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Diario

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China



Chengdu (ver en mapa)

30/07/2009:
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Después de habernos despedido hace unos cuatro de nuestros inseparables amigos de viaje, nos hemos vuelto a encontrar con ellos: David, Maria y los padres de David, José y Mariam que volvían a viajar con ellos por una temporada. David y Maria habían seguido su viaje por el norte de la India, Karakorum y oeste de China, mientras nosotros veníamos del sur visitando Indochina. Ellos se habían ofrecido para esperarnos en Xian, pero al final decidimos esperarlos nosotros y aprovechar de visitar juntos la montaña de Emei el siguiente día de su llegada. El primer día de reencuentro lo dedicamos a pasear por Chengdu, mientras nos explicábamos todas las anécdotas de viaje que hemos ido acumulando los últimos meses. Fue un buen día, climáticamente también, porque por primera vez desde que hemos llegado a Chengdu las nubes se abrieron y observamos el cielo azul.
Desgraciadamente, al día siguiente volvía a estar nublado. Aun así compramos un billete de autobús hacia Emei y a continuación otro hasta una de las entradas en la montaña de Emei. Nos habían explicado que desde allí podíamos coger un teleférico sin pagar la entrada a la montaña (13euros), pero descubrimos tarde la manera de hacerlo y tuvimos que pagar la entrada. De todas maneras, todos excepto los padres de David pagamos la mitad, como estudiantes, aunque yo no tenía ningún documento para mostrar y acabé mostrando el DNI de David, haciéndome pasar por él y por estudiante. Pasada esta pequeña aventura, subimos al teleférico hasta el monasterio de Wannian (1020 m) desde donde empezamos a andar un pequeño sendero asfaltado y empedrado con centenares o miles de escaleras que enfilaba la montaña, entre un atronador ruido de cigarras, un bosque espeso y verde y una neblina que no nos dejaba ver más allá de 100 o 200 metros. A pesar de todo, después del agotador esfuerzo para ascender 900 metros hasta el monasterio de Huayan (1914 m) tuvimos el premio de poder observar el pico del Color Dorado entre las nubes. Pero este premio duró poco, por que el día siguiente por la mañana, después de dormir en una habitación húmeda del monasterio nos encontramos que lloviznaba, y así siguió a medida que seguíamos ascendiendo por el camino de escaleras. Y fue la lluvia la que quizás nos despistó, pues en vez de desviarnos a la izquierda para descender por otra carena de la montaña más con un paisaje más interesante, seguimos subiendo arriba y arriba, hasta que fue demasiado tarde volver atrás. Así pues decidimos seguir ascendiendo hasta llegar al pie del segundo teleférico (2540 m) hasta la cima (3077 m), pero el tiempo estaba tan malo que después de hacer un té descendimos en autobús hacia Emei, ante la imposibilidad de no ver nada entre la niebla. En Emei encontramos un hotel medio decente donde nos relajamos hasta el día siguiente por la mañana que volvimos hacia Chendu, mientras nuestros amigos visitaban el gran buda de Leshan.
Durante estas muchas horas compartidas en la montaña estubimos comentando sobre las impresiones que nos estaban provocando los chinos, en general muy amables y ocasionalmente simpáticos, pero muy ruidosos y poco amigables, prefiriendo relacionarse o socializar entre ellos. De todas maneras, la impresión era mucho mejor a la recibida por diversos viajeros, que no nos habían hablado demasiado bien de China o de los chinos. De todas maneras, los viajeros que peor nos habían hablado eran los que habían estado trabajando en China, explicándonos que los chinos eran odiosos por sus ganas de conseguir de sus trabajadores hasta la última gota de sudor. Por otro lado, también comentamos nuestra sorpresa de encontrarnos con un país muy caro, incluyendo los productos made in China pero sobre todo en los transportes, hoteles y entradas a atracciones turísticas, precios que también pagan los chinos sin quejarse. Finalmente, también reímos mucho comentando sobre los gestos en China, los cuales son completamente diferentes a occidente. Por ejemplo, el gesto de fumar (con dos dedos en la boca) en China significa comer; o el gesto de tomar el té a China se parece al gesto de ... (con el puño cerrado alejándose y acercándose a la boca). Esta diferencia de gestos puede ser frustrante, cuando por ejemplo no te entienden al pedir la cuenta en un restaurante, haciendo el gesto de escribir al aire. Pero todavía resulta más frustrante la diferencia de gestos para indicar números, los cuales son iguales hasta el número 4, pero que son diferentes para cantidades mayores (por ejemplo, el 10 se hace cruzando dos dedos, uno de cada mano; o el 7 se hace poniendo la mano en forma de pistola) de manera que al pedir un precio es casi imposible entenderse con gestos, hasta que cogen una calculadora.
Cuando al mediodía hemos llegado a casa de You, su madre nos ha abierto la puerta sin casi mirarnos. La imposibilidad de comunicarnos en inglés nos ha preocupado, pero más tarde, cuando ha llegado You nos ha explicado el problema. Por la mañana, su madre había recibido una llamada de la policía preguntando porque estaban alojando a tantos extranjeros, preguntando quiénes eran, porque no se registraban en un hotel, pidiendo todos los datos de su hija... En resumidas cuentas, la madre de You se ha bien asustado y ya ha decidido no alojar a nadie más. Es una lástima, que algunos gobiernos y la policía estén en contra de la amistad entre culturas, pues eso mismo pasó con Ullas, el chico de Queta en Pakistán, que desde que fue visitado por la policía secreta dejó de alojar a gente de Couchsufing.




