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‹ Anterior (30/09/2007) MES Siguiente (2007-11-29)› ‹ Anterior (2007-10-16 - Malawi) PAIS Siguiente (2007-11-09 - Kenya)› Tanzania Dar Es Salam (ver en mapa) 31/10/2007: Ayer por la mañana paseamos un poco por el mercado de Iringa, provisto de frutas y verduras de todo tipo. Hacía tiempo que no veíamos un mercado tan bien provisto. En los mercados de pueblo sólo venden dos o tres tipo de productos: tomates y cebollas, o cebollas y mangos, o mangos y mandioca, o mandioca y tomates ... En el mercado de Iringa también venían especias y no es de extrañar, recuerdo de mi anterior visita hace unos 4 años en Tanzania, que el país es un gran productor de especias, en especial la isla de Zanzibar, una isla encantadora la cual no visitaremos porque sería demasiado costoso y fuera del nuestra presupuesto. Por la tarde nos hemos vuelto a la carretera cruzando áridas planicies, verdes montañas, valles de baobabs y un parque natural, donde hemos visto antílopes y babunes. Es una lástima, pero en Tanzania (ni en Kenia) no visitaremos ningún Parque Natural, pues estos son hasta 5 veces más costosos que en Sudáfrica o Malawi y también están fuera de nuestro presupuesto. A medida que avanzábamos hacia el Este, también nos íbamos cruzando con esporádicos masais por los cuales la Alexandra quedaba fascinada, mirándolos con unos ojos abiertos como naranjas. Estaba cautivada por sus ropas rojizas rodeándoles desde el hombro, las masas colgando de la cintura, las sandalias blancas; su mirada serena y andar pausado, pero sobre todo estaba maravillada que se relajaran en los bares bebiendo cervezas, jugaran a billar, o circularan por la carretera en bicicleta o en moto. De todas maneras, no parece que Alexandra quiera emular a la protagonista del libro y película "la masai blanca"; Alexandra se está adaptando más a África, pero no hasta estos extremos. Hoy por la mañana hemos llegado a Morogoro, un pueblo sin demasiado atractivo donde nos teníamos que encontrar con un chico de Couchsurfing (www.couchsurfing.com). Lo hemos estado esperando pero no se ha presentado. Así pues, al mediodía hemos continuado hacia Dar Es Salam, dónde hemos llegado de noche, en medio de un caos circulatorio terrible. Por suerte, allí sí que nos esperaba otro contacto, un australiano de origen asiático que vive en un bonito apartamento en Dar. 04/11/2007: En Dar Es Salam (Paraíso de Paz, traducido del árabe) hemos tenido bastante tiempo para relajarnos en casa de Paul y también para trabajar. Tengo intención de presentar el diario de la etapa africana a un concurso de historias de viajes (en catalán) y he empezado a revisar y corregir los escritos desde Marruecos. Releyendo el diario me he empezado a dar cuenta del tiempo que hace que estamos viajando por tierras africanas, con muy poco contacto con la tierra que me ha visto crecer. Pero no la echo de menos (ni la he echado de menos), seguramente debido a la intensidad del viaje en algunos momentos y al disfrute en otros. Por otro lado, al releer el diario también me he dado cuenta de que últimamente estoy escribiendo mucho menos que al principio (durante el viaje por Europa también escribía más que al principio de África). He pensado que quizás las vivencias eran más emocionantes al principio, pero he acabado concluyendo que, estoy escribiendo menos sobre experiencias que se harían pesadas de relatar cada día (donde hemos dormido, donde hemos comido, cómo hemos cargado agua...), pero también estoy escribiendo con menos detalle sobre los amigos que hacemos, sobre las ciudades que visitamos, sobre las emociones ... Y eso me gustaría ir solucionándolo, aunque no necesariamente en este capítulo o día. Paul, igual que la mayoría de asiáticos, es un hombre (poco mayor que yo) introvertido y reticente a explicar su vida personal. En cambio yo, tengo una tendencia natural a preguntar sobre las intimidades personales de la gente (y a explicar las mías si me cuestionan). De todas maneras, nos hemos entendido muy bien y Paul se ha ido abriendo a lo largo de los cuatro días que hemos estado aparcados delante de su apartamento, y finalmente he deducido que trabajaba para una ONG en Dar Es Salam. En cualquier caso, Paul se mostraba mucho más abierto y entusiasta hablando de sus proyectos y sueños: viajes a Barcelona y Latina América, escritura de libros, reportajes fotográficos ... Una de las principales aficiones de Paul era comer y, aunque siempre prefería cocinar, la primera vez que comimos juntos fue en un restaurante en el casco antiguo de Dar Es Salam. Era un restaurante popular, con multitud de mesas ocupadas y los camareros corriendo como locos entre éstas. Después de comer fuimos a tomar un té en un "te shop", también popular y no muy limpio. Paul comentaba que los "te shop" son muy populares en Asia y él se sentía como casa. En terminar, Paul volvió al trabajo y nosotros paseamos un poco por el casco antiguo, con edificios viejos y demacrados (algunos de la época colonial) al lado de edificios nuevos y modernos. Paul había explicado que en dos años la ciudad se había modernizado bastante pero yo, que la había visitado fugazmente hacía 4 años, no la veía demasiado cambiada. El Ambiente era bastante musulmán, aunque uno de los principales iconos de la ciudad que visitamos fue una iglesia luterana en el frente de la playa, ésta última ocupada por bares y restaurantes muy humildes. Más en el norte, las playas eran más interesantes y bonitas, pero no para nadar, estaban llenas de algas y en zambullirme con gafas y pies de pato no observé case ningún pez, pero sí muchos erizos. Paul quería cocinar algo especial el sábado por la noche y, por la mañana lo acompañé a comprar en el mercado de pescado de la ciudad. El mercado hervía de movimiento. Bajo un cubierto, había diversas mesas bajas y alargadas en torno a las cuales se reunía la gente para comprar mediante subasta pequeñas cantidades de pescado. A las afueras, había más multitudes vendiendo pescado sobre sacos de plásticos cubiertos de escamas y tripas y empapados de la suciedad de bajo. En otro cubierto, se reunían los vendedores más limpios, con las piezas mayores y bonitas, y más persuasivos con los posibles compradores blancos. Al anochecer, mientras Paul estaba cocinando parte del pescado comprado, se presentó una amiga de Paul, Ziggy, una mujer Alemana de unos 50 años que trabajaba para la embajada de su país. Mientras cenábamos el delicioso pescado que Paul había comprado (calamar, pescado pequeño y otro pez grande que había hervido y después sumergido en una salsa de soja) Ziggy estuvo explicando anécdotas divertidas sobre los países en los cuales había estado trabajando como secretaria de embajada. Por ejemplo explicó que durante la Polonia comunista, un día se quejó en su piso en voz alta exclamando: "Polonia sería un país magnífico si no fuera por la inexistencia de tapones para la bañera", y al día siguiente por la mañana se encontró un tapón de bañera delante de su puerta, como prueba de la magnificencia del país y de que los servicios secretos la estaban escuchando en todo momento. Aunque hacía dos años que trabajaba en Tanzania, no tenía opiniones demasiado buenas (los Parques Naturales eran caros y aparte de éstos el país no tenía otros atractivos, a excepción de Zanzibar) y comentaba que como Sudáfrica no había nada. Hoy domingo por la noche, Paul ha vuelto a vuelto a