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Pakistan



Lahore (ver en mapa)

04/09/2008:
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Durante el camino hacía Lahore, la autocaravana cumplió el registro de 100.000km recorridos por el mundo y para obsequiarla por este hito, decidí adornarla como los camiones pakistaníes. ¿Bueno, en realidad ya tenía pensado hacerlo antes de cumplir este hito, pero estos 100.000km no dejan de ser otro motivo, no? Tuve suerte que Alexandra hubiera vuelto de su periplo por Irán y Pakistán cambiada, pues contrariamente a lo que habría esperado de ella, también se mostró entusiasmada con la idea de pintar al coche. También fui muy afortunado de contar con David y Maria que se comprometieron a ayudarme si era necesario, y sobre todo de encontrarnos con la familia de Amina, la cual estuvo alojando a David y Maria durante unas cuatro noches. Justo al día siguiente de encontrarnos con Amina y su familia, su hermano Zulfiqar, un amante y vendedor de coches, me acompañó hasta un descampado donde pintaban autobuses. Estuvimos negociando un buen rato los precios para pintar la autocaravana, pero al final descarté la opción por su coste en dinero y tiempo (tenían que pintar toda la autocaravana para repintarla artísticamente). Entonces pensé en la otra opción decorativa sobradamente utilizada por autobuses y camiones pakistaníes: los adhesivos; y nos dirigimos a tres o cuatro puntos más de la gran ciudad hasta que al final me decidí a comprar unos cuantos adhesivos para hacer algunas pruebas enganchándolos al coche. Al día siguiente, yo y David (Alexandra y Maria fueron al bazar a comprarse unas telas para confeccionarse un vestido) empezamos a arrancar a los viejos adhesivos y plantar los nuevos adhesivos pakistaníes, empezando a darnos cuenta de que nos faltarían muchos más adhesivos y que teníamos mucho trabajo por adelante. Por la noche fui con rickshaw al bazar para comprar la segunda tanda de adhesivos y al día siguiente, los cuatro (yo, Alexandra, David y Maria) descartamos de visitar la ciudad y dedicamos todo el día a seguir arrancando viejos adhesivos y a plantar los nuevos. El siguiente día nos dimos un descanso y visitamos la ciudad y compramos todavía más adhesivos, con el fin de seguir al siguiente día con una agotadora jornada plantando adhesivos, dejando la autocaravana casi totalmente decorada. A partir de aquí nos dimos dos otros días de descanso, y hoy por la tarde finalmente hemos acabado de plantar los últimos adhesivos. Quedando una autocaravana estupenda, diferente de los camiones pakistaníes (los cuales tienen el 100% de su carrocería tapada de adhesivos y pinturas), pero excelente igualmente. ¡Ha sido un trabajo de case 100 horas (gracias David, Maria y Alex!) y poco más de 100 euros en adhesivos, un coste no excesivamente elevado para transformar una autocaravana de snob a hippie.
Aunque mi mente estuvo muy ocupada organizando y diseñando la transformación que estaba sufriendo la autocaravana, pude abstraerme suficiente para disfrutar los ratos y días que estuvimos visitando la ciudad de Lahore, la segunda ciudad mayor de Pakistán después de Karachi, con 10 millones de habitantes. La primera noche que pasamos en Lahore ya visitamos el espectáculo por excelencia, de asistencia obligatoria a Lahore: la noche sufí que se celebra cada jueves en el mausoleo de Baba Shah Jamal. Cuando llegamos a las 12 de la noche en el pequeño emplazamiento ya estaba totalmente apretado de hombres y hacía unas tres horas que tres músicos golpeaban frenéticamente sus grandes tambores con ritmos hipnóticos. Al ser extranjeros y tener dos mujeres entre nosotros, la multitud nos hizo paso y nos dejó sentar en las primeras líneas, en el suelo, delante de los músicos y en medio de diversos fumadores de marihuana y hachís. Los delirantes ritmos siguieron infatigables las siguientes horas, mezclándose entre éstos, la música de un saxofón y más tarde de un cantante que hacía repetir a todo el mundo unos versos incomprensibles para nosotros. Sin sentir el paso del tiempo, al cabo de unas dos horas, un par de hombres con bastones apartaron a la gente que ocupaba el espacio delante de los percusionistas, un área que enseguida fue invadida por diversos danzantes que movían violentamente a las cabezas de derecha a izquierda mientras entraban en algún estado de éxtasis. Yo también intenté seguir el ritmo de la misma manera, dejando que las gotas de sudor saltaran por la inercia de mi pelo alocado, pero tuve que parar, porque sentía que la sangre se acumulaba a la periferia de mi cerebro y si seguía entraría en un estado mental que no podría controlar. Hacia las tres, los percusionistas acabaron la actuación, pero la música no acabó, porque bajo del mausoleo, otros percusionistas y más danzantes siguieron con el ritmo, pero nosotros ya volvimos hacia casa.
Aparte de asistir a la fiesta sufí, visitamos durante dos días la bonita ciudad, visitando diversas mezquitas y mausoleos, entre éstas la magnífica mezquita de Badshahi, ante el gran fuerte de Lahore. Al salir de la mezquita, nos dejamos llevar por las multitudes del casco antiguo, asistiendo en una ocasión a la creación de un atasco impresionante. A pesar de la gran población de la ciudad y las calles poco anchas no parece que haya demasiado tráfico en Lahore (seguramente la proporción de familias que poseen coche es poca) aunque la mala conducción produce numerosos atascos como el presenciado: Un coche quería pasar por una calle donde sólo cabía un vehículo (por culpa de otros coches mal aparcados), pero no podía pasar porque delante suyo tenía una cola de coches en sentido contrario a que tampoco podían pasar por culpa del primero. Pero el primero, en vez de tirar atrás para dejar pasar a los otros, insistía a seguir intentando pasar hasta que otros coches llegaron detrás suyo haciendo imposible que se pudiera apartar. El atasco creado tardó más de una hora a deshacerse. Pero este tipo de atascos también pasan en las calles de doble oído (o triple), porque cuando el tráfico queda ligeramente retenido, unos cuantos coches empiezan a adelantar la fila libre, ocupando el carril contrario. Pero en el otro sentido pasa el mismo, de manera que de repente se encuentran dos filas de coches en sentido contrario, encarados y sin posibilidad de tirar adelante, atrás o apartarse. Para mí es extraño que estas sociedades islámicas tan altruistas (a nivel de hospitalidad y caridad) sean tan egoístas en la conducción. Si tuvieran un poco de paciencia, que los coches contrarios pasaran, sólo se tendrían que esperar 10 minutos, pero no quieren que nadie les pase en frente y antes de eso prefieren crear un embotellamiento de una o dos horas. Es una lástima que el Corán no dicte ninguna norma de comportamiento al volante, porque entonces, todo el mundo en los países Islámicos conduciría mucho mejor.