Xian (ver en mapa)

03/08/2009:
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Después de despedirnos con tristeza por enèsima vez de nuestros amigos (a los cuales seguramente no volveremos a ver hasta América), cogimos un tren hacia Xian. El tren de noche de categoría económica nos sorprendió por su pulcritud y modernidad, nada a ver con todos los trenes con los cuales habíamos viajado anteriormente. Además, el tren iba tan fino que hasta el día siguiente por la mañana no me di cuenta de que el tren estaba yendo con una dirección diferente a la que me había imaginado. Así pues, llegamos el viernes por la mañana bien descansados en Xian, donde nos encontramos con otra sorpresa de otro cariz. Xian es la ciudad China más cara visitada hasta el momento, donde es imposible encontrar dos camas en una habitación compartida por menos de 8 euros. Finalmente nos acomodamos en una pequeña habitación con cuatro literas, donde encontramos Iñigo, un vasco que también se quejaba de los precios de los hoteles de Xian y de los costes de viajar por la China en general. En este sentido, Iñigo nos comentó que en alguna ocasión había intentado dormir en hoteles económicos (donde van los chinos de clase media baja), pero la policía lo había hecho marchar porque el hotel no contaba con permiso para alojar turistas.
Iñigo llevaba dos años viajando, los últimos meses en compañía de una viajera filipina. A pesar de tener un espíritu y aspecto muy joven, Iñigo acababa de cumplir 40 años (tres más que yo), manifestando que la mejor manera de conservarse joven era viajando, por la felicidad que aporta y el poco estrés. Aun así, Iñigo también estaba descubriendo que viajar también puede ser estresante, en su caso debido a unos cobros incorrectos en su tarjeta de crédito que no podía retornar por encontrarse lejos de casa. A pesar de todo, Iñigo ya se estaba planteando qué opciones tenía para seguir viajando el resto de su vida, aunque la falta de ingresos era un factor que le preocupaba y limitaba. Fue esta pasión por viajar y por la fotografía que nos permitió conectar muy bien, aunque no hicimos demasiadas actividades en común por la diferencia de horarios que teníamos (puedo perder la cabeza si pido a Alexandra de despertarnos antes de las 8) y la manera de viajar (ellos preferían andar 2 km antes de coger un bus local de 0,1€). Así pues, visité las principales atracciones turísticas de Xian, algunas solo y las otras en compañía de Alexandra. De todas maneras, antes me compré un nuevo objetivo gran angular para mi cámara de fotos, porque a pesar de los elevados precios de China, los productos electrónicos pueden ser un 20 o 50% más económicos que en Europa; y también la ropa, por eso también me he comprado dos pantalones tejanos, porque ya hace casi tres años que viajo con los mismos pantalones y ya se empiezan a romper.
La mayor atracción de Xian son los guerreros de terracota que hemos visitado hoy, un ejercido de 6000 guerreros que tenían que proteger al primer emperador Qin en la vida después de la muerte, enterrados durante más de 2000 años hasta que fueron descubiertos casualmente en 1974 por unos campesinos que cavaban un pozo para obtener agua. Los guerreros de terracota son la tercera gran atracción de China, después de la gran Muralla y la Ciudad Prohibida, pero a mí me han defraudado un poco, o más bien me ha defraudado la ciudad en general, porque antiguamente Xian rivalizó con Roma y Constantinoble por el título de la ciudad más grande e influyente, pero actualmente no queda demasiado de éste antiguo esplendor, aparte de las portentosas murallas del siglo catorce de 12 km que rodean una ciudad moderna. Del mismo siglo, también se alzan entre los modernos edificios la torre de la campana que marcaba la entrada al día y la torre del tambor que marcaba la entrada a la oscuridad. En un barrio musulmán de casas un poco más antiguas visité una mezquita de estilo completamente chino, a excepción de la sala de plegaria, que está totalmente rodeada de grandes retablos de madera con todo el Corán grabado en lengua árabe. Y ya fuera de las murallas, también tuvimos ocasión de visitar un interesante templo taoísta, con los fieles adorando de forma similar a los budistas a las estatuas de barbas y bigotes finos y alargados.