cocinar pescado, el mismo delicioso menú de ayer, pero la anfitriona ha sido diferente. Habíamos invitado a Saberia, una chica de Tanzania amiga de Paul y que nosotros también habíamos contactado por Internet. Pero la velada no ha estado tan interesante como la de ayer, básicamente porque Alex no estaba de demasiado buen humor (creo que Alex estaba celosa de la chica) y nos ha tenido en todos entretenidos mirando la televisión: "big brother Africa". De todas maneras, aunque no hayamos mantenido ninguna conversación interesante con Saberia, antes de marcharse le he pedido entrevistarla para tomar el pulso en el mundo y ella ha aceptado. --- Saberia opinaba que el principal problema del mundo es la Sida porqué es incontrolable. La gente debería de actuar con menos riesgo para frenar la enfermedad. El principal problema de Tanzania es la pereza que los mantiene sin mejorar el país. Saberia se considera feliz porque mira el lado positivo de las cosas. Bagamoyo (ver en mapa) 07/11/2007: El lunes por la mañana nos marcharmos hacia Bagamoyo, un pueblo en el norte de Dar Es Salam que también había visitado 4 años atrás y donde había pasado unos 3 o 4 días estupendos. De todas maneras, actualmente no tenía la intención de quedarnos tantos días, pues yo ya había visitado el pueblo y Alex sigue bastante desinteresada de África en general. Buscando un lugar dónde aparcar, hemos cruzado una calle de antiguas casas coloniales medio destruidas hasta llegar al último hotel del pueblo, donde hemos pedido al gerente de aparcar por la tarde a cambio de tomar algunos refrescos. Pero después he vuelto al gerente y mostrándole algunas fotos que había hecho del hotel le he propuesto de hacerle algunas más a cambio de poder quedarnos una o dos noches aparcados, y sorprendentemente por mi parte ha aceptado muy agradecido. Hemos pasado la tarde paseando por la playa delante del hotel donde crecían manglares y relajándonos en la piscina donde Alexandra ha hecho nuevos progresos de natación. Por la noche después de mirar una película en el ordenador empecé a exclamar medio en broma: - Alex, no te preocupes. Por favor, no te preocupes. - ¿Qué te pasa? - me preguntaba ella. Pero yo seguía repitiendo las mismas palabras mientras notaba como en mi interior crecía un mal de vientre y malestar general. Al final le expliqué que no me encontraba nada bien y me tendí en la cama. Tenía ganas de vomitar y deduje que las frutas y la leche que había comido antes me habían provocado un corte de digestión, aunque Alex opinaba que el mal de vientre era debido en la carne que había comido al mediodía, que creía que no estaba en muy buen estado. En cualquier caso, el malestar se iba haciendo insoportable y al final decidí provocarme el vómito para acabar con el sufrimiento. Hacía muchos años que no vomitaba y no recordaba como hacerlo, pero fui intentando, con dolor, hasta que al final conseguí vaciar completamente mi estómago. Posteriormente a cada vomitada parecía que el malestar disminuía, pero después de la vaciada final, el malestar siguió aumentado, e incluso con fiebre y temblores. Pasé la noche medio delirando, imaginando puertas que no se cerraban y por las cuales se colaban pensamientos discordantes que no me dejaban dormir (ni dejaban dormir a Alexandra que me estaba cuidando). Pero finalmente, y quizás desgraciadamente, el sueño venció los delirios. Y escribo desgraciadamente, porque por la mañana me di cuenta de que me había cagado en la cama - sí cagado, y aunque lo repita no significa que no me avergüence. Tenía una diarrea tan líquida que si no estaba despierto y alerta ésta se escurría a la mínima distensión. No hay que decir que Alex se ha despertado muy muy repugnada. Pero ya no había ninguna otra solución que limpiar. En cualquier caso, ya no tenía dolor de vientre ni malestar general, pero con el fin de no repetir la desagradable anécdota nos hemos dirigido al pueblo para comprar un antidiarreico. Pero por suerte no había farmacias en el pueblo que vendieran y nos han aconsejado ir a un dispensario donde también vendían medicinas. Allí, hemos pagado unos 0,35€ por una consulta y el doctor ha empezado a escuchar mis síntomas (no he descrito el estercolero de la cama). Pensaba que me recetaría directamente un antidiarreico, pero me ha recomendado hacerme a unos análisis de sangre y de excrementos y así lo he hecho. Al cabo de una hora, el doctor nos ha vuelto a llamar y nos ha comunicado el resultado del análisis: ¡ en sólo una gota de sangre que habían extraído de mi dedo habían contado hasta doce parásitos de Malaria! Por una parte me he alegrado de que el nombre de la enfermedad sea lo suficiente aterrador como para justificar la mi cagada, pero por otro lado he pensado que no me encontraba tan mal como para tener tal enfermedad, aunque también es verdad que yo sólo era uno de los 400 millones de personas que cogen paludismo cada año y de los cuales solo mueren 1 millón, principalmente niños menores a 5 años. De camino al hotel de la anterior noche, me he tomado la medicación recetada y me he pasado toda la tarde descansando, asegurando el mi esfínter con dos dosis de antidiarreico. Mientras tanto, Alexandra ha seguido cuidándome y practicando en la piscina. Después me he despertado, he hecho unas cuantas fotos más por el hotel y he continuado la dormida hasta hoy por la mañana, que ya me encontraba bastante bien. Hemos decidido marcharnos del hotel y visitar un poco Bagamoyo antes de continuar el viaje hacia el norte. Hemos aparcado bajo un gran árbol cerca de las antiguas edificaciones germánicas coloniales y hemos salido a pasear. Bagamoyo había sido el puerto de "dhows" (embarcaciones pequeñas de vela) más importante de la costa este africana y no fue hasta finales del siglo XIX que los alemanes empezaron potenciar la utilización del pequeño puerto de Dar Es Salam como mejor alternativa para los grandes barcos que llegaban a la costa Este africana. De todo este pasado glorioso quedan unas cuantas edificaciones coloniales que a penas se aguantan (supongo que los africanos prefieren construirse nuevas casas a mantener una arquitectura que desconocen) y unas ruinas árabes más al sur que no visitamos (las había visitado hacía 4 años y sólo tenían interés arqueológico). Entre los edificios coloniales y las nuevas casas africanas había muchas tiendas de artistas tanzanos (muchos de ellos rasta) con esculturas muy interesantes, desmarcándose de las típicas y copiadas esculturas observadas hasta el momento. En la playa había muchas barcas ancladas en la arena (la marea era baja) y entre éstas había diversos grupos de personas arreglando las barcas, vendiendo pescado, y más en al fondo chicos que amontonaban algas, según parece para comer. Al lado de la playa había unos cuantos cubiertos de paja que generaban una gran fumarada friendo pescado pequeño, seguramente para vender hacia el interior al cabo de unos días. Después de la visita de Bagamoyo y de grabar una conversación telefónica para Catalunya Radio hemos tomado un camino de arena para evitarnos 150 kilómetros y volver a pasar por Dar Es Salam. Al cabo de unas 2 horas y media hemos llegado al asfalto, pero Alexandra había tomado dolor de cabeza y comentaba que tenía ganas de vomitar. Hemos seguido la marcha preguntándonos si Alex también había enfermado de malaria. Cuando hemos parado para descansar a media tarde, Alexandra se ha quejado de un dolor de