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Diario Este es el diario de Jan. Si queréis recibir este diario semanalmente por correo electrónico, escribid vuestro mail en el formulario de contacto.
‹ Anterior (27/03/2011) MES Siguiente (2011-05-26)› ‹ Anterior (2011-03-28 - Guatemala) PAIS Siguiente (2011-05-11 - Costa Rica)› Nicaragua Granada (ver en mapa) 30/04/2011: En Granada hacía mucho más calor que en Leon, por el contrario, Granada era una ciudad mucho más bonita, quizá porque es una de las ciudades coloniales más antiguas en América, fundada en 1524. A pesar de su atractivo, Granada tampoco se podía comparar a la ciudad de Antigua en Guatemala. Los edificios no estaban tan bien cuidados y además -según me hizo notar Alexandra- no había indígenas en Nicaragua, faltándole el atractivo cultural que tenía Guatemala. A pesar de todo, pasamos unos buenos días en Granada, paseando por sus callejuelas y plazas con la cámara colgada al lado, sin tomar las mismas precauciones que en Guatemala, porque casi todo el mundo nos había confirmado que había muy pocos casos de violencia en Nicaragua. Siempre salíamos a partir de las cuatro de la tarde, cuando el sol dejaba de calentar verticalmente el cerebro. La gente nos decía que el calor era normal, porque estábamos al final de la época seca o verano, según llamaban ellos, aunque esta estación coincida con el invierno en Europa. Por suerte los últimos días se nubló y llovió alguna noche, refrescando ligeramente el ambiente, al menos en comparación a los días anteriores. En Granada nos encontramos con los franceses Arno y Fabianne, con quien habíamos coincidido en San Cristobal de las Casas en México. Compartimos un par de tardes con ellos y al segundo día me dejé convencer para hacer una excursión con ellos, hasta un mirador de la volcánica laguna de Apoyo. Allí decidimos caminar hasta abajo y bañarnos, descendiendo por un camino polvoriento que nos costó mucho más de bajar de lo que pensábamos. Prevenidos por los guardas del mirador, también tomamos algunos palos por si nos encontrábamos con algunos bandidos que nos quisieran robar las cámaras, pero no pasó nada y finalmente llegamos al lago donde nadamos un poco. Fue una buena excursión, valió la pena, pero quedé tan exhausto que me convencí de no volver a hacer otra excursión hasta que la temperatura no disminuyera un poco más. En Granada tampoco conversé con casi ningún nica (nicaragüense), aunque la gente que nos encontrábamos por la calle se mostraba simpática. Seguramente, Nicaragua estaba recibiendo demasiado turismo, en comparación a 20 años atrás, y la gente estaba menos interesada a interactuar con extranjeros. En cualquier caso, tuvimos algunas agradables conversaciones con unas cuantos expatriados que había en el hostal, algunos de los cuales estaban pensando de quedarse a vivir en Nicaragua, porque la vida era muy económica. Uno de ellos era un chico de Taiwán, que trabajaba de traductor chino y japonés; a pesar de todo quería estudiar español, porque el japonés era un idioma demasiado cerrado pues, por ejemplo, en japonés no se utiliza el verbo ¨te quiero ¨, y en vez se utilizan frases del tipo ¨me gustaría que cocinaras para mí toda la vida¨. Al preguntarle qué idioma era más difícil de aprender respondió que el español, porque no entendía el género de las palabras, ni el futuro, presente y pasado de los verbos... unas normas lingüísticas muy diferentes del chino. También fue interesante conversar con un americano, quien estaba buscado por la justicia americana para que testificara en un caso de tráfico de armas, pero él no quería testificar y se estaba planteando de vivir para siempre en Nicaragua, a pesar del gobierno americano lo estuviera presionando congelándole todas sus cuentas bancarias. De camino hacia Rivas, el paisaje de llanuras cultivadas extendiéndose entre colinas salvajes me hizo recordar más mi estancia hacía 20 años atrás en Nicaragua, cuando había sido alojado en varias cooperativas agrícolas. Incluso, recordé que una de las cooperativas agrícolas se encontraba en Potosí, por donde pasó el autobús, desde donde se disfrutaba de la misma maravillosa vista del volcán de la isla de Ometepe, elevándose por encima las plantaciones de bananeros, unos pocos de los cuales planté 20 años atrás. Mientras el autobús seguía avanzando, mi memoria afloraba las fantásticas experiencias que viví, las cuales arralaron en mí, provocándome el deseo de descubrir el mundo que finalmente me convirtió en un viajero cuando tuve la oportunidad. De Rivas, cogimos un barco hacia la isla de Ometepe, cruzando un enfurecido lago de Nicaragua. Comenté al capitán que el lago estaba muy movido pero éste me dijo que no, que a veces estaba mucho peor, que incluso había volcado algún barco, aunque la causa principal hubiera sido la mala distribución de su carga. Pregunté si los tiburones del lago estaban en peligro de