Lanzhou (ver en mapa)

06/08/2009:
Lanzhou se encuentra unas 7 horas en tren más en el oeste de Xian, en un valle con un paisaje muy diferente, por su aridez, el cual esta favorecido por la altitud (1600 m) y su proximidad a la meseta de Tíbet. Fue gracias a esta diferencia de clima que pudimos observar por primera vez en China el cielo azul durante dos días seguidos, aunque también llovió. A pesar de todo no aprovechamos demasiado el buen tiempo, pues aparte de perder un par de horas buscando un hotel que tuviera una habitación libre y de andar por la ciudad buscando algún restaurante decente, no visitamos nada. El motivo principal fue la aproximación de la fecha de extinción del visado de la China y las complicaciones que supone llegar a Nepal cruzando la región Autónoma de Tíbet (así lo llaman en China, aunque no creo que sea demasiada autónoma). Es imposible entrar en Tíbet si no es con agencia de viajes, y los precios pueden ser astronómicos (teníamos ofertas de 1000 o 1500 euros), aunque éstas pueden ser bastantes más económicas si formas a un grupo de 3 o 4 personas. Estuve bastantes horas conectado a Internet analizando ofertas de agencias y buscando otra gente con quien compartir el viaje. Al final encontré una pareja que se marchaban hacia Tíbet en pocos días con un tour bastante económico, pero para poder unirnos a ellos, antes necesitábamos extender el visado de China, un trámite que pensábamos hacer a Xining.


Xining (ver en mapa)

11/08/2009:
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En Xining hemos tenido mucha suerte de ser alojados por Amy, una simpática chica de Alaska que está trabajando de profesora de inglés en la ciudad. Amy nos explicó que estaba encantada con la ciudad, por su ambiente relajado y por su mezcla de culturas: xina, tibetana y musulmana. Pero no sólo eso, en Xining Amy ha encontrado muy fácil de hacer amistades, y así tuvimos ocasión de comprobar, por que Amy y una amiga suya fueron invitadas a cenar por unos amigos de un amigo (pero desconocidos) y de rebote, nosotros nos añadimos. Los chicos eran un tibetano y un rico musulmán que nos condujeron hasta un lujoso hotel donde tenían una habitación de comedor reservada para nosotros. Allí empezaron a abrir cervezas y a servirnos, mientras pedían diversas "exquisiteces" de comer: tendones de yak, piel de cara de vaca, espalda de antílope, musgo frito ... De todas maneras, el principal problema no eran los ingredientes principales, sino la cantidad de chili que tenían. Después de la cena, los chicos nos llevaron a una discoteca, con una música y ambiente muy interesante y occidental, aunque para estar tenías que alquilar una mesa. En cualquier caso, eso no fue ningún problema, porque nuestros anfitriones se encargaron de reservar una y de comprarnos todas las cervezas que quisiéramos.
Aquella noche fue muy divertida, pero sinceramente, aunque las otras han sido mucho más tranquilas, no han estado menos interesantes, conversando con Amy, con sus amigos y con otros invitados de couchsurfing. En una de estas conversaciones, después de declararse cristiana, Amy se mostró disgustada con el budismo tibetano, pues muchos monjes viven con lujo y riqueza gracias a las donaciones de los fieles. En cualquier caso, Amy también admitió que todas las religiones se alimentan y crecen gracias a las donaciones de los fieles, incluyendo cualquier rama o secta cristiana. Por otro lado, Amy también encontró algunas horas para pasear con nosotros por la ciudad, entre los muchos campos de deporte y por los interesantes mercados, que vendían todo tipo de productos en unas paradas muy limpias y ordenadas.
Paralelamente al encuentro con Amy, en Xining seguimos bastante estresados buscando la manera de llegar a Nepal cruzando Tíbet, pues, tan buen punto llegamos a Xining, fuimos a la policía para extender nuestros visados y la policía nos denegó esta posibilidad porque Alexandra no tenía páginas en blanco en el pasaporte (a pesar de tener un nuevo pasaporte). De todas maneras, tuvimos mucha suerte de encontrarnos casualmente con una japonesa que viajaba sola y que también tenía prisas para llegar a Nepal, pues el visado de la China también le caducaba. Los tres fuimos a una agencia de viajes que nos ofreció un buen precio (340€/persona, incluyendo tren, guía y transporte) para un tour de 9 días, que podíamos iniciar el miércoles una vez arreglados todos los permisos.





Tibet

Lhasa (ver en mapa)