cabeza era más intenso. Le he propuesto hacerle un test de malaria (en el Congo habíamos comprado uno) pero ella no quería por miedo al pinchazo en el dedo, aunque finalmente ha aceptado. Hemos estado casi media hora decidiendo si se pinchaba ella misma o yo, y cuando el final la he pinchado yo, me ha estado maldiciendo otra media hora con el dedo chorreando. De todas maneras, he podido recoger algunas gotas de su sangre y las he introducido en el pequeño laboratorio chino de 3€, y al cabo de 20 minutos el test ha indicado un resultado negativo. Alexandra no tenía malaria. Y así debió ser, porque se ha tranquilizado y el dolor de cabeza se fue desapareciendo. Quizás Alexandra sea un poco hipocondríaca, pero también es normal el dolor de cabeza por la tensión que ha sufrido por culpa de mi malaria y la cagada. Tanga (ver en mapa) 08/11/2007: Alexandra se ha despertado sin dolor de cabeza y contenta, así pues, sin demasiadas demoras hemos seguido el viaje hacia Tanga, pero a los pocos minutos de conducción Alex se ha puesto a chillar como una histérica y a llorar como una niña pequeña, mientras verbalizaba algo de un insecto o abeja. Yo pensaba que había visto (o incluso tocado) algún insecto horripilante, pero como no paraba de llorar he parado el coche y entonces me ha podido explicar entre sollozos que una abeja (o algún tipo de avispa) le había entrado por la manga de la camisa y la había picado dos o tres veces en el hombro. Y efectivamente, el insecto estaba moribundo al margen de la ventana. Le he puesto un poco de antialérgico al hombro y una vez se ha tranquilizado hemos seguido el trayecto hasta Tanga. Tanga es la tercera ciudad mayor de Tanzania, pero a pesar de este ranking, Tanga es una ciudad de ambiente colonial bastante tranquila. Y paseando por esta ciudad con sensación de pueblo, uno se puede imaginar que Tanzania sea uno de los países menos urbanizados de África. Tanga posee un parque que bordea la costa con una buena vista sobre el mar, el puerto y una isla próxima. Hacía unos cuatro años me había sorprendido la imagen surrealista de casi una decena de barcos oxidados y hundidos al lado del puerto, pero hoy me ha sorprendido no verlos. Hemos seguido el paseo por el centro del pueblo, debajo de las arcadas de edificios coloniales de principios de siglo XX medio conservados pero sin demasiado interés. Acabado el paseo hemos decidido llegarnos hoy mismo a Kenia, aunque antes nos hemos gastado los últimos shilings: nos hemos comido tres grandes macedonias de frutas (las tres por 0,90€), hemos comprado tres coca-colas para el camino (las tres por 0,70€), unas sandalias de piel para Alexandra, y otros pequeños detalles. A continuación hemos seguido la carretera hacia el norte de la ciudad que enseguida se ha convertido en una pista de arena. Parece mentida que Tanzania estuviera enlazada con Kenia por una pista de una velocidad máxima de 30 km/hora. A media tarde hemos llegado a la frontera de Tanzania con Kenia, cruzándola sin demasiados problemas. Ya llevábamos cruzados cuatro países desde Sudáfrica y todavía no habíamos llegado a la mitad de camino de subida para salir del continente (en Este África, el ecuador pasa cerca de Nairobi). Y en cierta manera ya tengo ganas de salir de África negra y continuar conociendo nuevas culturas. Tengo la sensación que sólo he llegado a descubrir muy superficialmente las diferentes culturas africanas, pero mi viaje no deja de ser superficial pero general, con la voluntad de enriquecerme sólo un poco de cada una de las principales culturas del mundo. Y África ya ha cumplido su objetivo, y yo ambiciono nuevos tesoros. Por otro lado, seguramente he perdido parte de de ilusión al entrar en Tanzania y Kenia, países que ya había visitado cuatro años atrás y que ya no me sorprenden como los anteriores países. Quizás es eso, África negro deja de sorprenderme y desde hace semanas tengo focalizada la ilusión en Etiopía, Egipto o Medio Oriente, regiones que confío volverán a sorprenderme y enriquecer mi conocimiento. Kenya Mombasa (ver en mapa) 09/11/2007: Hemos llegado a media mañana a Diani Beach, una turística playa al Sur de Mombasa con bancos (donde hemos extraído dinero), comercios (dónde hemos comprado algunos comestibles, a pesar de ser bastante caros) y muchos hoteles de lujo ocupando toda la longitud de la costa. Diani Beach es una destinación preferida por los tour operadores europeos, pero no lo ha estado para nosotros (y menos para Alexandra). En Diani Beach no había ningún bar o pequeño hotel cerca de la playa donde relajarnos. Sólo hemos encontrado un pequeño caminito entre dos hoteles donde hemos podido aparcar, y mientras yo iba a nadar Alexandra se ha quedado en el coche llorando y chillando que no le gustaba el lugar y que no podía relajarse, ni andar por la playa, ni nada. A pesar del mal humor de Alexandra, yo he podido disfrutar de mi sumergida observando algunos peces de colores muy interesantes, aunque no he podido llegar a los corrales, porque la marea me empujaba hacia la costa y porque en un momento dado me he visto rodeado por pequeñas medusas transparentes que me han asustado, haciéndome volver a la playa. En el coche, Alexandra seguía de mal humor y dándonos cuenta que difícilmente podríamos disfrutar más la playa de Diani hemos decidido acabar de llegarse a Mombasa. Mombasa es una ciudad asentada en una isla, conectada a tierra por dos puentes en el Oeste y en el Norte y por ferry en el Sur, de donde veníamos. Al llegar al ferry hemos visto los listados de precios en un gran mural y entre ellos el precio de "coches de hasta 6 metros: 0,60€". Al llegar a la taquilla he entregado la cantidad marcada pero el cobrador me ha dicho que el precio era el doble. Y aquí ha empezado una agria discusión, porque el cobrador me quería tasar como camión y yo le decía que la autocaravana no era ningún camión. Yo no quería bajar del burro y ser "engañado" por ser blanco (aunque sólo fuera por 0,60€), pero los responsables del ferry tampoco estaban dispuestos a ceder, y entre tanto, ha llegado la policía porque yo estaba bloqueando el paso de los otros vehículos. Al final, después de media hora de argumentos y de gritos, un policía me ha tomado aparte y me ha explicado: "Mira, tú no entiendes Swahili, pero la gente de aquí - estábamos rodeados de gente - están hablando muy mal de vosotros, dicen que no queréis acatar nuestras leyes y que os comportáis como unos nuevos colonizadores". Después el mismo policía me ha mostrado que otros vehículos más pequeños que el mío (pick-ups, furgonetas, todo-terrenos...) también estaban pagando importes similares a lo que me querían cobrar. Y con estos dos argumentos me he convencido de que me estaba equivocando, que si en el mural tuviera la tipificación de autocaravana pagaría lo mismo que un camión o más. Así pues, aun enfadado pero acatando la razón he pagado el importe reclamado y he vuelto al coche donde Alexandra seguía insultando a los negros acusándolos de ser a los únicos responsables de su subdesarrollo. El humor de Alexandra ha cambiado radicalmente cuando en Mombasa nos hemos encontrado con Sebastian, un chico polaco que desde hace tres meses dirige una empresa en Kenia y que tiene una bonita casa con piscina donde hemos podido aparcar la autocaravana. Alexandra estaba eufórica de reencontrar un trozo de Europa o de desarrollo donde poder relajarse. Y aprovechando la alegría y energía