En cualquier caso, en Lahore tuvimos la oportunidad de encontrarnos con diversa gente, con la cual intercambiamos reflexiones más interesantes que las del tráfico. Amina nos reunió una noche con un grupo de amigos, y durante el camino hacía el restaurante Muhammad nos explicó que en el Pakistán, unos pocos terroristas ocupan las portadas de los diarios dejando en silencio la mayoría de los Paquistaníes que no tienen nada a ver con estas ideas. Al preguntar quién financia los talibanes, Muhammad respondió que el contrabando del opio (contrario al Corán), pero también algún país interesado en desestabilizar Pakistán, y otra vez surgió el nombre de USA. De todas maneras, Muhammad también me admitió que antes, todas las cosas malas que pasaban al Pakistán eran culpa de India y ahora de América (Estados Unidos). Una vez llegados al restaurante, los amigos de Amina empezaron a conversar y hacer broma sobre los matrimonios concertados, explicando uno de ellos que si no encuentra un buen partido, espera que sus padres le encuentren una buena chica, o incluso, podría comparar cuál de las dos chicas era mejor (su novia o la propuesta de sus padres). La siguiente noche fue Nabeel quien nos invitó a cenar, con quien mantuvimos otras interesantes conversaciones, y algunas comunas a la anterior noche, explicando en referencia a los matrimonios concertados, que hay muy pocos divorcios, pues las familias escogen a los mejores pretendientes a partir de perfiles psicológicos y físicos. En referencia a los talibanes, no se mostraba demasiado optimista, opinando que éstos podrían tomar el control de alguna región del Pakistán, porque los talibanes se están infiltrando cada vez más a la sociedad.
El penúltimo día en Lahore, tomamos la autocaravana casi totalmente decorada para dirigirnos en la frontera de Wagah entre Pakistán y India, donde desde 1948 (un año más tarde de la partición entre India y Pakistán) se celebra diariamente la pomposa ceremonia militar de la bajada de la bandera y el cierre de la frontera. El lado indio estaba a reventar de gente coreando vivas < India, consignas similares al lado Pakistaní, el cual estaba mucho más vacío debido al ramadán que había empezado hacía unos dos días. El ramadán se celebra en el noveno mes del calendario musulmán, durante el cual el Corán fue revelado al ángel Gabriel, quién más tarde lo transmitió al profeta Mahoma. Durante los treinta días que dura el ramadán, todos los musulmanes se abstienen de comer, beber, fumar, o practicar sexo, desde el alba hasta la puesta del sol, con el fin de enseñar a la persona paciencia, sacrificio y humildad. En Lahore parecía que el seguimiento era mayoritario, con la mayoría de tiendas y trabajos abiertos, pero con la gente intentando mantenerse quieta a la sombra para sudar lo mínimo y pasar menos sed, el principal enemigo cuando el ramadán cae en verano (el calendario musulmán es lunar y un año es más corto, por lo tanto, cada año el ramadán sucede 11 días antes según el calendario solar). Nosotros, por educación, intentábamos comer y beber a escondidas, aunque a menudo la gente nos invitaba a beber o a comer a pesar de su ayuno. Pero no todo el mundo ayunaba en Lahore, nos sorprendió observar al lado de una mezquita a unos vendedores que fumaban y bebían medio ocultados. Por otro lado, al volver de Wagah por las carreteras desiertas (cuando el sol justo se ha puesto, todo el mundo está bebiendo y comiendo) los dos únicos chicos que nos sirvieron en una gasolinera nos comentaron que eran cristianos, y después de alegrarse de que nosotros también lo fuéramos, hicieron una señal de desprecio hacia los musulmanes.
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En Lahore entrevisté a Amina la cual opinaba que el principal problema del mundo es la pobreza. Los gobiernos tendrían que facilitar más educación para solucionar la pobreza. Ella personalmente colabora en una ONG para mejorar la educación del país. El principal problema del Pakistán es la falta de energía, que afecta al trabajo y la casa (con cortes constantes). La solución sería hacer más presas, aceptar ayuda de Irán o dejar que entre inversión privada. Amina se considera feliz, porque se ha casado recientemente, tiene buenos amigos, trabajo ... aunque sería más feliz con más vacaciones. El secreto de la felicidad es estar contento con lo que tienes o tener unos objetivos que se puedan cumplir.
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Karimabat (ver en mapa)

14/09/2008:
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Los últimos días en Lahore decidí con Alexandra (a quién sorprendentemente también entusiasmó la idea) de recorrer la autopista del Karakorum, hecho que nos separaría de David y Maria, con quien pensábamos encontrarnos por Navidad en el sur de la India. Por otro lado, esta visita a las alturas nos permitiría huir del calor y cuidarnos algunas irritaciones de la piel que el sudor nos estaba provocando a los dos.
