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India



Agonda (ver en mapa)

20/02/2009:
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India,+Agonda+beach India,+Agonda+beach    


Efectivamente, la playa de Agonda es excelente para aparcar la autocaravana, uno de los mejores lugares del mundo donde acampar. En el sur del pequeño pueblo de Agonda, no excesivamente corrompido por el turismo, hay un gran descampado bajo unas palmeras y delante de una playa desierta. Cuando llegamos ya había una docena de autocaravanas y todo terrenos de otros europeos de diferentes nacionalidades, pues la playa de Agonda se ha convirtiendo en el punto de encuentro de los viajeros en coche en la India. Fue muy bien encontrarnos con algunos de ellos para intercambiar ideas y escuchar otros proyectos de viaje. Algunos estaban decididos a embarcar sus coches hacia Malaysia o Singapure pagando 1000 o 2000 euros, y después Australia (para continuar con América o Europa, pues no se pueden vender vehículos extranjeros en Australia); otros simplemente tenían previsto viajar unos cuantos años más entre la India y Nepal (6 meses en cada país); y muy pocos pensaban hacer como nosotros, dejar el coche al Nepal para viajar una temporada por el Sureste asiático sin vehículo.
Cuando llegamos a la playa de Agonda, teníamos intención de quedarnos una semana, o máximo dos, para relajarnos en este idílico lugar. De todas maneras, algunos viajeros ya nos habían avisado de que la playa de Agonda era traidora, pues siempre dices que te marcharás en breve y nunca te marchas. Y efectivamente, sólo había pasado media semana y ya empecé a hacerme la idea de descansar una temporada más larga, unas seis semanas (el máximo, para no tener demasiados problemas con el coche en India), antes de seguir con el viaje. Le planteé a Alexandra de hacer unas buenas vacaciones con nuestro viaje y naturalmente aceptó.
Desde el inicio del viaje por Europa y después África y Oriente Medio, me ha gustado hablar mucho con la gente e intercambiar ideas, sobre los problemas del mundo y su región, pero también sobre sus religiones y filosofías. A lo largo de estos tres años de viaje mis creencias han ido evolucionando, acabando madurando en convicciones. Hacía tiempo que pensaba escribir un libro planteando mis ideas y convicciones una vez finalizado el viaje, cuando tuviera recopilada mucha más información. Sin embargo, unas semanas antes de llegar a Agonda, empecé a sentir que había llegado la hora de empezar a escribirlas, en forma de novela (en catalán) y no de ensayo. Cuando llegamos a Agonda, ya llevaba unas cuantas páginas escritas, las cuales tenía intención de multiplicar en número a lo largo de las siguientes semanas. Y efectivamente, he estado dedicando una media de 8 o 10 horas escribiendo, dejando escritas al final de estas seis semanas un centenar de páginas o el equivalente al 80% de todo el trabajo. A partir de ahora, los siguientes meses seguiré con la escritura a ratos libres, con la intención de intentar publicar la novela al volver a Europa (si hay suerte con las editoriales).
De todas maneras, aparte de las 8 o 10 horas de escritura, también han sobrado muchas horas para disfrutar de este paraíso donde nos encontrábamos. Cada mañana nos despertábamos con el ruido de las olas del mar. Un par de horas más tarde llegaba un hombre que vendía pastas y galletas para desayunar. Yo acostumbraba a desayunar a dentro de la autocaravana, leyendo en el ordenador, mientras Alexandra lo hacía en la hamaca que habíamos comprado y colgado entre dos palmeras. Bastantes días nadamos en el mar, jugando con las olas con un colchón de plástico o nadando hasta una roca próxima. Muchos días salíamos a pasear por la playa hasta un restaurante donde servían tali (un plato muy típico y económico de India), o nos encontrábamos con algunos amigos que había por el pueblo. Cada tarde había una preciosa puesta de sol, que acostumbrábamos a contemplar estirados o sentados en la hamaca. Alguna noche nos reuníamos para cenar o tomar algunas cervezas con otros viajeros. Y por la noche nos dormíamos bajo la luz de la luna y disfrutando del fresco el viento de mar, que soplaba a todas horas. Sólo había un inconveniente en este paraíso, los indios que llegaban al fin de semana con autobuses, cargados de cerveza y con la música a todo volumen, que rompían la tranquilidad que habíamos disfrutado entre semana.