de Alexandra, por la noche hemos salido a tomar unas cervezas a dos locales de Mombasa con Sebastian, el cual nos ha confirmado que en Kenia se liga mucho, y que si quisiera, cada noche podría irse con una negra diferente. Yo ya había experimentado lo mismo cuatro años atrás, cuando en Mombasa estuve con tres chicas diferentes, sin pedirme dinero a cambio, sólo pidiéndome la oportunidad de robarme mi corazón para huir hacia Europa. Pero eso no pasa sólo con los hombres blancos, por las calles y locales también se ven mujeres blancas sobradas de edad o de kilos, acompañadas de chicos jóvenes del país. Lo que no sé, es por qué las chicas de Kenia tienen esta predisposición al sexo con blancos (quizás más que en Zambia) y en otros países como Tanzania, el comportamiento es radicalmente diferente. Después que una atractiva chica negra nos pidiera de sentarse con nosotros tres (le hemos dicho que no) he pensado que si Alexandra no estuviera conmigo, mi comportamiento en Kenia sería muy diferente. Después he vuelto a valorar si nuestra relación tenía futuro, sobre todo pensando los problemas que tiene Alexandra para adaptarse a los países que visitamos (o para adaptarse a mi manera de viajar). Pero Finalmente he vuelto a concluir que, difícilmente encontraría a una chica con quien tuviera menos problemas que con Alexandra (o que se adaptara mejor a mí); y que si superamos este viaje, muy probablemente no volverán a existir momentos tan críticos como los que hemos pasado; y que en el fondo la amo y que no me cuesta imaginarme un futuro con ella. 14/11/2007: Mombasa es una ciudad multicultural, con influencia swahili, árabe, india y europea. Esta diversidad cultural se nota en los templos religiosos, en las escuelas (algunas de las cuales, coránicas), en los diferentes matices arquitectónicos de los edificios, en los comercios, pero sobre todo en la manera de vestir de la gente, dominando el estilo europeo entre musulmanas completamente tapadas con chilabas negras o indias cubiertas con coloridos velos. También había diferencias en el transporte: matatus (pequeños autobuses o furgonetas) que se repetían en toda África o los tuc-tuc (triciclos motorizados) que me recordaban la India. Naturalmente, durante estos cinco días en Mombasa hemos (o he) tenido la oportunidad de conocer a diversos integrantes de las diferentes culturas. Uno de los primeros hombres con el cual mantuve una conversación, era un Somalí que me invitó a tomar un café cuando estaba paseando por el casco antiguo de Mombasa. El hombre, que se llamaba Giovani, me explicó que era refugiado somalí (igual que muchos otros en Kenia). Me interesé por la situación de Somalia y me relató que todavía era muy mala, que después de 18 años de guerra, muchos niños han crecido con un arma en las manos, y algunos de ellos no dejarán nunca ser asesinos. Entonces me explicó que en Somalia son una sola tribu, con una sola religión y una sola lengua, pero aun así hay guerra, por culpa de las facciones o clanes y sus señores de la guerra que quieren dominar el país y sus riquezas (petróleo y pescado). Al preguntarle por el futuro de Somalia me recordó que actualmente hay soldados etíopes manteniendo la paz, pero él estaba completamente en contra, porque según él los etíopes eran enemigos en la propia casa. Después, mientras estábamos bebiendo una cerveza (aunque se considerara musulmán) me explicó una cosa que me hizo mucha gracia. Se estaba quejando de que hoy en día ya nada es como antes y para ilustrarlo comentó "antes, cuándo era joven, recuerdo que el chili picaba, comías un poco y enseguida tenías que beber agua, pero hoy en día ya no pica, puedes comer dos o tres sin que sientas nada". Os aseguro que en Kenia el chili todavía pica, y mucho, pero el pobre somalí se había acostumbrado al picante y se comía los chilis comía de tres en tres, pensándose que éstos habían perdido sus propiedades ardientes. El día siguiente del fin de año indio (año 2064), durante el cual los niños indios tiraban petardos y cohetes, conocimos a una familia india que nos invitó (a nosotros dos y a Sebastian, el polaco) a visitar dos templos hindúes donde había unas magníficas exposiciones de pinturas al suelo realizadas con polvo de colores, algunas de las cuales estaban increíblemente bien hechas. Es una lástima (o no) que en pocos días las obras de arte se barran, demostrando la sutileza de la belleza y de la vida. La familia india nos explicó que nunca habían ido a la India, aunque seguían conservando las tradiciones y costumbres de sus antepasados que emigraron a Kenia a finales del siglo XIX para la construcción del ferrocarril que enlaza Nairobi con Mombasa. En todo momento, Alexandra se mostró fascinada con la cultura hindú, haciendo preguntas e interesándose sobre su cultura, tradiciones, religión... Pensé que quizás más adelante el carácter de Alexandra cambiará y volverá a apasionarse con el viaje, las culturas, los países, sus habitantes ... Al fin y al cabo, también es verdad que ella siempre ha manifestado (incluso antes de iniciar ésta segunda etapa) que en general África le desagrada. Ayer me encontré, en un bar construido con cuatro maderas y cuatro planchas, con Onyango, un chico de la tribu de luo (vestía como cualquier otro chico negro) que se empezó a quejar del gobierno explicando que el presidente era de la tribu kikuyu y que todos los cargos de importancia estaban ocupados también por kikuyus. Pero el principal problema no era éste, sino la corrupción, la falta de trabajo, la inseguridad del país, y la pobreza (hasta un 50% de los Kenianos viven bajo el umbral de la pobreza). De todas maneras, en pocas semanas habrá elecciones en Kenia y espera que su candidato (de su tribu) gane y aporte soluciones a los problemas del país. Por otro lado, al preguntarle por las tribus en Kenia me ha explicado que hay 42, con bastantes diferencias culturales entre ellas, pero todas amigas. Finalmente hablamos sobre salud y Onyango me explicó que en Kenia hay mucha sida y que por ejemplo él conoce a más 50 personas que son portadoras del HIV o han desarrollado la enfermedad. Ayer habíamos decidido que hoy a media mañana empezaríamos a hacer camino hacia Nairobi, pero esta mañana, a un hombre que vive en el mismo bloc de apartamentos que Sebastian, se ha presentado como profesor de periodismo de universidad y se ha empezado a interesar por nuestro viaje. Le hemos empezado a describir nuestro proyecto, pero nos han interrumpido y nos ha dicho que avisaría a dos periodistas para que nos hicieran una entrevista. Mientras esperábamos a los periodistas hemos seguido hablando de nuestro viaje y después sobre Kenia y África en general. Francis (así se llamaba) creía que el subdesarrollo de África era causado por Europa, debido a los aranceles o barreras comerciales. De todas maneras, continuó explicando que para evitar Europa, actualmente África está abriendo nuevos mercados entre los mismos países africanos y con Asia. Francis, también opinaba que el subdesarrollo era debido a la falta de liderazgo y que en general los gobernantes africanos eran líderes mediocres o realmente malos. Pero yo me he preguntado si la falta de liderazgo realmente era suficiente para mantener los países encaminados o también había un problema de mentalidad general. A pesar de todo, Francis se consideraba muy optimista con África, confiando que estaba evolucionando en la buena dirección. Poco