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‹ Anterior (16/09/2010) MES Siguiente (2010-11-15)› ‹ Anterior (2010-10-03 - US) PAIS Siguiente (2010-10-26 - US)› Canada Halifax, NS (ver en mapa) 20/10/2010: Dormimos cerca de Matane, donde habíamos desembarcado, bajo una fina lluvia que no dejó de caer toda la noche. Al día siguiente, viendo que la climatología no mejoraba, estuve a punto de modificar el itinerario y no conducir los 400 kilómetros alrededor de la península de Gaspésie. Pero después de conectarnos un rato a Internet y de consultar una optimista predicción del tiempo, decidimos arriesgarnos. Y definitivamente valió la pena, porque a la noche (después de algunas horas parando a comprar, cocinando y comiendo) llegamos al Parque Nacional de Forillon, el cual nos ofreció una fantástica vista del cabo rocoso que se alargaba mar allá. Bajé a hacer algunas fotos por la playa y a la mañana siguiente hice unos cuantas más durante una bonita caminata hasta un mirador en lo alto de los acantilados, con magníficas vistas al cabo de Forillon. Más tarde seguimos nuestro trayecto bordeando la península de Gaspésie, deteniéndonos al encantador pueblo de Perce, ante el cual se alzaba una majestuosa roca rodeada por el mar. Y finalmente dormimos saliendo de la península de Gaspésie, muy cerca de donde vivía un chico de Couchsurfing, quien se había ofrecido de alojarnos pero nos había facilitado un número de teléfono que no funcionaba. Alexandra me comentó que ya le estaba bien, pues estaba cansada de encontrarse con gente y tener que interactuar, cocinar,... De todos modos, si nos encontrábamos viajando y durmiendo en la furgoneta, Alexandra también se quejaba de que hacía demasiado frío para cocinar al mediodía o que por la mañana no tenía café caliente. En cuanto a mí, ya me estaba bien de encontrarnos con menos gente, pero necesitábamos tomar una ducha en los próximos días y sería bueno que fuéramos alojados. Al día siguiente volvimos a conectarnos a Internet y estudié hasta donde podíamos llegar los siguientes días, decidiendo finalmente de no acercarnos hasta Cape Breton en Nueva Escocia y visitar sólo la ciudad de Halifax, donde pedimos alojamiento a través de Couchsurfing. Era una lástima no poder visitar Cape Breton recomendando por muchos de nuestros amigos, pero estábamos condicionados por la fecha de entrada en los Estados Unidos y no queríamos hacer demasiados kilómetros con prisas. En pocos días, el 25 de octubre ya haría un mes que habríamos entrado en Canadá, el tiempo mínimo para tener posibilidad de obtener un nuevo visado para US de seis meses. De todos modos, si no nos lo daban, aun teníamos posibilidades de alargar el visado anterior seis meses más si lo solicitábamos antes del 26 de octubre. Así pues, forzosamente teníamos que cruzar la frontera el día 25. De camino a Halifax visitamos el Parque Nacional de Kouchibouguac, donde pasamos la noche a pesar de ver a un par de osos negros al atardecer. Al día siguiente hicimos un pequeño paseo por el parque, caminando por una pasarela por encima unos humedales hasta la playa, interesante pero deslucida por el viento y el frío. Saliendo del parque nos conectarmos a Internet y contentos leímos que un hombre se ofrecía para alojarnos en Halifax, donde por fin nos podríamos duchar después de 6 noches acampando. Quizás era una de las veces que había estado más tiempo sin ducharme en toda mi vida y, aunque hiciera frío y prácticamente no transpiráramos, si no hubiéramos sido alojados, ya tenía claro que aquella noche haríamos una excepción y dormiríamos en un hotel. Wayne fue otro excelente anfitrión, aunque también algo especial. Nos recibió en albornoz en una casa llena de libros, cajas y trastos por todas partes. Enseguida nos explicó que era un militar canadiense retirado y que en los últimos años había estado haciendo negocio vendiendo libros y trastos en mercados de segunda mano, pero lo había dejado y todavía no se había librado de los productos que tenía amontonados con el objetivo de vender. Poco más tarde empezamos a intuir cuáles eran sus dos verdaderas pasiones: el ocultismo, aplicando la numerología a Alexandra, y el sexo, conformándose sólo en explicarnos diferentes anécdotas sobre el grupo de sadomasoquismo que se reunía cada sábado en Halifax. En cualquier caso, dejando de lado los cientos de libros sobre esoterismo en las estanterías y los numerosos vibradores, pinzas y esposas que había abandonados por todas partes, Wayne era un hombre interesante, divertido y hospitalario. Mientras