extinción, porque había recordado que lo estaban 20 años atrás, pero el capitán me dijo que no, aunque también habían prohibido su pesca. A continuación me explicó que los tiburones del lago no suelen atacar a las personas, pero que un tío suyo fue mordido en el muslo hace años por un tiburón, mientras pescaba. Después leí que los tiburones del lago Nicaragua en realidad son tiburones del Caribe que suben a contracorriente por el río san Juan, y que se han reportado casos de tiburones vistos en el lago y 7 o 11 días más tarde vistos en el mar, a la inversa . En Ometepe fuimos alojados por un chico de Couchsurfing que regentaba un hostal. Nos dejó dormir gratuitamente los dos primeros días y a cambio nos estuvimos 4 días más pagando. Mientras pasaban los días en la isla, me volví a dar cuenta que Nicaragua se había vuelto muy cristiana. Durante el fin de semana hicieron un par de conciertos de rock religioso en la plaza del pueblo de Moyogalpa, y el lunes a las 7 de la mañana un coche recorrió todo el pueblo pidiendo a la gente que se arrepintiera de sus pecados. Incluso me sorprendió que, en los carteles preelectorales de los sandinistas se definieran como cristianos antes de que socialistas. ¿Por qué Nicaragua había vuelto tan religiosa? ¿La pasión por el socialismo ya no arrastraba masas? ¿La gente había perdido la fe en la justicia social promovida por el hombre y ya sólo confiaba en la justicia divina? Seguramente la iglesia católica y los predicadores venidos de los Estados Unidos habían hecho un buen trabajo, al igual que ha sucedido en todo latino América. Alexandra disfrutó con Ometepe, una isla con dos volcanes: Era tranquila, verde, aunque también demasiado calurosa. Desde el allí compramos el billete de avión de Panamá a Colombia (no hay carretera entre los dos países) y contactamos a gente de Costa Rica y Panamá que nos pudiera alojar antes de nuestra partida a Sudamérica. También hicimos un par de excursiones cortas a Punta Jesús María y al mirador del diablo, pero en ningún momento se nos ocurrió subir a uno de los dos volcanes de la isla, una locura teniendo en cuenta el calor que hacía. En cambio, un valenciano que se alojaba en el mismo hostal hizo todas las excursiones posibles, aunque acabara bien fatigado. El valenciano viajaba en moto, sin mapas, así se veía obligado a preguntar a la gente y acababa haciendo muchos amigos. El valenciano tenía una pasión con su viaje similar a la que yo tenía al principio de mi viaje y, evidentemente me pregunté qué estaba pasando, ¿ya no me apasionaba viajar? En hablé con Alexandra y entre los dos nos convencimos de que Sudamérica sería una nueva región que nos atraería mucho más que Centroamérica y que nuestra pasión por viajar se volvería a incrementar. San José (ver en mapa) 11/05/2011: El sábado por la noche me estiré en la cama, junto a Alexandra, y me empecé a revolver sin poder dormir. Hacía un día que habíamos llegado a Costa Rica y que habíamos sido alojados por dos chicos y una chica muy hospitalarios y simpáticos. A pesar de todo, habían vuelto a aparecer dudas en mi mente. No podía dejar de preguntarme si no era ya hora de abandonar el viaje y volver a casa. No era la primera vez que tenía estos pensamientos, pero con anterioridad siempre me había convencido de que sólo faltaba otro año de aventuras. Sólo nos faltaba recorrer el continente sudamericano antes de finalizar el proyecto inicial de conocer las diversas culturas del mundo durante seis años. Ya habíamos recorrido buena parte de Europa, África, Oriente Medio, Asia y América del Norte y Central; viviendo intensos momentos, haciendo amigos inolvidables, descubriendo tradiciones fascinantes, visitando parajes cautivadores... Y sólo nos faltaba otro año. En realidad, a ambos (Alexandra y a mí) nos hacía ilusión visitar Sudamérica, sabíamos que el continente nos maravillaría, pero al mismo tiempo nos sentíamos muy cansados. Durante los primeros años de viaje no habíamos tenido este problema, pero ya hacía semanas o quizás meses que nos agotaba cambiar cada pocos días de destino, dormir en camas diferentes, a veces en habitaciones inconfortables y sin intimidad. Seguíamos descubriendo lugares encantadores, pero a mí me costaba más dejarme seducir por su magia. Seguíamos conociendo a gente muy interesante, pero yo estaba menos ansioso para absorber sus conocimientos. Sólo nos faltaba un año y éste era precisamente el problema. Prácticamente desde el principio del viaje por América, Alexandra y yo habíamos mantenido una parte de nuestro pensamiento anclado en casa, haciendo planes para nuestro retorno. Faltaba relativamente poco tiempo para volver y no podíamos dejar los planes de futuro para el último momento. Alexandra quería vender productos comprados en India y yo quería escribir libros, un proyecto que ya tenía incluso antes de empezar el viaje. Estábamos demasiado ilusionados con el regreso y a menudo tenía que