Empezamos a hacer camino hacia Islamabad con cierto temor, pues hacía menos 48 horas que los talibanes habían intentado de asesinar al presidente del país, disparándolo desde la carretera a pocos kilómetros de la capital. Además, nuestra autocaravana ahora era mucho más vistosa, aunque también esperaba que si nos cruzábamos con algún taliban nos confundiera con un camión pakistaní (bastante improbable). En cualquier caso, el principal peligro a que tuvimos que afrontar fue una tormenta de lluvia y viento de una intensidad que no habíamos presenciado desde Camerún. Por la noche llegamos a Manshera, después de haber cruzado diferentes pueblos que antiguamente habían estado dominados por Sikhs pero actualmente estaban ocupados por los Pashtuns, una tribu con un estricto código de conducta islámica que les acerca ocasionalmente a posiciones radicales o talibanas. Seguramente por este motivo, a Manshera no nos dejaron dormir aparcados en una gasolinera ni en el aparcamiento de un hotel sin vigilancia y nos sugirieron de aparcar al lado de un control policial. Al día siguiente, con el día más soleado, seguimos el viaje hacia el norte, enfilando una carretera entre terrazas de arroz y de maíz hasta un paso de 1670 m, que a pesar de la relativa poca altura, nos bien mareó y nos hizo detener una hora para hacer una siesta. Siguiendo la curvada carretera sin prisas, llegamos a media tarde a Thakot en la orilla del caudaloso río Indus, donde pensábamos subir una carreterita hasta un pequeño pueblo de montaña, pero las últimas lluvias habían causado un desprendimiento de tierra y la carretera estaba temporalmente cortada. Así pues, cansados, nos acabamos de llegar a Besham donde dormimos en el aparcamiento cerrado de un hostal.
El tercer día de viaje se podría decir que nos empezamos a adentrar en la verdadera autopista del Karakorum, recorriendo en todo momento el rápido río Indus y manteniendo el equilibrio en la pared de escarpados precipicios rocosos. Poco después de salir de Besham, el color de la roca cambió de colores agrisados a verdosos, relatando a los geólogos una interesante historia iniciada hace unos 50 millones de años. Hace 130 millones de años, el continente Indio se desenganchó del supercontinente Gondwanaland, viajando a la deriva unos 80 millones de años hasta chocar con el continente Asiático, atrapando en medio de la colisión a un grupo de islas volcánicas que tenían un color de roca más verdoso y lleno de minerales relucientes. Los macizos montañosos más altos de la tierra: el Himalaya y el Karakorum, se formaron gracias a esta colisión, la cual no se ha acabado, pues el plató Indio sigue adelantando unos 5 cm anuales hacía el continente asiático, provocando un continúo crecimiento de sus montañas (7 milímetros anuales para el K2) y numerosos terremotos (en 1974, miles de personas murieron en uno de los peores terremotos de los recientes tiempos).
A medida que la carretera ascendía, la vegetación (entre ésta la marihuana creciendo libremente al margen del asfalto) desaparecía y el terreno se iba volviendo más estéril, a excepción de pequeñas áreas verdes donde la tierra debería ser diferente y eran cultivadas extensivamente. Mientras tanto Alexandra no paraba de comentar que los habitantes del Karakorum vivían en el paraíso, como en su país, rodeados de montañas y congregados en pequeños pueblos. Por la noche dormimos en un acuartelamiento de la policía en Chilas y el día siguiente, al seguir el camino, empezamos a poder observar los grandes tesoros de la autopista del Karakorum, sus altas montañas y los petroglifitos. A partir de Chilas, en multitud de puntos próximos al río Indus se pueden observar petroglifitos, dibujos e inscripciones grabadas a grandes rocas algunos de las cuales fechan del primer siglo, representando estopas budistas e imágenes de buda. A pesar de la altitud de las montañas del área, el Karakorum era (y es) una ruta natural que conectaba China con India y el Oriente Medio, cruzándose desde los primeros siglos por caravanas comerciales que establecieron los orígenes de la ruta de la seda y que extendieron por los valles las religiones dominantes, primero el budismo y siglos más tarde el Islam, el cual engloba la totalidad de la población actual.
También, a medida que avanzábamos hacia el norte Este, algunas de las más altas montañas del Karakorum empezaron a aparecer delante de nuestros maravillados ojos. Primero fue a nuestra derecha el Nanga Parbat (8125 m), la novena montaña más alta de la tierra y conocida como la montaña asesina, porque durante la segunda guerra mundial mató hasta 31 miembros de 4 diferentes expediciones alemanas. La majestuosidad del Nanga Parbat queda magnificada por su verticalidad, una de las elevaciones más agudas de la tierra, que en sólo 27 kilómetros se lebanta 7000 metros (desde el río Indus hasta la cima). También el pico Rakaposhi (7788 m), que empezamos a observar en el norte, impresionante por su crecimiento vertical, el cual en sólo 16,5km horizontales se eleva 6000 metros (de del río Hunza hasta la cima).
Pero no todo el espectáculo fue placentero, ya que en numerosas veces, la carretera asfaltada se corrugaba o se deshacía con señales evidentes de pasadas desprendimientos de rocas, pero estos complicados pasos de la carretera no fueron lo peor, porque en un momento dado observamos una gran polvareda cayendo por una pendiente montañosa. Nos detuvimos indecisos, pero enseguida nos adelantó un camión y seguió la carretera, circulando por la nube de polvo y saliendo en el otro lado al cabo de poco rato. Así pues, más convencidos seguimos la marcha hacia la cascada de pulso que seguía cayendo, pero al meternos descubrimos horrorizados que además de polvo también caían pequeñas piedrecitas que rebotaban en el techo de la autocaravana, y atemorizados que no cayera ninguna mayor, apreté el acelerador a fondo hasta salir al otro lado de la polvareda con sólo un susto como único infortunio.