Alexandra se quedaba descansando y lavando ropa, el jueves, Wayne me llevó a hacer un tour por Halifax, aprovechando que tenía una tarjeta para estacionar en los aparcamientos reservados a minusválidos. Durante el recorrido, Wayne me estuvo explicando algunas anécdotas hilarantes de su trabajo como militar, intercaladas con diferentes episodios de la historia de Halifax, una ciudad afectada por muchas calamidades. Uno de los primeros lugares donde me llevó fue el memorial de Ford Needham, dedicado a las 2000 víctimas mortales de la mayor explosión pre-atómica de causas humanas, provocada durante la primera guerra mundial, en 1917, cuando dos barcos que transportaban municiones y TNT chocaron en el puerto natural de Halifax. Cinco años antes, en 1912 otra catástrofe había ocurrido relativamente cerca de Nueva Escocia cuando el gran barco Titanic chocó contra un iceberg y se hundió. Muchos de los cuerpos de las víctimas recuperadas fueron transportados y enterrados en el cementerio de Halifax, visitado por decenas de autobuses de turistas diarios durante los años posteriores a la proyección del filme Titanic. También visitamos la ciudadela construida por los ingleses en el siglo diecinueve, desde donde se disfrutaba de una bonita panorámica de la ciudad, la cual me dio la sensación de que no tenía demasiado más para ofrecerme. De todos modos, al día siguiente volví al centro de Halifax con Alexandra para descubrir si realmente la ciudad era interesante de visitar, pero después de afrontar las bajas temperaturas volviendo a recorrer el centro caminando y con un autobús gratuito, decidimos abandonar desilusionados la ciudad para dirigirnos a un pueblo que Wayne nos había recomendado visitar. Peggy´s Cove era un pueblo de pescadores, al sur oeste de Halifax, que realmente valía la pena visitar. A pesar del viento gélido que soplaba, tan pronto como pudimos subir la carretera de detrás del pueblo hacia el faro, la vista me hizo parar el coche en medio de la carretera y salí a hacer fotos del pequeño faro, el mar enfurecido y las dramáticas nubes que daban el toque final. Durante estos primeros meses de este viaje de dos años por América, mientras conducía, numerosas veces Alexandra y yo hemos estado conversando sobre cómo será nuestra vida al establecernos en Cataluña, tras un total de seis años viajando. Es posterior a estas conversaciones que inevitablemente tengo la sensación de que esta última etapa del viaje se esté acabando mucho antes de que llegue a su fin. En parte, supongo que estos pensamientos se deben a la excesiva pasividad del viaje por América, sin emociones fuertes ni choque cultural. Quizás, lo único que de momento había conseguido interrumpir nuestra respiración habían sido las maravillas naturales que nos reservaba este continente, como podían ser el Gran Cañón del Colorado o el Parque Nacional de Yellowstone. De momento en Canadá no había habido nada que nos hubiera sorprendido en sobremanera pero, sin saberlo, los dos últimos días nos esperaba otra sigilosa maravilla natural en el Norte Oeste de Halifax, en la bahía de Fundy, la cual diariamente expira y exhala con sus dos mareas unos 115 billones de toneladas o metros cúbicos de agua. Diferentes personas en Canadá nos habían recomendado ir a ver las mareas en la bahía de Fundy, las más elevadas del mundo, pero hasta que no nos fuimos acercando y empezamos a leer algunos datos, no pensé que pudieran resultar tan espectaculares de observar. Pero realmente lo eran. Según los oceanógrafos, el tiempo que tarda una gran ola en recorrer toda la longitud de la bahía de Fundy (290 kilómetros) es prácticamente el mismo al tiempo de un período de la marea (decrecer y crecer). Esta coincidencia establece una frecuencia de resonancia que al final de la bahía provoca alturas de la marea anormales. En concreto, dos veces al día se obtienen diferencias de 17 metros entre el nivel más bajo y el más alto de la marea, completamente extraordinario si tenemos en cuenta que los máximos desniveles de las mareas en todo el mundo no superan los 2 metros. Siguiendo una recomendación de Wayne, nosotros fuimos a observar estas espectaculares mareas en Halls Harbor. Por la mañana, al despertarnos, la marea estaba baja y pude caminar entre los pocos barcos del pequeño puerto que reposaban sobre la tierra, mientras el mar hacía chasquear las olas lejos del espigón. Pero al mediodía, el espectáculo era completamente diferente, el agua había subido 9 metros respecto a la mañana y los barcos se balanceaban sobre su ambiente natural, mientras