13/08/2009:
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Con el fin de abaratar el viaje hacia Tíbet unos 40€ por persona, los tres decidimos de coger un billete de tren de asiento duro en vez de literas. Recordábamos la experiencia del Norte de Vietnam, donde un asiento duro de tren significaba un asiento de madera y nos temíamos que el viaje de 24 horas hacía Tíbet sería terrible. Aun así tuvimos mucha suerte, porque más de la mitad de los asientos (bastante confortables) estaban desocupados, y Alexandra pudo ocupar tres asientos en línea donde tenderse y yo dos. En cualquier caso, no sólo nos dedicamos a acomodarnos, también estuvimos admirando el paisaje desde la ventana, el cual era impresionante. Durante estas 24 horas, el tren hacia Tíbet recorrió unos 2000 km de territorio casi completamente deshabitado, sin bosques y al principio muy árido, con diversas dunas de arena que parecían amenazar de cubrir la línea de tren.
El día siguiente por la mañana, unos altavoces en el tren se encargaron de explicarnos que los últimos 1150 km de vía de tren fueron inaugurados en julio del 2006 (más tarde de nuestro inicio de viaje). Por otro lado, debido a la altitud de la línea (durante casi 1000 km, la línea transcurre a una altura superior a los 4000 m), ésta posee diversos récords, como el paso más elevado (5072 m) y el túnel de tren más elevado (4905 m). De todas maneras, los altavoces se recrearon mucho más explicando que ningun trabajador murió por mal de altura durante la construcción de la línea, porque se priorizó mucho en su salud. Y también insistieron que el tren llevó felicidad y riqueza a la gente de Tíbet, una afirmación difícil de contrastar, aunque a buen seguro el tren ha llevado multitud de turistas, algo improbable si Tíbet se hubiera mantenido independiente, el cual probablemente habría seguido siendo un país hermético similar a Butan. En cualquier caso, muy posiblemente la región de Tíbet se enriquecerá en el futuro (quizás a costa de perder la cultura milenaria), pues el gobierno chino tiene intención de extender la línea de tren hasta el Nepal y también hasta India (por el Sikim) convirtiendo al Tíbet en un importante nexo de comercio y comunicación.
Una vez desvelado por los altavoces, volví a plantar la cara en la ventana, observando las ondulaciones del plató tibetano, todo cubierto de hierba muy baja, por donde pacían los Yaks con el pelo largo. Llegando a Lhasa empezamos a ver algunas montañas nevadas y ante estas pequeños grupos de casas tibetanas, con el tejado plano, coloridas banderolas de plegarias ondeando arriba del todo, y grandes ventanas (extraño en un país donde hace tanto frío). Por otro lado, también era interesante desenganchar ocasionalmente la cara de la ventana y observar a los pasajeros del tren, mayoritariamente chinos y tibetanos, los cuales se podía diferenciar por sus vestidos y fisonomía, aunque era mucho más fácil identificar a los Tibetanos por sus caras de felicidad al llegar en Lhasa, señalándonos en la lejanía, el Potala enfilado en una colina.