Poco más tarde de este susto, en la tarde del cuarto día, llegamos a Gilgit, la población mayor del Norte del Pakistán, la cual tenía que pertenecer a la India durante la partición de 1947, evitado por una revuelta que revocó la decisión del maharajá local. En Gilgit estuvimos dos días, la primera tarde haciendo compras por el bazar, la siguiente mañana visitando un relieve de buda esculpido en una pared rocosa en el oeste de Gilgit y extendiendo mi visa del Pakistán, por la tarde arreglando la protección del coche que vibraba y el día siguiente cambiando un tubo del aceite de la dirección asistida, el cual ya me habían arreglado en Lahore pero todavía goteaba. Sorprendentemente, después de dos horas de trabajo, el taller no me quiso cobrar nada, éramos sus invitados nos dijeron.
Por la tarde salimos de Gilgit cruzando un inseguro puente suspendido, pues el principal puente de la autopista del Karakorum había caído, y nos dirigimos hacia el norte, dejando atrás el río Indus que iba a buscar las aguas en las cimas más altas del Himalaya y adentrándonos en el valle del río Hunza, la cual nos reservaba magnificas vistas del pico Rakaposhi y de otras montañas nevadas más en al norte.
Después de pasar la noche en un aparcamiento de una escuela, al día siguiente por la mañana llegamos a Karimabad, la principal atracción turística del Karakorum, pues posee un interesante fuerte dominando una villa llena de comercios y hoteles delante de la majestuosa montaña de Ultar II. Karimabat había sido la capital del reino de Hunza, un reino que desde el siglo quince había rivalizado sangrantemente con el próximo reino de Nagyr, debido a una herencia poco satisfactoria que había dividido el anterior reino entre dos gemelos, hijos del anterior rey. De todas maneras, parece que el reino de Hunza fue más victorioso, y prueba de eso es el fuerte de Altit, más al norte y en reconstrucción, y el fuerte de Baltit que visitamos tan buen punto llegamos a Karimabad. Un guía se encargó de mostrarnos las tres plantas del fuerte, comentándonos que la estética tibetana se debía a una boda en el siglo diecisiete de un príncipe con la hija del gobernador del valle de Baltistan (más próxima al Himalaya), la cual trajó artesanos para mejorar la construcción. Gracias a estas mejoras, sorprende la planta superior, con maravillosas vistas sobre el valle desde bonitos balcones y habitaciones trabajadas con madera.
Al bajar del fuerte, Alexandra quiso entrar en cada una de las pequeñas tiendas que había en la calle principal, aunque los dependientes las abrían especialmente para ella, porque nosotros éramos casi los únicos turistas. Uno de estos dependientes nos explicó que cada vez había menos turistas, por la inestable situación del Pakistán, pero sobre todo desde el 11 de septiembre (¿de qué año? A los occidentales nos gusta celebrar aniversarios, pero acabamos recordando el día pero no el año). De todas maneras, los turistas no se tendrían que preocupar de la posible presencia de talibanes a partir de Gilgit, pues los habitantes del valle del río Hunza son musulmanes ismaelitas, una escisión de los shiitas creada por el desacuerdo sobre qué hijo tenía que suceder al sexto imán. Contrariamente a los Shiitas, los ismaïlitas han seguido con la línea sucesoria de imanes hasta el presente día, hasta Aga Kan IV, el cual vive en Ginebra, y es poseedor de una gran fortuna, la cual destina en parte a realizar diferentes proyectos sociales por la zona. Los ismaelitas tienen una fe más personal y menos reglamentada, por ello son más abiertos de mente (expresión utilizada por uno de ellos) y abiertos con las nuevas culturas. Y por ejemplo me explicaron que el ayuno durante el ramadán es una opción personal y que muchos comen y beben en casa, fuera de la vista de los que quieran ayunar.
De todas maneras, a pesar de los pocos turistas, nos hicimos amigos de los australianos Brendan y Caroline, con quien quedamos para cenar. Mientras cenábamos nos explicaron que cuando eran jóvenes (ahora tenían unos 50 o 60 años) estuvieron recurriendo durante unos 10 años, por tierra y por mar, todo el mundo. Y al explicarnos sus recuerdos sobre India y Pakistán nos comentaron que eran los dos únicos países del mundo que no habían cambiado en los últimos 30 años, con el mismo mal olor y suciedad, excepto por los teléfonos móviles. Al día siguiente hice una excursión con Brendan, Caroline y unos japoneses que nos encontramos por el camino hasta debajo el glaciar del pico Ultar II, una buena caminata a través de diversos precipicios, pues Karimabat se encuentra a unos 2500 metros y el glaciar se rompe a unos 3250 metros.
Al día siguiente seguimos nuestro recorrido río arriba, visitando antes unas bonitas mezquitas exquisitamente decoradas con madera cortada en el pueblo de Ganish, bajo Karimabad. Volvimos a hacer parada (y también noche) en el pueblo de Gulmit donde había numerosos manzanos con manzanas tan buenas como las de Rumania (según Alexandra). Así pues, mientras Alexandra robaba manzanas (en algunos casos con permiso de los propietarios), yo hice otra caminata hasta otro pueblo más arriba y las ruinas de un castillo mientras me iba cruzando con campesinos muy curiosos y simpáticos.
Y finalmente, hoy he hecho las últimas excursiones. Primero nos hemos dirigido con el coche un poco más arriba de Passu, donde en teoría teníamos de observar un gran glaciar llegando hasta la carretera, pero en vez de eso sólo hemos visto la carretera estropeada. Después he hecho una caminata desde Passu hasta un lago próximo bajo un gran glaciar que alimentaba un río (de hecho, el Karakorum es la parte de la tierra con más glaciares aparte de las regiones polares), y más tarde, una pequeña andada hasta un puente colgante sobre el río Hunza el cual era horrible de cruzar, pues sólo había una travesía de madera cada medio metro, insuficientes para impedir que los ojos clavaran la mirada en las turbias aguas de abajo.