más tarde, mientras Francis me explicaba que los africanos continúan sonriendo a pesar de los problemas que afrontan, han llegado dos fotógrafos y dos periodistas de "Daily Nation" y "The standard" y nos han estado entrevistando un buen rato. Alexandra se ha mostrado contenta que no marchemos hacia Nairobi hasta mañana, porque se encuentra muy bien en Mombasa y porque esta noche había programadas "danzas masais" en un bar donde acostumbrábamos a ir con Sebastian. Por otro lado, Alexandra también se ha sentido muy a gusto con Sebastian. De hecho, Alexandra siempre ha acostumbrado a intimar más con los Europeos (y blancos sudafricanos) que nos hemos encontrado por el camino, en cambio yo me siento más bien aburrido cuando no me aportan nada de nuevo culturalmente. Alexandra también se ha sentido muy feliz de haber podido trabajar dos días en la empresa de Sebastian clasificando ropa importada, y llevándose como premio unas quince piezas que había clasificado aparte. Me ha manifestado que le habría gustado estar un mes trabajando en la empresa para ganarse un dinero, en cambio yo no lo habría soportado. A pesar de todo, yo también me he sentido a gusto con Sebastián, un chico de 24 años que se ha ido abriendo a lo largo de estos días y que nos ha sabido explicar muy bien los emocionantes momentos que está viviendo. Hace pocos meses Sebastian fumaba frecuentemente marihuana con sus amigos, sin preocuparse de nada, pero un buen día, hace justo tres meses, un amigo lo llamó y le presentó un empresario polaco que necesitaba alguien que hablara inglés para dirigir una nueva empresa de importación de ropa en Kenia, y ahora se encuentra aquí, en un país completamente diferente, intentando arrancar una empresa que no desencalla, y manejando cantidades de dinero inimaginable hasta hace poco. Hoy por la noche hemos ido al bar donde había las danzas masais, un local lleno de turistas blancos, de todas edades, aparejados o solteros (tanto hombres como mujeres); y muchas chicas jóvenes y atractivas esperando cazar a alguno de estos hombres y algunos masais también besuqueando a alguna de estas mujeres. A la hora indicada, todos los masai se han agrupado en una esquina del local y han empezado a entonar cantos rítmicos e hipnóticos mientras iniciaban una danza conjunta de pequeños saltos. Poco más tarde, cuando la tonada ha aumentado de intensidad, los masais han empezado a saltar con energía, elevándose dos o tres palmos del suelo casi sin doblar el cuerpo, básicamente con la fuerza de los tobillos. Alexandra estaba cautivada y me ha obligado a estar todo el rato haciendo fotos, aunque las luces y el entorno del bar no eran muy propicios. Después los masais han sacado a bailar algunas turistas, y entre ellas Alexandra, que también ha saltado alegre entre los engalanados cuerpos negros. Hemos vuelto al coche tarde, después de conversar superficialmente con algunos masais y comprarles algunas pulseras. Durante la vuelta hemos estado contrastando puntos de vista, yo opinando que la danza masai en el bar había estado una obra de teatro, y que habría preferido la danza en su entorno natural; y Alexandra y Sebastian opinando que era positivo que los masais vinieran a la ciudad porque podían ganar dinero. ---- En Mombasa tomé el pulso al mundo con Francis, el profesor periodista. Francis opinaba que el principal problema del mundo es la avaricia, los ricos quieren más aunque los pobres sufran, provocando también corrupción y otros problemas. La avaricia se puede eliminar haciendo un cambio personal y sensibilizando la población. El principal problema de Kenia es el mal liderazgo, que los mantiene subdesarrollados. La esperanza está puesta en las próximas elecciones; la solución sólo depende del país. Francis es feliz porque ha decidido no estar enfadado. Sería más feliz si todos los Kenianos tuvieran las necesidades básicas cubiertas. El secreto de la felicidad depende de ti, has decidir ser feliz, tener la actitud. Nairobi (ver en mapa) 15/11/2007: Hoy el jueves hemos hecho camino hacia Nairobi, cruzando el Parque Nacional de Tsavo donde sólo hemos podido observar un grupo de cebras desde la carretera. En teoría también hemos pasado a poco más de 100 kilómetros del monte Kilimanjaro, pero el día era medio nublado y no lo hemos visto. Si no lo hubiera visto 4 años atrás, seguramente habríamos llegado a Nairobi pasando por el regazo del Kilimanjaro en Tanzania en vez de Mombassa. Pero ver el Kilimanjaro sólo es un hito y una vez cumplido ya pierde su importancia, y por otro lado, Alexandra no está interesada en cumplir estos hitos. Al anochecer nos hemos detenido en una iglesia en construcción para pasar la noche. Se me ha acercado un capellán que me ha explicando que eran de la IAC (Inland African Church), una escisión de la iglesia Baptista. Yo he comentado que era católico y que mi mujer romana era protestante (me he equivocado, en realidad los rumanos son ortodoxos, pero como Alexandra siempre protesta a veces me confundo). Yo he tenido una educación católica, pero en realidad no creo en la iglesia ni tampoco Dios (como mínimo de la misma manera que creen los cristianos), pero eso puede ser mortalmente herético para un musulmán o algunos cristianos, por eso a veces digo que soy católico para facilitar las relaciones. De todas maneras, si observo que mi interlocutor está abierto a escuchar mis opiniones, entonces explico mis convicciones y suposiciones. 18/11/2007: El viernes a las doce del mediodía Alexandra comentó: "la entrada en Nairobi es la peor de todas las ciudades africanas, peor que Luanda". Hacía cuatro horas que habíamos avanzado 80 kilómetros por una pista de rocas y barro (sí, era la carretera principal de Mombassa a Nairobi) y nos encontrábamos atrapados en la entrada de la ciudad en medio de un tráfico terrible. Pero todavía tardamos otra una hora y media para llegar a la embajada de Etiopía, que estaba cerrada, ya hasta el lunes. Teníamos dos contactos en Nairobi que nos habían ofrecido una plaza de aparcamiento, pero los dos contactos vivían a las afueras de la ciudad y visto como estaba el tráfico decidimos de aparcar cerca del centro, en algún hotel. Después de estacionar en el aparcamiento de un lujoso hotel salimos a pasear por el centro de Nairobi, una ciudad moderna, parecida a Johanesburg - comentaba Alexandra -, con grandes edificios, grandes avenidas, con parques muy verdes y cuidados, papeleras en cada esquina... Por otro lado, no había niños pidiendo por la calle y la seguridad parecía mucho mejor que cuatro años atrás, cuando la ciudad tenía el nombre de Nairrobery (en inglés: Nairobi + robo). Al día siguiente sábado por la mañana volvimos a pasear por el centro de la ciudad y al mediodía nos encontramos con los dos contactos con los que no nos habíamos podido reunir el viernes. Ken era acróbata y Steve era rasta y artista. Ken se acababa de encontrar con su grupo de acróbatas porque por la tarde tenían una actuación en un local esnob, donde la entrada valía 3 euros. Aun así nos dirigimos con un Matatu (Alexandra estaba bien asustada con estos pequeños autobuses) y pagamos nuestra entrada y la de Steve, que no tenía dinero. Mientras esperábamos la actuación de Ken y su grupo (fue muy corta pero buena) Steve me convenció de mover la autocaravana hasta su barrio a las afueras de Nairobi, donde al día siguiente (hoy) podríamos visitar la comunidad y los proyectos que