florida la sociedad era muy religiosa que ninguno de sus clientes los contrataría si supieran que son ateos. Prueba de este fanatismo religioso lo observamos yendo hacia el Parque Natural de Everglades, la principal atracción natural de Florida, cuando observamos una avioneta sobrevolando el cielo y escribiendo diferentes mensajes con humo: God loves you (Dios te ama) / Jesus 4gives (Jesús perdona), como si las palabras hubieran sido escritas por el mismo creador supremo. Ted también nos explicó que, a diferencia de la Europa del siglo dieciocho, Estados Unidos se creó como un país independiente de las religiones, pero que en dos siglos la sociedad había cambiado y que actualmente Estados Unidos era mucho más religioso que la vieja Europa. Finalmente, contradiciendo Erika de Beauford, Ted nos dijo que a la gente del sur se la hace creer que la guerra civil fue provocada por desavenencias en las tasas, pero que consultando documentos antiguos uno descubre que claramente los estados del sur se querían independizar para poder conservar sus esclavos. Fue allí cuando, por primera vez en cuatro años y medio de viaje, me planteé seriamente la posibilidad de volver a casa antes de finalizar el itinerario por América, interrumpiendo así este largo proyecto. Hacía tiempo que ya tenía decidida como sería mi vida al finalizar el viaje: básicamente dedicando bastante tiempo escribiendo uno o varios libros que reflejaran mis pensamientos y mis creencias. Son unos pensamientos y creencias que han ido madurando a lo largo los primeros años de viaje pero que ya hace tiempo que se mantienen invariables sin cambios y actualmente empiezan a encontrarse impacientes a que sean escritos en algún momento u otro. Igualmente, hace tiempo que el viaje tampoco me aporta ningún conocimiento sustancial que me obligue a modificar, adaptar o perfeccionar estos pensamientos y creencias, y como máximo sólo me aporta conocimientos que reafirman o refuerzan más mis ideas. Siento como si la parte final del viaje por Asia y este principio por América no hayan sido tan provechosos para mi conocimiento. Por unos instantes me permití imaginar de qué manera podría interrumpir precipitadamente el viaje, sin dejar de evaluar las consecuencias de hacerlo. Incluso me dispuse a indultarme si no terminaba un proyecto tan importante, sin dejarme influenciar por las recriminaciones que mis padres me habían hecho de pequeño, acusándome de abandonar muchos proyectos a la mitad. Me saqué un peso de encima al pensar que no estaba obligado a continuar el viaje si no quería y que la opción de interrumpirlo era completamente posible. Pero al mismo tiempo, al sacarme esta presión me sentí aliviado y pude mirar el futuro del viaje con optimismo. Entonces decidí dar otra oportunidad al viaje y no tomar ninguna decisión hasta bien entrado en Iberoamérica. Al mismo tiempo me planteé un nuevo objetivo de viaje. Hasta ahora creía haber descubierto las principales verdades de las religiones y la filosofía e incluso creía conocer el secreto de la felicidad. Pero todavía no tenía una respuesta clara a una pregunta que ocasionalmente hacía al tomar el pulso al mundo: ¿cómo solucionar los principales problemas de la humanidad? La respuesta parecía demasiado compleja para ser comprendida por una sola persona, pero aún así me planteé de pensar en ella mucho más frecuentemente de aquí al final del viaje y quizás recopilar suficientes conclusiones para escribir un libro al volver a casa. Quizá debido a estos pensamientos, me fue más fácil dejarme convencer por Alexandra de volar a México desde Florida y no desde Texas. Hacía meses que habíamos descubierto que sería muy complicado de viajar con la furgoneta comprada en Los Ángeles por Centro América, porque la legislación de estos países nos obligaba a volver a Estados Unidos para vender el coche. Así pues, habíamos asumido de vender el coche antes de entrar a México y a continuación comprar un vuelo hacia la capital, Mexico DF, porque según nos habían informado diversas fuentes era bastante peligroso o arriesgado cruzar la frontera en autobús. Habíamos planeado pasar la Navidad en New Orleans y el fin de año en Texas, pero Alexandra estuvo buscando anfitriones de couchsurfing en New Orleans y me dijo que había muy pocos y a continuación me informó que los billetes de avión hacia México DF eran más económicos desde Florida que desde Texas. Así pues, no me costó demasiado aceptar su propuesta, sacrificando los siguientes destinos en Estados Unidos a cambio de disponer de 4 tranquilas semanas que podría dedicar a terminar de escribir el libro de África y a intentar vender la Chevy Astro Van. Compramos un billete de avión para el día 13 de enero, contactamos a más gente de Couchsurfing en Florida para no tener que dormir en la furgoneta, aceptamos una propuesta de Ted de Miami de celebrar la Navidad con él y pusimos anuncios para vender el coche en Florida. Desgraciadamente, el último día el coche no se quiso poner en marcha, por primera vez en todo el viaje. Llamamos al servicio en carretera que teníamos contratado y llevamos el coche a un taller, donde descubrieron que la batería no cargaba correctamente, y la cambiamos solucionando definitivamente el problema. |
|