Gokak (ver en mapa)

22/02/2009:
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Nuestra siguiente destinación después de las seis semanas de relax en Goa es Hampi, pero de camino nos hemos propuesto de visitar otros puntos de interés. En cualquier caso, antes de nada nos detuvimos en Panaji, la capital de Goa, donde me habían enviado unos nuevos documentos para el coche. Después empezamos a enfilar la carena montañosa que separa el estado de Goa de Karnataca, mientras yo intentaba animar la triplemente decepcionada Alexandra. Alexandra estaba triste por abandonar la tranquila playa de Agonda que habíamos disfrutado durante 6 semanas. Pero mucho más triste estaba por la posibilidad que ha surgido de vender la autocaravana en India por un buen precio, aunque esta opción puede ser remota por la dificultad de hacer los papeles. Finalmente, a Alexandra le desagradaba la siguiente visita que tenía planeada, una ONG que opera en un pueblecito perdido en las polvorientas planicies del estado de Karnataca.
Hoy por la mañana he llamado a AR Patil antes de entrar en la autopista y hemos quedado más tarde en un punto determinado, desde donde nos ha guiado por pequeñas carreteras medio asfaltadas y de tierra hasta la ONG Birds que su padre creó a 1980. Patil nos explicó que Birds está financiada principalmente por los diferentes gobiernos de la India y por diversas ONGs internacionales, entre ellas UNESCO Japón y la Fundación Bill and Melinda Gates. Entre sus actividades está la educación técnica a granjeros y elemental a niños de las áreas rurales. También tenían un interesante proyecto de clasificación de plantas medicinales, y otros de prevención sida, microfinanciación ... Después de visitar una interesante granja de gusanos de seda, Patil me comentó que querrían recibir voluntarios extranjeros para ayudarles en las tareas de educación (elemental, técnica, informática...). (Me dio la sensación que los voluntarios serán muy bien tratados, por lo tanto os animo a contactar a Patil si estáis interesados a ser voluntarios en la India: ar.patil2[arroba]gmail.com).
Entre visita y visita, Patil me explicó que la revolución verde de 1996, que introdujo híbridos, obligó a utilizar muchos fertilizantes que han convertido la tierra demasiado alcalina y contaminada, por eso, el gobierno indio está potenciando la agricultura ecológica, aunque no suficientemente. También explicó que en 1970 el gobierno promulgó una ley según la cual dio la propiedad de la tierra a quien la trabajaba, finalizando los grandes latifundios existentes hasta entonces. Por este motivo, en la región no hay demasiadas diferencias entre castas en cuestión de poseer la tierra, aun que los Brahmanes (la casta más alta), acostumbran a tener tierras mucho más extensas y buenas gracias a sus ardides y engaños. De hecho, Patil no mostraba mucha simpatía con los Brahmanes, de quien comentaba que fueron los creadores del sistema de castas, debilitando a la sociedad y permitiendo la expansión del Islam por la India. En cualquier caso, también explicó que las diferencias entre las castas se van extinguiendo en la India, las escuelas son mixtas, todo el mundo es amigo de todo el mundo... Únicamente se mantienen las bodas entre miembros de la misma casta, una tradición imposible de extinguir por el momento.




Hampi (ver en mapa)

26/02/2009:
India,+Hampi India,+Hampi India,+Hampi India,+Hampi India,+Hampi
India,+Hampi India,+Hampi India,+Hampi India,+Hampi India,+Badami India,+Badami+caves
India,+Badami+caves     