desarrollaban. Pero Alexandra no se mostró nada conforme con el plan y su mal humor se fue incrementando a medida que pasaba la tarde. Cuando volvimos a la autocaravana con Steve, Alexandra ya sobrepasaba el límite de mi paciencia, protestando con malas maneras que no quería aparcar la autocaravana en un suburbio donde a buen seguro nos atacarían y robarían. Tanto sobrepasó mi límite que, cuando ya estábamos los tres sentados en la autocaravana, me tuve que disculpar con Steve diciendo: "lo siento Steve, no iremos a tu casa, prefiero ir al aeropuerto para enviar Alexandra a Europa". Entonces Alexandra pareció serenarse y, después de estar respirando unas cuantas veces profundamente, revoqué la decisión y empezamos a circular hacía Kayole, el barrio de Steve. Pero el tráfico de Nairobi volvió a jugarnos una jugarreta y nos estuvimos dos horas atascados, aguantando los desagradables comentarios de Alexandra que incluso dirigía contra Steve. Uno de los comentarios que Alexandra me dirigió fue que me quedara a dormir a casa de Steve, así pues, al estacionar en el aparcamiento de la policía de Kayole, dejamos Alexandra en la autocaravana y no volví hasta el día siguiente. Steve vive con dos otros chicos, Shakespear, un hombre que trabaja desarrollando proyectos para la comunidad, y Derik, un chico electricista que también ayuda a Shakespear. Shakespear me empezó a explicar curiosidades de las 43 tribus (Onyango de Mombassa había dicho que eran 42) que habitan Kenia. Por ejemplo, Shakespear es de la tribu Luo y explicaba que antiguamente, los chicos que pasaban a la edad adulta se tenían que arrancar los seis dientes de bajo (en otras tribus los chicos se circuncidaban o se hacían marcas en la piel). También explicó que si un hombre Luo muere, la comunidad elige irrevocablemente a alguien de la familia del hombre para casarse con la viuda (aunque ésta sea muy fea). Si es la mujer la que muere, la familia de la mujer tiene la responsabilidad de suministrar otra mujer (de la familia) al hombre. Steve, de la tribu Kamba, explicó que hay un lugar en su pueblo dónde no hay gravedad, donde el agua cae pendiente arriba en vez de hacia abajo (seguramente es un efecto visual). También explicaba que hay otro lugar donde hay una gran piedra que sólo se puede rodear durante 7 días de marcha, y cuando un hombre da dos vueltas completas aparece convertido en mujer. Los tres anfitriones, me comentaron que debido a la proximidad de las elecciones, las diferencias entre las tribus se hacen más evidentes, con los Kikuyo defendiendo el actual presidente de su tribu, y el resto de las tribus abogando a favor del cambio, apoyando mayoritariamente el candidato de la tribu Luo. Hoy por la mañana, después de haber estado bailando buena parte de la noche en una discoteca del barrio con Steve, Shakespear y Derik y de dormir en su casa, los chicos me han convencido de ir a buscar a Alexandra para desayunar conjuntamente. Alexandra no había dormido en toda la noche y estaba cansada, pero estaba bien arrepentida de su actuación de ayer por la tarde. Nos hemos abrazado y hemos ido a desayunar a casa de los chicos, pero después Alexandra ha vuelto al coche a descansar mientras yo hacía una caminata por el barrio con los chicos. Primero nos detuvimos en el despacho de la organización Zindua (tfno. 0734610019 mail: zindua_afrika @ yahoo.com), por la cual todos ellos trabajan. Allí me empezaron a explicar todos problemas que afectan al barrio de Kayole y a sus 300.000 habitantes, y los proyectos que están desarrollando o que quieren desarrollar. Era evidente que la organización necesitaba más fondos y también era evidente que confiaban plenamente en mi para conseguirlos. Lo único que les pude asegurar es que unas 5000 personas leerían mi diario y que quizás alguna de ellas me contactaría para ayudarlos. La organización Zindua ofrece información contra el Sida y distribuye condones, ayudados por las iglesias (excepto la católica, la única que aun se muestra en contra). Me explicaron que el gobierno Keniano realiza tests gratuitos, obliga a las mujeres embarazadas a hacerse tests para no pasar el HIV a los hijos (utilizando fármacos) y suministra gratuitamente antiretrovirales a los afectados. Zindua está arrancando otro proyecto que quiere potenciar el cultivo y consumo del cereal amaranto, un cereal con muchos nutrientes, que crece en 42 días y con poca agua pero que todavía es desconocido por la población (también por mí). Zindua también es la organización que recoge las basuras del barrio (ayudándose de niños de la calle a los cuales paga algún dinero) y las vierte fuera del pueblo. También me hablaron de otros muchos proyectos para desarrollar al barrio (equipamientos deportivos, educación, turismo...) sin embargo, como he escrito antes, tenían muy pocos fondos, aunque muchas energías. En el despacho de Zindua también había una chica Somalí, que antes de marcharse desmitificó la guerra de Somalia explicando que sólo hay conflicto en la capital Mogadisho y que en el resto del país se vive en paz (incluso me invitó a visitar el país). Del despacho de Zindua nos dirigimos hacia el río, cruzando el barrio de gente humilde y amable y casas altas con la mayoría de los balcones coloridos con muchísima ropa extendida. Los chicos me explicaron que el agua sólo llega al barrio el fin de semana, momento en que aprovechan para hacer colada. Al llegar al río, el alma se me cayó a los pies. La organización Zindua estaba recogiendo todas las basuras del pueblo y las estaban vertiendo al margen del río, sobre las aguas que salían filtradas de color negro. Ellos estaban completamente concienciados que aquélla no era una buena solución, pero todavía sería peor si no hubiera recogida de basuras y todo el barrio tuviera que vivir sobre los desperdicios, tal como pasa en algunos suburbios de barracas. La solución sería disponer de un camión para llevar las basuras al vertedero oficial, algunos kilómetros a las afueras del barrio, pero de nuevo: no tenían medios y ni el gobierno ni las ONGs (de momento) les suministraban. De todas maneras, éste no era un problema único del barrio Kayole, sólo un 25% de los desperdicios en Kenia se vierten controladamente, el resto se vierte a las afueras de los barrios o se amontona en las esquinas de las casas. Las familias de Kayole pagan medio euro al mes para la recogida de basuras, dinero que se destina a pagar las bolsas y a pagar a los niños de la calle que realizan el trabajo sucio. Fuimos a visitar el cubil donde viven algunos de estos niños y la imagen tampoco fue demasiado agradable. Bajo una barraca construida con maderas y plásticos, había cuatro colchones roñosos y podridos donde dormían hasta 15 niños. El tugurio no tenía agua potable ni comida aunque con el dinero de la organización, los niños quizás lo tenían más fácil para vivir, sin que les fuera necesario pedir o robar. En cualquier caso, los niños de la calle tenían la opción de escoger una vida mucho mejor, pero la rehusaban porque les restaba libertad. Así me quedó demostrado con la visita de un orfanato gubernamental que no estaba al 100% de su capacidad. Muchos de los niños que acogen no son realmente huérfanos, muchos de ellos simplemente han huido de su casa debido a la violencia familiar. --- Por la tarde visitamos a la familia de Steve y al volver a su casa entrevisté a los tres chicos. Derik opinaba que el principal problema del mundo