Rawalpindi (ver en mapa)

18/09/2008:
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Salimos de Karimabad tarde pero con prisas, pues Alexandra había decidido extender su visado a Gilgit, no fuera que nos quedáramos cortos de días. Íbamos con tiempo para llegar antes de las dos, la hora que las oficinas de la policía cerraban, pero en cuentas de la pequeña carretera por la cual habíamos pasado al salir de Gilgit, seguimos por la carretera principal, pero al cabo de unos quince kilómetros, sin ningún tipo de indicación, nos encontramos que la carretera se acababa en un puente caído. Entonces entendimos porque nos habían desviado por la pequeña carretera al salir de Gilgit, y aunque habíamos despotricado de esta carreterita, tuvimos que volver atrás unos quince kilómetros para tomarla. Y de la misma manera que la anterior vez, tuvimos que cruzar un puente colgante que acoquinaba un poco, porque con el peso de la autocaravana se deformaba bastante.
Con todo, llegamos tarde y decidimos de quedarnos hasta el día siguiente, mientras yo aprovechaba la tarde para enganchar los casi últimos adhesivos en la autocaravana. El siguiente día llegamos a las diez a las oficinas de la policía, pero tal como nos temíamos, nos fueron haciendo volver cada hora porque el responsable todavía no había llegado, hasta la una, qué Alexandra pudo recoger el pasaporte con la extensión de visado. Salimos ya comidos y con ganas de hacer kilómetros dirección en el sur, pero los imprevistos todavía no se habían acabado.
Una hora después de salir de Gilgit nos encontramos una fila de camiones y coches parados en carretera, en un punto en que ésta recortaba un precipicio rocoso por la mitad. Paramos detrás de la cola y salí a preguntar porque estaban parados, pero nadie presente parecía hablar inglés, así pues, seguí andando unos cincuenta metros por la carretera hasta una curva desde la cual pude observar la causa de la retención: una gran roca de unos 4 o 5 metros de diámetro se había desprendido de la montaña bloqueando la carretera junto con muchas otras rocas de medidas considerables. Cuando llegué ya debería hacer unos 20 minutos que la piedra había caído, y ya había un grupo de hombres intentando apartar piedras de uno o dos metros de diámetro para vaciar un corredor entre la pared y la gran roca, pero al comprobar que no podrían mover una gran piedra del medio, decidieron empezar a amontonar piedras para crear un abrupto camino por sobre la gran piedra horizontal y por el lado de la roca de 4 o 5 metros. Al cabo de poco rato una moto pasó desequilibrándose cada medio metro, después lo probó un tractor, quedándose con el remolque atascado, pero alzándolo a peso entre diversas personas éste pudo seguir. Y de la misma manera lo siguieron intentando todo-terrenos, los cuales acostumbraban a rascar un lado con la roca grande, e incluso turismos, los cuales acostumbraban a quedar pendolando sobre la roca horizontal rascando consecuentemente los bajos. Una hora y media más tarde, llegó una gran excavadora con la intención de echar abajo la gran roca, pero ésta ganó el pulso a la máquina y tuvieron que ir a avisar a los chinos de que trabajaban carretera más arriba para dinamitarla. Mientras tanto, los todo-terrenos, coches, tractores, minibuses y pequeños camiones de ambos lados se siguieron peleando para decidir quién se encallaba primero sobre las rocas y después salía gracias a la fuerza bruta de los voluntarios. Y naturalmente, entre la gente que miraban arriba que no cayeran más piedras, y el resto que deambulaba de un lado a otro, se produjeron los primeros atascos de coches causados por la impaciencia de los conductores que si veían un agujero libre se metían, sin pensar que los coches en sentido contrario no tendrían espacio para pasar. Y finalmente, al cabo de unas dos horas y media, llegaron los chinos con una gran taladradora y los explosivos, y como por arte de magia, los coches y la gente se fueron apartando de los alrededores de la roca hasta dejar unos 50 metros a lado y lado desiertos, momento que aprovecharon los técnicos para detonar las 3 cargas colocadas, pero éstas no fueron suficientes porque la excavadora pudiera con la tozuda roca, y los chinos tuvieron que introducir dos explosivos más en la roca para que ésta se desmenuzara considerablemente. Contento porque en breve saldríamos del embotellado, esperé que la excavadora empezara a apartar las rocas de medida más manejables, pero sorprendentemente la excavadora no se puso en marcha. En la oscuridad, pregunté a unos hombres que había fumando qué pasaba y donde era la gente, y me dijeron que el conductor de la excavadora y el resto de la gente estaban comiendo, pues ya se habían acabado las horas de ayuno del ramadán. Así pues, tuvimos que esperar unos quince minutos que la excavadora se pusiera en marcha y otra media hora que sacara las rocas suficientes para liberar un carril, momento en que todos los motores se encendieron para seguir velozmente con el trayecto previsto. Eran las ocho y, entre cláxones, nosotros también nos añadimos al desfile hasta el siguiente pueblo, donde aparcamos en una especie de almacén que tenían momentáneamente las puertas del patio abiertas.
Al día siguiente nos despertamos temprano para seguir el viaje siguiendo las aguas del río Indus. Hicimos bastante vía y sólo al final de la tarde, llegando a Besham, tuvimos algún pequeño susto, cuando, en medio de una tormenta de agua, en dos ocasiones diferentes, rebotaron sobre el asfalto a menos de dos metros delante nuestro una piedra de la medida de un puño. Por suerte no cayó ninguna sobre nuestra autocaravana y pudimos llegar sin ninguna incidencia a Beshan, donde hemos pasado la noche.