refrenar a Alexandra que, por ejemplo, se ponía a imaginar maneras sobre cómo podríamos decorar el piso que actualmente tenemos alquilado. También había otro problema. Después de publicar el libro de aventuras de África había comenzado a escribir un libro que inicialmente tenía intención de empezar a escribir una vez llegáramos a Cataluña. De tanto imaginar el futuro me había adelantado a los planes. Será un libro de filosofía que me apasiona, titulado ´Cómo vivir feliz sin libre albedrío´, el primer libro de una serie que planeo escribir. El libro me había mantenido encerrado muchas horas en varias habitaciones de hotel, consultando en Internet, leyendo y escribiendo. Sin embargo, me forzaba a salir a descubrir las diferentes ciudades donde estuviéramos. Pero el libro seguía ocupando buena parte de mi mente, haciéndome perder el interés por las conversaciones con otros viajeros o amigos locales y los lugares visitados, los cuales ya sólo me resultaban atractivos para fotografiar. Inevitablemente me preguntaba, si mi sueño era convertirse en un escritor, ¿qué sentido tenía finalizar el viaje? Durante los primeros años, el viaje me había aportado un conocimiento muy valioso para mi deseada carrera, pero recientemente había dejado de absorber información. Me sentía preparado para empezar a escribir algunas de mis conclusiones. Sólo nos faltaba un año de viaje, pero ya hacía tiempo que había decidido no considerar un fracaso la finalización anticipada de aquel largo proyecto. Tenía muy claro que debía de seguir el camino que me hiciera más feliz, pero ¿cuál era? Daba vueltas y más vueltas en la cama pensando la respuesta adecuada, despertando a Alexandra que a menudo gritaba que dejara de moverme. Llegué a la conclusión de que sería más feliz volviendo a casa. Pero también pensé que podía posponer mi decisión hasta después de llegar a Colombia, donde teníamos billete de avión en dos semanas desde Panamá. Con todo, si en Colombia tenía que tomar la misma decisión, quizá no era necesario esperar tanto. Tenía ganas de comentar mis dudas a Alexandra y discutirlo entre los dos, pero no lo podía hacer. Sabía que, si abría la posibilidad de volver a casa anticipadamente, Alexandra no me dejaría cerrar tan fácilmente esta puerta. Di otra vuelta en la cama y Alexandra se volvió a quejar. Dudando alcé la voz: ´Alex, te tengo que comentar algo´. ´Calla y déjame dormir´. Pensé ´ella se lo pierde´ y seguí pensando un rato más que tenía que hacer. Imaginé como sería nuestra vuelta y la imagen fue bastante positiva. Volví a despertar a Alexandra ´Tengo que decirte algo´. ´Calla´. ´Estoy pensando de volver a casa pronto´. Ésto la despertó enseguida: ´¿Cuándo?´ Me preguntó. ´Pronto, lo antes posible, ¿qué opinas?´ No hacía falta que se lo preguntara, Alexandra se puso muy contenta: ´Sí, volvemos a casa. Más adelante podremos volver a América y terminar esta parte del viaje´. Alexandra tenía razón. Tampoco era necesario dar por terminado el viaje, más adelante, quizás dentro de unos años, podríamos volver a Sudamérica y visitar todos sus países que de seguro nos cautivarían. Mientras descansaremos e iniciaremos otros proyectos que de momento nos aportarán más felicidad. Gracias por seguir nuestro viaje. En un futuro volveréis a saber de nosotros. Un abrazo para todos!
Cuando conocí a Jan nunca pensé que este proyecto podría llevarse a cabo en tanto tiempo, pero me uní a él y tuve los mejores años de mi vida. Hemos vivido experiencias increíbles que contar para toda la vida. Aprendí mucho sobre el mundo y sobre mí misma. Pero el viaje no es todo lo que somos y sentimos que necesitamos empezar hacer otras cosas en nuestras vidas y tener más perspectivas. Los últimos meses han sido bastante agradables, el viaje resultó mucho más fácil, pero al mismo tiempo el peso de todos los años de viaje, 5 más exactamente, pesaban profundamente sobre nuestras espaldas que nos cansaba cada vez que teníamos que cambiar de un lugar a otro, cada vez que teníamos que decir adiós a los buenos amigos de la carretera, cada vez que teníamos que cruzar una nueva frontera. Pensamos que era hora de volver, pero nos mantuvimos en silencio por muchos meses admirando las nuevas culturas y lugares que se desarrollaban a través de nuestros ojos. Manteníamos un gran silencio entre nosotros sobre el tema de volver a casa porque Jan sabía que yo quería y lo necesitaba, pero poco a poco él empezó a sentir lo mismo. El proyecto Globetour no está en su final, vamos a seguir de una manera diferente, con nuevos caminos, contribuyendo a nuevos proyectos y seguro viajaremos de nuevo en algún momento. Nuestras vidas cambiaron gracias a este viaje, hemos encontrado tantos buenos amigos y el viaje nos ha dibujado nuestro futuro. Gracias a todos y esperamos que podemos verlos de nuevo en Cataluña, nuestra casa, o en algún lugar de Europa. |
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