es la inestabilidad que provocan guerras, hambre, pobreza... Shakespear opinaba que el problema era la actitud pasiva y pesimista de la gente para afrontar los retos de la vida. La solución, según Derik, es la comprensión entre los humanos independientemente de la cultura. Shakespear abogaba por un cambio de actitud de la humanidad en general. El principal problema en Kenia es la administración y los líderes locales que no solucionan la causa y la raíz de los problemas. La solución sería votar correctamente en las próximas elecciones; la gente tendría que manifestar sus necesidades y no esperar las decisiones de los políticos; el liderazgo tendría que venir de bajo, de la comunidad. Los dos intentan movilizar la comunidad para que actúe para solucionar sus problemas. Derik no se consideraba feliz porque los cambios para los que lucha no son inmediatos. La situación de Kenia entristece a Shakespear, pero es feliz porque lucha para cambiarlo. El secreto de la felicidad según Derik es cumplir los propios sueños, según Shakespear es trabajar para la comunidad. Moyale (ver en mapa) 22/11/2007: Después de perder media mañana para obtener el visado de Etiopia, de ir a la embajada de España para que me informaran de los pasos a hacer para renovar el pasaporte y de conectarnos una hora a Internet, empezamos a hacer camino hacia el norte, hacia Etiopía. De todas maneras, estuvimos media tarde retenidos en tráfico de Nairobi y tuvimos que dormir escondidos de la carretera a no muchos kilómetros de la capital. Al día siguiente seguimos la marcha por una buena carretera hasta Nyeri, un pueblo donde Baden Powel pasó sus últimos tres años de su vida. En Nyeri hay un pequeño museo dedicado al escoltismo (boys and girls scouts), movimiento mundial fundado por Baden Powel. Yo había formado parte de una asociación de escoltas en mi pueblo y me hacía gracia visitar el museo, que en una pequeña sala ilustraba el alcance mundial del escoltismo, presente en todos los continentes. Observando las fotografías del museo reconocí la importancia del movimiento por el crecimiento y desarrollo juvenil, aunque en sus tiempos no me gustaran demasiado algunos de sus dogmas, como la obediencia o la fe. Más al norte nos volvimos a detener en el pueblo de Nanyuki, por donde pasa el ecuador. Contrariamente al paso del ecuador en Gabón, aquí había un gran "xiringuito" montado, con muchas paradas de artesanía delante del regazo del monte Kenia (el pico estaba tapado por nubes) y demostraciones del poder de las fuerzas de Corioli. Un hombre con un cubo con agua y una palangana con un pequeño agujero, enseñaba que a 20 metros al norte del ecuador el agua salía por el agujero en el sentido de las agujas del reloj y al sur en sentido contrario. Mientras el hombre mostraba el movimiento circular del agua en el sur del ecuador, yo me acerqué y con el dedo hice mover el agua en sentido contrario y ésta se empezó a escolar en sentido de las agujas del reloj. Pensé que al ecuador las fuerzas de Corioli tenían que ser muy débiles y que el movimiento circular del agua dependía básicamente de su movimiento inicial (causado intencionadamente por el hombre), pero cuando el hombre mostró que en el ecuador el agua se escolaba sin movimiento circular, pensé que quizás me había equivocado. Por la tarde del mismo día llegamos a Isiolo, el último pueblo de la carretera asfaltada a poco más de 500 kilómetros de la frontera. Dormimos aparcados en una estación de policía después de haber recurrido unos 30 kilómetros en una hora y media. El día siguiente por la mañana (ayer), continuamos conduciendo por la terrible pista con la misma media de 20 km/h. Si antes de llegar a Isiolo nos habíamos encontrado un paisaje de altura con grandes extensiones cultivadas, después de Isiolo el paisaje se volvió árido y rocoso, con pocos pueblos de casas de paja o de plancha y sus habitantes (muchos de ellos masais llevando coloridos adornos y ropas) vigilando rebaños de cabras, bacas o camellos y los niños pidiéndonos caridad bastante agresivamente. De todas maneras, a media tarde, a medida que la pista mejoraba, entramos en una región volcánica de tierra rojiza y vegetación verde. En cualquier caso, los habitantes masais continuaban con sus costumbres ganaderas y había mucho poca tierra cultivada. Ayer habíamos recorrido 240 kilómetros en 9 horas de conducción; y hoy, con la idea de recorrer los restantes 250 kilómetros hasta la frontera, nos hemos despertado muy temprano. Pronto, el paisaje húmedo y volcánico ha vuelto a desaparecer y nos hemos vuelto a encontrar en un paisaje todavía más árido y desértico que el día anterior, sin vegetación y cubierto hasta el horizonte por rocas volcánicas agujereadas. La pista también transcurría por el medio de las rocas, por lo que la conducción se hacía realmente complicada, con el coche tambaleándose entre las piedras. En una de las múltiples ocasiones que la autocaravana rascó el suelo, Alexandra me preguntó: - ¿No te parte el corazón sentir como sufre el coche? - No, porque estar en esta carretera es parte del viaje - respondí sin pensar. - ¿Pero no preferirías que la carretera fuera asfaltada? - Quizás sí. Pero entonces tendríamos demasiada poca aventura, el viaje sería demasiado llano. De todas maneras, la carretera no mejoraba y en otra conversación calificamos la pista como la tercera más complicada de África, después de la del Congo y la de Angola, no sólo por la dificultad sino también por la extensión. Poco más tarde reventamos (literalmente) una rueda. Pero éstos no eran los únicos daños, la nevera volvía a estar estropeada por las vibraciones y la plancha protectora del motor estaba chafada contra éste haciendo que todo el vehículo vibrara. Alexandra no sólo estaba preocupada por el estado de la carretera, habíamos leído que la aislada y solitaria carretera estaba frecuentada por bandidos del Sudán, Somalia y también Etiopía. A unos 120 kilómetros de la frontera nos hemos encontrado un control militar donde nos han recomendado (o exigido) de ser escoltados por dos soldados armados hasta la frontera. Eso, en vez de tranquilizar a Alexandra todavía la ha alarmado más, porque pensaba que ya no sólo los bandidos nos podían robar, sino también los soldados. De todas maneras he convencido a Alexandra de que los soldados no nos podían atracar y que nos protegerían en cualquier caso, y después de negociar el precio de la escolta (10 $ por cabeza) hemos continuado la pista que milagrosamente ha ido mejorando hasta la frontera, donde hemos llegado con el sol poniéndose. Ethiopia Awasa (ver en mapa) 24/11/2007: Después de recorrer 500 kilómetros de pista impracticable, Etiopía nos ha parecido el paraíso. No hemos tenido que pagar nada en la frontera; se ha acabado la penitencia de 4 meses y casi 20.000 kilómetros de conducción por la izquierda (ahora vuelvo a encontrarme como en casa y ya no necesito la colaboración de Alexandra para adelantar los coches); toda la carretera es asfaltada (con algunos agujeros); ¡el diesel sólo cuesta 0,35€/l, maravilloso! Aparte de estas alegrías, Etiopía se ha vuelto más verde y montañosa, con grandes termiteros entre los árboles. Hay poco tráfico, por eso, en los pueblos la gente ocupa toda la calzada para pasear, pacer las vacas y cabras e incluso conversar. También nos encontramos las primeras ruinas: un castillo no marcado en el mapa que por la inscripción en una tumba parecía