Y hoy también hemos hecho bastante vía, llegando casi a Islamabat, aunque por la mañana hemos destinado unas cuatro horas para visitar el valle de Alai, donde no pudimos ir cuando subíamos por culpa de un derrumbamiento. La estrecha carreterita hacia Alai sube un kilómetro vertical desde Thakot (próxima a Beshan), obsequiando en todo momento con maravillosas vistas sobre el valle del río Indus, del cual se pueden observar unos 20 kilómetros de una tirada desde la cima de un cuello. Desde el cuello he hecho una pequeña andada hasta una montaña que disfrutaba de todavía mejores vistas, pero desde allí he observado que en una colina un poco más abajo, el espectáculo ya sería insuperable y he empezado a descender un caminito. Pero un chico desde arriba me ha avisado de que el camino era peligroso (sólo sabía decir la palabra problema). He vuelto a subir, pero como no me ofrecía ninguna alternativa que no fuera deshacer todo el camino hecho para tomar otro abajo, he vuelto a bajar un trozo de caminito. Pero los gritos de "problema, problema" me han hecho detener de nuevo y mirar atrás. Entonces, haciendo gestos para intentar hacerse entender, ha representado la postura de estar disparando. Entonces he entendido y he preguntado "¿taliban?" , y el chico, contento de haberse hecho entender ha exclamado: ¡"sí, taliban!, mientras me señalaba una casa de abajo por donde pasaba el caminito. Y naturalmente he vuelto atrás y me he decidido de no hacer la foto de concurso, a cambio de no arriesgarme a recibir alguna bala en la cabeza.



20/09/2008:
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Rawalpindi es una ciudad más antigua, importante y grande que la próxima Islamabat, aunque ésta última sea más conocida por ser la nueva capital de Pakistan, construida a partir de 1960. De todas maneras, pocos monumentos de interés quedan en Rawalpindi, debido a su turbulenta historia, propiciada por su situación estratégica. En cualquier caso, no vinimos a Rawalpindi para visitar la ciudad, sino para ver cómo decoraban los camiones pakistaníes y escribir un artículo que me habían pedido sobre este tema. De todas maneras, cuándo llegamos al centro de Rawalpindi nos comentaron que era viernes y que todos los talleres estarían cerrados. Así pues, fuimos a buscar un tranquilo lugar donde aparcar próximo al centro comercial por donde paseamos un rato.
Después de dos semanas sin pisar ninguna gran ciudad, decidimos salir a cenar, pero al salir del coche hacia las 7 de la tarde Alexandra se alarmó por la posible explosión de una bomba o la imposición del estado de sitio, pues junto con el ruido de alguna sirena lejana, las calles estaban casi totalmente desiertas de coches y personas. Pero al llegar al restaurante (un fastfood americano), éste estaba lleno a reventar y enseguida entendimos que era la hora en que acababa el ayuno del ramadán y todo el mundo estaba cerrado en casa o en los restaurantes. Y mientras cenábamos en una mesa en medio de familias alegres por seguir a rajatabla su tradición religiosa, fué el mejor momento para aprender de Alexandra el significado de la palabra Pakistán, un nombre sugerido pocos años antes de la partición por un estudiante de Cambridge con el significado: "tierra de los espiritualmente limpios y puros".
Hoy, por la mañana he tomado un taxi con un simpático taxista que después de estar preguntando un buen rato en diferentes puntos de la ciudad, me ha podido dejar en el lugar donde arreglaban y decoraban camiones, un descampado con diversos talleres y multitud de camiones nuevos y estropeados por los alrededores. He estado un par de horas deambulando por los talleres, haciendo fotos e intercambiando sonrisas con los propietarios de camiones y artistas que casi no hablaban inglés. Después he vuelto a la autocaravana y poco más tarde nos hemos ido a conectarnos a Internet, donde he estado buscando información sobre este increíble fenómeno de la decoración de camiones en el Pakistán, los cuales son transformados en verdaderas obras de arte ambulantes.
Se ve, que muchos conductores de camiones, incapaces de casarse por la falta de tiempo o insuficiente dinero, invierten todos el sus ahorros, amor e inspiración en sus vehículos. Aunque esta explicación no debe ser del todo cierta, porque un conductor de camión acostumbra a pagar de $3,000 a $5,000 para decorar su camión, externamente e internamente. La verdadera historia tiene sus raíces en tiempo del imperio Mughal, donde muchos artesanos tenían trabajo pintando frescos en mezquitas, palacios, casas ... pero cuando los tiempos cambiaron, los artesanos se adaptaron a la nueva situación, primero embelleciendo carretas estiradas por caballos, y en el año 1920 decorando los primeros autobuses de la compañía Kohistan Bus, empezando así el fervor por los camiones (y algunos autobuses) altamente adornados. Estos ornamentos acostumbran a incluir cambios estructurales de los camiones, como la introducción de un gran para choque frontal, sobresaliendo hasta un metro y con la capacidad de sostener a diversas personas con el camión en marcha. También se acostumbra a instalar una cubierta que se alza en diagonal sobre la cabina que se utiliza para cargar extra peso o a eventuales pasajeros. Pero la parte más espectacular, es la decoración en sí, que puede estar trabajada en madera (si los artistas provienen de Balochistan o Peshawar), en plástico (Rawalpindi e Islamabad), en adhesivos reflectantes (en todas partes, pero especialmente en Karachi) e incluso huesos de camello (por artistas provenientes de las áreas rurales de Sindh). Los camiones también acostumbran a tener diversas partes pintadas, sobre todo la parte posterior, con bonitas pinturas de animales, profetas, artistas de cine, o miembros de la familia; y también caligrafías adorando a Alá, o otras más personales del tipo: "romántico sin esperanza" o "querida, acompáñame a mi pueblo".
* Por la mañana hemos salido de Rawalpundi dirección en Lahore, para cruzar a la India mañana por la mañana. Poco más tarde, sin enterarnos, un atentado de Alquaeda ha destrozado un lujoso hotel de la próxima ciudad de Islamabat, matando a más de 60 personas. No nos hemos enterado del atentado hasta al cabo de un par de días, pero al conocerlo nos ha dejado un sentimiento de amargura, por haber conocido a gente tan interesante y hospitalaria en un país que ya se está cayendo por el precipicio de la radicalidad y violencia.