el mar hacía chasquear con fuerza las olas contra el espigón, haciendo saltar el agua por sobre estos. El contraste de las dos visiones, separadas por sólo seis horas era fantástico, casi sobrenatural. Maravillado por aquel espectáculo, por la tarde conduje ilusionado hacia el lado norte de la bahía de Fundy, donde Ewa de Toronto nos había recomendado de observar la fuerza de la marea desde el cabo de Hopewell. Y efectivamente, la magia se repitió el siguiente día. Bien temprano por la mañana el agua se había retirado y había dejado al descubierto una gran extensión de tierra y también unas misteriosas rocas erosionadas por la acción de la marea. Paseé por la playa que había sido sumergida durante la noche y me pasé un buen rato caminando entre grandes clapas de algas y descubriendo senderos ocultos entre las rocas. Pasadas unas horas, al mediodía volví, y no pude dejar de volverme a maravillar porque el agua había subido 10 metros y sólo dejaba ver la parte superior de las rocas y había recubierto una extensión enorme de tierra desnuda. Arcadia National Park (ver en mapa) 26/10/2010: Apenas hubimos cruzado la frontera entre Canadá y Estados Unidos, Alexandra se puso a gritar de alegría. Anteriormente había pasado algunas noches sin dormir estresada y temiendo que tendríamos problemas. En realidad, el único problema que podíamos tener era que los oficiales de la frontera no nos quisieran alargar el visado seis meses más. Pero yo estaba convencido de que podríamos persuadir a los policías que simplemente éramos turistas y no teníamos intención de quedarnos permanentemente en Estados Unidos. Y efectivamente, los oficiales no nos lo pusieron demasiado complicado para renovar nuestros visados. Intenté compartir con la misma intensidad la alegría de Alexandra pero no pude evitar de recriminarle que había sido inútil sufrir tantas noches sin motivo. El segundo día en Estados Unidos llegamos al Parque Nacional de Arcadia y dormimos en uno de sus desérticos aparcamientos. Pero la mañana siguiente apareció un Ranger dispuesto a ponernos una multa de 100 dólares por haber dormido en el parque nacional, algo ilegal. Afortunadamente, cuando saqué mi permiso de conducir internacional comentó que le resultaría demasiado complicado ponerme la multa y nos advirtió de no volver a acampar en un parque natural, porque había introducido mi nombre al sistema y a la siguiente vez no habría clemencia. Poco más tarde de la visita del Ranger nos pusimos en marcha y fuimos ascendiendo con el coche hasta la montaña Cadillac, en el centro del parque, desde donde se disfrutaba de unas formidables vistas de la península medio cubierta de niebla y nubes. A continuación nos dirigimos hacia Sand beach, donde tenía intención de ascender una vía ferrata hasta la cima del pico Beehive, pero la roca estaba mojada y resbalaba bastante y a medio camino decidí retroceder. No quería arriesgarse a romperme una pierna y consecuentemente tener que abandonar el viaje temporalmente. Por la tarde empezamos a hacer camino hacia el pequeño pueblo de Castine, que teníamos la intención de visitar el siguiente día. Pero durante la noche y toda la mañana estuvo lloviendo y no tuvimos más remedio que dirigirnos hasta Portland sin visitar Castine, ni tampoco Augusta, la capital del estado de Maine.
Portland es la ciudad más grande de Maine, donde por fin pudimos resguardarnos de la lluvia en una acogedora casa donde fuimos alojados por John, otro hombre de couchsurfing. John resultó ser un hombre retirado y con ilusiones de viajar que había tenido una apasionada vida. Entre muchas anécdotas nos contó cómo estuvo perdido durante 10 días por los bosques y montañas de Alaska hasta que la fortuna lo dirigió hasta una cabaña habitada. Pegado cada mañana a las noticias de la radio, a menudo expresaba su preocupación por la radicalización de las opiniones políticas en Estados Unidos, extremándose a medida que se acercaban las próximas elecciones al Senado. Por ejemplo, muchas radios republicanas estaban intentando inculcar a su electorado que el presidente Obama es un musulmán radical y que ni siquiera es americano. Pero más preocupante estaba que la cadena FOX, con el presentador Rush Limbaugh a la cabeza, intentara convencer a sus oyentes que la tierra no estaba experimentando un calentamiento global. Y a muchos ya les había convencido, incluyendo los hermanos y hermanas de John, quienes no querían comprobar la información que les llegaba o finalmente replicaban que había demasiadas opiniones diferentes, que era complicado