portugués. Ayer dormimos en un bosque escondidos de la carretera, a pesar de haber observado con anterioridad algunos pastores cargando kalasnikovs en el hombro (no creo que sea la mejor arma para matar animales). Pero hemos dormido bien tranquilos y esta mañana hemos seguido la marcha hacia el norte, deteniéndonos a visitar unas rocas arqueológicas llamadas Tutu Fella: en uno pequeño descampado rocoso se alzaban unos 80 menhires o dolmens delgados y esculpidos con caras o formas geométricas. La verdad es que no sé de qué siglo eran las rocas ni su objetivo, aunque podrían ser indicaciones de tumbas, en cualquier caso, el lugar era interesante y sugerente. A continuación hemos continuado el camino hacia Awasa, cruzando poblados que se enlazaban a lo largo de la carretera, con las casas de paja o de ladrillos bien cuidado y con el césped cortado a raíz de tierra (gracias a las vacas y las cabras), y sobrevolados casi siempre por águilas que de vez en cuando se dejaban caer para cazar algún animalillo. Nos ha sorprendido no observar mucha presencia policial; tampoco parecía que hubiera demasiados comercios; pero lo que en ningún momento ha dejado de existir era la presencia de niños al lado de la carretera que nos saludaban agitando las manos y llamando "yu yu yu yu...". Yo me sentía como el rey de algún país, saludando en todo momento y también recibiendo alguna pedrada. Nos habían explicado que los ciclistas que atraviesan Etiopía a veces son atacados con piedras por los niños, pero no por eso ha dejado de sorprenderme observar por el retrovisor que un niño de unos dos o tres años nos lanzara una piedra con no demasiada puntería. 25/11/2007: Awasa es un gran pueblo descansando en la orilla de un lago que sólo vimos de paso a pesar de ser uno de los principales atractivos. De todas maneras, en Awasa nos hemos quedado dos noches, básicamente gracias al económico camping que hemos localizado (Adenium Campsite) en el cual también estaban alojados diversos viajeros: una pareja belga que hacía 14 años que trotaban por el mundo, últimamente con un 4x4; un motorista de Canadá que hacía cuatro años que había salido de casa; una pareja Suiza que querían cruzar África con una mochila en la espalda; y otro trotamundos Suizo que quería viajar durante cinco años. Hemos pasado muchos buenos momento con los viajeros que, por otra parte, nos han advertido sobre las dificultades de obtener el visado para el Sudán; nos han informado sobre el estado de las carreteras más al Norte (parece que ya no volverán a ser tanto malas como las de Kenia); nos han comunicado los costes desorbitados para cruzar con barcaza de Sudán en Egipto (de 300€ a 1000€); nos han recomendado casarno para poder seguir el viaje por Arabia Saudí; nos han explicado que todas las carreteras a partir de Egipto hasta India son en buen estado y asfaltadas (hurra!); nos han avisado de que entrar en coche en China supone pagar 100 $ diarios, y que si no entramos en China difícilmente podremos continuar el viaje hacia Indochina y después Australia ... En definitiva, tanto ayer tarde y como todo el día de hoy, han sido muy provechosos para la continuación del viaje y también ha estado muy gratificantes para Alexandra que ha podido comunicarse e interactuar otra vez con viajeros de su tribu - expresión utilizada por uno de ellos. 26/11/2007: Hoy por la mañana hemos llegado al cabo de poco tiempo a Wondo Genet, un pueblo donde hay una fuente de aguas termales, a las que se otorgan poderes terapéuticos. La entrada era muy económica y enseguida me he tirado a la piscina caliente, pero Alexandra se ha quedado a fuera, porque la piscina era bastante profunda y el agua no estaba demasiado limpia. Después he andado montaña arriba buscando el nacimiento de las aguas termales, pero éstas salían hirviendo entre unas piedras sin ofrecer demasiado espectáculo. A la salida de las termas, nos hemos dirigido hacia la tierra prometida de los Rastafaris o Rastas. Los Rastafaris, mayoritariamente provenientes de las clases bajas de Jamaica, consideraron que la coronación en 1930 del rey Haile Selassie de Etiopía - el único reino negro en África - era el cumplido de diversas profecías bíblicas y empezaron a considerar al rey Etíope como a un Dios reencarnado. Ligado con el sentimiento pan-africano (unidad de los descendientes africanos oprimidos) nació una nueva religión con fuertes componentes de reivindicación social pero también muchas doctrinas entre las cuales la dieta vegetariana y el sacramento de la marihuana. Según parece, el rey Haile Selassie se sentía incómodo de ser considerado una divinidad, aunque poco antes de ser destronado regaló a la comunidad Rastafària la tierra prometida, también profetizada en la Biblia. Y aquí es donde hemos llegado este mediodía. Alexandra se ha quedado en el coche mientras dos chicos medio rastas (sólo uno de ellos tenía el pelo un poco largo y sucio) pero bastante fumados me han recibido a la entrada de la iglesia de los Rastafaris. He manifestado a los chicos que tenía ganas de conocer cómo vivían los Rastafaris, pero los chicos parecían muy herméticos (o demasiado fumados) y sólo parecían interesados en saber cuándo les podría pagar. Yo me he mostrado ambiguo y les he empezado a preguntar sobre la comunidad, pero sus respuestas también eran ambiguas, aunque me ha parecido entender que había unos 500 Rastafaris viviendo en la tierra prometida. Viendo que la conversación no avanzaba me han conducido a ver los tres viejos (o líderes espirituales) de la comunidad, con barbas blancas y miradas perdidas (uno de ellos delante de la televisión). Tampoco ha habido ningún tipo de interacción y, al final, observando el hermetismo de lo qué me empezaba a parecer una secta, he salido del recinto de colores rojos, amarillos y verdes (bandera de Etiopía) y retratos de Haile Selassie y Bob Marley y he vuelto al coche, donde he pagado a los chicos con el equivalente de un dólar: - ¿Sólo eso? - han preguntado. - Pues habéis tenido suerte que no he encontrado un billete más pequeño - he respondido. Hemos seguido circulando dirección Addis Abeba, donde tenemos intención de entrar mañana por la mañana, y a media tarde hemos acampado sobre un precipicio que se desplomaba sobre el lago Langano, de aguas marrones. Aunque el lugar era bonito, Alexandra no estaba demasiado convencida y creía que enseguida estaríamos rodeados de chiquillería. Y tenía razón. Los niños de Etiopía son de los más curiosos (y quizás molestadores) del continente, pero viendo cómo se acercaban a la autocaravana desde diferentes puntos, he salido a fuera y me he sentado en una roca mirando el horizonte del lago. Los niños me han rodeado por detrás, sin decir nada, hasta que al final, el único que parecía hablar un poco inglés se ha empezado a interesar por mí y por nuestro viaje. El idioma era una barrera importante, aun así, el chico me ha explicado que en la escuela aprenden la lengua de su tribu (oromic), la lengua del país (Amaric, que utiliza unos caracteres únicos e indescifrables) y también el inglés. Cuando el sol se ha puesto, he anunciado a los niños que volvía al coche y, habiendo satisfecho su curiosidad, ellos han vuelto a sus casas y nos han dejado tranquilos durante toda la noche. ‹ Anterior (30/09/2007) MES Siguiente (2007-11-29)› ‹ Anterior (2007-10-16 - Malawi) PAIS Siguiente (2007-11-09 - Kenya)› |
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