India

Amristar (ver en mapa)

23/09/2008:
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La primera pregunta que un vendedor nos hizo justo cruzar la frontera con India, fue "queréis cerveza"?. Evidentemente habíamos cambiado de país y también de cultura. Se habían acabado las prohibiciones islámicas y éstas ya sólo eran voluntarias o económicas, como en nuestro caso, que después de comprobar diversas veces el desorbitado precio de una cerveza, no ha sido hasta hoy por la tarde que hemos comprado una para bebérnosla a la noche, a la salud de este tolerante país.
A pesar de los casi infinitos conflictos internos e inter-religiosos que ha sufrido el país, diría que India, es uno de los países más tolerantes del mundo, y prueba de eso es la multitud de religiones y creyentes que muestran sus símbolos identitarios sin que eso les impida vivir pacíficamente y en comunidad. Esta tolerancia religiosa queda reflejada en Amritsar, a pocos kilómetros de la frontera del Pakistán, con una mayoría hinduista que comparten espacio con los Sikhs, los cuales consideran la ciudad su centro cultural y espiritual. De hecho, la ciudad fue fundada por el tercer gurú Sikh en el año 1574, un siglo antes que la religión Sikh quedara bien definida y establecida con el noveno y último gurú Sikh, el cual dejó la base para la posterior nación Sikh, dominando un gran territorio de 1716 hasta 1849, cuándo perdieron el poder en manos del británicos. Durante este periodo de poder y prosperidad se construyó en la ciudad de Amristar uno de los templos más bonitos de la India y el más venerado por la religión Sikh, el templo dorado que visitamos ayer.
Igual que todos los visitantes de un templo Sikh, antes de entrar en el templo dorado, nos sacamos los zapatos, nos lavamos los pies y nos cubrimos el cabello (yo con un pañuelo naranja extraído de un cofre en la puerta). Cruzamos el portal de estilo colonialista y nos encontramos en lo alto de unas escaleras delante de un lago cuadrado, en el centro del cual había el resplandeciente templo dorado (cubierto con 750 kilogramos de oro). Los peregrinos Sikhs paseaban o reposaban en estado meditativo, las mujeres cubiertas con shari y los hombres llevando elegantes turbantes que escondían el cabello sin cortar, largas barbas y armas blancas exaltando su pasado guerrero. Los hombres y niños se bañaban a las aguas del sagrado néctar (Amrit Sarovar), mientras las mujeres se bañaban en un recinto cerrado; y los más fervientes creyentes incluso bebían el agua, confiando en que la fuerza de la fe fuera más poderosa que la de los microbios que ingerían. En todo momento se escuchaba música espiritual, proviniendo de unos cantantes y músicos del templo en medio del lago, donde los fieles se dirigían cruzando el puente de los gurús y se recluían hipnotizados por los cantos o leyendo en la segunda planta del templo. Tanto nos fascinó el misticismo que se respiraba, que volvimos por la noche, donde coincidimos con una gran ceremonia con los fieles escuchando, recitando y rogando a Dios, pues los Sikhs creen en un solo Dios (influencia Islámica), a pesar de creer en la reencarnación (influencia hinduista).
A pesar de todo, los Sikhs no son mayoría en Amritsar, y de hecho, a pesar de dominar una gran nación durante más de un siglo, su religión fue siempre minoritaria (10% Sikh, 10% hindú y 80% musulmanes). Así pues, después de la partición entre Pakistán e India, los musulmanes abandonaron la ciudad y los hindúes se convirtieron en la población mayoritaria, poseyendo dos interesantes templos que también visitamos, el templo de Shri Durgiana (con una estructura similar al templo dorado) y el templo de Mata, ambos relleno de estatuas y pinturas de diferentes deidades hinduistas.
El hinduismo es la religión viviente más antigua del mundo y también la más diversa, ya que a falta de un único líder espiritual que unifique todas las creencias y prácticas, éstas se han ido diversificando en múltiples tradiciones y maneras de interpretar la religión, que en cualquier caso, siguen manteniendo unos principios comunes. A pesar de tener hasta 330 millones de deidades (según las escrituras), la mayoría de los hinduistas creen en un solo Dios, llamado Brahaman, el cual sólo se puede manifestar, representar o encarnar a través de las tres deidades principales (Brahma, Vishnu y Shiva), que al mismo tiempo se encarnan en las muchas otras Deidades hinduistas. Así pues, según la tradición, la veneración de cualquier deidad se considera la veneración directa de Brahaman, una filosofía no tan opuesta a las religiones monoteístas. De todas maneras, tal devoción a estatuas de formas estrafalarias o cómicas, no deja de ser - bajo una visión occidental - una religión infantil o extravagante, tal como me pareció al visitar hoy por la mañana el templo de Mata, dedicado a una santa del siglo veinte y famoso por procurar los deseos de aquellas mujeres que quieren quedar embarazadas. En este caso, las mujeres (y todo el mundo que quiera participar de esta gimcama religiosa) tienen que recorrer múltiples pasadizos, algunos de los cuales se adentran por estrechas grutas o transcurren sobre pequeños canales de agua, pero en general cubiertos con mosaicos de espejos y escoltado por deidades diferentes a las que hacen ofrendas de flores y dinero,
Al mediodía, después de visitar el templo de Mata, hemos puesto destino hacia otro importando centro de una otra religión presente en la India: el budismo tibetano. Y mientras esquivábamos los peligros constantes de estas carreteras asiáticas, Alexandra ha comentado una interesante y cierta reflexión: en el Pakistán todos los conductores quieren ser los primeros en la carretera (incluyendo carretas tiradas de burros, bicicletas, rickshaws,…), a diferencia de la India todo el mundo circula más tranquilo pero por la parte central de la carretera (incluyendo carretas tiradas de burros, bicicletas, rickshaws,…), produciéndose en ambos casos numerosos peligros de accidentes que te obligan a utilizar el claxon en todo momento.