llegar a ninguna conclusión clara. Según John, este pensamiento sería desastroso para las futuras generaciones, pero también para la economía americana porque, así como en el pasado la industria de US había sido puntera produciendo coches y más tarde ordenadores, en estos momentos debería centrarse con la tecnología verde para volver a generar trabajo. En la misma línea se expresó John cuando le entrevisté tomando el pulso al mundo (www.youtube.com/watch?v=A4yiWnddguM), opinando que el principal problema del mundo era el calentamiento global que afectará dramáticamente todo el planeta, un problema que debería solucionar globalmente, asumiendo cada país la existencia del problema. El principal problema en América es el partido republicano, que puede destrozar el país, por eso él intenta colaborar en la solución votando en todas las elecciones. A nivel personal, John es más o menos feliz, pero lo sería más con una mejor actitud, básicamente aplicando su secreto de la felicidad: siendo feliz con lo que tienes y no con lo que quieres. Al día siguiente de nuestra llegada a Portland cogí una bicicleta de John y pedaleé hasta el centro de la ciudad, con algunos edificios antiguos construidos con ladrillos pero sin demasiado atractivo. Estuve dando unas vueltas por el puerto y por diferentes calles empedradas hasta convencerme de que Portland era como la mayoría de ciudades de Norte América, sin casi nada de interesante a ofrecernos. Volví a casa un poco defraudado y convencido de que mis opiniones por las ciudades americanas no mejorarían en el futuro. En ese momento recordé los comentarios de algunos de nuestros amigos en California, que opinaban que estábamos dedicando demasiados meses a recorrer los Estados Unidos, y empecé a darles toda la razón. Tenía ganas de empezar a visitar América Latina, una tierra más repleta de historia y de contrastes culturales. De todas formas aún nos faltaban recorrer unos 8.000 o 10.000 kilómetros y todavía nos esperaban otras regiones y ciudades americanas que nos podían sorprender, como podían ser Nueva York, Miami o Nueva Orleans.
Hacía algunas semanas, desde Canadá, que había programado nuestras siguientes visitas a los Estados Unidos y me había dado cuenta que alrededor del 31 de octubre estaríamos en Salem, una ciudad famosa porque en 1692 se habían juzgado a varios acusados de brujería, definiéndose actualmente como una ciudad embrujada o encantada. Pensando que esta característica la calificaba como ideal para celebrar la fiesta pagana de Halloween (o de todos santos) escribí con tiempo a dos personas de Couchsurfing y una de ellas se comprometió a alojarnos, Darrel. Y seguramente fue una decisión acertada, porque poco más tarde leí un artículo que definía a Salem como la mejor ciudad del mundo donde celebrar el Halloween. Del mismo modo lo deberían considerar, los cientos de conductores que el sábado 30 de octubre por la mañana tenían bloqueadas todas las entradas de la ciudad. Por suerte, a pesar del caos, Darrel nos tenía reservado un aparcamiento gratuito y poco más tarde ya pudimos empezar a descubrir la ciudad con él y su novia Michelle, ambos con muchas ganas de fiestas. Por la calle había bastante gente disfrazada, con vestidos terroríficos o simplemente divertidos, como si fuera un carnaval, aunque a diferencia del carnaval de mi pueblo (Torelló) había mucha menos gente llevando disfraces. También había muchos japoneses disfrazados e intrigados por la fiesta y muchos otros grupos de turistas que visitaban las numerosas casas embrujadas y otros lugares categorizados como los más terroríficos de los Estados Unidos. De todas formas, hubo algo que me sorprendió mucho más que la gente disfrazada. En varias esquinas había predicadores cristianos (algunos de ellos católicos) con pancartas o con micrófono y altavoces que acusaban a los disfrazados de adorar al diablo y invitaban a los oyentes a seguir el camino de Jesús. Por suerte, la juventud disfrazada ignoraba a los predicadores o simplemente se quedaban escuchándoles y riéndose se la cara. El segundo día en Salem volvimos a salir disfrazados pero al volver a casa me quedé escuchando a uno de esos predicadores al tiempo que le hacía fotos. Estaba tan fascinado por las tonterías que decía (por ejemplo: ´antes yo era un homosexual pero Jesús me ha salvado y ya estoy curado´) que no podía dejar de hacerle fotos para inmortalizar aquellos momentos. Pero en un momento dado el chico se me encaró y me preguntó: A pesar de haber disfrutado mucho con la fiesta de Halloween en Salem