14/08/2009:
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Tíbet es la primera vez en todo nuestro viaje que hemos sido obligados a contratar una agencia de viajes y a ir con guía. En cualquier caso, las primeras horas fueron excelentes, pues el guía (llamado Tom) nos recibió con unos trapos blancos que nos colgó en el cuello, y después de llevarnos a un hotel relativamente económico nos guió en taxi hasta el monasterio de Sera, en el Norte de Lhasa. Al igual que la gran mayoría de monasterios en Tíbet, el monasterio de Sera ha vivido una gran reducción de la población monástica desde "la liberación de Tíbet" por parte de China, en concreto, de los 5000 monjes que había, sólo quedan algunos centenares. De todas maneras, estos todavía mantienen una gran actividad, con animados debates que los confrontan en diario y que nosotros tuvimos oportunidad de presenciar. Según pudimos observar, los monjes se agrupan en grupos de tres o cuatro en un patio, con uno de ellos gesticulando con mucho énfasis diversas preguntas que los otros monjes sentados tienen que responder.
Después de la visita al monasterio de Sera, tuvimos unas horas libres que dedicamos a visitar las callejuelas llenas de paraditas en torno al hotel. Lhasa está a una altura de 3600 metros y, aunque en Tíbet pasaremos por diversos puertos de montaña de 5000 metros, enseguida nos notamos cansados, resoplando cuando tenemos que subir los dos pisos del hotel. De todas maneras, tranquilamente pudimos pasear por el barrio el cual estaba muy custodiado y vigilado: en cada rincón había cámaras de vigilancia, en muchas esquinas había policía instalada durante todo el día, y desfilando por las callejuelas había otros grupos de cuatro policías: uno con un arma, otro con un extintor, otro con una maleta plateada y uno último sin función. Por otro lado, no sólo la policía disminuía la magia de encontrarnos en Lhasa, pues la ciudad no parecía demasiado tibetana, con casas de diversos pisos, muchos comercios chinos e incluso una mezquita, de donde pudimos observar a decenas de musulmanes saliendo con la coronilla cubierta. Evidentemente, la política china de ofrecer incentivos a cualquier chino que quisiera emigrar a Tíbet estaba dando resultado, convirtiendo a los Tibetanos en una minoría en su propio territorio.
Hoy por la mañana, hemos visitado el templo de Jokhang, la estructura religiosa más sagrada de Tíbet, la cual se encuentra en el centro de Lhasa. Al llegar al templo bien temprano por la mañana, ya había centenares de peregrinos haciendo cola para entrar, en cualquier caso, nosotros hemos tenido que pagar la entrada de 7€ que como mínimo nos da derecho a colarnos. El templo estaba compuesto por una gran sala central donde parecían reunirse los monjes, y multitudes de capillas por donde iban circulando los peregrinos, en el mismo sentido que las agujas del reloj, vertiendo grasa de Yak líquida (la mantienen caliente en termo) en las linternas y ofreciendo billetes de valor equivalente a 1 céntimo de euro a las múltiples estatuas de Dioses, budas e imágenes de Lamas. Tantos Dioses y budas diferentes había representados y tanta devoción mostraban los fieles, que inevitablemente no he podido evitar relacionar el budismo tibetano con al hinduismo. De hecho, visitando este templo me ha sorprendido que el budismo tibetano sea tan seguido, a pesar de fuera prohibido durante muchos años y a pesar de que la actual religión tenga un líder espiritual que tiene su nombre e imagen prohibida en Tíbet. Me ha dado la sensación que la gente necesita creer y que seguirá creyendo independientemente de la situación política de sus países. Por otro lado, en lo alto de unas escaleras que resbalaban por la grasa de Yak, también he podido observar centenares de libros envueltos y guardados en estantes y también algunos monjes que los leen con mucho cuidado, pues las hojas de los libros no están ligadas entre sí, por lo tanto, al acabar de leer una la tienen que amontonar con las leídas vigilando mucho que no se desordenen.
Durante la visita del templo de Jokhang, yo me he desenganchado bastante del guía Tom, pues aparte de hablar un inglés muy deficiente, parecía más interesado en mostrar que era guía a las chicas locales que a mostrarnos las maravillas de Tíbet. En realidad, Tom parece detestar su trabajo y continuamente nos quiere mostrar las atracciones a velocidad de guepardo. Aun así, Alexandra lo ha seguido un poco y, observando que en el monasterio había diversas imágenes del 5o y 7o Dalai Lama, Alexandra le ha preguntado: ¿"hay ningún Dalai Lama vivo en la actualidad?" a lo que guía ha respondido con la lección china aprendida: "No, no hay ninguno vivo." En cualquier caso, quien ha sufrido más las deficiencias del guía ha sido la japonesa Yuri (nuestra compañera de tour), pues ella ha decidido pagar la entrada de 10€ para visitar el Potala por dentro, mientras nosotros admirábamos la antigua y majestuosa residencia del Dalai Lama por fuera. En menos de 40 minutos, Yuri y el guía ya nos estaban esperando en la otra punta del Potala, habiendo visitado el palacio mucho más fugazmente que los 50 minutos que el gobierno chino tiene asignados por visita.
En cualquier caso, el problema principal no lo hemos tenido con el guía, sino con la agencia de Lhasa, pues nos querían hacer pagar unos 40€ más porque teníamos intención de salir de Lhasa mañana, un día antes de le previsto. En cualquier caso, teníamos que salir un día antes para llegar con tiempo a Shigatse, donde podíamos extender nuestro visado cuatro días extra, para disfrutar de todo el tour contratado. En cualquier caso, no era completamente seguro de que podríamos extender el visado, porque Alexandra no tenía más páginas en blanco en el pasaporte. Así pues, al final decidimos pagar los 40€ a cambio de que la agencia se comprometiera por escrito a devolvernos casa 180€ al grupo si no podíamos extender el visado y nos veíamos obligados a reducir el tour en tres días.




Shigatse (ver en mapa)