Desde Gokak, el camino hacia Hampi transcurría a través de diferentes carreteras rurales que hacían muy interesante el viaje, a pesar del calor. Estamos a finales de febrero y en Europa todavía no se ha terminado el frío invierno, pero aquí, en el centro de la India es uno de los meses más calurosos, porque poco más tarde llega el monzón y lo refresca todo. Por este motivo fue interesante visitar las frescas cuevas de Badami, unos templos excavados en las rocas, con bonitos relieves, excavadas entre los siglos cuarto y octavo. A pesar de todo, Alexandra se quedó en el coche, porque decía que estaba cansada de India y no quería visitar más monumentos. Por la tarde nos dirigimos a otra atracción turística: los templos de Pattadakal. Estaba decidido a visitarlos, a pesar de los 4euros que costaba la entrada, pero Alexandra me recordó que muchas atracciones durante el viaje no las había visitado debido a este precio y que nuestro presupuesto era ajustado. Ha sido un simple comentario que me ha desanimado, junto con el calor y la pobre descripción de los templos en la guía. Así pues, después de tomar un refresco, nos hemos vuelto a enfilar en el coche y nos hemos dirigido hacia Hampi, un lugar mucho más interesante.
Hampi es un pequeño pueblo que posee las increíbles ruinas de Vijayanagar, la antigua capital de uno de los imperios hindúes mayores de la historia, dominando todo el sur de la India desde el siglo cuarto hasta el dieciséis. Durante la misma época, el sultanato musulmán de Bahmani dominaba todo el norte de la India, enfrentándose continuamente con el imperio de Vijayanagar. Las batallas fueron sangrantes y llenas de atrocidades por ambas partes. En 1336, el emperador capturó una ciudad musulmana y mató absolutamente a todos los habitantes. En respuesta, el sultán prometió que no descansaría hasta matar a 100.000 hindúes. Pero sus previsiones se superaron en creces, llegando a matar medio millón de infieles en las siguientes campañas. Afortunadamente para el imperio de Vijayanagar, el sultanato de Bahmani se desintegró en 1482, y la expansión y riqueza del imperio creció considerablemente. Pero más tarde, el imperio también sufrió diversas rebeliones que lo dividieron, al mismo tiempo que los sultanatos del norte creaban una alianza. En 1565 la coalición musulmana atacó al ejército hindú a la batalla de Talikota, con una completa victoria para los musulmanes que a continuación devastaron la capital de Hampi, poblada por 500.000 personas.
Llegamos a Hampi antes de ayer al mediodía. Aparcamos en el otro lado del río, a la sobra de un árbol en el aparcamiento de un hotel. Poco más tarde, cruzamos el río con una barca y empezamos a pasear por el pequeño pueblo, instalado entre algunas ruinas, que sobrevive principalmente gracias al turismo. Pero el calor del mediodía era demasiado intenso y tuvimos que refugiarnos en un bar hasta media tarde, para poder visitar después un gran templo próximo y los bazares que antiguamente ocupaban unos portales, construidos con bloques de piedra maciza colocadas horizontalmente sobre otras columnas de roca. Ayer, mientras Alexandra se quedaba en el hotel descansando, yo hice más esfuerzo y alquilé una bicicleta para recorrer las dispersiones ruinas, entre las que destacan diversos templos impresionantes y un recinto real con algunos interesantes edificios en pie.
Hoy por la mañana, cuando nos disponíamos a reanudar la marcha hacia el norte, Alexandra ha abierto el congelador de la autocaravana y ha hecho un grito de terror y ha seguido chillando como una histérica. Su cara estaba blanca y tenía el pelo de punta (esta era su impresión). Yo he abierto el congelador, he mirado brevemente y aterrado he vuelto a cerrar la puerta de golpe. En Goa, un grupo de hormigas había conseguido subir a la autocaravana y había hecho uno o varios nidos. Alertados por la invasión, en Goa habíamos vaciado toda la autocaravana, la rociamos con spray tóxico y la limpiamos con agua a presión por fuera y por debajo. A pesar de todo, un grupo de hormigas consiguió sobrevivir e hizo un nuevo nido en algún rincón desconocido. Estas primeras batallas contra las hormigas ya me han hecho recordar las matanzas descritas entre el sultanato de Bahmani y el imperio de Vijayanagar, pero hoy, la carnicería ha sido más abominable. Al salir de Goa y volver al calor, el hábitat de las hormigas seguramente cambió y esta noche han decidido mover su ciudad hacia el congelador, que sólo encendemos ocasionalmente. Cuando he mirado el congelador después del ataque de histeria del Alexandra, éste estaba lleno de pequeñas hormigas que trabajaban para instalarse en este nuevo hábitat más fresco. Seguramente no tenemos derecho a matar estos animalitos (así opinan los pacíficos Jainistas), pero la religión y tradiciones de las hormigas son diferentes a las nuestras y nos incomodan. Así pues, Alexandra ha tomado un spray de limpiar cristales y ha rociado completamente el congelador matando a miles de hormigas que no tenían escapatoria. Hemos hecho una gran matanza, arrasando una gran ciudad, a pesar de todo no creo que hayamos acabado con su civilización y en el futuro nos tendremos que volver a enfrentar por el control de la autocaravana.





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