me quedó un sentimiento de pena, pues los predicadores me hicieron recordar que en ese mismo pueblo, el año 1692 y 1693 unos fanáticos religiosos con pensamientos similares lograron acusar a 150 personas de brujería, consiguiendo colgar o apedrear a 20. Los turistas visitaban los cementerios de Salem y las casas de las brujas acusadas o de los jueces del tribunal sin meditar demasiado con la tristeza de los sucesos. Todo empezó cuando las hijas de un reverendo del pueblo sufrieron varios ataques epilépticos o de locura que la familia atribuyó a un hechizo. Enseguida empezaron a acusar a gente de Salem, generalmente enemistades de la familia o mujeres no excesivamente cristianas, y tomando como evidencias las visiones ´espectrales´ que habían tenido las niñas en los siguientes meses condenaron a 14 mujeres y 5 hombres en morir en la horca. También hubo otra víctima, un hombre de 81 años que se negó a declararse culpable o inocente y, sin posibilidad de ser juzgado legalmente, a los dos días murió ahogado por el peso de las piedras que habían amontonado encima de su cuerpo. De esta manera, el hombre pudo conservar sus propiedades (no la vida) y transmitirlas por herencia a sus hijos. A medida que bajábamos hacia el sur las temperaturas eran más agradables y en San Agustín, un pueblo costero en Florida, ya empezamos a pasear en manga corta. Nos gustó San Agustín, un antiguo pueblo Español, con una imponente fortaleza, que me recordaba ligeramente a los turísticos pueblos de la costa brava, con una calle principal llena de pequeñas tiendas. Pero mucho más nos impresionó el Kenedy Space Center que visitamos los siguientes dos días. La entrada era muy cara, $50 por persona, aunque realmente valía la pena, con varias películas IMAX en 3D, museos, representaciones de varios éxitos espaciales, excursiones hasta las plataformas de lanzamiento, charlas con astronautas,... Aquellos días hacía una presentación Mark Lee, un astronauta que ya había viajado 4 veces con las naves shuttle, y le pregunté si le gustaría formar parte de una expedición sin retorno a Marte, según proponen algunos científicos, pero muy convencido manifestó que no, que prefería envejecer entre sus nietos. Finalmente, después de aquellos intensos dos días, me di cuenta de que hay muchas más misiones espaciales de las que la gente imagina y me acabé sorprendiendo que más de 500 personas de 38 nacionalidades ya hayan volado al espacio o que desde 1957 hayan lanzado más de 6500 satélites en órbita alrededor de la tierra. From Boston to NY (ver en mapa) 07/11/2010: Salimos de Boston bajo una intensa lluvia que nos privó de visitar el barco USS Constitution y nos hizo aparcar junto al pueblo de Chatham, al cabo Cod, hasta el día siguiente a media mañana, cuando la lluvia empezó a aflojar. Aprovechando algunos pocos minutos sin agua, visitamos el puerto y la larga playa de dunas de Chatham, y acto seguido empezamos a hacer camino hacia el pueblo de Little Compton, el cual nos gustó mucho más. Al día siguiente lo visitamos sin prisas, paseando por las rocas donde chasqueaban las olas de un mar enfurecido y recorriendo las pequeñas carreteras de la región que serpenteaban por el lado de hermosas mansiones de madera rodeadas por cerrados de piedras amontonadas. Aún más interesante fue el siguiente día, cuando visitamos algunas de las fabulosas mansiones de Newport, una ciudad que empezó a prosperar gracias al comercio de esclavos y a la existencia de varios piratas considerados ciudadanos de honor. De todos modos, el verdadero crecimiento se inició a mitad del siglo dieciocho a partir de la llegada de varias familias de comerciantes judíos provenientes de Portugal, donde habían practicado su religión a escondidas los últimos 3 siglos. Y más prosperó cuando a principios del siglo diecinueve varias acaudaladas familias de las plantaciones del sur empezaron a construir espléndidas mansiones alrededor de la avenida Bellevue, una actividad que continuó a lo largo de un siglo, atrayendo a las familias más ricas de todo el país. Actualmente, muchas de estas mansiones siguen siendo privadas, aunque también hay algunas que se han convertido en museos y están abiertas al público, aunque el elevado precio de entrada sólo nos permitió visitarlas por fuera. El último día antes de entrar en Nueva York, pudimos detenernos en la ciudad de New Haven, en el centro de la cual se extiende la famosa universidad de Yale, la cual me impresionó mucho más que la de Harvard visitada en Cambridge. Con el tiempo justo, nos dirigimos directamente