17/08/2009:
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El sábado salimos bien temprano de Lhasa, con un todo-terreno que nos tendría que llevar hasta la frontera de Nepal en seis días. De todas maneras, la primera parada la hicimos muy pronto, en el monasterio de Deprung, a las afueras de Lhasa, otro monasterio similar a Sera, pero que llegó a albergar la mayor cantidad de monjes del budismo Tibetano: 10.000 antes de la invasión China en 1951, quedando actualmente sólo 800. La grandeza del monasterio y la gran cantidad de pequeñas capillas y laberínticos templos, requerían una visita tranquila, por eso ya me empecé a enojar cuando el guía mostró signos de desagrado cuando yo me quedé atrás mientras él se adelantaba con Alexandra. Al cabo de media hora de visita apasionante, Tom me llamó al teléfono móvil para preguntarme dónde estaba y para presionarme de ir más rápido. Yo le chillé que no me llamara más y que me dejara visitar tranquilamente el monasterio. Pero al cabo de otra hora hizo llamar a Alexandra para que me dijera que había una limitación de tiempo en la visita. Esta mentira me enfadó enormemente y cuando acabé la visita (habiéndome perdido algunas partes de templo) me dispuse a exigir un cambio de actitud al guía (o de intentar cambiar de guía). Yuri, escarmentada por la visita del Potala también estuvo de acuerdo, y Alexandra no tanto, pues estaba enfadada conmigo porque yo la había chillado por teléfono. Así pues, aun bien encendido por tener un guía que no me dejaba disfrutar suficientemente de Tíbet, me dirigí a él (estaba comiendo en un restaurante con el conductor) y empecé a decirle que estaba muy enfadado con él, pero antes de que pudiera decir nada más, él se rebotó y me dijo que también estaba muy enfadado conmigo, y que no quería ser guía nuestro si no acatábamos sus exigencias. En este momento me giré y sin decir nada más, me senté bajo la sombra de un árbol, dónde completamente indignado llamé a la agencia de Xining explicándoles exaltado que era imposible continuar con el mismo guía y que si seguíamos durando seis días más podía suceder algún problema muy grave. La Agencia de Xining me dijo que hablaría con la agencia de Lhasa y que me volvería a llamar, sorprendiéndome su eficiencia, porque al cabo de 20 minutos recibí una llamada de Xining comentándonos que podíamos volver a Lhasa donde nos estaba esperando a un nuevo guía. Tom no dijo nada en todo el camino, ni tampoco en la agencia de Lhasa, dónde el gerente nos presentó a un nuevo guía introvertido, comentando: "Éste es el nuevo guía, examinadlo". Pero después de comprobar que hablaba mejor inglés que Tom comenté, “no es necesario examinarlo, por la cara ya se ve que es buena persona y que no tendremos problemas con él".
El nuevo guía se llamaba Toto (en realidad tenía otro nombre tibetano, pero éste era más fácil de recordar), y más tarde, durante el viaje hacía las montañas a las afueras de Lhasa, nos comentó que tenía 30 años y que de los 8 a los 24 años había estado viviendo en un monasterio Tibetano, perdiendo cualquier relación anterior con sus padres o familia. Sin explicar porque abandonó la vida de monje, nos explicó que actualmente es profesor de tibetano, porque hay mucha gente en Tíbet que no sabe leer o escribir su lengua, y porque muchas escuelas de Tíbet tampoco enseñan esta lengua. Por otro lado, aunque Toto no esté casado, parece que éste sea uno de sus objetivos, porque durante todo el viaje no paró de flirtear con todas las chicas de los restaurantes y hoteles.
Uno de los primeros signos que nos convencieron del buen acierto al cambiar de guía, fue cuando llegamos al cuello de Kamba-la (4794 m), desde el cual se podía observar el lago de Yamdrok-tso, y nos comentó: "Si paramos aquí os cobrarán 4€ por persona, es mejor parar más adelante". Nos alegramos con esta propuesta, pues por la mañana, la anterior guía, Tom, nos había insistido que tendríamos que pagar 4€ para observar el lago de Yamdrok. En cualquier caso, el guía pidió al conductor detenernos al cabo de medio kilómetro, donde pudimos bajar para hacer fotos y admirar el increíble azul turquesa de las aguas del lago. El lago de Yamdrok es uno de los cuatro lagos sagrados de Tíbet, donde viven vengativas deidades, aunque éstas no parecen haberse vengado todavía de los chinos, los cuales han tenido la osadía de perforar la montaña para robar agua para generar electricidad (la mayor central de Tíbet).
Después de detenernos diversas veces para hacer fotos de diferentes perspectivas del fotogénico lago, la carretera empezó a subir hasta el cuello de Karo-la (5045 m), donde volvimos a detenernos para hacer diversas fotos de un gran glaciar de donde nacían multitud de cascadas que resonaban por todo el valle. Y ya finalmente, después de cruzar una gran planicie a más de 4000 m y un lago artificial, llegamos al pueblo de Gyantse, dominado por una antigua fortaleza o dzong enclavada en una colina de roca. En cualquier caso, la principal atracción de Gyantse, que visitamos al siguiente día, es el monasterio de Pelkor Chode, con una gran sala de asambleas, en torno a la cual había numerosas capillas ricamente adornadas con pinturas, estatuas y bibliotecas. Y mucho más increíble todavía era el edificio del lado nombrado Kumbum, de estructura circular y de seis plantas