Mcleod Ganj (ver en mapa)

25/09/2008:
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Debido al presupuesto ajustado que tenemos (a causa de la crisis económica mundial una revista que me pagaba muy bien ha dejado de publicarme), en Mcleod Ganj tuvimos un desafortunado conflicto, que por otro lado podíamos haber evitado. También contribuyó al conflicto el hecho de estar acostumbrados a viajar tantos meses por países Islámicos, donde raramente intentaban engañarnos, invitándonos muchas veces a no pagar los aparcamientos. En cambio, en India nos hemos encontrado los primeros intentos de engañarnos y nuestra reacción en llegar a Mcleod fue sobre medida. El único aparcamiento que había en la entrada del pueblo nos quería cobrar el doble de lo establecido para pasar la noche, y nosotros, indignados, dejamos el coche hasta la noche sin pagar, generando grandes tensiones, con el propietario del aparcamiento intentando deshincharnos las ruedas y Alexandra amenazándole de romperle todos sus huesos. Fue un desafortunado conflicto, porque podíamos haber aparcado un centenar de metros más abajo (donde pasamos la noche) y evitarnos así el estrés en este paraíso de paz.
Mcleod Ganj es un paraíso de paz, porque a pesar de la multitud de turistas que visitan esta barriada de Dharamsala, en Mcleod Ganj se encuentra la residencia del Dalai Lama en el exilio, y el ambiente budista del pueblo invita a la contemplación y serenidad de sentimientos y emociones extremas. El Dalai Lama es conocido por ser la figura espiritual y política representante del Tíbet ocupado por China, pero su historia empieza muy antes, pues el Dalai Lama se ha ido reencarnando a lo largo de los siglos, poseyendo siempre el mismo rol y poder. El primer título de Dalai Lama se dio en el siglo dieciséis, con el tercer Dalai Lama (los dos primeros fueron a título póstumo). Con la ayuda y supervisión de los mongoles, el quinto Dalai Lama unificó el Tíbet, pero el poder de los sucesivos Dalai Lamas, provocó que ninguna de las reencarnaciones entre la octava a la docena (incluidas) sobreviviera la mayoría de edad, facilitando que sus regentes (posiblemente influenciados por China) pudieran gobernar con comodidad. De todas maneras, el decimotercer Dalai Lama sobrevivió el paso a la vida adulta y en 1912 declaró la independencia de China, deportando a los chinos y los residentes imperiales. Pero cuando el decimocuarto Dalai LamaTenzin Gyatso (el presente) sólo tenía 14 años, China invadió el Tíbet, viéndose obligado a huir a India diez años más tarde. Debido a la situación actual, el Dalai LamaTenzin Gyatso comentó en una entrevista reciente que quizás él sería la última reencarnación del Dalai Lama, causando un gran furor entre los tibetanos, quiénes creen que la decisión de reencarnarse sólo depende del pueblo tibetano. En cualquier caso, la decisión de no reencarnarse puede ser una de las pocas opciones de evitar que el gobierno ocupante de China escoja un Dalai Lama sucesor afín a sus intereses regionales, de la misma manera que ya han seleccionado sucesores de importantes Lamas en el Tíbet ocupado.
Al mismo día que llegamos, Alexandra se encontró con dos rumanos, Ramona y Marcel, el último de los cuales pensaba quedarse diversos años en India con el objetivo de iluminarse espiritualmente, pues según él, la India es un país donde puedes encontrarte a ti mismo, porque no necesitas dinero para vivir y puedes tener tiempo para buscar y meditar, sin que la sociedad te juzgue por tus actos, aunque desarrolles tu parte más irracional. En cualquier caso, los dos habían venido a Mcleod Ganj para asistir a unas charlas de tres días del Dalai Lama, igual que muchos otros turistas, multitud de monjes (hombres y mujeres, algunos de ellos de fisonomía europea) que paseaban por el pueblo con túnicas rojas y las cabezas afeitadas, y también algunos tibetanos refugiados que vestían tradicionalmente, las mujeres con vestidos oscuros cubiertos con un delantal de colores.
Al siguiente día, ayer, mientras Ramona y Marcel asistían a las charlas del Dalai Lama, nosotros visitamos un museo que explicaba la invasión del Tíbet, la resistencia, la destrucción durante la revolución cultural china, las torturas y el exilio (unos 100.000 Tibetanos han emigrado después de la ocupación). Un tibetano escribía en un mural: "somos una minoría discriminada en nuestro propio país". Después de entristecerme por las fotos e informaciones expuestas, pensé que estas ocupaciones y opresiones imperialistas se han ido sucediendo a lo largo de toda la historia de la humanidad. Y es una lástima, pensar que sólo salen a la luz pública unas pocas de éstas, y que muchas otras opresiones continúen en la oscuridad porque no interesen políticamente.
Después de la visita del museo próximo en el templo principal, el cual no podíamos acceder debido a las charlas, hicimos una caminata descendiendo por un empinado camino, hasta una biblioteca que contenía un bonito museo con esculturas hechas con mantequilla y mandalas hechos con arena, madera o hilo. En otro museo de medicina tibetana, se exponían diferentes plantas medicinales y diversos murales antiguos, uno de los cuales describía de dónde venían los niños. A continuación volvimos a subir el camino a pie (los taxis nos querían cobrar demasiado por ser turistas y preferían subir vacíos) y nos desviamos por un caminito que rodeaba la residencia del Dalai Lama, recorrido por diversos peregrinos que recitaban versos mientras pasaban de largo las numerosas banderolas de colores y rocas grabadas con plegarias, hasta bajo unos templos que contenían muchísimo molinillos de plegarias que los peregrinos hacían girar a modo de recitación.
Y hoy al mediodía, después de que Alexandra y Ramona se perdieran toda la mañana por las turísticas y tradicionales tiendecitas de Mcleod Ganj, hemos empezado a descender los 2000 metros de altura donde nos encontrábamos, otra vez hacia las calurosas llanuras.





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