al centro de los visitantes para sumarnos a la visita guiada gratuita por la universidad. Antes, todos los asistentes visualizamos un divertido vídeo de 20 minutos que presentaba Yale de una manera tan atractiva que me vinieron ganas de volver a ir a la universidad y estudiar. Después una chica estudiante y guía nos llevó a conocer su universidad, la cual sorprendía por sus edificios góticos de principios del siglo XX que intentaban imitar la arquitectura de las antiguas universidades inglesas. Según explicaba la guía, algunos ingleses comparaban aquella arquitectura con Disneylandia, pero a mí me gustó, porque aún tenía el síndrome de abstinencia para ver edificios históricos. De todos modos, aunque Yale me gustara más que Harvard, Yale no tiene tan buenas estadísticas como la universidad de Cambridge y sólo cuenta con 49 premios novel que han sido afiliados a la universidad y sólo ha producido a 5 presidentes de Estados Unidos. New York, la ciudad de los rascacielos, no nos defraudó nada. Teníamos grandes expectativas puestas en la ciudad, la capital del mundo, y prácticamente todas se cumplieron. Sólo tuvimos cuatro días para conocer New York, porque fue difícil encontrar alojamiento gratuito a través de couchsurfing por más tiempo. Pero aprovechamos intensivamente las cuatro jornadas, caminando largas distancias cada día para visualizar y sentir nuestra presencia en los lugares más importantes de la ciudad. Caminamos por debajo de los rascacielos de Midtown en Manhattan, pasando por el lado del famoso y antiguo Empire State, cruzando la luminosa Times Square, y visitando antiguas reliquias como podían ser la biblioteca, la Catedral de St. Patrick, o la estación de trenes Gran Central Terminal. El segundo día cogimos el ferry gratuito hasta la isla Staten, desde donde pudimos observar la estatua de la libertad y los excelsos rascacielos de Lower Manhattan a primera línea de mar, por debajo de los cuales paseamos más tarde, pasando por delante de la bolsa en Wall Street, por el lado de las obras de restitución del World Trade Center y el próximo edificio donde se estaba construyendo la mezquita de la discordia, finalizando nuestra agotadora caminata al otro lado del estético puente de Brooklyn. El tercer día decidí visitar la sede central de las Naciones Unidas, un territorio internacional en el centro de Manhatan y haciendo una excepción a mi política de no visitar lugares de pago, ese día pagué $16 para de poder entrar en el edificio de la Gran Asamblea, donde carismáticos gobernadores y líderes de todo el mundo han pronunciado importantes discursos. La sala no era más impresionante que un teatro, pero me dejé impregnar de la trascendencia del lugar y por unos momentos me sentí un espectador mucho más cercano a los acontecimientos de la historia contemporánea. Después, la guía nos condujo por diferentes salas mientras nos explicaba los nobles objetivos de la ONU: acabar con las guerras, prohibir las minas, evitar la proliferación de bombas atómicas y armas de destrucción masiva, acabar con el hambre o buscar una solución al conflicto entre Israel y Palestina. Al salir del recinto de las Naciones Unidas, pensé que muy pocos objetivos se habían cumplido, pero más tarde, mientras paseaba por el bonito parque de Hight Line que ocupaba una antigua línea de tren elevado, pensé que probablemente el mundo estaría mucho peor sin la ONU. El cuarto día terminé pasear por Xinatown, Little Italy y Soho, unos famosos barrios del sur de Manhatan cercanos al piso de Ian y Magda, nuestros anfitriones en Nueva York, una pareja que habíamos conocido hacía unos tres años y medio en Sudáfrica, en un encuentro de Couchsurfing en Johannesburgo. Fue una lástima que Ian y Magda estuvieran un poco estresados con su trabajo y no pudiéramos pasar demasiado tiempo con ellos, aunque una noche salimos a tomar una cerveza con Ian y unos amigos, una pareja de Chile que también conocíamos de haber intercambiado varios correos electrónicos durante el viaje. Durante la conversación mantenida, nos dimos cuenta que Ian utilizaba el adjetivo liberal o demócrata liberal para definir a una persona de izquierdas y progresista, mientras en el resto del mundo era más bien al revés e identificaba a una persona de derechas que apuesta por la libre economía. Luego los chilenos y yo comentamos que en Sudamérica o en Europa se utilizaba la palabra republicano para definir a una persona de ideología izquierdista que tradicionalmente había luchado en contra de las monarquías hereditarias, mientras en Estados