que se iban empequeñeciendo con la altura, las cuales albergaban en su interior hasta 70 capillas, cada una adornada con diferentes estatuas representando una mínima parte de la infinidad de dioses y budas de la religión Tibetana. Al acabar la visita, nuestro guía Toto nos propuso de empezar a hacer camino hacia Shigatse, donde podríamos extender nuestro visado, a pesar de todo, conseguimos arrancarle media hora de tiempo libre que dedicamos un antiguo barrio tibetano al lado del monasterio, con una calle principal con las vacas estacadas en los portales, y unas casas con tejados llanos donde ondeaban plegarias de colores y donde apilaban losas de mierda de vaca que tendrían que servir de combustible para el invierno. Más tarde, Toto me explicó que los tejados planos de las casas tibetanas se aíslan del agua de la lluvia gracias a la utilización de ceniza en su construcción.
Antes de llegar a Shigatse, Toto hizo parar al conductor en un molino de agua que molía un grano desconocido, y más tarde nos detuvimos en un pueblo enfangado, donde había el monasterio de Shalu, famoso por los míticos monjes voladores. Pero en vez de eso nos encontramos con un monasterio en obras que no pudimos visitar, aunque en vez de eso, fuimos invitados por unos monjes muy simpáticos a tomar té, un té con leche mucho más grasiento que los anteriores tomados (en Tíbet es típico poner grasa de Yak en el té).
Pasado el mediodía llegamos a Shigatse, la segunda ciudad mayor de Tíbet, la cual contiene el gran monasterio de Tashihulpo, con muchos edificios de estilo chino, los cuales albergaban el Pachen Lama, el segundo Lama en importancia (después del Dalai Lama) y tradicionalmente bien relacionado con el gobierno chino. Al ser domingo y al no ser posible extender nuestros visados, tuvimos la tarde libre, la cual dediqué a andar la Kora que daba toda la vuelta al monasterio por la montaña, un camino lleno de molinillos de plegarias, banderolas y calaveras de Yak grabadas con plegarias. A pesar de la lluvia que amenazaba en todo momento, el caminito era circulado en el sentido de las agujas del reloj por diversos peregrinos tibetanos que recitaban sus plegarias y hacían girar sus pequeños molinillos portátiles.
Mientras andaba por la Kora, pensé que es curioso que durante la revolución cultural china se destruyeran multitud de templos y monasterios en Tíbet y en cambio desde hace unos años, el gobierno chino está reconstruyendo gran parte de los destrozos, dejándolos como si nunca hubieran sufrido ningún daño, todo para potenciar el turismo. Por ejemplo, en Shigatse, los chinos acaban de reconstruir un palacio o dzong que había quedado en ruinas durante la revuelta popular de 1959, el mismo año de la huida a India del 14º Dalai Lama, nueve años después de "la liberación" de Tíbet en manos del ejército chino. Nuestro guía se mostró un poco escéptico o burlesco con el nuevo edificio, calificándolo de chino y no mencionando su pasado como dzong. De todas maneras, la reconstrucción de templos y monasterios no se inició para favorecer el turismo, después de la muerte de Mao y de la revolución cultural china (la cual deploraba cualquier manifestación religiosa), el gobierno chino se dio cuenta de que no podía seguir oprimiendo la religión, pues para tener el pueblo contento tenía que proporcionarle su "opio". Así pues, desde los ochenta, muchos monasterios reabrieron, muchos artefactos religiosos fueron devueltos desde China y muchos otros fueron construidos de nuevo para suplir los destruidos. Y en cierta manera, ha sido esta acelerada reconstrucción, la que permite visitar Tíbet como si nada malo hubiera sucedido, aunque las cicatrices todavía deben estar presentes detrás de las paredes repintadas.
Hoy por la mañana, Alexandra estaba bien nerviosa, pues temía que no le podrían extender el visado por falta de páginas, de todas maneras, nuestro guía Toto fue muy insistente y persuasivo con la policía, y hacia al mediodía nos comentó sonriendo que nos extenderían el visado a los dos, en el caso de Alexandra utilizando su nuevo pasaporte. De todas maneras, nos tendríamos que esperar por la tarde para recoger el pasaporte e inevitablemente pasar otra noche en Shigatse. Por otro lado, hasta hoy, nuestra compañera de viaje japonesa no había hablado casi nada sobre su vida, y no ha sido hasta que ha mostrado su pasaporte a la policía que nos hemos dado cuenta de que era una viajera auténtica que había visitado muchos países, abriendo oportunidades para nuevas conversaciones.
Mientras esperábamos que nos alargaran el visado, he decidido subir hasta la cima de una montaña detrás del templo de Tashihulpo donde ondeaban muchas coloridas banderas de plegarias. Bueno, en realidad, una vez he finalizado la costosa ascensión, me he sorprendido de las toneladas de banderolas que había ondeando y que había amontonadas al suelo formando confortables colchones. De hecho, he tenido una gran suerte que hubiera banderolas por todas partes, porque a media bajada me ha venido una urgencia muy urgente y al acabar me he podido limpiar el culo con un par de plegarias. Seguramente he cometido la herejía más hereje, en cualquier caso los budistas tibetanos también podrían estar contentos que sus banderolas tengan una aplicación práctica, aparte de la indemostrable espiritual.