Unidos, el término republicano era utilizado para definir el partido derechista. Pensaba que el comentario quedaría en una simple curiosidad, pero me sorprendió que Ian nos supiera explicar el motivo de esta divergencia en las definiciones. En Ian nos contó que inicialmente el partido republicano era de izquierdas y el demócrata de derechas, es decir, los demócratas estaban a en contra de los altos impuestos y a favor del libre comercio y los republicanos apostaban por las políticas contrarias. Además, una parte importante del partido demócrata era favorable a mantener la esclavitud, o que los estados tuvieran derecho a decidir sobre el tema, mientras los republicanos eran más progresistas y estaban mayoritariamente en contra de la esclavitud. Finalmente, con la subida al poder del republicano Abraham Lincoln en 1861, se resolvió el asunto con una cruenta guerra civil, que incrementó el fervor que la mayoría blanca del sur tenía por los conservadores demócratas. Durante las siguientes décadas se intercambiaron en el gobierno los republicanos y demócratas, hasta que estalló la gran depresión de 1929 bajo un gobierno republicano. Las próximas elecciones fueron ganadas por el demócrata Roosevelt, quien empezó a aplicar medidas que anteriormente detestaban los demócratas para evitar otro crack: más control económico, regulación de negocios, derechos civiles, beneficio social,... todo financiado con más impuestos. Fue así como se produjo el giro ideológico, pues los republicanos, empezaron a defender los negocios y la economía libre debido al lento crecimiento económico de los siguientes años. Así pues, los que antes soportaban los demócratas (por ejemplo los blancos del sur) comenzaron a votar republicanos, y al revés, los que antes soportaban los republicanos (por ejemplo los negros o clase obrera) comenzaron a votar por los demócratas. Y por este motivo muchos europeos nos hacemos un lío con la política americana. Pasa igual con la definición de liberalismo, pues a casi todo el mundo el término se utiliza para definir el posicionamiento a favor del libre mercado y economía, defendiendo un gobierno con poderes limitados en beneficio de las libertades individuales, pero en perjuicio de la igualdad o justicia social, pues la libertad individual puesta al extremo podría llevar a las personas a negarse a pagar impuestos. Según esta definición, utilizada prácticamente en todo el mundo, una persona liberal sería una persona claramente de derechas, pero no en Estados Unidos. En este país, históricamente siempre ha habido una mayoría de la población que se podría definir como liberal (según la definición europea), pero la gente consideraba este posicionamiento normal y no lo definía como liberal. De todos modos, el término se empezó a utilizar para definir a aquellos que luchaban por la libertad individual y los derechos de las clases sociales oprimidas, como podían ser las mujeres, los negros y más tarde los inmigrantes. Ampliando tal definición del concepto, también eran liberales aquellos que defendían la libertad de expresión, la libertad de prensa, la libertad de religión, el derecho a la igualdad ante la ley, y la separación de Iglesia y Estado; todas estas unas apuestas políticas claramente de izquierdas, completamente opuestas a las políticas liberales europeas. No dejamos escapar la oportunidad de tomar el pulso al mundo con Ian, estrenándose Alexandra como entrevistadora. Ian opinaba que el principal problema del mundo o la humanidad es el excesivo crecimiento de la población, un problema que se podría empezar a solucionar con más educación, aunque la educación era el principal problema en Estados Unidos, que está demasiado centrada en estudiar el propio país. A nivel personal Ian se siente feliz, aunque sería más feliz viajando más. El secreto de la felicidad es tener confianza en que las decisiones tomadas a lo largo de la vida son las mejores que podrías tomar. Después de 4 días extenuantes en Nueva York, cuando habíamos estado caminando de 3 a 5 horas diarias, fuimos a relajarnos en el próximo estado de New Jersey, en el pueblo de Cranford, donde Dan nos alojó. Dan, un hombre de 47 años que vivía en una bonita casa nos dio total libertad y nos dejó pasar todo el fin de semana encerrados en casa, básicamente editando fotos y escribiendo el diario, aunque también dejé pasar apaciblemente unas cuantas horas manteniendo conversaciones muy interesantes con Dan, intercambiando opiniones sobre las religiones, Dios, y sobre un tema que me apasiona y sobre el que tengo previsto escribir un libro al volver a casa: el libre albedrío. Entre los diversos temas, también hablamos sobre las percepciones que a veces pueden ser equivocadas, por ejemplo creía que los judíos acostumbraban a votar al partido republicano, porque sus presidentes habían sido los más obtusos luchando en contra de los países islámicos, pero Dan comentó que es prácticamente imposible encontrar un Judío que no sea demócrata, por eso Obama lo tiene difícil para presionar a Israel para que se avenga a firmar la paz con los palestinos. Dan también comentó que contrariamente a la percepción en todo el mundo, incluyendo la mayoría de los Americanos, Estados Unidos es un estado socialista, seguramente dedicando muchos más recursos a políticas sociales (aproximadamente el 35% del PIB) que la mayoría de países autodenominados comunistas (China, Vietnam, Corea del Norte,...). Entre los beneficios del estado del bienestar en los Estados Unidos se pueden enumerar la educación primaria y secundaria gratuita (obligatoria hasta los 16 años), las becas para acceder a la universidad para estudiantes con pocos recursos económicos, planes de pensiones para a todos los trabajadores a partir de los 65 o 67 años (es pagado con el 15% del salario), los seguros de invalidez, las ayudas a la renta para los trabajadores de bajos salarios, los subsidios de vivienda, los cupones de alimentos, el programa Medicare que ofrece cobertura de seguro de salud a todas las personas mayores de 65 años, el programa Medicaid que ofrece cobertura sanitaria a los individuos y familias de bajos ingresos y recursos, y muchos otros programas, además, cualquiera tiene derecho a ser atendido en los servicios de urgencias de los hospitales, aunque no tengan seguro médico privado contratado. La mayoría de estos programas se crearon entre 1935 y 1965 siempre impulsados por presidentes demócratas, de todos modos, a pesar de todos estos programas, actualmente la mayoría de familias sin seguro médico privado no están cubiertas por el estado y eso es lo que intentó arreglar el Presidente Obama durante los primeros dos años de su mandato. Pero no lo tuvo fácil, porque una de las objeciones que ponen los republicanos a tantos programas sociales es que normalmente son los inmigrantes los que acaban beneficiándose de las ayudas. Pero Dan consideraba que eso no era negativo, porque él era un americano de segunda generación (sus abuelos habían llegado de Eslovaquia e Irlanda) y sus abuelos y padres también se habían beneficiado anteriormente de estas ayudas, favoreciendo su integración y posibilitando que Dan tenga una compañía que tiene contratadas a unas 15 personas. Y siguiendo conversando sobre percepciones equivocadas, Dan nos preguntó cómo son percibidos los americanos en todo el mundo, pues los americanos suelen pensar que se encuentran en el centro del mundo y que todos los humanos los miran con admiración por su democracia y por su lucha incansable para instaurar la libertad en todo el planeta. Naturalmente, comentamos que no toda la gente que nos habíamos cruzado los veía de esta manera, indudablemente algunos les admiraban pero muchos otros también los detestaban. Incluso Alexandra tenía prejuicios hacia los americanos antes de emprender el viaje, detestando su política internacional y la radicalización de las religiones, aunque pasados cinco meses inmersos en su cultura también haya empezado a apreciar la simpatía y calidez de la mayoría de la gente que hemos ido conociendo. Alexandra también entrevistó Dan, quien opinaba que había varios grandes problemas en el mundo, calentamiento global, terrorismo, enfermedades como la malaria,... Escogiendo el primer problema, la solución vendría dada potenciando más las energías verdes e incluso las nucleares. Él puede ayudar en la solución del problema votando a políticos que se preocupan por el problema, además de reciclar o utilizar energías alternativas. A nivel local, el principal problema de los Estados Unidos es la mala situación economía del país que impide invertir en la solución de otros problemas también importantes. La solución debería llegar a nivel político pero también corporativo, y en este último apartado es donde él puede colaborar, mejorando la eficiencia de su empresa. A nivel personal Dan era feliz porque comparte la vida con amigos y familia, algo que forma parte del secreto de la felicidad, aunque también se necesita una seguridad económica para ser feliz, aunque la felicidad no se pueda comprar. |
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