Nepal Border (ver en mapa)

20/08/2009:
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Habiendo extendido nuestros visados y contentos de poder disfrutar de tres días más de Tíbet, el martes por la mañana nos marchamos de Shigatse, recorriendo un gran valle dirección al paso de Tropu-la (4950 m) y deteniéndonos más tarde en el pequeño pueblo de Sakya, el cual conservaba el alma tibetana más pura de todos los pueblos visitados. Apartado de la carretera principal y asentado en un fértil valle, Sakya poseía un portentoso monasterio rodeado por unas altísimas y largas murallas de estructura cuadrada. En cualquier caso, nosotros dejamos de lado el monasterio de Sakya para visitar el antiguo barrio tibetano al otro lado del río que, con las casas pintadas de negro y con ocasionales franjas rojas y blancas verticales, se elevaba por una polvorienta pendiente hasta un pequeño monasterio de color rojo, unas estopas de color blanco y las ruinas de otro gran monasterio. Caminando por la salvaje montaña dirección a un monasterio mediano que se observaba a la derecha, nos cruzamos con diversos tibetanos, la mayoría con la cara muy roja, como nosotros, debido a la poca protección de la atmósfera en contra de los rayos solares. Por otro lado, las mujeres tibetanas en general llevan una trenza enrollada alrededor de la cabeza, vistiendo con colores oscuros y un delantal o manto de coloridas franjas en frente.
Justo antes de llegar al monasterio mediano de la montaña, nos encontramos con una familia que amablemente nos ofreció sentarnos con ellos a pesar de no hablar una palabra en común. Después, ellos siguieron el peregrinaje hacia el monasterio, mientras el hombre me sugirió seguirlo amablemente. El hombre me hizo dar la vuelta al monasterio en sentido de las agujas del reloj, mientras me hacía imitar sus rituales, restregando diferentes partes del cuerpo en diversas piedras. Al terminar el recorrido, me encontré a Alexandra en la entrada del monasterio, quien me avisó que el monasterio era de mujeres y que me abstuviera de hacer fotos. Yo seguí al hombre a dentro del monasterio, quien fue vertiendo grasa de Yak en las linternas y dejando algunos billetes de 0,1Y en algunas estatuas, mientras hacía comentarios graciosos a las monjas, las cuales reían tímidamente. Después, una monja me hizo sentarme a su lado, mientras el hombre exclamó alarmado que me levantase enseguida. Pero las monjas, chicas jóvenes con la cabeza rapada y cubiertas con túnicas rojas, le dijeron que no había ningún problema. Entonces, mientras me quedaba solo con ellas, me intentaron dar conversación, aunque el lenguaje no dio para mucho. Finalmente me propusieron hacerles fotos, mientras cantaban y tocaban diversos instrumentos, y me despedí de ellas después de que me escribieran el teléfono del monasterio en un papel.
En Sakya pasamos la noche en una habitación de hotel de peregrinos, con las sábanas muy sucias, que además no disponía de ducha (increíblemente, ningún hotel de los siguientes tres días tenía duchas) y tenía unos lavabos terribles (similares a toda la China, pero peor). Al día siguiente, a pesar de haber dormido 8 horas me desperté más exhausto que los anteriores días, aun así nos pusimos en marcha dirección a Tingri. De camino nos detuvimos en el cuello de Gyatso-la (5220 m) donde hacía tanto frío, que enseguida nos convencimos de la buena decisión de no ir a Everest Base Camp (de la misma altitud). De hecho, hacía días que habíamos tomado la decisión de no ir, ahorrándonos pagar 40€ por persona, un precio que no ofrecía garantías de poder observar el Everest (Julio y agosto son los meses más lluviosos en Tíbet) a una distancia de 30 km (inexplicablemente, el campo base no se encuentra en la base del Everest, sino a unos 25 km de su base).
Durante la parada en el cuello de Gyatso-la, no pude evitar que el frío me penetrara hasta los huesos y durante el camino hasta Tingri noté cómo mi cuerpo temblaba mientras la fiebre me iba subiendo. Justo antes de entrar en el pueblo de Tingri pudimos observar la espectacular cordillera del Himalaya en el fondo, con el Everest elevándose a la izquierda. Tan bonita era la escena que me propuse de curarme al mismo día, y después de pasarme tres horas sudando en la cama del hotel y de tomarme un paracetamol, me desperté con energías suficientes para subir con Alex hasta la colina de detrás del pueblo de Tingri para volver a observar la sucesión de montañas nevadas más altas del mundo. Y delante de estas montañas no dejaba de sorprender la inmensa llanura que se extendía algún centenar de kilómetros en todas direcciones a una altitud de 4500 metros.
Al día siguiente, después de volver a observar la fantástica vista del Himalaya, hemos empezado a hacer camino hacia la frontera de Nepal, cómo siempre flanqueados por cables de electricidad o teléfono paralelos a la carretera, que normalmente estropeaban las fotos de las mejores vistas. Por otro lado, a medida que nos acercábamos a Nepal y cruzábamos los cuellos de La Lung-la (5124m) y Tong-la (5120m) empezamos a observar muchas ruinas, de unas antiguas invasiones nepalesas del 1788 y 1891, las cuales fueron repelidas por un ejército chino asistido por tropas tibetanas. En cualquier caso, bajando por el valle del río Sun Kosi se me hizo difícil imaginar cómo el ejército Nepalés pudo subir por éste estrecho, profundo y abrupto valle. El verde valle medio ocultado por nieblas y nubes ofrecía un paisaje completamente diferente al resto de Tíbet, pero no menos espectacular. Por otro lado, también me resultó extraño que la frontera estuviera situada en medio del valle, sin signos geográficos de mención importante, aparte de una pequeña cascada de que ofrecía una línea divisoria. En la frontera había un pueblo sin ningún tipo de atractivo, donde tuvimos que pasar la noche, ya que llegamos tarde debido a unas obras en la carretera. Fue nuestra última noche en Tíbet alimentada por los bonitos recuerdos de este país, a pesar de que nuestra mirada tenía la vista puesta en Nepal, en nuestro coche y en la vuelta hacia Europa.





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